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Rock al Parque: la verdad detrás de la corrupción, respuesta a la columna de El Tiempo.

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El pasado 12 de junio, el columnista Chucky García publicó en El Tiempo un artículo titulado “Socios a la fuerza”, en el que defendió la gestión de Idartes y de Rock al Parque, el festival de rock más grande de Latinoamérica, frente a las denuncias de corrupción que han surgido en los últimos años. García, quien se presenta como exdirector artístico del festival, descalificó las acusaciones como “mentiras” y “calumnias” de un grupo de “resentidos” que quieren “apoderarse” del evento.

https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/chucky-garcia/socios-a-la-fuerza-columna-de-chucky-garcia-776583

Sin embargo, la verdad es que García no tiene autoridad moral ni ética para hablar del festival, pues él mismo ha sido parte de las irregularidades que han manchado la imagen y la credibilidad de Rock al Parque. Su supuesta labor como director artístico no fue más que una fachada para encubrir los negocios turbios que se hacían entre Idartes y las empresas contratistas, que se repartían el presupuesto del festival sin ningún control ni transparencia.

Así lo demuestra el informe final de visita de control fiscal que realizó la Contraloría de Bogotá a Idartes en 2018, en el que se evidenciaron varias anomalías en la contratación, la selección, la producción y la logística del festival, que afectaron el patrimonio público y los derechos de los ciudadanos. Entre los hallazgos más graves se encuentran:

  • Irregularidades en la publicación de los pliegos de condiciones para la licitación pública IDARTES-LP-001-2017, que tenía por objeto la contratación del servicio integral para la realización del festival Rock al Parque 2017. Según la Contraloría, Idartes incumplió los principios de publicidad, transparencia y selección objetiva, al no publicar los pliegos en el Sistema Electrónico para la Contratación Pública (SECOP) ni en su página web, sino solo en un tablero físico ubicado en sus instalaciones.
  • Falta de cuidado en el manejo del archivo documental del expediente contractual No. 1139 de 2017, asociado al proceso de licitación pública IDARTES-LP-001-2017. La Contraloría encontró que el expediente estaba incompleto, desordenado y sin foliar, lo que dificultaba su consulta y verificación.
  • Incumplimiento de las normas sanitarias y de bioseguridad durante el desarrollo del festival Rock al Parque 2017. La Contraloría constató que Idartes no garantizó las condiciones mínimas para la prestación del servicio médico y de primeros auxilios a los asistentes al evento, pues no contaba con una ambulancia básica ni con personal médico calificado. Además, no se cumplió con el protocolo de limpieza y desinfección de los baños públicos ni con el manejo adecuado de los residuos sólidos.
  • Sobrecostos en la producción y logística del evento Rock al Parque 2017. La Contraloría detectó que Idartes pagó precios excesivos por conceptos como transporte, alojamiento, alimentación, sonido e iluminación, sin justificación técnica ni económica. Asimismo, se evidenció que Idartes no realizó una adecuada planeación ni seguimiento al contrato, lo que generó incumplimientos e inconsistencias por parte del contratista.
  • Desviación de recursos públicos destinados al festival Rock al Parque 2017. La Contraloría estableció que Idartes utilizó recursos del presupuesto asignado al festival para financiar otros eventos o actividades que no tenían relación con el objeto contractual. Por ejemplo, se pagaron viáticos y pasajes aéreos para personas que no participaron en el festival, se contrataron artistas o servicios que no hicieron parte de la programación, y se adquirieron bienes o insumos que no se utilizaron o se perdieron.

Pero no solo fueron estos los hallazgos, como pueden ver en el documento al que adjuntamos el link en este artículo, la contraloria encontró en una visita fiscal a Idartes, específicamente a los procesos del festival Rock al Parque, después de que Subterránica los denunciara y enviara un informe basado en una veeduría ciudadana lo siguiente:

•            Irregularidades en la contratación de artistas nacionales e internacionales

•            Falta de transparencia en la selección de las propuestas musicales

•            Sobrecostos en la producción y logística del evento

•            Incumplimiento de las normas sanitarias y de bioseguridad

•            Desviación de recursos públicos destinados al festival

Estos hallazgos deberían generar sanciones administrativas y penales para los responsables del festival y afectar su continuidad y reputación, pero en un país corrupto en donde la justicia es corrupta, el juez se declaró impedido porque “no sabía lo que era rock” y la respuesta de Idartes fue una burla en un portal de noticias falsas llamado “Actualidad Panamericana” que han sido contratistas de la entidad y que contrario a las políticas mundiales, en Colombia premian e invitan a conferencias.

