Colombia
Los 10 momentos más importantes en la historia del rock colombiano.

El rock es un género musical que ha tenido presencia en Colombia desde mediados del siglo XX. El rock colombiano se ha caracterizado por su diversidad, su creatividad y su capacidad de fusionar el rock con otros ritmos y expresiones culturales del país. El rock colombiano también ha sido un medio de comunicación, de protesta y de resistencia de los jóvenes ante la situación social, política y económica de Colombia en diferentes épocas que ha tenido momentos de auge y de crisis, de éxito y de fracaso, de reconocimiento y de censura, pero siempre ha mantenido su esencia y su identidad. En este artículo, vamos a nombrar los 10 momentos más importantes del rock colombiano, que han marcado la historia y la memoria musical del país.
1. El concierto de Bill Haley y Los Cometas en Bogotá.

El rock and roll llegó a Colombia en 1957, de la mano de una película estadounidense que causó furor entre los jóvenes: “Semilla de Maldad”, que se proyectó en el cine Cid de Bogotá. La película, que retrataba la violencia y el desencanto de una generación rebelde, tenía como banda sonora el tema “Rock around the clock” de Bill Halley and his Comets, considerado uno de los primeros himnos del rock.
Cinco años después, el mismo Bill Halley y su banda pisaron por primera vez el escenario del Teatro Colombia, hoy Teatro Jorge Eliecer Gaitán, en diciembre de 1962. Fue la primera estrella internacional de rock and roll que se presentó en Bogotá, y su concierto marcó un hito en la historia musical y cultural de la ciudad.

Aunque el artista ya no estaba en la cima de su popularidad, su presencia en una ciudad conservadora y tradicionalista fue un signo de que Bogotá se abría al mundo y a las nuevas tendencias. El rock and roll empezó a competir con los géneros musicales dominantes, como la música clásica, el pasillo, el torbellino, el porro y la canción mexicana.
El concierto de Bill Halley fue una fiesta inolvidable para los jóvenes bogotanos, que se identificaron con el espíritu rocanrolero y se lanzaron a bailar en el foso del teatro, convirtiéndolo en una pista improvisada. Alvaro Díaz Manrique, integrante de la banda The Young Beats, recuerda así aquella noche: “Jovencitas y jovencitos que no nos conocíamos, esa noche estrechamos profundos lazos y bailamos durante todo el recital; otros, menos lanzados, los más mayores, llevaron el compás trepados en sus sillas. En cualquier caso, fue una fiesta que cambió nuestra forma de sentir la música: todavía está muy fresco en mi memoria el inicio del concierto cuando la banda se largó a tocar su éxito ‘Rock around the clock’ y nos apoderamos del foso del teatro, convirtiéndolo en un pandemónium. ¿Se alcanzan a imaginar eso? Era un sueño hecho realidad. O mejor, era estar dentro de un sueño en el que centenares de chicos y chicas adolescentes, al unísono, fuimos uno solo en medio de una danza tribal urbana, desenfadada y feliz”.
El rock and roll se instaló en Bogotá como una expresión de rebeldía, libertad y modernidad, y dio origen a una escena musical que se desarrollaría en los años siguientes, con bandas como Los Speakers, Los Flippers, Los Yetis y Los Ampex, entre otras. El concierto de Bill Halley fue el detonante de una revolución que cambiaría para siempre la vida cotidiana de la ciudad.
2. El nacimiento de la Nueva Ola en los años 60, con artistas como Harold, Óscar Golden, Los Flippers, Los Speakers y Los Yetis, que adaptaron el rock and roll y el beat a la realidad colombiana.

La Nueva Ola fue el término con el que se denominaba al grupo de músicos e intérpretes que adoptaron la influencia musical del rock and roll y el beat, provenientes de Estados Unidos y Europa, y los adaptaron a la realidad y el idioma de sus países1. La Nueva Ola se relacionó con otros movimientos artísticos como el beatnik y el pop art, que expresaban el descontento y la rebeldía de la juventud frente a la situación económica y social de la época2.
En Colombia, la Nueva Ola tuvo su auge entre 1963 y 1968, y se caracterizó por la diversidad de estilos y géneros que abarcó, desde el rock and roll, el twist, el surf, el soul, el bolero y la balada. Algunos de los artistas más representativos de la Nueva Ola colombiana fueron:
Harold Orozco: Fue uno de los pioneros de la Nueva Ola en Colombia, y se destacó por su voz potente y su carisma.
Óscar Golden: Se hizo famoso por sus interpretaciones de temas románticos y sentimentales.
Los Flippers: Fue una de las bandas más populares y exitosas de la Nueva Ola, y se especializó en el rock and roll y el surf. Sus integrantes eran jóvenes estudiantes que tocaban instrumentos eléctricos y cantaban en español e inglés.
Los Speakers: Fue otra de las bandas emblemáticas de la Nueva Ola, y se diferenció por su sonido más crudo y experimental, influenciado por el rock psicodélico y el garage. Sus miembros eran rebeldes y contestatarios, y sus letras reflejaban el inconformismo y la crítica social.
Los Yetis: Fue una banda que se formó en Medellín, y que se inspiró en el rock and roll y el beat de los Beatles y los Rolling Stones. Sus canciones eran alegres y divertidas, y trataban sobre el amor, la fiesta y la moda.
La Nueva Ola fue un fenómeno que marcó la historia del rock colombiano, y que dejó un legado de canciones, muchos artistas y estilos que influyeron en las generaciones posteriores.
3. El Festival de la vida en 1970.
El Festival de la Vida fue el primer festival de rock al aire libre y gratuito en Colombia, celebrado el 27 de junio de 1970 en el Parque Nacional de Bogotá. Fue organizado por Tania Moreno, una referente del hippismo nacional, y por Edgar Restrepo, Humberto Monroy y Roberto Fiorilli, dueños de Zodiaco Discos y miembros de Siglo Cero, la banda cabeza de cartel. El festival reunió a seis bandas de rock progresivo y psicodélico, que eran pioneras en el género en el país, y a más de 15.000 personas, que disfrutaron de un día de música, paz y naturaleza. El festival fue inspirado por el famoso festival de Woodstock de 1969 en Estados Unidos, y fue un hito para la cultura rock en Colombia, ya que mostró la creatividad, la diversidad y el talento de los músicos locales, así como el espíritu rebelde y contestatario de una generación que buscaba transformar la sociedad.

