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¿Es válido pagar por tocar? ¿Hay que pagar a todos los músicos por tocar? ¿El hambre está matando aún más que la corrupción el rock en Colombia?

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Me preocupa escribir este artículo un poco extenso sabiendo que ayer publicaron la triste estadística sobre nuestra lectura, somos el país que menos comprensión tiene y esto explica muchas cosas, sencillamente el colombiano no solo no lee, sino que, si de milagro lo hace, no entiende. Esto puede deberse a que la realidad personal de cada uno es considerada más importante que el acuerdo general, en resumen, para el colombiano su verdad es única y real así esté equivocada y la defiende a muerte y en los siguientes párrafos verán que puede ser muy válida esta afirmación.

Hablemos de música y músicos de rock en Colombia, sobre todo por las polémicas que se han desatado en estas semanas, en las que algunos músicos indignados arremetieron contra varios festivales que abrieron convocatorias y no ofrecían una paga justa, no ofrecían algo más que “una experiencia” y eso le colmó la copa a varios que piensan que el músico debe tener mínimas condiciones para tocar, lo cual obviamente es lógico.

¿Pero quién tiene la razón?

Para responder a esa pregunta tenemos que mirar de manera holística la escena del rock en Colombia y comencemos por decir que para hacerlo debemos ser brutalmente honestos y acá entonces no cabe la corrección política, si queremos cambiar algo, ya es hora de dejar los eufemismos y hablar claro.

El rock como cualquier género en la música es un camino escalable, es un camino que se construye a base de trabajo, ganas, desarrollo y consolidación, para eso los músicos deben atravesar muchas etapas, debe haber mucha inversión, mucha circulación y muchísima paciencia porque la industria es despiadada. Pero esto se ve en todas las áreas de la sociedad, el reguetón, por ejemplo, es aún más competido y mucho más caro y difícil que el rock. Pero pensemos en un médico cirujano, que debe pasar al menos diez o doce años antes de poder ejercer su profesión, un médico no compra una bata y un bisturí y se pone a operar… bueno, en Colombia sí, ese es el problema, la deshonestidad y las ganas de ser millonarios han hecho que en Colombia se pierdan estos caminos y vemos médicos cirujanos con clínicas estéticas cobrando millones y matando gente así como vemos músicos de rock con Gibson y buenos amplificadores, sin título o buenas canciones y haciendo pataletas todo el día en las redes.
Entonces nos encontramos ante la disyuntiva que hace llaga ¿Hay que pagar siempre a los músicos? Bueno depende. Les hablaré de la escena más sólida para el rock en el mundo que es la industria de Los Estados Unidos en donde con Subterránica hemos realizado algunos eventos y en donde también pudimos constatar que un colombiano no sirve de mucho porque los que han tratado generalmente terminan lavando platos, estacionando autos o en su defecto robando y estafando en nombre de la música.

La escena del Rock y el Metal estadounidense tiene una dinámica forjada durante años con la prueba y error y que está fuertemente respaldada por la educación, sea académica o empírica, cada área tiene especialistas, los músicos, los managers, los bookers, las recaudadoras, etc. Todas están organizadas en sindicatos y luchan por sus derechos cosa que acá no sucede, porque los músicos están muertos de hambre y les da miedo luchar para no ser vetados, está comprobado que los músicos colombianos se hacen los de la vista gorda ante la corrupción y a la hora de luchar contra Sayco o Idartes que son dos entidades absolutamente corruptas no hacen nada y comenzando por ahí es difícil tomarlos en serio.

Segundo, en esas escenas como la gringa, se tiene un escalafón implícito del desarrollo de las bandas o solistas que se va dando con sus logros, antiguamente cuando la industria del disco era sólida, se tenían 10 artistas para millones de personas y era mucho más fácil identificar a los que servían para el negocio, hoy se tienen 10 millones de artistas con 10 fans cada uno, solamente en Subterránica tenemos más de 4 mil bandas de rock activas en listas de distribución, imaginen ese número… ¡!!4 mil!!!

El músico tiene la razón en exigir un pago y en exigir lo mínimo, pero el empresario también tiene la razón en no pagarle al músico cuando este no genera, así como el bar tiene la razón cuando cobra por su espacio y les voy a contar por qué de una manera muy facil.

Si usted contrata a las Foo Figthers, quienes tienen una carrera sólida en la escena mundial para hacer un concierto en el Campín, usted sabe de antemano que si tiene el capital para hacer este concierto va a ganar. Así el concierto cueste cinco millones de dólares, haciendo la proyección sabrá que sale con ganancia pagando incluso las exigencias de la banda… pero, si usted contrata a su banda ¿esta será capaz de dar estas garantías? Para nada, la gente no está enamorada del rock colombiano y hacer eventos de rock colombiano es una quiebra. Acá no cabe ninguna excusa esa es la realidad.