Estos hallazgos demuestran que García miente cuando dice que el festival es un ejemplo de transparencia, calidad y democracia. Por el contrario, el festival es un escenario de corrupción, despilfarro y favoritismo, que ha perjudicado a los artistas, al público y a la ciudad. García no tiene ninguna autoridad para hablar del festival, pues él fue cómplice y beneficiario de estas irregularidades, que lo llevaron a ser investigado por la Procuraduría General de la Nación.

Por todo lo anterior, exigimos al periódico El Tiempo, primero responsabilidad y rigurosidad periodística de la cuál carecen, y que se nos reconozca el derecho a réplica frente al artículo de García, que se retracte de sus afirmaciones falsas y tendenciosas, y que se haga una investigación exhaustiva y sancionatoria a los responsables de la corrupción en Rock al Parque. No permitiremos que se siga mancillando el nombre de Subterránica y la historia de un festival que es patrimonio cultural de Bogotá y de Colombia.

A pocos meses del festival Rock al Parque, una de las políticas culturales más corruptas de Colombia, las bandas ya están inscritas y las convocatorias realizadas. Sin embargo, aún no se conoce quién será el encargado de la curaduría del festival, luego de la salida de Chucky García, quien estuvo al frente de la programación artística durante ocho años. ¿Qué criterios tendrá el nuevo curador para seleccionar a las agrupaciones que harán parte de este espectáculo? ¿Qué sorpresas nos esperan en esta edición del festival? Ya lo veremos.

Y nuevamente, extendemos la invitación tanto a Chucky García como a Idartes para sentarse en un debate público a que respondan de manera honesta y coherente por todo el nepotismo, desfalco y corrupción de un festival que incluso cambió su misión en el papel para poder adaptarlo a los constantes robos y contratos amañados de sus amigos.

Ustedes pueden consultar el documento con los hallazgos de la Controlaría en: https://drive.google.com/file/d/1HGbXTkznSl0_7U8nT6GV3NstIbUY4o0z/view?usp=sharing

El problema de Colombia en que además de que la justicia es corrupta y no hay quién la ejecute, cuando se trata de artes es tomada como un chiste.

@Subterránica

Redacción Subterránica

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Rock al Parque 2024: Parece que hay un respiro de Libertad para el Rock, pero con desafíos pendientes

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Tras años de controversia y una dirección que perdió totalmente el rumbo, Rock al Parque 2024 finalmente da señales de retomar su esencia. El festival, que alguna vez fue una plataforma única para el rock, había visto cómo géneros ajenos como la cumbia, el reguetón y la papayera eléctrica empezaban a dominar sus escenarios, generando críticas de la comunidad rockera que siempre consideró este espacio como un bastión cultural dedicado al rock y sus derivados. Este año, sin embargo, parece que las cosas comienzan a cambiar, aunque no sin retos por delante.

Una de las críticas más constantes y fundamentadas en años anteriores fue la “dictadura cultural” impuesta por el curador que, según muchos, había permanecido en su puesto demasiado tiempo. Su enfoque se alejó paulatinamente de lo que un festival como Rock al Parque debería representar: una verdadera plataforma para el rock nacional e internacional. En vez de ofrecer un espacio que celebrara la diversidad del rock y su evolución, parecía haberse enfocado más en llenar los escenarios con géneros que no necesariamente se identifican con la esencia del festival.

Desde Subterránica habíamos señalado en numerosas ocasiones este problema. No se trataba de rechazar la diversidad musical, sino de mantener el respeto y el espacio para el rock. Rock al Parque siempre fue un espacio de libertad creativa para géneros que, aunque marginados por los medios, encontraron una voz colectiva en este festival. Este año, con la salida de esa curaduría anquilosada, parece que nos estamos liberando de esa “dictadura” que sofocaba la escena.