Se realizó el sábado 27 de junio de 1970 en el Parque Nacional de Bogotá, con un presupuesto de solo $10.000 pesos. Fue el primer festival de rock al aire libre y gratuito en Colombia, inspirado por el famoso festival de Woodstock de 1969 en Estados Unidos12. El objetivo del festival era promover la paz, el amor y la conciencia social entre la juventud, en contraste con la violencia y el conflicto que se vivía en el país y el mundo.
El festival contó con la participación de seis bandas de rock progresivo y psicodélico, que eran pioneras en el género en Colombia. Estas bandas fueron: Aeda, Terrón de Sueños, La Caja de Pandora, Siglo Cero, Los Yetis y Los Impala (estos últimos provenientes de Venezuela)123. El festival atrajo a más de 15.000 personas, que disfrutaron de seis horas de música en vivo, baile, arte y convivencia.

El Festival de la Vida fue un hito para la cultura rock en Colombia, ya que mostró la creatividad, la diversidad y el talento de los músicos locales, así como el espíritu rebelde y contestatario de una generación que buscaba transformar la sociedad. El festival también fue el precursor de otros eventos similares, como el Festival Rock en las Montañas, que se realizó en agosto de 1970 en el mismo lugar.
4. El Festival de Ancón en Antioquia.
El Festival de Ancón se realizó entre el 18 y el 20 de junio de 1971, fue un evento que desafió las normas tradicionales y congregó a miles de hippies en torno a la música estridente, marcó un hito en la historia de la juventud medellinense y en el desarrollo del rock en Colombia. Organizado por Gonzalo Caro Maya, conocido como Carolo, a la edad de 22 años, el festival tuvo lugar en el Parque Ancón Sur, al sur de Medellín, cincuenta años atrás.
Carolo, junto con colaboradores como Édgar Restrepo Caro, Humberto Caballero, y Álvaro Díaz, logró convencer al alcalde de Medellín, Álvaro Villegas Moreno, de la viabilidad del evento, a pesar de la resistencia de sectores conservadores. El lugar elegido, Ancón, fue seleccionado por sus hongos alucinógenos y se convirtió en escenario de tres días de lluvia, barro, humo dulzón, amor y peripecias absurdas.

Aunque enfrentaron críticas y oposición, Carolo y su equipo organizaron el festival bajo marcos legales, con Villegas autorizando el evento. Sin embargo, la destitución del alcalde fue impulsada por el sacerdote Fernando Gómez, quien lo acusó de permitir la invasión de “vagos y degenerados”. A pesar de los contratiempos, el festival se llevó a cabo con la participación de diversas bandas y solistas de Cali, Bogotá y Medellín.
La Gran Sociedad del Estado inauguró el evento bajo un aguacero, mientras la prensa nacional, encabezada por Gloria Valencia, cubría el acontecimiento. Aunque se intentó documentar el festival en fotografías y video, varios contratiempos, incluyendo un intento de incendio de material gráfico, resultaron en una escasa memoria visual y sonora del evento.
Con la asistencia de alrededor de 200 mil personas en tres días, el festival dejó pérdidas económicas, pero su impacto artístico fue destacado. El Pingüino Rojo, el único puesto de comida que operó durante todo el evento, se convirtió, al final, en un acto de caridad al aceptar marihuana como parte de pago de clientes sin dinero.
Tantas décadas después, el Festival de Ancón sigue siendo recordado como un punto de quiebre en la historia cultural de Medellín y como uno de los eventos cruciales en la evolución del rock en Colombia conocido como “El Woodstock Colombiano”.
5.Los primeros grandes conciertos en Bogotá: Carlos Santana y James Brown.

