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Las 10 bandas colombianas de Rock y Metal del 2022. – Subterránica
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La mirada Subterránica

Las 10 bandas colombianas de Rock y Metal del 2022.

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Aún en el árido desierto del Rock y Metal colombiano es posible encontrar algunas joyas ocultas que han hecho su trabajo como se debe. Construir una banda constante en un país en donde el género es poco más que un chiste es una tarea titánica, porque además de ser músico es necesario adquirir una serie de habilidades extras para poder sortear literalmente “la vida”.

El Rock Colombiano ha tenido algunas épocas doradas, los años sesenta y setenta con las dos primeras generaciones y la explosión del género en el país fue una de ellas y la batalla por la identidad de los noventas de donde salieron excelentes trabajos con sonidos auténticos y personalidades notorias. De resto el rock colombiano ha navegado con muy pocos barcos y muchos de ellos viejos y maltrechos, usando las mismas armas que no hacen daño.

Pero hoy en día el panorama es aún más desalentador, en general, en Colombia no hay Rock y el Metal vino a ocupar su lugar llenando el corazón de quienes necesitan un sonido libre, rabioso y que sirva para identificarse, para ser parte de.

En el país actualmente hay más de cuatro mil bandas activas pero la mayoría se pierde en la subsistencia, en los tributos o sencillamente en el ensayo del sábado en la tarde porque no hay tiempo para nada más. Por eso, esta lista de 10 bandas (Que no son las únicas) es un respiro dentro el ahogo del rock estatal, del rock manipulado por el discurso del hambre, de la música arrodillada, un respiro a la mediocridad y que nos deja un mensaje claro: El rock colombiano vive, solo que casi nadie sabe dónde buscarlo.

Las siguientes son 10 bandas que colocan en alto el Rock y Metal Colombiano, de manera independiente, sonando muy bien y aportando música que es lo que en realidad importa, aportar música y no rencores, aportar música y no mendicidad, aportar música para mantener vivo lo que tanto amamos ya sea en grandes festivales, en parlantes o en bares a donde pertenece el rock.

1. Narcocracia

La sorpresa del año llegó con un grupo de personas que se unieron para protestar en contra de un país en decadencia, la diferencia con otras bandas de este corte es que lo hicieron desde los escenarios que otros desprecian y esto les dio una notoriedad inmediata. Finalistas absolutos y casi ganadores del Monster del Rock. Narcocracia posee un espectáculo en vivo impresionante, un front man con la fuerza suficiente para captar la atención en los primeros minutos y un discurso que no deja a nadie indiferente. Narcocracia terminó el año con su primera salida internacional y es de esperar que siga activo por mucho tiempo. El reto está en mantener la línea de discurso de manera consistente, aunque Colombia tiene material inagotable para esto.

2. Templa in Cinere

El Black Metal nacional está en un lugar privilegiado dentro de la escena actual, varios proyectos se destacan en el país, Templa in Cinere por su música y la gestión de banda, logra ser una de las diez de esta lista ondeando un género muy de nicho. La música se adecua a los estándares necesarios dentro del panorama internacional del Black, sumado a la solidez en el mensaje que proyectan y una imagen bien elaborada, les abrieron rápidamente el espacio en algunos escenarios importantes de largo alcance.

3. Surviving

Esta banda es tal vez una clase de lo que se puede llamar autogestión, su logro más grande es haberse mantenido durante ya un largo tiempo llevando a cabo un plan trazado que ha tomado varios pasos muy difíciles de dar. La trayectoria de Surviving va de la mano de la gestión cultural de su baterista Carlos Ortiz que no es cualquier cosa, este músico ha logrado crear espacios de circulación impresionantes, no solo para su proyecto sino para decenas de otros músicos y lo ha hecho sin necesidad de quitarle el dinero al estado o de clavarle ruanas a las bandas para hacerlas sentir “colombianas”. La banda se presentó en importantísimos eventos en 2022 y sigue con fuerza.