Aunque no estemos hablando de grandes headliners internacionales, Rock al Parque 2024 ha decidido ofrecer un cartel más enfocado al rock, con una mezcla ecléctica de propuestas, pero dentro del espectro de los géneros rockeros. Uno de los aciertos de esta edición es la inclusión de Lilith, una banda de Medellín que ha demostrado con creces su capacidad para llevar su música a grandes escenarios. Su invitación es un reconocimiento necesario para bandas nacionales que han mantenido vivo el espíritu del rock en sus respectivas ciudades.

Sin embargo, uno de los puntos críticos que aún necesita atención es el escaso número de bandas que han sido seleccionadas por convocatoria. Apenas 20 grupos han sido escogidos de esta manera, lo que resulta paradójico si consideramos que Rock al Parque fue creado precisamente para dar visibilidad a estas propuestas emergentes. El festival debería ser una plataforma para que nuevas bandas nacionales puedan dar ese gran paso, y no un espacio dominado por los mismos nombres que han repetido en demasiadas ediciones.

De hecho, el festival sigue repitiendo invitados nacionales, lo cual, si bien es un reconocimiento a la calidad y trayectoria de algunas bandas, también limita la posibilidad de que surjan nuevas caras en la escena. Es un círculo de contrataciones que debería romperse si queremos ver una verdadera renovación en el festival, pero sí hay una verdad y es que la calidad de las bandas que acuden a las convocatorias aun es bastante mediocre, haciendo un ejercicio de escucha de los inscritos podemos ver que la gran mayoría presenta propuestas que para cualquier jurado son descartables en el acto. Los escogidos en su gran mayoría merecen estar en el cartel.

A pesar de las críticas, hay algo que celebrar este año: el rock ha vuelto. Después de años de alineaciones dominadas por amigos del festival alejados de lo que Rock al Parque representa, este 2024 se siente como un respiro. La dirección está clara: un cartel que celebra la diversidad del rock, con espacio para lo alternativo, lo experimental, lo pesado y lo clásico.

Pero todavía queda trabajo por hacer. Es necesario que se siga ampliando la participación de las bandas locales y que el festival recupere su esencia como un trampolín para los artistas que luchan día a día en el subterráneo musical. No basta con invitar a algunas bandas emergentes, el verdadero reto está en devolverle a la ciudad los espacios para la creación rockera y no solo usarlos para artistas que ya tienen un pie en la escena consolidada, son decenas de bandas las que tiran la toalla porque se cansan de que nada pasa.

Nosotros con Subterránica, como siempre, estaremos ahí para apoyar a las bandas nacionales y para asegurarse de que la conversación siga abierta, exigiendo un festival más democrático, con espacio para las voces emergentes que son, al final, el alma del rock.

Si bien es cierto que el Rock al Parque 2024 parece haber retomado el sentido y el enfoque, no podemos conformarnos con los pequeños pasos dados. Aún queda por romper ese círculo de contrataciones repetitivas que sofoca la renovación de la escena local. También es imperativo que se incremente el número de bandas seleccionadas por convocatoria, para que el festival no pierda su razón de ser como plataforma para las nuevas generaciones de músicos que desean ser escuchados. Lo cierto es que, este año, Rock al Parque ha dado señales de estar dispuesto a retomar el rumbo. La comunidad del rock de Bogotá estará atenta, lista para apoyar a sus bandas y, también, para exigir que este festival siga siendo, ante todo, un espacio para el rock en todas sus formas.

Así que hay que asistir no solo para disfrutar de la música, mirar el evento con sentido crítico, sino para asegurarnos de que se siga construyendo un espacio cultural donde el rock siga vivo, libre y sin ataduras con el dinero que nos pertenece a todos. ¡Rock al Parque para el Rock!

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El dedo en la llaga que duele: Bandas tributo ¿Artistas o mercenarios?

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En la cultura popular, los términos tributo y homenaje se utilizan frecuentemente, pero rara vez se analizan con la profundidad que merecen, especialmente en la música. Estos conceptos, en teoría, deberían implicar respeto y admiración hacia un artista o una obra. Sin embargo, el término banda tributo, popularizado en los bares y clubes nocturnos, ha ido perdiendo su significado original para convertirse, en muchos casos, en un simple negocio que explota el talento ajeno sin aportar nada nuevo. ¿Son estas bandas realmente un tributo o un homenaje? ¿O estamos frente a una versión mercenaria del arte? Vamos a desglosarlo.