Es bien dificil hallar soporte documental del concierto de Santana en Bogotá pero sí sucedió. No como los hippies lo esperaban al estilo que se presentó en Woodstock, sino que lo hizo elegante vestido de blanco y muy espiritual según recuerda Willie Vergara. Santana se presentó en el Coliseo El Campín el 2 de octubre de 1973, como parte de su gira mundial. Fue uno de los primeros eventos grandes que se hicieron en el recién remodelado coliseo, y contó con la asistencia de más de 10.000 personas. Santana tocó algunos de sus éxitos como “Black Magic Woman”, “Oye Como Va” y “Samba Pa Ti”, e hizo una improvisación de más de 20 minutos con el grupo colombiano Génesis. El concierto fue un éxito y dejó una huella en la historia musical de Bogotá.
El Periódico El Tiempo recuerda:
El 10 de octubre de 1973 Santana apareció en la mitad del escenario del Coliseo El Campín envuelto en una nube de incienso para bendecir al público y pedirle con insistencia que se convirtiera en el espíritu de Dios: “Elevémonos juntos y unamos nuestras fuerzas positivas para que reine el amor… Y ahora sí estamos listos¡Arranquemos!”
Mientras tanto, afuera, cerca de 10 mil personas armaban el desorden y 54 de ellas resultaban detenidas por volcar e incendiar el automóvil de la embajada de Estados Unidos. Mientras Santana repartía bendiciones a 15 mil espectadores, afuera repartían bolillo.

Unos meses atrás ya se había presentado su majestad James Brown en el mismo coliseo que hoy es el Movistar Arena, fue otro evento memorable que tuvo lugar en el mismo año que el de Santana. Según una fuente, James Brown llegó a Bogotá el 28 de agosto y fue recibido por unos 200 fanáticos en el aeropuerto. Ese mismo día, ofreció un espectáculo impresionante en el coliseo, donde cantó algunos de sus clásicos como “Please, Please, Please”, “I Got You (I Feel Good)” y “Papa’s Got a Brand New Bag”. También hizo su famosa “muerte” teatral en escena, cubriéndose con una capa negra y luego levantándose para seguir cantando. El concierto fue presenciado por unas 15 mil personas, que quedaron fascinadas por la energía y el talento del “Padrino del Soul”.
6. El nacimiento del movimiento del Ultra Metal y el Punk en Medellín en los años ochenta como respuesta a la violencia y al caos social que se vivía en el país.

El ultra metal y el punk en Medellín fueron movimientos musicales que surgieron en los años 80 como una forma de expresar el descontento, la rebeldía y la resistencia de los jóvenes ante la situación de violencia y criminalidad que vivían en la ciudad. Influenciados por bandas extranjeras como Metallica, Slayer, Venom y Sex Pistols, los grupos locales crearon un sonido crudo, caótico y agresivo que reflejaba la realidad marginal y el no futuro que les esperaba. Algunas de las bandas más representativas del ultra metal fueron Parabellum, Reencarnación, Blasfemia y Mierda, mientras que del punk se destacaron Mutantex, I.R.A., Pestes y Fértil Miseria. Estas bandas se dieron a conocer a través del intercambio de cassettes, las presentaciones en vivo y el boca a boca, ya que no contaban con el apoyo de los medios de comunicación ni de la industria musical. Su música también llamó la atención de algunos directores de cine que quisieron plasmar en la pantalla la cultura y el estilo de vida de estos jóvenes.
Uno de ellos fue Víctor Gaviria, quien en 1990 estrenó la película Rodrigo D no futuro, un drama social que narra la historia de Rodrigo, un adolescente que sueña con ser baterista de una banda de punk, pero que se ve atrapado por la violencia y la pobreza de su barrio. La película fue una de las primeras en mostrar la realidad de los sicarios, los narcos y los jóvenes marginales de Medellín, y también en darle protagonismo a la música punk y metal como una forma de expresión y resistencia. La banda sonora de la película incluyó canciones de bandas como Mutantex, Pestes, Blasfemia, Reencarnación y Ekrion, y se convirtió en un clásico del rock subterráneo colombiano. La película y su banda sonora fueron reconocida internacionalmente y tuvieron una gran influencia en el desarrollo del rock nacional y en la visibilización de la problemática social de Medellín.

Aparte, La relación entre Mayhem y el ultrametal de Medellín es una de las leyendas más interesantes del metal extremo. Según algunos testimonios, la banda noruega de black metal se inspiró en el sonido crudo, caótico y violento de bandas colombianas como Parabellum y Reencarnación, que habían creado el subgénero del ultrametal a mediados de los años 80. El contacto entre estas bandas se habría dado a través del intercambio de cassettes por correo postal, una práctica común entre los metaleros underground de la época. Así, Mayhem habría escuchado las grabaciones de Parabellum y Reencarnación, y habría quedado impresionado por la atmósfera sucia y agresiva que reflejaba la realidad marginal y violenta de Medellín. Esto habría influido en el estilo musical y estético de Mayhem, que se caracterizó por ser uno de los más radicales y polémicos del black metal, con letras sobre satanismo, muerte y nihilismo, y con actos como el suicidio de su vocalista Dead, el asesinato de su guitarrista Euronymous y la quema de iglesias. Sin embargo, esta relación entre Mayhem y el ultrametal de Medellín no está del todo confirmada, y hay quienes la consideran solo un mito o una exageración. Lo cierto es que tanto el ultrametal como el black metal noruego fueron movimientos musicales que surgieron en contextos de crisis social y que expresaron su rebeldía y resistencia a través de un sonido extremo y una estética oscura.
7. El Primer Concierto de Conciertos en Bogotá en medio del movimiento del “Rock en Español”.
El Primer Concierto de Conciertos en Bogotá fue el primer evento masivo de música en el Estadio El Campín que se realizó el 17 y 18 de septiembre de 1988, con la participación de artistas nacionales e internacionales de rock en español. Fue organizado por Fernando Pava Camelo, director de la emisora Super Stereo 88.9, con el apoyo de Felipe Santos, Armín Torres, Julio Correal, Coca-Cola y la Alcaldía de Bogotá.