Esa gratuidad que el estado ha enseñado sumado a ese campo de distorsión de la realidad en la que las bandas suben a un festival que no les pertenece y se toman la foto con 10 mil personas atrás no es real, eso no existe en ninguna industria solo en el rock de Colombia. Usted no puede entrar a un concesionario de autos y llevarse uno, solo porque cree que lo merece y acá, recuerden que es el país en donde la contraloría encontró corrupción por más de 15 mil millones en Rock al Parque y un juez negó la tutela de acabarlo porque según él no sabía lo que era “rock”. Así que van saliendo cada temporada personas impunes sin pagar cárcel, llenas de dinero y todos los músicos ven esto. Todos los músicos ven como salas de ensayo se han vuelto grandes empresas haciendo contratos ilícitos con el estado, como algunas empresas de bookers y gente técnica de conciertos se ha forrado en plata durante años, pero nadie ha dicho nada, así que el músico no está pensando en su próximo hit o su próxima gira sino en ¿Cómo hago para tener dinero yo también?

Y es que miren, Colombia en su pobreza educativa se ha dedicado a enseñar mentiras a los artistas, colocando en encuentros y conferencias a personajes de la farándula o que creen tener un conocimiento que no dominan a adoctrinar a los muchachos con frases y contenidos mentirosos y eso ha hecho mucho daño. No estoy defendiendo que a los músicos se les pase por encima, pero la pregunta es ¿Alguien los ha obligado a participar en las convocatorias que les molestan? No creo, así como nadie los obliga a ir a la corrupta y en la cuál si participan sin chistar, llenando papeles burocráticos, calladitos cuando les toca ir a la media torta en sus propios carros o taxis a audicionar, en silencio cuando los programan a la una de la tarde, de hecho, viendo como algunos venden sus ideales anti-sistema para subirse a esas tarimas. ¿Por qué eso sí lo soportan? Entonces vemos que el músico de lo que carece no es de dinero sino de dignidad y uno señores mientras haga esto no puede decir nada. Vamos a ver en las listas de Rock al Parque, cuantos de los que ha peleado tan vehementemente contra los gestores está inscrito, para saber la realidad.

¿Por qué esto sí y lo otro no? Moral selectiva.

Los músicos tienen derecho a exigir, obviamente, como cualquier persona, pero lo justo, lo que se sabe que van a producir. Yo tengo derecho a cobrar por lo que sé y lo que hago, por mis servicios, no por lo que estudié o lo que he gastado en mi vida por ser lo que he llegado a ser. Como músico, si le cobro un millón de pesos por dos horas a un bar, es por que sé que el bar una vez me pague va a ganar más. Si voy a un festival y cobro cinco millones de pesos, es por que sé que al menos 50 personas voy a aportar a ese público, se llama circulación del capital, se llama eslabón de la cadena musical, se llama quien eres cuanto vales, hablando únicamente de dinero porque el feeling, el amor y las guitarras bonitas no pagan boletos.

Entonces es fácil, si una banda produce, exige, si una banda no produce no exige. Miren, he trabajado durante 30 años en todas las áreas del rock en varios países y es la hora en que sigo sin entender a los músicos colombianos porque en realidad no les gusta nada, no les sirve nada, algunos son incluso miserables y ofensivos, pero cobardes porque cuando les responden lloran.

Pregúntese, en un ejercicio real y honesto ¿Es mi banda un negocio? Para responderlo solamente debe hacer un concierto por usted mismo y medirlo. ¿Qué es hacer un concierto? Bueno, puede comenzar con uno en un venue decente, por ejemplo, en Bogotá puede alquilar el Ace of Spades, un lugar genial que ofrece las condiciones necesarias para hacer un buen evento. No vaya a invitar a ninguna banda para tener más público, solamente la suya, sin ganchos y nada y obviamente no vaya a hacer un tributo a Guns and Roses o a nadie porque para robarse aplausos lo puede hacer en otra parte. El valor de su banda lo da su producto no el de una banda que ya triunfó.

Alquilar el local con el sonido, luces, permisos y técnicos (Ya le están ahorrando la mitad del trabajo) valdrá aproximadamente cuatro millones de pesos, redondeando o haciendo un estimado, tendrían que llamar para el precio al lugar, pero es alrededor de eso. Ojo sin la barra… debe costear los gastos de producción de entrada y logística que los puede sacar en unos seiscientos mil pesos, debe costear su transporte, su catering, su personal, etc. Digamos que su concierto le va a salir por cinco milloncitos para que sea decente y el valor de las entradas en este país para un concierto de rock local está en promedio entre 20 y 25 mil pesos. ¿Cuentas? 250 entradas a 20 mil solamente para pagar los gastos. ¿Su banda puede comprometerse a eso? Hmmmm, creo que una o dos en el país.

Ahora, vayámonos a un festival en donde solamente colocar una tarima en un espacio puede costar 20 millones, los permisos unos cinco millones, el lugar otros 20 millones, una producción de entre 50 y 100 millones para un festival de mediano rango en donde el precio de la entrada está en promedio en 100 mil pesos ¿Cuentas? Necesitamos al menos mil personas pagando 100 mil pesos para esto ¿Su banda lo logra? Ahí es cuando hay que dejar de soñar y caer en la realidad.