¿Qué es un tributo y qué es un homenaje?

Empecemos por lo básico. Un tributo es una manifestación de respeto o admiración hacia una persona o un grupo que ha tenido un impacto significativo en una comunidad, la cultura o la historia. En el contexto musical, un tributo debería implicar una reinterpretación o recreación respetuosa de la obra de un artista, intentando capturar la esencia que lo convirtió en un ícono.

Por otro lado, un homenaje va más allá del simple reconocimiento. Un homenaje es una celebración de la obra o la figura de alguien, no sólo por lo que logró, sino por lo que simboliza. En el caso de un homenaje musical, lo ideal sería que los músicos aporten algo de su propia creatividad, reinterpretando la obra original con su propio toque personal, como una forma de extender el legado artístico.

En ambos casos, tanto el tributo como el homenaje deben basarse en la admiración genuina, el respeto y la creatividad. Sin embargo, lo que muchas bandas que tocan en bares bajo la etiqueta de “banda tributo” hacen, es simplemente replicar el repertorio y la imagen de grandes artistas para generar ingresos, sin aportar ninguna innovación o valor artístico real.

El negocio de las bandas “tributo”: Entre lo mercenario y lo superficial

Hoy en día, las bandas “tributo” son un fenómeno generalizado. Es común encontrar en cualquier ciudad bares llenos de gente que asiste a escuchar a una banda que emula a un artista o grupo famoso, interpretando exactamente los mismos temas y, en muchos casos, hasta intentando replicar los movimientos y la imagen del ícono original. Lo que muchas de estas bandas tributo hacen va más allá de la mera imitación: se apropiaron de la obra, y de la estética, para ofrecer un producto diseñado exclusivamente para generar ingresos, con el mínimo esfuerzo creativo.

Pero ¿dónde está el problema? Esa es la pregunta que todos se hacen ¿Por qué importa? ¿Qué es lo que está mal acá? Esencialmente, en la falta de autenticidad y en el aprovechamiento comercial de un legado artístico sin permiso ni reconocimiento. A menudo, estas bandas no pagan por derechos de autor, usan la imagen de los artistas sin su consentimiento (Ya ni siquiera ponen la foto de la banda sino del artista original), y se benefician económicamente del trabajo de otros, sin aportar una interpretación que realmente se pueda considerar un tributo en el sentido más puro del término.

Esto convierte el acto de tocar música en bares en algo más parecido a un negocio mercenario que a un verdadero acto artístico. La música deja de ser arte para convertirse en un simple mecanismo para ganar dinero rápido, a costa de la nostalgia del público, que muchas veces ni siquiera se da cuenta de que está aplaudiendo una versión vacía de lo que alguna vez fue una obra creativa vibrante y revolucionaria.

¿Por qué no son un tributo ni un homenaje?

Una banda tributo, en su esencia más pura, debería tomar la música del artista que admiran y reinterpretarla con respeto, sumando algo nuevo que permita que la obra original continúe viva de una manera diferente. Un homenaje, por su parte, debería ser una forma de honrar la trayectoria y el impacto del artista en cuestión, haciendo referencia a su legado pero añadiendo una nueva visión.

Sin embargo, lo que vemos hoy en la mayoría de los bares y clubes es un copy-paste sin alma. No hay un esfuerzo por ofrecer una reinterpretación creativa o por explorar nuevas maneras de interpretar la música que celebran. En lugar de eso, muchas bandas tributo simplemente se limitan a replicar el sonido y la apariencia, confiando en la nostalgia para atraer a una audiencia, y dejando de lado cualquier ambición artística. Es una reproducción mecánica del pasado.

El problema central es que, lejos de ser un homenaje o un tributo, este modelo ha degenerado en un sistema de explotación artística que usa el prestigio de grandes artistas para fines comerciales sin aportar valor nuevo. Se podría argumentar que estas bandas viven del aplauso prestado, tomando como propio el reconocimiento que pertenece a los músicos originales. Su objetivo no es la expresión artística, sino la reproducción de éxitos probados con la esperanza de un rápido beneficio.

El aplauso prestado: ¿dónde queda la autenticidad?