El concierto fue un hito para el rock colombiano, ya que fue uno de los primeros y más grandes espectáculos de este género en el país y reunió a más de 70.000 personas que disfrutaron de la música de bandas como Soda Stereo, Los Prisioneros, Los Toreros Muertos, Miguel Mateos, Franco de Vita, Yordano, Compañía Ilimitada y Pasaporte, entre otras. El concierto también fue una muestra de la diversidad y la creatividad de la cultura juvenil de la época, que expresaba su rebeldía, su identidad y su resistencia ante la situación de violencia y crisis social que vivía el país.

El concierto tuvo algunos problemas, como la oposición de los periodistas deportivos que temían por el daño al estadio, la lluvia que afectó el sonido, pequeños disturbios que se presentaron afuera, la falta de preparación de los técnicos de audio, el mal sonido y las críticas de algunos sectores que consideraban que el rock era una música extranjera y decadente. Sin embargo, el concierto también tuvo muchos logros, como la difusión y el reconocimiento del rock en español en Colombia, el intercambio y la integración de los artistas de diferentes países, la visibilización y la reivindicación de los jóvenes como actores sociales y culturales, y la creación de un referente histórico y simbólico para el rock nacional. El concierto de conciertos fue, sin duda, uno de los momentos más importantes para el rock colombiano, y se convirtió en un ícono de la memoria musical y colectiva del país.
8. 1992: Cuando sacaron a bala a David Gilmour de Cali porque a los traquetos no les gustaba el Rock y en Bogotá cayó la November Rain que dejó al campín y al país sin conciertos por casi una década.

David Gilmour, el legendario guitarrista de Pink Floyd, fue invitado por Chucho Merchán, un músico colombiano que había trabajado con él en Inglaterra, para participar en un concierto ecológico llamado Ecomundo 92. El concierto se realizó el 4 de diciembre de 1992 en el Estadio Pascual Guerrero, y también contó con la presencia de Roger Daltrey, el vocalista de The Who, y Phil Manzanera, el guitarrista de Roxy Music. Pero el concierto fue un fracaso, ya que tuvo muchos problemas de organización, sonido, seguridad y público.

Según algunas fuentes, el concierto fue boicoteado por el Cartel de los Rodríguez Orejuela que controlaba la ciudad y que no toleraba el rock ni a los jóvenes que lo escuchaban. Al parecer, los narcos amenazaron a los organizadores y a los artistas y enviaron sicarios al estadio para intimidar y disparar al aire. También se dice que hubo disturbios y enfrentamientos entre la policía y los asistentes, que no superaron las 10.000 personas. El concierto terminó antes de lo previsto, y los artistas tuvieron que salir escoltados del estadio y del país. David Gilmour y los demás se sintieron decepcionados y asustados por la experiencia y juraron nunca más volver a Colombia (Gilmour si lo hizo). El concierto de Ecomundo 92 fue uno de los episodios más tristes y vergonzosos de la historia del rock colombiano pero también demostró la tenacidad y el alma de Chucho Merchán y de su amor por el rock y hasta donde puede llegar un ser humano por esta pasión.
Mientras tanto el 30 de noviembre en Bogota tocaba Guns and Roses en el Estadio El Campín, como parte de su gira mundial Use Your Illusion. Fue uno de los primeros y más grandes conciertos de rock que se hicieron en Colombia, pero también fue uno de los más problemáticos y polémicos. El concierto tuvo muchos inconvenientes, como la cancelación de uno de los dos shows que estaban programados, por el retraso de los equipos que venían de Venezuela, donde hubo un intento de golpe de Estado. Esto generó la molestia de algunos fanáticos que no pudieron entrar al único concierto que se realizó, y que iniciaron una serie de disturbios y enfrentamientos con la policía a las afueras del estadio. El concierto también tuvo fallas de organización, sonido, seguridad y público, y no cumplió con las expectativas de los asistentes, que esperaban escuchar algunos de los éxitos de la banda, como “Sweet Child O’ Mine” y “Knockin’ on Heaven’s Door”, que no fueron tocados. El momento más emotivo del concierto fue cuando la banda interpretó “November Rain”, y coincidió con una fuerte lluvia que cayó sobre el estadio. El público cantó y se mojó junto a la banda, que tuvo que salir del escenario por el riesgo de electrocución y el concierto terminó antes de lo previsto, y los artistas tuvieron que salir escoltados del estadio y del país. El concierto de Guns and Roses en Bogotá fue un fracaso y dejó una mala imagen del rock colombiano entre los sectores más mojigatos de la sociedad que presionaron para que se prohibieran los conciertos en El Campín. El directo afectado fue el italiano Eros Ramazzoti quien terminó tocando en un potrero improvisado. Después de esto hubo pocos conciertos internacionales en mucho tiempo en el país.
9. El Primer Rock al Parque.
Rock al Parque se realizó en Bogotá por primera vez en 1995 y se convirtió inmediatamente en una bandera de la ciudad. El festival nació como una iniciativa de Mario Duarte, vocalista de la banda La Derecha, Julio Correal, productor musical, y Berta Quintero, subdirectora de fomento del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, con el objetivo de promover el rock nacional y de crear un espacio de convivencia y tolerancia para los jóvenes de la ciudad. El primer Rock al Parque se realizó del 26 al 29 de mayo de 1995 en diferentes escenarios como la Media Torta, el Parque Simón Bolívar, el Estadio Olaya Herrera y la Plaza de Toros La Santa María. Contó con la participación de 43 bandas colombianas, como Aterciopelados, 1280 Almas, Morfonia y Catedral, y dos invitados internacionales, Fobia de México y Seguridad Social de España. El festival fue un éxito y reunió a más de 70.000 personas, que disfrutaron de la diversidad y la creatividad del rock en español. El primer Rock al Parque significó un hito para el rock colombiano ya que fue el primer y más grande evento de este género en el país, y dio a conocer a muchas bandas locales que luego se consolidarían en la escena nacional e internacional.