4. Morte Ascendo

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Si usted va a buscar esta banda por internet es probable que encuentre muy poco, es de las bandas que aun están en las sombras, que respiran en los bares y espacios alternativos. Tienen algo que pocas bandas nuevas logran conseguir y es un concepto, creado y basado en la mente de “huesos” su front man, quien además de la música explora con otros oficios como intervenir prendas, creaciones dramáticas, etc. Esta es una banda de horror-punk que está en esta recomendación, pero que para que usted la encuentre deberá salir y vivir los espacios del rock.

5. El piloto ciego

Aparecen y comienzan a girar por importantes escenarios de Antioquia, una banda de punk con tenacidad en las guitarras y una buena puesta en escena que la saca de las líneas del movimiento actual pero que, aun así, mantiene los más poderosos elementos del género.

6. Masacre

Lo que ha logrado esta agrupación en 2022 tuvo que haberlo hecho desde hace algunos años. La consolidación de la banda como un nombre importante en el panorama internacional, al menos a nivel continental es más que merecida. Masacre ha sido constante y honesta con lo que representan y cada paso dado no ha sido buscado sino entregado por mérito. Es hoy por hoy la banda de Metal más importante del país y tal vez la que va a figurar en ese escaño por mucho tiempo en la historia del rock colombiano.

7. Threshold End

¿Qué lleva a un artista a invertir y tomar en serio fuertemente un proyecto en un país en donde recuperar es tan dificil? Fácil, creer en uno mismo y lo que se hace. Esta banda nos ha acostumbrado además de su buen sonido a que las cosas deben hacerse bien o mejor no hacerse, nada de medias tintas. Han acompañado su trayectoria con el profesionalismo hacia el público, preocupados por entregarles siempre lo mejor que puedan hacer y eso las coloca en un lugar diferente.

8. Implosion Brain

Ser testigo del crecimiento musical de IB es ser testigo de un camino que pocas agrupaciones han podido consolidar. Su más reciente lanzamiento: “Circadian Grief” es una gran obra, las guitarras son increíblemente bien elaboradas y escritas. Es interesante imaginar el proceso creativo y de ensamble de este proyecto y es entendible que ante la carencia de espacios para el Metal y sus corrientes progresivas en el país no hayan dudado en buscar algunos espacios no tan sacros. Lo cierto es que cada día ganan más adeptos y que musicalmente son una de las banderas actuales del sonido bogotano.

9. SYRACUSÆ

Ganadores de Premio Subterránica esta banda fue elegida entre muchas para abrir el show de Gojira en Bogotá lo cuál nos llena de esperanza al saber que al menos alguna persona en el mainstream es sensata y no escogió a alguno de sus amigos para hacerlo. En cambio, merecidamente le dio el puesto a una agrupación de un sonido absolutamente diferente dentro de la escena colombiana, profesional y muy pasional lo que los convierte en tal vez una de las bandas de más proyección internacional del país.

10. Las tres piedras

Le tomó a los mal llamados medios especializados en el país descubrir esta agrupación de la ciudad de pasto, revelación desde hace algún tiempo y con una notoria participación en El Monster del Rock Subterránica, les tomó mucho tiempo hablar de ellos sencillamente porque estos medios especializados solo se especializan en cubrir Rock al Parque después de ciertas horas pero la verdad es que esta banda está haciendo bulla desde hace un rato y cada día evolucionan más, una de las mejores bandas del sur del país y que ojalá de ahora en adelante pueda tener más espacios en el espectro local.

Bonus: Camargo

A pesar de haber nacido en el país vecino, Camargo se ha convertido en un actor imprescindible del rock bogotano. Ganadores del Monster del Rock Subterránica la banda nos metió de lleno en un segmento del rock que parecía estar olvidado: ¡el divertido! Ese rock que hace bailar, que está dirigido a todo el público y no solo a los mechudos amargados de negro como lo somos casi todos. Camargo ha dominado las nuevas tecnologías en favor de un show fresco y lleno de energía, música pegajosa y por supuesto una cantidad de presentaciones que ganan cada día más adeptos.