El aplauso prestado es el corazón de este problema. Los músicos de bandas tributo se alimentan de la nostalgia de los fans, pero no se ganan ese reconocimiento por su propio talento o innovación. Viven del eco de algo que ya existió, de una obra que no es suya, y en lugar de sumar algo nuevo al panorama musical, simplemente ocupan un espacio de repetición.

Es cierto que no todos los artistas deben revolucionar la música, pero hay una diferencia abismal entre interpretar canciones de un artista que admiras con pasión y creatividad, y usar su legado como una vía rápida para el éxito.

Una banda que se limita a copiar el vestuario, los movimientos y las canciones sin más, no está rindiendo un verdadero tributo; está haciendo un negocio con la memoria de alguien más. En muchos casos, los músicos de estas bandas no buscan crear algo duradero o significativo; solo quieren llenar el local y recibir el aplauso fácil. Es una versión mercenaria del arte, que reduce la música a un simple producto de consumo rápido.

¿Qué queda del arte en este modelo?

Al final, el problema con las bandas tributo que no aportan nada nuevo es que contribuyen a la mercantilización extrema del arte. No hay riesgo, no hay innovación, no hay un proceso creativo que lleve a algo más. Y si bien hay un lugar para la interpretación y la recreación, lo que vemos en muchos bares no es ni tributo ni homenaje, sino una forma de capitalizar el trabajo y el legado de otros sin el esfuerzo ni el respeto que debería requerir el uso de una obra ajena.

Este modelo se alimenta de la nostalgia y explota el deseo de revivir momentos del pasado, pero al final del día, está vacío de autenticidad. Para muchos músicos que intentan vivir de su propia creación y su propia voz, este fenómeno puede resultar frustrante: mientras algunos se esfuerzan por encontrar un espacio para su arte original, otros optan por lo fácil, explotando el legado de quienes ya marcaron el camino.

Las bandas tributo han distorsionado lo que realmente significa rendir homenaje a un artista. Han convertido un acto que debería estar lleno de respeto y admiración en un mecanismo mercenario para hacer dinero fácil, explotando el trabajo de otros sin pagar lo que corresponde ni aportar valor artístico. El arte, en su forma más pura, es riesgo, es creatividad, es expresar algo propio. El problema con muchas de estas bandas es que, lejos de rendir un verdadero tributo, lo que están haciendo es vivir del eco de algo que no les pertenece. Y en ese proceso, están contribuyendo a la desvalorización del arte como una forma de expresión auténtica.

¿Qué debería hacer una banda para ser un verdadero tributo?

Para que una banda “tributo” pueda realmente considerarse un tributo auténtico y no un simple negocio que explota la nostalgia, es fundamental que adopte una serie de medidas que vayan más allá de imitar el sonido y la imagen del artista original. Aquí te expongo algunos pasos clave que deberían seguir:

El primer y más importante paso que una banda tributo debe tomar es pagar regalías por el uso de la música y la imagen de los artistas originales. Muchas bandas tributo tocan las canciones de sus ídolos sin preocuparse por el hecho de que están utilizando una obra protegida por derechos de autor para generar ingresos. Los artistas originales, o sus herederos en caso de artistas fallecidos, merecen ser compensados por el uso de su trabajo, así como por el uso de su imagen si la banda intenta replicarla de alguna manera.

No hacerlo convierte este acto en una forma de apropiación que es, en última instancia, ilegal y moralmente cuestionable. Respetar los derechos de autor es fundamental para dignificar el trabajo del artista, porque ese legado no debería ser explotado sin retribución. Hay maneras claras y accesibles de cumplir con estas obligaciones legales, como a través de sociedades de gestión colectiva de derechos que se encargan de distribuir las regalías.

Un verdadero tributo no se limita a copiar de manera exacta las canciones y el estilo del artista original. Las mejores bandas tributo son aquellas que aportan algo nuevo a la música que interpretan, ya sea con arreglos innovadores, instrumentaciones distintas o incluso con una reinterpretación que dé una nueva vida a las canciones.

Cuando una banda simplemente imita, está tomando el camino fácil, sin ofrecer ninguna aportación propia. En cambio, cuando una banda se atreve a experimentar y añadir su propio toque personal, contribuye al crecimiento del legado del artista, mostrando que la música puede evolucionar y continuar inspirando a las nuevas generaciones de maneras diferentes. De esta forma, la banda deja de ser un mero vehículo de nostalgia para convertirse en un puente entre el pasado y el presente, honrando de verdad la obra del artista.