También fue una muestra de la cultura y el estilo de vida de los jóvenes de la época, que expresaban su rebeldía, su identidad y su resistencia ante la situación de violencia y crisis social que vivía el país. Lamentablemente con el tiempo este festival se sumió en la corrupción y la deshonestidad, pero no se puede desconocer su importancia en la escena del rock y el metal colombiano.
Una de las características del primer Rock al Parque y que explica mucho de lo que fueron las bandas que se consolidaron en la escena, fue que la mayoría de las bandas que se presentaron venían de la escuela Tejedores de Sociedad, un programa del Instituto Distrital de Cultura y Turismo que buscaba formar a los jóvenes de los sectores populares de la ciudad en la música, el arte y la cultura. La escuela Tejedores de Sociedad ofrecía talleres de técnica de guitarra, teoría musical, armonía, jazz, historia de la música colombiana e investigaciones sobre músicas indígenas, entre otros. Algunos de los profesores de la escuela eran músicos reconocidos, como Teto Ocampo, Humberto Monroy y Chucho Merchán. La escuela Tejedores de Sociedad fue una plataforma para que muchas bandas emergentes pudieran mostrar su talento y su propuesta musical, y también para que se generara un intercambio y una integración entre los músicos de diferentes regiones y estilos. La escuela Tejedores de Sociedad fue un factor clave para el desarrollo y la consolidación del rock colombiano, y para el éxito del primer Rock al Parque.
10. La consolidación del rock alternativo y fusión en los años 90 que revivió el rock a gran escala en Colombia.

El rock alternativo y fusión en los años 90 en Bogotá y Medellín fue una enorme escena musical que se caracterizó por la diversidad, la creatividad y la innovación de las bandas que mezclaron el rock con otros géneros como el pop, el funk, el reggae, el rap, el ska, el metal y la música folclórica. Algunas de las bandas más representativas de esta escena fueron Aterciopelados, 1280 Almas, La Pestilencia, Estados Alterados, Ekhymosis, Kraken, Morfonia, La Derecha, Catedral, I.R.A., Los Aterciopelados, entre otras. Estas bandas lograron una gran popularidad y reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional, y expresaron a través de sus letras y su música la realidad social, política y cultural de Colombia en una época marcada por la violencia, el narcotráfico y la crisis. El rock alternativo y fusión en los años 90 en Bogotá y Medellín fue una de las escenas más importantes y vibrantes de la historia del rock colombiano.
El primer video en MTV de una banda colombiana fue el de Estados Alterados y el primer Grammy para el rock colombiano fue el de Aterciopelados, estos logros hacían soñar con que Colombia por fín iba a estar en el radar del mundo como lo hacía México o Argentina. Algunas disqueras se aventuraron con los discos como MTM o BMG con su sello Culebra. Lastimosamente esta escena murió con el rock en 1999 junto a los disturbios de Woodstock y todo el movimiento pop que fue reemplazándolo. Subterránica retrató esta década en el libro “Cuando las calles eran de hierro” de Szarruk.
Estos son diez momentos que marcaron esta pequeña historia de nuestro rock que no es tan nutrida como la de otros países pero que sí tienen alma y han sido importantes. De seguro hay muchos más pero estos son los vitales. Cuando el nuevo siglo comenzó el rock decayó, fue lentamente reemplazado por las modernizaciones y folclorizaciones, se dio un conato de resurgimiento con dos movimientos muy fugaces: el new metal y el neo punk, pero no alcanzaron a durar mucho tiempo. Hoy en día el rock lucha por mantener su nicho y está casi extinto en Colombia en donde el Metal aprovechó y ha venido a reemplazar todos los espacios que el rock tenía consolidándose como una de las escenas actuales más importantes…y por supuesto la llegada de Subterránica al país en 2005 que es lo que nos trae acá en este momento… larga vida al rock colombiano.
Colombia
Distritales al rescate: El fuego auténtico en Rock al Parque 2025