Colombia

Lo Mejor del Rock y Metal Colombiano en 2025 para Subterránica

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Desde las trincheras de Subterránica, 2025 emergió como un año de resistencia y explosión creativa en el rock y metal colombiano, donde bandas independientes desafíaron el establishment con canciones fuertes, honestas y letras que destapan realidades. Bogotá y el circuito underground estuvieron nutridos con El Monster del Rock Subterránica, los heats de Wacken Metal Battle y giras crudas que priorizaron la esencia sobre el mainstream. Estas 14 propuestas capturan según nosotros, la furia genuina e indomable, desde el death brutal, pasando por el thrash demoledor hasta fusiones rebeldes que definen un sonido nacional que se niega a ceder, listo para trascender fronteras sin concesiones.

Estas fueron las mejores agrupaciones del año para nuestro colectiv

Loathsome Faith

Loathsome Faith, death metal bogotano de precisión quirúrgica, teje riffs técnicos con atmósferas asfixiantes que diseccionan la indolencia social y la decadencia humana, evocando a Nile con un toque local visceral. En 2025 fueron los ganadores de Wacken Metal Battle Colombia, tocaron en Ecuador en la gran final, no se quedaron quietos en ningún momento y lanzaron “Indolencia”, un adelanto de su cuarto álbum que acumuló miles de streams underground, seguido de shows en Rock al Parque y presentaciones que reafirmaron sus 15 años de brutalidad inquebrantable. Su presencia en festivales independientes consolidó su rol como ariete del extremo, atrayendo aliados globales sin diluir su ferocidad. Sin duda uno de los nombres más importantes de Metal colombiano.

Cheyne Stokes

Cheyne Stokes evoluciona hacia un metal progresivo introspectivo, donde progresiones emocionales transforman el thrash primigenio en narrativas conceptuales de sombras y redención, con influencias de Tool y Opeth filtradas por la crudeza colombiana. Sacaron el single “The Dream is Collapsing” y el álbum The Empress, un doble golpe de madurez sonora con videos oscuros que exploran colapsos mentales, más presentaciones en varios circuitos. Su música invita a la catarsis colectiva, posicionándolos como innovadores que fusionan introspección con potencia en vivo.

Pr1mal

Pr1mal regresó con riffs más densos, sonido más fuerte tipo Groove Metal y letras políticas que gritan rebeldía contra el sistema, reminiscentes de Slipknot y Korn pero con acento bogotano callejero y actual. Tras 13 años de hiatus, se tomaron nuevamente los escenarios con su voltaje renovado. Su front man Javier Carmona pareciera no querer ceder al tiempo y está en mejor forma que nunca.

Onïxx

Onïxx encarna el hard heavy metal tradicional con potencia clásica, solos melódicos y una energía underground que resiste modas, canalizando Iron Maiden y Judas Priest en riffs que retumban en los bares bogotanos. Finalistas destacados en Wacken Metal Battle Suramérica 2025, sostuvieron una agenda de shows intensos en el circuito local, ignorando confusiones con actos foráneos y fortaleciendo su marca en redes independientes. Su endurance en la escena los erigió como baluartes del metal puro, listos para heats mayores sumado a una excelente puesta en escena.

Mandingasea

Mandingasea fusiona hard rock con grooves latinos y letras viscerales sobre lucha cotidiana, como en “Jodido” o la brutal “Cartas Suicidas”, entregando un sonido callejero que mezcla el rock con raíces colombianas en ritmos infecciosos. Realizaron conciertos clave en la ciudad y su lucha por la salud mental es notoria y necesaria, manteniendo su pulso resistente. Su presencia en el circuito consolidó un estilo que invita al rock con alma popular.

The End

The End despliega cyborg metal postapocalíptico, un hard rock futurista con riffs robóticos, baterías fuertes y letras de guerra final que pintan escenarios distópicos al estilo Rammstein meets Fear Factory. Coronados como ganadores del Monster del Rock Subterránica, superaron rivales en batallas épicas, esta es una banda que es divertida de ver en vivo y que ha construido todo un concepto alrededor de ella.

Osaka 32

Osaka 32 ofrece rock alternativo con riffs potentes y grooves modernos, un sonido fresco que navega stoner y post-hardcore con toques experimentales y elementos asiáticos, ideal para cabezas que buscan intensidad sin clichés. Activos en varios eventos y en Wacken Metal Battle, sumaron giras locales y apariciones en Toque que los catapultaron en la celebración anual del rock underground. Su momentum en Instagram y escenarios independientes los marca como promesa ascendente.