Otra señal de un verdadero tributo es la transparencia. Las bandas deben ser claras acerca de su objetivo: ¿Están simplemente replicando canciones para lucrarse? ¿O están realmente buscando mantener viva la música de su artista favorito de una manera significativa? Las bandas que se toman en serio su rol de tributo deberían mostrar un profundo conocimiento y respeto por la trayectoria y la influencia del artista original.Esto puede implicar, por ejemplo, el incluir en sus presentaciones una explicación del contexto en el que las canciones fueron creadas, las historias detrás de las letras, o cómo el legado del artista ha influenciado a la banda. Al compartir este conocimiento, las bandas pueden ayudar a educar a sus audiencias, haciéndolas más conscientes del valor cultural y artístico de la música que están escuchando.

Una forma auténtica de rendir tributo es hacer algo concreto para contribuir al legado del artista. Esto podría ser mediante donaciones a fundaciones o causas que el artista apoyaba en vida, o incluso participar en proyectos de restauración o conservación de su obra. Las bandas también pueden contribuir organizando eventos que no solo celebren la música, sino que también generen ingresos para las causas benéficas relacionadas con el artista.
Por ejemplo, si una banda tributo a Queen organiza un evento en el que parte de los ingresos se donan a organizaciones de lucha contra el VIH, estaría no solo homenajeando a Freddie Mercury, sino también continuando con su legado de apoyo a esa causa. Esto permite que el tributo tenga un impacto tangible más allá del simple acto de interpretar canciones.

Usar la imagen de un artista famoso para atraer al público es algo delicado. Las bandas tributo a menudo intentan replicar no solo la música, sino también el look y los gestos del artista original. Esto, si se hace de manera superficial o burlesca, puede llegar a ser ofensivo o de mal gusto.

Un verdadero tributo debe abordar la representación del artista con dignidad y respeto, evitando la caricaturización o el uso exagerado de estereotipos. Es clave recordar que la imagen del artista original no debe ser tratada como una simple mercancía. Si una banda decide emular la estética de su ídolo, debe hacerlo con respeto hacia el valor simbólico y cultural que esa imagen representa, y no solo para crear una versión comercial vacía que busca el aplauso fácil

Las bandas tributo tienen la oportunidad de construir una identidad artística propia mientras rinden homenaje a sus ídolos. Si bien pueden basarse en la música del artista original, deberían esforzarse por encontrar su propio estilo y voz dentro de esa música. Un buen tributo no trata de ocultar la identidad de los músicos detrás de la máscara del artista original, sino que busca que esos músicos crezcan artísticamente a través de la obra que están celebrando.
Esto puede significar realizar conciertos en los que mezclen las canciones del artista homenajeado con sus propias composiciones originales o con versiones de las canciones que reflejen su estilo particular. De esta forma, la banda tributo puede atraer a un público que no solo busca revivir el pasado, sino que también está interesado en ver cómo evoluciona esa música en manos de nuevos artistas.

Otra estrategia para dignificar el trabajo como banda tributo es colaborar con músicos o productores cercanos al artista original. Esto no solo añade autenticidad al tributo, sino que también asegura que la música se está interpretando de una manera respetuosa y aprobada por quienes conocen mejor la obra del artista. Algunas bandas tributo de renombre han logrado colaborar con miembros originales de la banda a la que rinden homenaje, lo que les otorga una legitimidad y un respeto que va mucho más allá de lo que una simple imitación podría lograr.

Para que una banda realmente se pueda llamar tributo, debe ir mucho más allá de simplemente copiar la música y la imagen de un artista famoso. Debe haber un compromiso con el respeto a los derechos de autor, con la aportación creativa, con la autenticidad y, sobre todo, con el reconocimiento justo del legado del artista homenajeado. Sin estos elementos, el tributo no es más que una explotación mercantil de la nostalgia, un negocio disfrazado de homenaje, un buen ejemplo de todo lo que acá se ha hablado es la banda Led Zepp Again que cumple con todos estos requisitos y son avalados por los propios Led Zeppelin quienes aprueban cada movimiento y reciben una parte de las ganancias. Esta banda gira por todo el planeta y no es la única, hay varias.