He sido crítico de Rock al Parque muchas veces, y no me arrepiento. Pero esta vez, en lugar de empezar desde la indignación, voy a empezar desde la verdad más evidente del cartel 2025… lo mejor que tiene este festival, de lejos, son las bandas distritales. Y eso no es opinión, es resultado de haber visto a cientos de grupos en vivo, desde los escenarios de Metal Battle Suramérica, cientos de conciertos en los circuitos locales, hasta los Premios Subterránica y El Monster del Rock, donde el talento, la propuesta y la pasión de la escena bogotana superan con creces a muchos de los nombres reciclados que siguen copando los titulares. Este artículo no es pretende ser una descarga emocional, es una crítica con argumentos, con cifras y con contexto, porque con un poco más de cinco mil millones de pesos encima, el festival más importante de rock del país debería tener el coraje de mirar a sus verdaderos protagonistas de frente y darles el lugar que merecen.
Cada año, cuando se publica el cartel de Rock al Parque, una sensación de déjà vu se apodera de gran parte de la comunidad musical independiente de Bogotá, la edición número 29 no es la excepción y aunque se nos presenta con bombos y platillos un cartel internacional que debería justificar una inversión de más de cinco mil millones de pesos del erario, lo cierto es que muchos de los nombres seleccionados no solo son recurrentes en la historia del festival, sino que, en términos de impacto artístico y relevancia actual, dejan más dudas que certezas.
La presencia de agrupaciones como La Derecha o Polikarpa y sus Viciosas, aunque históricamente valiosas, se ha convertido en una constante casi automática, ojo, no se cuestiona su aporte a la historia del rock nacional, pero sí la insistencia con la que se les programa en un evento que supuestamente busca la renovación, la diversidad y el descubrimiento, sobre todo cuando tenemos más de cuatro mil bandas de rock, metal y sus corrientes activas en el país. Esto resulta especialmente problemático cuando el discurso oficial insiste en destacar la inclusión de propuestas nuevas o poco visibles. ¿Cómo puede hablarse de renovación cuando muchos de estos nombres han estado presentes de manera casi ininterrumpida durante tres décadas?

Y entonces tenemos que los verdaderos protagonistas del festival son las bandas distritales seleccionadas a través de convocatorias rigurosas y meritocráticas, pero ellas siguen siendo tratadas como una especie de relleno. Estas bandas que representan lo mejor del presente y el futuro del rock bogotano, son puestas a abrir tarimas aún vacías, en horarios marginales y sin la visibilidad o el respaldo institucional que merecen, por ejemplo Herejía, una de las mejores propuestas actuales de Colombia. Muchos de estos artistas son talentos que han trabajado arduamente, con escasos recursos, para construir propuestas auténticas, sólidas y creativas. Y sin embargo, su participación en Rock al Parque parece responder más a un protocolo administrativo que a un real interés curatorial, ellas deberían ser las cabezas de cartel porque lo merecen, están mucho más arriba en calidad musical, en show y en solidez que todo el cartel internacional e incluso los invitados nacionales en donde se puede ver un par de favores.
He tenido la oportunidad de ver en vivo a todas las bandas distritales seleccionadas para esta edición, gracias a mi trabajo con Subterránica, un espacio que desde hace más de dos décadas ha tratado de ser uno de los pocos que realmente apoya y visibiliza la escena independiente. Conozco de primera mano el nivel interpretativo, compositivo y escénico que manejan grupos como Chimó Psicodélico, Piel Camaleón, Herejía, Okinawa Bullets o Urdaneta, Somberspawn por ejemplo, es un camión y al menos ellos quedaron en un buen horario, pero el resto no. Muchos de ellos tienen proyección internacional, una estética sonora única y una conexión real con las nuevas generaciones. A ellos debería dirigirse el foco del festival si en verdad se quiere hablar de circulación, memoria, y apuesta por el futuro.

Ahora bien, cuando se plantea una crítica al cartel de Rock al Parque, no puede pasarse por alto el costo de producción del evento. Cinco mil millones de pesos. Es una cifra monumental, sobre todo cuando se la compara con eventos similares en el mundo. Festivales de talla global como Hellfest en Francia, Primavera Sound en Barcelona o el Wacken Open Air en Alemania manejan presupuestos similares —algunos incluso más bajos— y logran convocar carteles mucho más ambiciosos, con artistas de primer nivel mundial, producciones impecables y en muchos casos, una rentabilidad sostenida. La diferencia es que allá hay una estructura empresarial, una lógica de sostenibilidad y un enfoque curatorial realmente audaz, acá no. Y sí, allá el público paga una entrada, lo cual también permite que el presupuesto sea redistribuido de forma más eficiente y no se dependa completamente de recursos estatales.
En cambio, en Bogotá, los recursos públicos se usan para traer artistas cuya actualidad es cuestionable, cuyas giras son poco exitosas o que simplemente no representan una novedad. El problema no es que se les invite, todos los artistas tienen derecho a trabajar, el problema es la proporción entre inversión, resultado y pertinencia cultural. ¿De verdad un cartel como el de 2025 amerita ese presupuesto?
Pero más allá del cartel, el problema de fondo es estructural. La curaduría de Rock al Parque ha venido girando desde hace muchos años en torno a un circuito cerrado de nombres y contactos que aunque no necesariamente ilegales, sí configuran una forma de clientelismo cultural. Muchos de los actores que toman decisiones o influyen en la programación repiten roles año tras año, lo que genera una homogenización de las propuestas, un estancamiento estético y una desconexión con lo que realmente está ocurriendo en la escena alternativa de Bogotá y del país respecto al mundo, antes, en los noventa, una banda pegaba en el festival y al otro día estaba sonando en las radios, crecían, eran otros tiempos.