RIP (R.I.P.)

RIP forja heavy rock crudo con temas como “Muerte Digna”, un sonido directo y sin filtros que captura la resistencia underground bogotana, influenciado por el metal clásico con edge punk. Mantuvieron una sólida agenda de shows en la escena local, contribuyendo a la vitalidad del circuito sin alardes, priorizando la conexión auténtica con el público fiel. Su persistencia en redes y eventos los mantuvo como pilar de la tradición roquera, fueron protagonistas de la entrega de Premios Subterránica 2025.

Devasted

Devasted lidera el thrash metal con demencia técnica, inspirado en Coroner y Vektor, donde velocidad y caos social se funden en riffs bastante elaborados que denuncian desorden colectivo. Lanzaron el álbum Siniestro, posicionándolos como el estandarte del thrash y sus fusiones con producción impecable. Su evolución técnica redefinió el género en el underground 2025 y terminan el año con su gira por Perú.

Ciudad Inmovil

Ciudad Inmovil construye modern metal con riffs intensos, grooves y una dinámica bogotana que evoca aquellas bandas a las que no les da miedo experimentas. Competidores fieros en semis de Wacken Metal Battle Bogotá, sumaron a celebraciones roqueras con lanzamientos digitales que ampliaron su reach underground. Su sonido prometedor apunta a dominar el circuito emergente.

Camargo

Camargo explora pop rock con contrastes luminosos y oscuros, un estilo performativo fresco que alterna melodías accesibles con crescendos intensos, atrayendo audiencias amplias en escenarios grandes. Su mezcla emocional capturó el espíritu versátil del génerom este año tuvieron gira en México y en varios festivales del país, pero el lanzamiento de su canción “Indefinido” los marca como lo mejor del año.

Alfonso Espriella

Con 20 años de tarima, entrega y letras introspectivas, Alfonso no es capaz de tomar un descanso, lanzando nueva música durante el año. Ha compartido escenario con Slash y Draco Rosa con un sonido maduro y ecléctico. Estrenó “Dolor Fantasma”, un single haunting que sumó a shows independientes, reforzando su legado versátil en el rock colombiano. Su carrera sostenida inspiró a la escena solista underground siendo él uno de los pocos que quedan en el género.

Somberspawn

Somberspawn desata blackened death metal feroz desde 2018, con “Inumbrate” como estandarte de ruido transfronterizo que mezcla Behemoth con crudeza bogotana en blasts y atmósferas gélidas. Expandieron su visión en showcases independientes y redes globales, consolidando un underground que trasciende límites locales. Su intensidad los elevó como fuerza extrema imparable y definitivamente fueron uno de los mejores shows de Rock al Parque, esta es una banda que pronto se tomará la escena de manera irremediable.

Psycho Mosher

Psycho Mosher, pioneros del crossover thrash, aceleran con riffs veloces y actitud callejera que recuerda bandas como Cro-Mags y Suicidal Tendencies, desatando furia pura en mosh pits globales. Aseguraron boleto a Copenhell 2026 al ser ellos los escogidos en los showcases del Bomm y con shows locales que definieron su proyección internacional como embajadores del thrash colombiano. Su año culminante selló un legado de velocidad indetenible.

!Que nunca pare nuestra escena!

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Colombia

Que el Estado sea mecenas, no censor: qué puede aprender Colombia del ingreso para artistas en Irlanda

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Es hora de hacer una pregunta importante en Colombia en cuanto a las artes: ¿Qué papel debería jugar el Estado en la vida cultural? ¿Debe limitarse a regular y a repartir migajas, o puede convertirse en un mecenas decidido que permita a las prácticas creativas existir sin extorsiones burocráticas ni censuras veladas?

Irlanda ha dado en 2025 una respuesta radical y práctica a esta pregunta, el Estado financia la capacidad de crear. Tras un piloto iniciado en 2022, el programa Basic Income for the Arts (Ingreso Básico para las Artes) que pagó €325 semanales a 2.000 artistas y se proyecta como permanente a partir de 2026. Es decir: alrededor de €1.300–€1.500 mensuales garantizados, sin informes de resultados que exijan productividad inmediata, con efectos positivos reportados en salud mental, producción creativa y retención profesional en el sector cultural. Los primeros balances del piloto y las decisiones tomadas en Dublín muestran que una política pública que confía en la autonomía creativa puede dar retornos sociales medibles y, sobre todo, devolver dignidad al trabajo artístico.