Ok, estamos de acuerdo que un evento como el “Rocking 1.000” podría esforzarse un poco más y ofrecer a los músicos el transporte para sus instrumentos, el bodegaje seguro en el estadio y al menos una hidratación, es lo mínimo, pero este es un evento que funciona de la misma manera en todo el planeta y les prometo que en Suiza o Dinamarca quienes quieren participar no arman el mismo escándalo, que aunque justo, tal vez el pecado es querer incluir a nuestros países en espacios en donde todavía no estamos preparados para asistir. En este momento estoy inmerso en el proceso de Wacken Metal Battle en Alemania y créanme, son más de treinta países concursando y a pesar de todo esto aun le tengo fe a que la banda que vaya por nosotros pueda ganar. Pero las bandas acá lo primero que piensas es ¿Cómo me pago un viaje a Alemania? Pero no piensan en que primero deben ser mejores que 80 otras bandas de tres países y superar más de 16 eventos, porque la mentalidad pobre del latino va primero al dinero que a la música. Y eso nos saca de contexto en el mundo, eso nos aparta.

Si ha llegado hasta acá en la lectura lo felicito, usted es diferente a la mayoría de los colombianos, ahora sí podemos comenzar a proponer y analizar.

En resumen, el músico así como cualquier profesional debe comenzar su carrera autogestionándose y pagando algunas oportunidades, dentro de las cuales es común el pago de espacios en escenarios importantes en el país o el mundo, como festivales para ganar público, la inscripción a concursos, la inscripción de encuentros de la industria de la música, a conferencias, en el planeta muchas publicaciones o influencers cobran por publicar las noticias, es una infinidad de eslabones de la cadena que han funcionado así durante la existencia de la misma industria y que no va a cambiar porque así es la industria musical y es justo.

Así como cuando el músico ya es un producto que se reconoce y se vende, es quien coloca las condiciones, quien arma el equipo de trabajo y negocia como será su presentación.
Después de 15 años de hacer eventos en Colombia con músicos independientes creo que desde acá podemos dar algunos consejos, la mayoría los puede encontrar en el artículo: si usted es gestor, pero si usted es músico lo que podemos decir es que debe tener en consideración que tipo de producto es un usted. En un mundo en donde Internet reina, en donde si no cuenta con al menos un millón de vistas en un video, más de mil seguidores en YouTube, al menos un millón de escuchas mensuales, usted es prácticamente invisible para la industria ¿Qué le hace pensar que es una estrella?

Los requisitos en Colombia para hacer espectáculos públicos son agobiantes, mucho más en Bogotá, los casos de cobros abusivos son aberrantes y esto el músico no lo ve. Requisitos para eventos en vivo en Bogotá.

Se podría proponer que las pólizas de cumplimientos las pague el músico, si están tan decididos a que su banda es poderosa y llena estadios, pues unas pólizas no representarán mucho para ellos. Así se curan en salud todos y se asegura que el empresario pagará por lo requerido pero que si el evento falla por culpa del ego del músico entonces también se recuperará la inversión.

Así mismo queridos músicos (Y pilas, porque quien escribe esto ha sido músico mucho tiempo y tocado en casi todo el planeta sin un peso del estado) ustedes deben entender que cuando los promotores de un país comienzan a crear espacios para la música que no se ve y ustedes comienzan a atacarlos, insultarlos y degradarlos como sucede acá, pues la mayoría se retira y se larga como ha sucedido. Otros como nosotros seguimos peleando, pero ya cansados y la verdad los únicos que pierden son los músicos. Por que al final Rock al Parque no es suficiente ya para nadie y es lo único que acá respetan incluso sabiendo que es corrupto, ustedes tocan allá a la una de la tarde y no pasa ni pasará nada, y en una escena en donde la gente les tiene fastidio a los músicos por su soberbia y su ego no prospera nada.

¿Entonces que se les ocurre? ¿A que acuerdos podemos llegar? La verdad es difícil en un país en donde nadie puede comer, nadie puede vivir dignamente, en donde toca gastar más que en New York o Madrid, pero ganar como en Somalia, en donde la academia es “un cartón en la pared”, en donde la mayoría de bandas de rock son tributos viviendo de la música y los aplausos de otros y en donde no hay unión ni para compartir un bus hacia un festival.

Tal vez deban pensar que el problema real no es la industria de la música sino nuestra historia como colombianos, una historia de gente traqueta y mediocre, de “¿cómo voy yo?”, “Hecha la ley, hecha la trampa”, “El vivo vive del bobo y el bobo de la mama”, “A papaya puesta papaya partida” y toda una colección de doctrinas vacías que incluyen el “mi guitarra no es gratis el ensayo cuesta”, “Usted se está haciendo millonario con los músicos”, “Si no le gusta váyase” y un poco de pensamientos llenos de dogmas que han socavado a la sociedad en las estructuras más básicas de la misma que son la salud, la educación y la dignidad. El problema no es el rock parceros, el problema somos los colombianos.

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Rock al Parque 2024: Parece que hay un respiro de Libertad para el Rock, pero con desafíos pendientes

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Tras años de controversia y una dirección que perdió totalmente el rumbo, Rock al Parque 2024 finalmente da señales de retomar su esencia. El festival, que alguna vez fue una plataforma única para el rock, había visto cómo géneros ajenos como la cumbia, el reguetón y la papayera eléctrica empezaban a dominar sus escenarios, generando críticas de la comunidad rockera que siempre consideró este espacio como un bastión cultural dedicado al rock y sus derivados. Este año, sin embargo, parece que las cosas comienzan a cambiar, aunque no sin retos por delante.