El arte siempre ha sido una conversación entre lo pasado y lo presente. Un verdadero tributo mantiene viva esa conversación, permitiendo que la obra original evolucione y siga tocando los corazones de nuevas audiencias, con respeto y admiración. Todo lo demás es, en última instancia, un ejercicio vacío y superficial.

    Sayco como siempre, la mafia pendeja que se lava las manos

    Dentro del marco legal colombiano, las bandas tributo que no cumplen con las normativas sobre derechos de autor, propiedad intelectual, y el uso de la imagen de artistas están incurriendo en una serie de violaciones a la ley. A continuación, detallo las leyes y las faltas a las que estas bandas podrían estar pasando por alto, además de las obligaciones que deberían cumplir para operar legalmente.

    Las bandas tributo, al interpretar y beneficiarse económicamente de las obras musicales de otros artistas sin pagar regalías o sin autorización, están infringiendo las normativas de derechos de autor en Colombia.

    Ley 23 de 1982: Esta ley regula los derechos de autor en Colombia y establece que toda obra artística, literaria, o científica goza de protección. La música, las letras y las composiciones son consideradas obras protegidas bajo esta ley, lo que significa que su reproducción, distribución y comunicación pública sin la autorización del titular es ilegal.

    Las bandas que interpretan en vivo o graban canciones sin el permiso expreso del titular de los derechos (artistas, compositores o herederos) están incumpliendo con esta ley.

    Las bandas deben pagar regalías a través de entidades de gestión colectiva como Sayco (Sociedad de Autores y Compositores de Colombia), que se encarga de gestionar los derechos de autor en nombre de los compositores. Si una banda no está afiliada o no realiza estos pagos, incurre en una falta grave, que puede resultar en sanciones económicas y demandas legales pero ya todos conocemos la clase de mafia monopólica que es esta entidad.

    Muchas bandas tributo no solo interpretan la música de artistas originales, sino que también replican su imagen, vestimenta, y estilo escénico sin el debido consentimiento, lo que constituye una violación del derecho a la imagen.

    Artículo 15 de la Constitución Política de Colombia: Establece que todas las personas tienen derecho a su imagen y al respeto de su buen nombre. El uso no autorizado de la imagen de un artista para fines comerciales puede ser considerado una violación a su derecho de imagen.
    Ley 1581 de 2012 (Ley de Protección de Datos Personales): Aunque esta ley está más enfocada en la protección de la información personal, su marco puede aplicarse cuando el uso de la imagen de una persona está en juego, ya que la imagen es considerada un dato personal que no puede ser utilizado sin autorización.

    La reproducción de la imagen de artistas sin su consentimiento para fines lucrativos puede llevar a sanciones. Esto es particularmente problemático si la banda tributo se presenta como un reflejo exacto del artista, usando su nombre, estética y performance sin contar con los derechos correspondientes.

    En Colombia, cualquier actividad económica está sujeta a las normas fiscales del país. Las bandas tributo que no registran adecuadamente sus ingresos y no declaran las regalías generadas por sus conciertos, grabaciones o ventas de merchandising están incumpliendo con las normativas fiscales.

    Estatuto Tributario Colombiano: Todas las actividades lucrativas deben estar registradas y cumplir con las obligaciones tributarias correspondientes. Las bandas tributo que no registran sus actividades económicas ni declaran ingresos provenientes de sus conciertos o eventos pueden estar evadiendo impuestos.

    No declarar los ingresos obtenidos a través de presentaciones en vivo, venta de mercancías o cualquier otra actividad comercial relacionada con la música tributo puede derivar en multas, sanciones y hasta investigaciones fiscales.

    Si una banda tributo utiliza el nombre o logotipos asociados a la banda original, como aquellos que están registrados como marca, puede estar infringiendo la ley de propiedad industrial.
    Decisión 486 de la Comunidad Andina (Régimen Común sobre Propiedad Industrial): Regula el uso de las marcas y los signos distintivos. Las bandas o artistas suelen registrar su nombre y logotipo como marca para protegerlos. Cualquier uso comercial de una marca registrada sin autorización puede considerarse una infracción de los derechos de propiedad industrial.
    Usar sin autorización el nombre, logotipo o signos distintivos de una banda o artista original para promocionar un evento o una presentación podría constituir una violación de los derechos de propiedad industrial, exponiendo a las bandas tributo a demandas por infracción de marca.