Frente a ese experimento irlandés, la realidad colombiana aparece fragmentada y se han desarrollado instrumentos de política cultural, pero persiste una brecha entre los discursos y la práctica. Los diagnósticos internacionales muestran que la política cultural en Colombia ha avanzado en la creación de ecosistemas creativos y en la declaración de cultura como derecho, pero su financiación y su capacidad de descentralizar recursos siguen siendo limitadas frente a las necesidades reales de artistas, gestores y territorios. En paralelo, la articulación entre memoria, museos locales (como el Museo del Rock Colombiano) y los programas de reconocimiento que proponen medios independientes y plataformas ciudadanas constituyen prácticas resilientes frente a esa fragilidad estatal.

Este contraste obliga a repensar el imaginario que muchos tenemos sobre la relación Estado-cultura en América Latina. Cuando se habla de “dictadura cultural” en tono de crítica, a menudo se alude a dos riesgos distintos pero conectados: a) el riesgo autoritario, en el que el poder decide qué es arte válido y qué no, imponiendo censuras o líneas temáticas legitimadas por el aparato estatal; y b) el riesgo liberalizador, donde el Estado abandona la escena cultural a los vaivenes del mercado y a la precariedad de la condición creativa. La experiencia irlandesa ofrece una tercera vía: un Estado que actúa como mecenas en sentido moderno —financiando la posibilidad de crear sin dirigir el contenido— y, al mismo tiempo, protege la libertad de expresión y la diversidad. Esa es la lección que conviene mirar con atención.

¿Por qué copiar el modelo irlandés? Primero, porque un ingreso básico para artistas parte de una hipótesis empírica: la inestabilidad económica genera fuga de talentos, autocensura por necesidad y el abandono de proyectos a largo plazo. Al mitigar esa inestabilidad, se multiplican las condiciones para la experimentación, la investigación artística y la construcción de memorias locales. Segundo, porque el retorno no es meramente simbólico: los informes preliminares del piloto en Irlanda registran mejoras en el bienestar, en la producción y en la profesionalización, y apuntan a beneficios económicos indirectos —mayor consumo cultural, circuitos de exhibición más dinámicos, y mayor oferta pedagógica— que compensan la inversión pública. Tercero, porque el ejemplo de pequeñas iniciativas como Raíz y Convergencia demuestra que la articulación entre museos, medios independientes y administración local puede amplificar los efectos de una política pública sólida.

Pero ninguna traslación política es automática. A partir de la comparación entre Irlanda y el estado actual de la cultura en Colombia, proponemos un diagnóstico y una serie de propuestas concretas, viables y escalables para que el Estado colombiano deje de ser un simple regulador o, peor, un censor indirecto, y pase a ser un mecenas responsable.