Una de las críticas más constantes y fundamentadas en años anteriores fue la “dictadura cultural” impuesta por el curador que, según muchos, había permanecido en su puesto demasiado tiempo. Su enfoque se alejó paulatinamente de lo que un festival como Rock al Parque debería representar: una verdadera plataforma para el rock nacional e internacional. En vez de ofrecer un espacio que celebrara la diversidad del rock y su evolución, parecía haberse enfocado más en llenar los escenarios con géneros que no necesariamente se identifican con la esencia del festival.

Desde Subterránica habíamos señalado en numerosas ocasiones este problema. No se trataba de rechazar la diversidad musical, sino de mantener el respeto y el espacio para el rock. Rock al Parque siempre fue un espacio de libertad creativa para géneros que, aunque marginados por los medios, encontraron una voz colectiva en este festival. Este año, con la salida de esa curaduría anquilosada, parece que nos estamos liberando de esa “dictadura” que sofocaba la escena.

Aunque no estemos hablando de grandes headliners internacionales, Rock al Parque 2024 ha decidido ofrecer un cartel más enfocado al rock, con una mezcla ecléctica de propuestas, pero dentro del espectro de los géneros rockeros. Uno de los aciertos de esta edición es la inclusión de Lilith, una banda de Medellín que ha demostrado con creces su capacidad para llevar su música a grandes escenarios. Su invitación es un reconocimiento necesario para bandas nacionales que han mantenido vivo el espíritu del rock en sus respectivas ciudades.

Sin embargo, uno de los puntos críticos que aún necesita atención es el escaso número de bandas que han sido seleccionadas por convocatoria. Apenas 20 grupos han sido escogidos de esta manera, lo que resulta paradójico si consideramos que Rock al Parque fue creado precisamente para dar visibilidad a estas propuestas emergentes. El festival debería ser una plataforma para que nuevas bandas nacionales puedan dar ese gran paso, y no un espacio dominado por los mismos nombres que han repetido en demasiadas ediciones.

De hecho, el festival sigue repitiendo invitados nacionales, lo cual, si bien es un reconocimiento a la calidad y trayectoria de algunas bandas, también limita la posibilidad de que surjan nuevas caras en la escena. Es un círculo de contrataciones que debería romperse si queremos ver una verdadera renovación en el festival, pero sí hay una verdad y es que la calidad de las bandas que acuden a las convocatorias aun es bastante mediocre, haciendo un ejercicio de escucha de los inscritos podemos ver que la gran mayoría presenta propuestas que para cualquier jurado son descartables en el acto. Los escogidos en su gran mayoría merecen estar en el cartel.

A pesar de las críticas, hay algo que celebrar este año: el rock ha vuelto. Después de años de alineaciones dominadas por amigos del festival alejados de lo que Rock al Parque representa, este 2024 se siente como un respiro. La dirección está clara: un cartel que celebra la diversidad del rock, con espacio para lo alternativo, lo experimental, lo pesado y lo clásico.

Pero todavía queda trabajo por hacer. Es necesario que se siga ampliando la participación de las bandas locales y que el festival recupere su esencia como un trampolín para los artistas que luchan día a día en el subterráneo musical. No basta con invitar a algunas bandas emergentes, el verdadero reto está en devolverle a la ciudad los espacios para la creación rockera y no solo usarlos para artistas que ya tienen un pie en la escena consolidada, son decenas de bandas las que tiran la toalla porque se cansan de que nada pasa.

Nosotros con Subterránica, como siempre, estaremos ahí para apoyar a las bandas nacionales y para asegurarse de que la conversación siga abierta, exigiendo un festival más democrático, con espacio para las voces emergentes que son, al final, el alma del rock.

Si bien es cierto que el Rock al Parque 2024 parece haber retomado el sentido y el enfoque, no podemos conformarnos con los pequeños pasos dados. Aún queda por romper ese círculo de contrataciones repetitivas que sofoca la renovación de la escena local. También es imperativo que se incremente el número de bandas seleccionadas por convocatoria, para que el festival no pierda su razón de ser como plataforma para las nuevas generaciones de músicos que desean ser escuchados. Lo cierto es que, este año, Rock al Parque ha dado señales de estar dispuesto a retomar el rumbo. La comunidad del rock de Bogotá estará atenta, lista para apoyar a sus bandas y, también, para exigir que este festival siga siendo, ante todo, un espacio para el rock en todas sus formas.

Así que hay que asistir no solo para disfrutar de la música, mirar el evento con sentido crítico, sino para asegurarnos de que se siga construyendo un espacio cultural donde el rock siga vivo, libre y sin ataduras con el dinero que nos pertenece a todos. ¡Rock al Parque para el Rock!

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El dedo en la llaga que duele: Bandas tributo ¿Artistas o mercenarios?

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En la cultura popular, los términos tributo y homenaje se utilizan frecuentemente, pero rara vez se analizan con la profundidad que merecen, especialmente en la música. Estos conceptos, en teoría, deberían implicar respeto y admiración hacia un artista o una obra. Sin embargo, el término banda tributo, popularizado en los bares y clubes nocturnos, ha ido perdiendo su significado original para convertirse, en muchos casos, en un simple negocio que explota el talento ajeno sin aportar nada nuevo. ¿Son estas bandas realmente un tributo o un homenaje? ¿O estamos frente a una versión mercenaria del arte? Vamos a desglosarlo.

¿Qué es un tributo y qué es un homenaje?