Y sin embargo no todo está perdido. La razón por la que seguimos hablando de Rock al Parque y por la que aún duele su deterioro conceptual, es porque fue y puede volver a ser un símbolo de inclusión, de descubrimiento, de poder para el público. La energía está en los distritales, en las nuevas voces, en las propuestas que no necesitan más que un par de amplificadores y una visión clara para estremecer a quien los escuche. El festival debería dejar de mirar hacia atrás con nostalgia y atreverse a mirar hacia los lados y hacia adelante. No hay que temerle al cambio. Al contrario, hay que temerle al conformismo.
La Bogotá rockera, esa que dicen es “diversa”, combativa y creativa está viva, pero no se está viendo representada en el evento que debería ser su fiesta máxima. Ojalá esta crítica no se lea como un acto de odio, que sería el camino fácil, sino como un llamado a la responsabilidad, al respeto por el dinero público y sobre todo al amor que muchos sentimos por la música que ha sido parte de nuestras vidas. La crítica no es destrucción; es una forma de cuidar lo que aún se puede salvar.
Desde acá, desde estas líneas, los invito a asistir a ver a los distritales, hay propuestas de talla mundial, no se van a arrepentir.
@felipeszarruk
Colombia
I.R.A celebra la llegada de sus 40 años con el video “Lo imposible”

La legendaria banda de punk colombiana I.R.A. originaria de Medellín, celebra sus 40 años de trayectoria con el lanzamiento de su nuevo sencillo y videoclip titulado “Lo Imposible”, el estreno se realizó el pasado viernes 16 de mayo de 2025 y marca el inicio de una serie de actividades conmemorativas por sus cuatro décadas en la escena musical.
Formada en 1985 bajo el nombre S.I.D.A. (Sucios y Desordenados Anarquistas) la banda adoptó en 1986 el nombre I.R.A., acrónimo de “Ideas de Revolución Adolescente”. Desde entonces han mantenido una postura independiente y autogestionada, consolidándose como pioneros del punk en Colombia y Latinoamérica, con más de 15 discos, 200 canciones, 5 libros publicados y más de 500 conciertos en 10 países, I.R.A. ha dejado una huella imborrable en la música alternativa y el rock colombiano.
El videoclip de “Lo Imposible” fue producido de manera independiente por I.R.A. en colaboración con T.K.G Films. El tema es interpretado por Mónica Moreno, David Viola y Duván Ocampo, mientras que Jacobo y Emiliana participan como actores. La dirección de fotografía estuvo a cargo de Óscar Baena y Carlos Cadavid, y la edición fue realizada por David Viola.
“Lo Imposible” continúa la tradición de I.R.A. de abordar temáticas sociales y políticas con una perspectiva crítica y reflexiva, manteniendo la energía y autenticidad que los caracteriza.

A lo largo de su carrera, I.R.A. ha sido reconocida por su compromiso con causas sociales y su participación en eventos emblemáticos del punk mundial, como sus presentaciones en el CBGB de Nueva York y su participación en el Punk Rock Bowling de Las Vegas. Su legado incluye no solo música, sino también literatura, con publicaciones como “Aguante I.R.A. 30 Años de Punk”, que documenta su historia y filosofía.
Con “Lo Imposible”, I.R.A. reafirma su posición como una de las bandas más influyentes del punk colombiano, celebrando cuatro décadas de resistencia, creatividad y autenticidad.
Colombia
Crónica: El Monster del Rock Subterránica 2025 inicia con una batalla de alto calibre en Bbar Bogotá

Por Felipe Szarruk para Subterránica
La primera batalla del Monster del Rock Subterránica 2025 no fue solo un concurso, fue una manifestación de la diversidad sonora, la urgencia creativa y el espíritu irreverente que ha caracterizado a Subterránica durante más de dos décadas. Cinco propuestas encendieron el escenario en una noche llena de tensiones técnicas, descubrimientos estilísticos y momentos de gloria musical. La escena subterránea de Bogotá se vistió con cuero, sombras, distorsiones y discursos crudos para dar inicio a una de las ediciones que promete ser de las más reñidas en la historia del certamen que ya por las quince ediciones.
Munnopsis: la maquinaria afinada que abrió las puertas del infierno

Abrir un concurso nunca es fácil. La primera banda enfrenta no solo al público aún frío, sino también a la responsabilidad de marcar el tono. Pero Munnopsis, con una presencia ya consolidada en la escena más aferrada del metal colombiano, no solo aceptó el reto, lo pulverizó.
Su propuesta fue, sin exagerar, la más musicalmente sólida de la noche. Desde el primer golpe de batería se percibió un sonido contundente, sin fisuras, claramente trabajado durante años, hay una madurez en Munnopsis que se respira en la ejecución y en la cohesión entre sus integrantes. Lo suyo no es una banda que improvisa ni que tantea, es una máquina bien aceitada que ha encontrado su identidad y la defiende con fuerza.
El diálogo con el público fue otro punto alto, supieron conectar a pesar de que en ese momento era escaso, supieron leer la sala y sostener la atención sin perder contundencia. En una noche con altos y bajos técnicos, ellos impusieron el estándar. Es evidente que su lugar está entre los nombres más firmes del metal nacional actual.
Hadal Spectre: juventud, fuego interno y técnica en ebullición