Diagnóstico breve

  1. Financiación fragmentada y precaria. Los fondos existen en líneas dispersas como convocatorias, estímulos y subsidios, pero suelen ser inestables, condicionados y burocráticos. Eso excluye a muchos creadores que no tienen tiempo o recursos para competir permanentemente por subvenciones.
  2. Centralización y desigualdad territorial. Bogotá y algunas capitales concentran la mayor parte de la visibilidad y los recursos; el trabajo en regiones suele depender de iniciativas particulares y festivales puntuales.
  3. Déficit de políticas de ingreso estable para creadores. No hay un análogo real a programas tipo “basic income for artists” que garantice mínimos de subsistencia para producir con libertad.
  4. Gestión cultural y memoria resiliente. Actores privados y comunitarios (museos, medios como Subterránica, redes locales) han cubierto vacíos de la política pública, mostrando capacidad de archivo, reconocimiento y organización para mantener viva la memoria cultural.
    La propuesta es un marco de política pública inspirado (y adaptado) al modelo irlandés
  5. Lanzamiento de un piloto nacional de Ingreso Básico para la Cultura (IBC) — 2.000 beneficiarios (fase 1).
  6. • Monto orientativo: equivalente a una fracción razonable del salario mínimo local ajustado por regiones (por ejemplo, 1–1.5 SMMLV en ciudades principales, y 0.8–1 SMMLV en municipios). Alternativa: seguir el modelo irlandés y fijar un monto con impacto comparable al costo de vida local.
    • Selección: combinación de criterios objetivos (trayectoria mínima, producción cultural demostrable) y cupos territoriales para garantizar diversidad regional. No debe ser una “subvención por proyecto”, sino un reconocimiento temporal que permita crear.
  7. Evaluación independiente y horizonte de continuidad.
    • El piloto debe contar con evaluación académica independiente (universidades, think tanks) y con indicadores de impacto: salud mental, volumen de creación, empleo cultural indirecto, actividad expositiva/concertística. La idea es evitar la politización del programa y asegurar su continuidad técnica.
  8. Complementariedad con espacios de memoria y producción.
    • Asociar el IBC con museos y medios locales para crear residencias, archivos y ciclos de formación. Las coproducciones como la que plantean algunas premiaciones podrían ser cofinanciadas por el programa como espacios de visibilidad para los beneficiarios.
  9. Descentralización efectiva.
    • Asignar cupos por departamentos y garantizar vocaciones territoriales (por ejemplo, bandas y gestores del Valle, del Eje Cafetero, de la Costa, del Pacífico). Evitar que el programa solo beneficie a quienes ya tienen redes en Bogotá.
  10. Protección a la libertad de expresión y mecanismos anti-captura.
    • Establecer cláusulas claras: la asignación del ingreso no debe implicar control de contenidos ni aprobación previa. Crear un consejo ciudadano-artístico plural que supervise transparencia y evite capturas políticas. La “lógica del mecenas” aquí se entiende como financiamiento público para la creación, no como tutela ideológica.
  11. Sinergias con políticas culturales existentes.
    • Integrar el IBC con convocatorias, compra pública de arte, programación cultural municipal y acuerdos con teatros y salas para presentar trabajos producidos por beneficiarios. Esto multiplica el retorno social y económico de la inversión.
  12. Contraargumentos y riesgos — y cómo mitigarlos
  13. • “Se volverá una renta para ociosos”: la evidencia del piloto irlandés contradice esta afirmación; los beneficiarios usan la estabilidad para producir, formarse y participar en proyectos colaborativos. Es clave diseñar la evaluación para demostrar efectos positivos.
  14. • Politización del fondo: crear órganos independientes, plazos y transparencia pública de beneficiarios reduce la posibilidad de captura.
  15. • Costo fiscal: hay que dimensionarlo con realismo: un piloto con 2.000 beneficiarios es una inversión relativamente baja en términos presupuestales nacionales pero con alto impacto simbólico y práctico. Además, los beneficios indirectos (empleo cultural, consumo, turismo cultural) amortiguan el gasto. Informes preliminares del piloto irlandés señalan retornos sociales y económicos favorables por cada euro invertido.
  16. Mecenas democrático vs. “dictadura cultural”
  17. Llamar a una política pública “dictadura cultural” cuando lo que se reclama es la dirección autoritaria del contenido es válido como advertencia histórica; pero sería un error interpretar que la intervención estatal y la existencia de grandes programas de apoyo equivalen a censura. El reto es que el Estado colombiano deje de verse solo como juez y supervisor, y asuma el papel que le corresponde en una democracia robusta: el de garante de derechos culturales. Ser mecenas no significa mandar sobre el arte: significa pagar la posibilidad de que el arte exista con autonomía.
  18. Irlanda nos recuerda que el Estado puede, sin imponer visiones estéticas, invertir en la libertad creativa y cosechar efectos sociales que van mucho más allá del aplauso: desarrollo económico local, salud pública, educación y memoria colectiva. Copiar ese modelo, con las adaptaciones territoriales y políticas que exige Colombia, es una inversión de futuro; una forma de reconocer que la cultura no es un lujo sino un bien público que sostiene la democracia y nos enseña quiénes somos. Si queremos que la memoria del rock y de tantas otras músicas deje de depender solo de iniciativas heroicas y dispersas, es hora de exigir que el Estado se convierta en mecenas responsable y que la cultura sea tratada como política de Estado, no como anécdota.
  19. Fuentes principales consultadas
  20. • Cobertura sobre la permanencia del programa Basic Income for the Arts en Irlanda (informes y notas recientes): Business Insider; Smithsonian Magazine; ArtNews; Citizens Information.
  21. • Información y fichas sobre los Premios Subterránica y su rol en la escena del rock colombiano.
  22. • Diagnósticos y recomendaciones sobre políticas culturales en Colombia (OECD, UNESCO y análisis sobre financiamiento y descentralización).
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Colombia