Empecemos por lo básico. Un tributo es una manifestación de respeto o admiración hacia una persona o un grupo que ha tenido un impacto significativo en una comunidad, la cultura o la historia. En el contexto musical, un tributo debería implicar una reinterpretación o recreación respetuosa de la obra de un artista, intentando capturar la esencia que lo convirtió en un ícono.

Por otro lado, un homenaje va más allá del simple reconocimiento. Un homenaje es una celebración de la obra o la figura de alguien, no sólo por lo que logró, sino por lo que simboliza. En el caso de un homenaje musical, lo ideal sería que los músicos aporten algo de su propia creatividad, reinterpretando la obra original con su propio toque personal, como una forma de extender el legado artístico.

En ambos casos, tanto el tributo como el homenaje deben basarse en la admiración genuina, el respeto y la creatividad. Sin embargo, lo que muchas bandas que tocan en bares bajo la etiqueta de “banda tributo” hacen, es simplemente replicar el repertorio y la imagen de grandes artistas para generar ingresos, sin aportar ninguna innovación o valor artístico real.

El negocio de las bandas “tributo”: Entre lo mercenario y lo superficial

Hoy en día, las bandas “tributo” son un fenómeno generalizado. Es común encontrar en cualquier ciudad bares llenos de gente que asiste a escuchar a una banda que emula a un artista o grupo famoso, interpretando exactamente los mismos temas y, en muchos casos, hasta intentando replicar los movimientos y la imagen del ícono original. Lo que muchas de estas bandas tributo hacen va más allá de la mera imitación: se apropiaron de la obra, y de la estética, para ofrecer un producto diseñado exclusivamente para generar ingresos, con el mínimo esfuerzo creativo.

Pero ¿dónde está el problema? Esa es la pregunta que todos se hacen ¿Por qué importa? ¿Qué es lo que está mal acá? Esencialmente, en la falta de autenticidad y en el aprovechamiento comercial de un legado artístico sin permiso ni reconocimiento. A menudo, estas bandas no pagan por derechos de autor, usan la imagen de los artistas sin su consentimiento (Ya ni siquiera ponen la foto de la banda sino del artista original), y se benefician económicamente del trabajo de otros, sin aportar una interpretación que realmente se pueda considerar un tributo en el sentido más puro del término.

Esto convierte el acto de tocar música en bares en algo más parecido a un negocio mercenario que a un verdadero acto artístico. La música deja de ser arte para convertirse en un simple mecanismo para ganar dinero rápido, a costa de la nostalgia del público, que muchas veces ni siquiera se da cuenta de que está aplaudiendo una versión vacía de lo que alguna vez fue una obra creativa vibrante y revolucionaria.

¿Por qué no son un tributo ni un homenaje?

Una banda tributo, en su esencia más pura, debería tomar la música del artista que admiran y reinterpretarla con respeto, sumando algo nuevo que permita que la obra original continúe viva de una manera diferente. Un homenaje, por su parte, debería ser una forma de honrar la trayectoria y el impacto del artista en cuestión, haciendo referencia a su legado pero añadiendo una nueva visión.

Sin embargo, lo que vemos hoy en la mayoría de los bares y clubes es un copy-paste sin alma. No hay un esfuerzo por ofrecer una reinterpretación creativa o por explorar nuevas maneras de interpretar la música que celebran. En lugar de eso, muchas bandas tributo simplemente se limitan a replicar el sonido y la apariencia, confiando en la nostalgia para atraer a una audiencia, y dejando de lado cualquier ambición artística. Es una reproducción mecánica del pasado.

El problema central es que, lejos de ser un homenaje o un tributo, este modelo ha degenerado en un sistema de explotación artística que usa el prestigio de grandes artistas para fines comerciales sin aportar valor nuevo. Se podría argumentar que estas bandas viven del aplauso prestado, tomando como propio el reconocimiento que pertenece a los músicos originales. Su objetivo no es la expresión artística, sino la reproducción de éxitos probados con la esperanza de un rápido beneficio.

El aplauso prestado: ¿dónde queda la autenticidad?

El aplauso prestado es el corazón de este problema. Los músicos de bandas tributo se alimentan de la nostalgia de los fans, pero no se ganan ese reconocimiento por su propio talento o innovación. Viven del eco de algo que ya existió, de una obra que no es suya, y en lugar de sumar algo nuevo al panorama musical, simplemente ocupan un espacio de repetición.

Es cierto que no todos los artistas deben revolucionar la música, pero hay una diferencia abismal entre interpretar canciones de un artista que admiras con pasión y creatividad, y usar su legado como una vía rápida para el éxito.

Una banda que se limita a copiar el vestuario, los movimientos y las canciones sin más, no está rindiendo un verdadero tributo; está haciendo un negocio con la memoria de alguien más. En muchos casos, los músicos de estas bandas no buscan crear algo duradero o significativo; solo quieren llenar el local y recibir el aplauso fácil. Es una versión mercenaria del arte, que reduce la música a un simple producto de consumo rápido.

¿Qué queda del arte en este modelo?