    El uso de arreglos musicales o la reinterpretación de una obra sin el debido crédito o autorización del autor también puede considerarse una forma de apropiación indebida. Aunque la banda interprete canciones, modificar o transformar de manera significativa la obra original puede requerir permisos adicionales, algo que muchas bandas tributo ignoran.

    Ley 23 de 1982 y Decisión 351 de 1993 (Normas de protección a los derechos de autor en la Comunidad Andina): Estas leyes también cubren las obras derivadas. Si una banda realiza modificaciones importantes a la obra original, como cambios en la estructura o instrumentación, está creando una obra derivada que también está sujeta a derechos de autor.
    Realizar arreglos sin permiso del compositor original y lucrar con ello podría generar reclamos legales, ya que una obra derivada es propiedad del autor original y debe contar con su aprobación.

    Las bandas tributo en Colombia, aunque populares, deben cumplir con una serie de obligaciones legales para operar de manera adecuada. Esto incluye pagar regalías a los artistas originales, respetar los derechos de imagen y marca, declarar correctamente los ingresos generados, y obtener los permisos correspondientes para sus presentaciones en vivo. De lo contrario, no solo están explotando ilegalmente el trabajo de otros artistas, sino que también se exponen a sanciones legales, demandas por violación de derechos de autor y problemas fiscales.

    Entonces señores, la cosa va mucho más, muchísimo más allá de un simple capricho o de una simple “envidia”, al igual que las bandas que a pesar de tener conocimiento sobre la corrupción en las instituciones del Estado y aun así siguen participando con ellos, estas bandas también son cómplices de la deshonestidad y las faltas en la música. Cómo dijo el fiscal en el caso de P.Diddy: “Si usted estuvo allí y vio cosas, así no haya participado, también es culpable”.

    Pero así es, así ha sido y así será y conociendo a nuestros músicos, pasarán de largo de este artículo, diciendo que es un artículo envidioso y resentido y seguirán comiendo del aplauso ajeno sin cumplir con ninguna responsabilidad y mucho menos “rindiendo tributo” a nadie.

    @subterránica

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    Colombia

    La Klinkert revoluciona la música alternativa con “Pégate”, el primer adelanto de su nuevo álbum “Náufrago”

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    La Klinkert está de vuelta con “Pégate”, el primer sencillo de su segundo álbum, Náufrago, y la escena musical alternativa no puede estar más emocionada. Después del éxito de su álbum debut MELODRAMA en 2023, la artista bogotana promete llevarnos en un viaje aún más profundo y sonoro con su nueva propuesta. “Pégate” combina géneros urbanos y electrónicos con un toque latino y alternativo, una fusión que es ya marca registrada de La Klinkert. La canción tiene una vibra chill y pegajosa que atrapa desde el primer momento, resaltando no solo su talento como cantante y compositora, sino también como productora.

    El sencillo fue mezclado y masterizado por Alka, uno de los productores más importantes de la escena urbana en Colombia, lo que añade aún más peso a la producción. Pero no solo la música de “Pégate” es destacable. El lanzamiento visual es toda una obra de arte. Nicolás Caballero y su proyecto .B.ZU.AL. se encargaron de la creación de la portada y visuales, fusionando inteligencia artificial con técnicas visuales tradicionales, lo que refleja perfectamente el estilo vanguardista de La Klinkert. El videoclip, con dirección de arte de Angelica Romero y styling de la propia artista, fue grabado en un set de diseño que captura la energía única del sencillo.

    Con una trayectoria que incluye haber sido guitarrista para artistas como Lalo Ebratt y Santu, así como en la serie La Reina del Flow, La Klinkert se ha consolidado como una fuerza innovadora dentro del panorama musical colombiano. Además, es una de las pocas artistas respaldadas por Kiesel Guitars, marca de guitarras custom, y ha trabajado en producciones musicales a bordo de cruceros, lo que le ha dado una experiencia internacional que nutre cada uno de sus proyectos. Con “Pégate”, La Klinkert reafirma que está aquí para quedarse, siempre ofreciendo algo nuevo y sorprendente.

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