SAYCO sancionada nuevamente, Subterránica reivindicada otra vez: La corrupción que los músicos prefieren callar y aplaudir por un almuerzo.

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Actualización 01/12/2025: Posteriormente a la publicación original, un juez ordenó a la SIC retirar de sus propios canales la información relacionada con esta sanción, mientras se resuelven recursos en trámite. Esta orden aplica únicamente a la SIC y no obliga a terceros ni medios que replicaron la noticia, por lo que este contenido se mantiene publicado como registro informativo y de interés público.

Otra vez, después de décadas, los titulares anuncian lo que llevamos años diciendo, SAYCO de nuevo ha sido sancionada, sus directivos multados, el país “sorprendido” porque una entidad que se dice defensora de los autores en realidad los usa como excusa para seguir cobrando y enriqueciéndose. Y claro, ahí salen los comunicados, las frases de indignación, las promesas de cambio. Pero los músicos siguen callados, siguen firmando, siguen creyendo que “esta vez sí”, el músico colombiano es en su mayoría un muerto de hambre que calla la corrupción porque no tiene como más comer.

La sanción a SAYCO, una multa por aproximadamente $5.300 millones de pesos impuesta por la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), confirma lo que desde hace años denunciamos, impedir que autores gestionen individualmente sus derechos, clasificar a los afiliados como “titulares administrativos”, cobrarles un 10 % adicional y obligarlos a ceder todas las vías de comunicación pública para estar representados por el monopolio colectivo.

Pero no es la primera vez que pasa, son años de corrupción y deshonestidad, en 2018 la SIC la multó por $1.378 millones por abuso de posición dominante y violación de la libre competencia. En 2012 la Dirección Nacional de Derechos de Autor suspendió su personería jurídica y le impuso la multa máxima de 50 salarios mínimos legales vigentes (equivalente entonces a unos 28 millones de pesos) por «inoperancia de sus órganos de dirección, falta de transparencia, incumplimiento de deberes estatutarios». Y a los colombianos y sobretodo a los músicos les vale cinco… para ellos está el “cállese” porque nos vetan.

La historia de SAYCO es la historia de un monopolio consentido por el Estado y sostenido por el silencio de los músicos. Desde los años noventa hasta hoy ha sido denunciada por prácticas anticompetitivas, por retener dineros, por excluir a autores que no se someten al régimen interno. A lo largo de los años, las mismas familias, los mismos apellidos y los mismos métodos se repiten: estatutos que se reforman para perpetuar a los directivos, asambleas cerradas, informes maquillados. SAYCO se ha convertido en un modelo perfecto de lo que es la “gestión colectiva” en Colombia, un castillo de papel donde la ley sirve solo para proteger a los que ya están dentro, la justicia tambien es cómplice, así como es cómplice de los malos manejos de las EPS, de los abusos de los bancos y de todo lo que represente ganar dinero deshonesto sobre los derechos de los ciudadanos.

Cada vez que una sanción sale a la luz, los titulares hablan de “nuevo escándalo” como si fuera sorpresa. No lo es. Subterránica lo gritó una y otra vez, las sanciones son solo parches, ¿De dónde creen que sale el dinero para las sanciones? Usen la cabeza, las multas se pagan con la misma plata que recaudan de los artistas. Ninguna de estas sanciones ha significado una verdadera intervención ni un cambio estructural. Los millones que les quita la SIC los recuperan en cuestión de meses, porque el Estado nunca crea una alternativa real para los autores independientes. Y mientras tanto, la prensa cultural finge objetividad, los artistas institucionales se callan para no perder contratos y el público ni siquiera sabe cómo funciona el sistema que paga cada vez que suena una canción en un bar.