Al final, el problema con las bandas tributo que no aportan nada nuevo es que contribuyen a la mercantilización extrema del arte. No hay riesgo, no hay innovación, no hay un proceso creativo que lleve a algo más. Y si bien hay un lugar para la interpretación y la recreación, lo que vemos en muchos bares no es ni tributo ni homenaje, sino una forma de capitalizar el trabajo y el legado de otros sin el esfuerzo ni el respeto que debería requerir el uso de una obra ajena.

Este modelo se alimenta de la nostalgia y explota el deseo de revivir momentos del pasado, pero al final del día, está vacío de autenticidad. Para muchos músicos que intentan vivir de su propia creación y su propia voz, este fenómeno puede resultar frustrante: mientras algunos se esfuerzan por encontrar un espacio para su arte original, otros optan por lo fácil, explotando el legado de quienes ya marcaron el camino.

Las bandas tributo han distorsionado lo que realmente significa rendir homenaje a un artista. Han convertido un acto que debería estar lleno de respeto y admiración en un mecanismo mercenario para hacer dinero fácil, explotando el trabajo de otros sin pagar lo que corresponde ni aportar valor artístico. El arte, en su forma más pura, es riesgo, es creatividad, es expresar algo propio. El problema con muchas de estas bandas es que, lejos de rendir un verdadero tributo, lo que están haciendo es vivir del eco de algo que no les pertenece. Y en ese proceso, están contribuyendo a la desvalorización del arte como una forma de expresión auténtica.

¿Qué debería hacer una banda para ser un verdadero tributo?

Para que una banda “tributo” pueda realmente considerarse un tributo auténtico y no un simple negocio que explota la nostalgia, es fundamental que adopte una serie de medidas que vayan más allá de imitar el sonido y la imagen del artista original. Aquí te expongo algunos pasos clave que deberían seguir:

El primer y más importante paso que una banda tributo debe tomar es pagar regalías por el uso de la música y la imagen de los artistas originales. Muchas bandas tributo tocan las canciones de sus ídolos sin preocuparse por el hecho de que están utilizando una obra protegida por derechos de autor para generar ingresos. Los artistas originales, o sus herederos en caso de artistas fallecidos, merecen ser compensados por el uso de su trabajo, así como por el uso de su imagen si la banda intenta replicarla de alguna manera.

No hacerlo convierte este acto en una forma de apropiación que es, en última instancia, ilegal y moralmente cuestionable. Respetar los derechos de autor es fundamental para dignificar el trabajo del artista, porque ese legado no debería ser explotado sin retribución. Hay maneras claras y accesibles de cumplir con estas obligaciones legales, como a través de sociedades de gestión colectiva de derechos que se encargan de distribuir las regalías.

Un verdadero tributo no se limita a copiar de manera exacta las canciones y el estilo del artista original. Las mejores bandas tributo son aquellas que aportan algo nuevo a la música que interpretan, ya sea con arreglos innovadores, instrumentaciones distintas o incluso con una reinterpretación que dé una nueva vida a las canciones.

Cuando una banda simplemente imita, está tomando el camino fácil, sin ofrecer ninguna aportación propia. En cambio, cuando una banda se atreve a experimentar y añadir su propio toque personal, contribuye al crecimiento del legado del artista, mostrando que la música puede evolucionar y continuar inspirando a las nuevas generaciones de maneras diferentes. De esta forma, la banda deja de ser un mero vehículo de nostalgia para convertirse en un puente entre el pasado y el presente, honrando de verdad la obra del artista.

Otra señal de un verdadero tributo es la transparencia. Las bandas deben ser claras acerca de su objetivo: ¿Están simplemente replicando canciones para lucrarse? ¿O están realmente buscando mantener viva la música de su artista favorito de una manera significativa? Las bandas que se toman en serio su rol de tributo deberían mostrar un profundo conocimiento y respeto por la trayectoria y la influencia del artista original.Esto puede implicar, por ejemplo, el incluir en sus presentaciones una explicación del contexto en el que las canciones fueron creadas, las historias detrás de las letras, o cómo el legado del artista ha influenciado a la banda. Al compartir este conocimiento, las bandas pueden ayudar a educar a sus audiencias, haciéndolas más conscientes del valor cultural y artístico de la música que están escuchando.

Una forma auténtica de rendir tributo es hacer algo concreto para contribuir al legado del artista. Esto podría ser mediante donaciones a fundaciones o causas que el artista apoyaba en vida, o incluso participar en proyectos de restauración o conservación de su obra. Las bandas también pueden contribuir organizando eventos que no solo celebren la música, sino que también generen ingresos para las causas benéficas relacionadas con el artista.
Por ejemplo, si una banda tributo a Queen organiza un evento en el que parte de los ingresos se donan a organizaciones de lucha contra el VIH, estaría no solo homenajeando a Freddie Mercury, sino también continuando con su legado de apoyo a esa causa. Esto permite que el tributo tenga un impacto tangible más allá del simple acto de interpretar canciones.

Usar la imagen de un artista famoso para atraer al público es algo delicado. Las bandas tributo a menudo intentan replicar no solo la música, sino también el look y los gestos del artista original. Esto, si se hace de manera superficial o burlesca, puede llegar a ser ofensivo o de mal gusto.

Un verdadero tributo debe abordar la representación del artista con dignidad y respeto, evitando la caricaturización o el uso exagerado de estereotipos. Es clave recordar que la imagen del artista original no debe ser tratada como una simple mercancía. Si una banda decide emular la estética de su ídolo, debe hacerlo con respeto hacia el valor simbólico y cultural que esa imagen representa, y no solo para crear una versión comercial vacía que busca el aplauso fácil

Las bandas tributo tienen la oportunidad de construir una identidad artística propia mientras rinden homenaje a sus ídolos. Si bien pueden basarse en la música del artista original, deberían esforzarse por encontrar su propio estilo y voz dentro de esa música. Un buen tributo no trata de ocultar la identidad de los músicos detrás de la máscara del artista original, sino que busca que esos músicos crezcan artísticamente a través de la obra que están celebrando.
Esto puede significar realizar conciertos en los que mezclen las canciones del artista homenajeado con sus propias composiciones originales o con versiones de las canciones que reflejen su estilo particular. De esta forma, la banda tributo puede atraer a un público que no solo busca revivir el pasado, sino que también está interesado en ver cómo evoluciona esa música en manos de nuevos artistas.

Otra estrategia para dignificar el trabajo como banda tributo es colaborar con músicos o productores cercanos al artista original. Esto no solo añade autenticidad al tributo, sino que también asegura que la música se está interpretando de una manera respetuosa y aprobada por quienes conocen mejor la obra del artista. Algunas bandas tributo de renombre han logrado colaborar con miembros originales de la banda a la que rinden homenaje, lo que les otorga una legitimidad y un respeto que va mucho más allá de lo que una simple imitación podría lograr.

Para que una banda realmente se pueda llamar tributo, debe ir mucho más allá de simplemente copiar la música y la imagen de un artista famoso. Debe haber un compromiso con el respeto a los derechos de autor, con la aportación creativa, con la autenticidad y, sobre todo, con el reconocimiento justo del legado del artista homenajeado. Sin estos elementos, el tributo no es más que una explotación mercantil de la nostalgia, un negocio disfrazado de homenaje, un buen ejemplo de todo lo que acá se ha hablado es la banda Led Zepp Again que cumple con todos estos requisitos y son avalados por los propios Led Zeppelin quienes aprueban cada movimiento y reciben una parte de las ganancias. Esta banda gira por todo el planeta y no es la única, hay varias.

El arte siempre ha sido una conversación entre lo pasado y lo presente. Un verdadero tributo mantiene viva esa conversación, permitiendo que la obra original evolucione y siga tocando los corazones de nuevas audiencias, con respeto y admiración. Todo lo demás es, en última instancia, un ejercicio vacío y superficial.

    Sayco como siempre, la mafia pendeja que se lava las manos

    Dentro del marco legal colombiano, las bandas tributo que no cumplen con las normativas sobre derechos de autor, propiedad intelectual, y el uso de la imagen de artistas están incurriendo en una serie de violaciones a la ley. A continuación, detallo las leyes y las faltas a las que estas bandas podrían estar pasando por alto, además de las obligaciones que deberían cumplir para operar legalmente.

    Las bandas tributo, al interpretar y beneficiarse económicamente de las obras musicales de otros artistas sin pagar regalías o sin autorización, están infringiendo las normativas de derechos de autor en Colombia.

    Ley 23 de 1982: Esta ley regula los derechos de autor en Colombia y establece que toda obra artística, literaria, o científica goza de protección. La música, las letras y las composiciones son consideradas obras protegidas bajo esta ley, lo que significa que su reproducción, distribución y comunicación pública sin la autorización del titular es ilegal.

    Las bandas que interpretan en vivo o graban canciones sin el permiso expreso del titular de los derechos (artistas, compositores o herederos) están incumpliendo con esta ley.

    Las bandas deben pagar regalías a través de entidades de gestión colectiva como Sayco (Sociedad de Autores y Compositores de Colombia), que se encarga de gestionar los derechos de autor en nombre de los compositores. Si una banda no está afiliada o no realiza estos pagos, incurre en una falta grave, que puede resultar en sanciones económicas y demandas legales pero ya todos conocemos la clase de mafia monopólica que es esta entidad.

    Muchas bandas tributo no solo interpretan la música de artistas originales, sino que también replican su imagen, vestimenta, y estilo escénico sin el debido consentimiento, lo que constituye una violación del derecho a la imagen.

    Artículo 15 de la Constitución Política de Colombia: Establece que todas las personas tienen derecho a su imagen y al respeto de su buen nombre. El uso no autorizado de la imagen de un artista para fines comerciales puede ser considerado una violación a su derecho de imagen.
    Ley 1581 de 2012 (Ley de Protección de Datos Personales): Aunque esta ley está más enfocada en la protección de la información personal, su marco puede aplicarse cuando el uso de la imagen de una persona está en juego, ya que la imagen es considerada un dato personal que no puede ser utilizado sin autorización.

    La reproducción de la imagen de artistas sin su consentimiento para fines lucrativos puede llevar a sanciones. Esto es particularmente problemático si la banda tributo se presenta como un reflejo exacto del artista, usando su nombre, estética y performance sin contar con los derechos correspondientes.

    En Colombia, cualquier actividad económica está sujeta a las normas fiscales del país. Las bandas tributo que no registran adecuadamente sus ingresos y no declaran las regalías generadas por sus conciertos, grabaciones o ventas de merchandising están incumpliendo con las normativas fiscales.