SAYCO, IDARTES y todo el aparato cultural estatal son piezas de la misma maquinaria burocrática que sofoca el arte en Colombia. La corrupción en el sector musical no se esconde, se exhibe con descaro, los mismos nombres en todas las convocatorias, los mismos jurados que se evalúan entre sí, los mismos gestores que se autodenominan “cultura”. Y cuando alguien levanta la voz, lo llaman a uno conflictivo. Pero no es conflicto, es dignidad. Y aunque el país entero parezca tolerar el robo sistemático de la cultura, Subterránica sigue en pie, con los mismos argumentos y la misma convicción, la de denunciar aunque nadie escuche, escribir aunque no cambie nada, sostener el espejo frente al monstruo hasta que al menos por un instante, se vea reflejado.

Subterránica lleva más de veinte años repitiendo lo mismo. Denunciando, investigando, poniendo nombres, mostrando documentos. Cuando dijimos que SAYCO actuaba como una mafia organizada, que el IDARTES protege burócratas y no artistas, que las entidades culturales son feudos de amigotes, nos llamaron resentidos, locos, conflictivos. Y sin embargo, aquí está otra vez la prueba, una multa millonaria por impedir a los autores gestionar sus propias obras, por condicionar sus contratos, por cobrar tarifas indebidas. No lo dice Subterránica; lo dice la Superintendencia de Industria y Comercio.

Pero nada cambia. Nada cambia porque en Colombia la corrupción no se castiga, se normaliza. Se vuelve parte del paisaje. Los músicos lo saben y callan, y al callar se vuelven cómplices. Ese es el círculo perfecto: los corruptos actúan, los jueces absuelven, los artistas callan, el público olvida. ¿Cuántas veces esta entidad corrupta ha sido multada y sancionada? ¿Cuántas veces la procuraduría tiene que demostrar la corrupción en otras instituciones que gestionan las artes en el Estado? Lo que se puede llegar a concluir es que tal vez o los colombianos somos estúpidos o que sencillamente no importa.

No hay inocentes en esta cadena… el que firma sin leer, el que paga sin preguntar, el que asiste a los mismos eventos estatales sabiendo que son vitrinas de favores políticos, todos son parte del engranaje. Aquí nadie quiere hacerse enemigo de nadie, y por eso todos terminan siendo socios de la impunidad.

Y los que insistimos en hablar nos volvemos los parias, pero preferimos eso antes que vivir arrodillados ante un sistema que prostituyó el arte. El Estado sigue alimentando las mismas vacas sagradas; las secretarías de cultura, IDARTES, las convocatorias amañadas, los jurados repetidos, los artistas institucionalizados que se reparten el presupuesto público como si fuera botín de guerra. Y cada tanto, cuando alguna sanción se hace pública, los medios anuncian que “ahora sí se hará justicia”. No, no se hará. No mientras sigamos creyendo que un comunicado es justicia. Y es que hay que repetirlo cien veces porque pareciera que no entendieran, el problema no es Sayco, no es Idartes, no son sus alidos sino los corruptos que trabajan ahí. La verdad no es difícil de entender, hasta un niño lo comprende.

La multa a SAYCO no es una victoria para nadie; es otra migaja, un teatro más en este país que premia al corrupto y castiga al que incomoda. Los músicos seguirán cobrando regalías miserables mientras los directivos se reparten millones. Seguirán viendo cómo sus obras son administradas por gente que no compone ni canta, pero cobra como si lo hiciera. Y seguirán tragando entero, porque aquí el que denuncia se queda sin contratos, sin toques, sin apoyo, sin “redes”.

Subterránica lo advirtió mil veces, el problema no es solo SAYCO, es la estructura cultural completa. Un país que tolera la corrupción en la música es el mismo que la tolera en la política, en la justicia, en la educación. Lo mismo disfrazado de gestión cultural.

Y sí, hemos tenido razón desde el principio y siempre la vamos a tener así a los mercenarios de las artes que le dan regalos de Navidad a sus hijos con dinero robado se ofendan. Pero tener razón en Colombia no sirve de nada. Aquí la verdad no cambia las cosas, solo las confirma.

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