    Estatuto Tributario Colombiano: Todas las actividades lucrativas deben estar registradas y cumplir con las obligaciones tributarias correspondientes. Las bandas tributo que no registran sus actividades económicas ni declaran ingresos provenientes de sus conciertos o eventos pueden estar evadiendo impuestos.

    No declarar los ingresos obtenidos a través de presentaciones en vivo, venta de mercancías o cualquier otra actividad comercial relacionada con la música tributo puede derivar en multas, sanciones y hasta investigaciones fiscales.

    Si una banda tributo utiliza el nombre o logotipos asociados a la banda original, como aquellos que están registrados como marca, puede estar infringiendo la ley de propiedad industrial.
    Decisión 486 de la Comunidad Andina (Régimen Común sobre Propiedad Industrial): Regula el uso de las marcas y los signos distintivos. Las bandas o artistas suelen registrar su nombre y logotipo como marca para protegerlos. Cualquier uso comercial de una marca registrada sin autorización puede considerarse una infracción de los derechos de propiedad industrial.
    Usar sin autorización el nombre, logotipo o signos distintivos de una banda o artista original para promocionar un evento o una presentación podría constituir una violación de los derechos de propiedad industrial, exponiendo a las bandas tributo a demandas por infracción de marca.

    El uso de arreglos musicales o la reinterpretación de una obra sin el debido crédito o autorización del autor también puede considerarse una forma de apropiación indebida. Aunque la banda interprete canciones, modificar o transformar de manera significativa la obra original puede requerir permisos adicionales, algo que muchas bandas tributo ignoran.

    Ley 23 de 1982 y Decisión 351 de 1993 (Normas de protección a los derechos de autor en la Comunidad Andina): Estas leyes también cubren las obras derivadas. Si una banda realiza modificaciones importantes a la obra original, como cambios en la estructura o instrumentación, está creando una obra derivada que también está sujeta a derechos de autor.
    Realizar arreglos sin permiso del compositor original y lucrar con ello podría generar reclamos legales, ya que una obra derivada es propiedad del autor original y debe contar con su aprobación.

    Las bandas tributo en Colombia, aunque populares, deben cumplir con una serie de obligaciones legales para operar de manera adecuada. Esto incluye pagar regalías a los artistas originales, respetar los derechos de imagen y marca, declarar correctamente los ingresos generados, y obtener los permisos correspondientes para sus presentaciones en vivo. De lo contrario, no solo están explotando ilegalmente el trabajo de otros artistas, sino que también se exponen a sanciones legales, demandas por violación de derechos de autor y problemas fiscales.

    Entonces señores, la cosa va mucho más, muchísimo más allá de un simple capricho o de una simple “envidia”, al igual que las bandas que a pesar de tener conocimiento sobre la corrupción en las instituciones del Estado y aun así siguen participando con ellos, estas bandas también son cómplices de la deshonestidad y las faltas en la música. Cómo dijo el fiscal en el caso de P.Diddy: “Si usted estuvo allí y vio cosas, así no haya participado, también es culpable”.

    Pero así es, así ha sido y así será y conociendo a nuestros músicos, pasarán de largo de este artículo, diciendo que es un artículo envidioso y resentido y seguirán comiendo del aplauso ajeno sin cumplir con ninguna responsabilidad y mucho menos “rindiendo tributo” a nadie.

    @subterránica

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    Colombia

    La Klinkert revoluciona la música alternativa con “Pégate”, el primer adelanto de su nuevo álbum “Náufrago”

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    La Klinkert está de vuelta con “Pégate”, el primer sencillo de su segundo álbum, Náufrago, y la escena musical alternativa no puede estar más emocionada. Después del éxito de su álbum debut MELODRAMA en 2023, la artista bogotana promete llevarnos en un viaje aún más profundo y sonoro con su nueva propuesta. “Pégate” combina géneros urbanos y electrónicos con un toque latino y alternativo, una fusión que es ya marca registrada de La Klinkert. La canción tiene una vibra chill y pegajosa que atrapa desde el primer momento, resaltando no solo su talento como cantante y compositora, sino también como productora.

    El sencillo fue mezclado y masterizado por Alka, uno de los productores más importantes de la escena urbana en Colombia, lo que añade aún más peso a la producción. Pero no solo la música de “Pégate” es destacable. El lanzamiento visual es toda una obra de arte. Nicolás Caballero y su proyecto .B.ZU.AL. se encargaron de la creación de la portada y visuales, fusionando inteligencia artificial con técnicas visuales tradicionales, lo que refleja perfectamente el estilo vanguardista de La Klinkert. El videoclip, con dirección de arte de Angelica Romero y styling de la propia artista, fue grabado en un set de diseño que captura la energía única del sencillo.

    Con una trayectoria que incluye haber sido guitarrista para artistas como Lalo Ebratt y Santu, así como en la serie La Reina del Flow, La Klinkert se ha consolidado como una fuerza innovadora dentro del panorama musical colombiano. Además, es una de las pocas artistas respaldadas por Kiesel Guitars, marca de guitarras custom, y ha trabajado en producciones musicales a bordo de cruceros, lo que le ha dado una experiencia internacional que nutre cada uno de sus proyectos. Con “Pégate”, La Klinkert reafirma que está aquí para quedarse, siempre ofreciendo algo nuevo y sorprendente.

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