Si Munnopsis representó la solidez, Hadal Spectre fue el símbolo de la evolución. Jóvenes, sí, pero con una química interna que se sintió desde los primeros compases. Hay una comunicación natural entre sus músicos, una sinergia que no se compra ni se estudia, simplemente está ahí.
Musicalmente, el grupo se mueve en un terreno en construcción, su género está en pleno proceso de definición, pero esa incertidumbre lejos de ser una debilidad se convierte en un laboratorio sonoro que revela talento individual a raudales. Cada integrante destaca por derecho propio, sin egos ni sobrecargas, y eso ya es decir mucho en una escena donde muchas bandas aún luchan por equilibrar virtuosismo y trabajo en equipo.
Hubo nervios pero supieron canalizarlos en pasión. Lo más difícil de lograr en escena es ejecutar a niveles técnicos altos y a la vez ofrecer un show real, con emoción, con piel. Ellos lo hicieron. Falta pulir detalles, sin duda, pero hay madera de banda grande en Hadal Spectre y su evolución promete ser fascinante de seguir.
Spectral: oscuridad estética y precisión conceptual

Spectral no solo llegó lista sino que llegó con una propuesta estética y musical consolidada, con un performance trabajado, inquietante y magnético.
Desde su entrada, la puesta en escena fue un espectáculo oscuro, teatral y coherente, no se trataba solo de un concierto, sino de una experiencia. El uso del maquillaje y las máscaras, la atmosfera, la actitud escénica, las pausas y silencios, todo estaba calibrado para transmitir un universo particular, el de una banda que bebe del ocultismo estético, con claras influencias de Mercyful Fate y otras agrupaciones clásicas del metal teatral.
Musicalmente, lograron una fusión de géneros que resultó tanto divertida como potente, lo suyo es una mezcla de elementos que no compite con lo técnico, sino que pone el foco en la atmósfera y en el impacto, la ejecución fue precisa, sin ser fría, y el concepto de la oscuridad, el misterio y lo ritual se sostuvo de principio a fin. Spectral está lista para cosas grandes.
Osaka 32: un universo sonoro entre dos voces y dos culturas

Probablemente la propuesta más original de la noche fue la de Osaka 32, una banda que no solo hace música, sino que teje un puente cultural entre oriente y occidente. Su presentación fue una muestra de creatividad, riesgo y sensibilidad estética.
La dupla vocal con una voz masculina potente y agresiva contrastando con una femenina armónica y melódica funcionó como un péndulo emocional que llevó al público por diferentes registros. El resultado fue un tándem poco convencional pero efectivo, que dejó una marca clara.
A pesar de los problemas técnicos y humanos que afectaron su presentación y por los cuales la organización les pide disculpas, lograron conectar con el público, llevándose el voto popular de la noche, lo cual no es poca cosa considerando la escasa asistencia. Osaka 32 demostró que tiene seguidores y una propuesta con corazón, que podría fortalecerse aún más si suman elementos visuales que remitan con más claridad a las culturas asiáticas que evocan en su narrativa. Son una banda con futuro que podría ser muy brillante si saben encontrar su camino en el mercado y en la escena.
Sucia Eukaristia: la liturgia punk del caos

El final de la noche llegó con furia, pogo, caos, irreverencia y una misa punk que convirtió el Bbar en un templo de la distorsión. Sucia Eukaristia es una banda con concepto pleno, definido, furioso y contracultural, lo de ellos es performance, música y manifiesto al mismo tiempo.
La presencia escénica del cantante marcó uno de los momentos más potentes de la noche, dominó el escenario, agitó al público, lo confrontó y lo celebró. En una escena donde muchas bandas aún temen incomodar, ellos lo hacen con gusto. Son una fiesta cruda, violenta, pero honesta, una eucaristía profana que funciona como válvula de escape y como protesta.
El punk tiene eso, siempre se lleva al público, lo involucra, lo hace vivir la experiencia del concierto. La propuesta de Sucia Eukaristia podría fortalecerse aún más si se unificaran visualmente, imaginar a toda la banda vestida bajo un mismo concepto sería inmersivo y devastador, pero ya desde ahora tienen una de las puestas en escena más potentes y auténticas de la competencia.
El Veredicto
En una noche de público escaso, pero con propuestas de alta factura, el jurado conformado por Angie Roa (Cantante, compositora), Dave (Músico, compositor), Leonardo Neizza (Baterista consolidado del rock colombiano), Felipe Szarruk de Subterránica, el público y las mismas bandas, tomó una decisión: Spectral fue la banda ganadora de la noche y por lo tanto primera finalista, con tres votos del jurado y uno adicional del público, totalizando cuatro. Su proyecto fue valorado por su ejecución, su estética, su originalidad y su coherencia conceptual. El voto del público fue para Osaka 32, mostrando que las nuevas generaciones también tienen su nicho y su voz.
Fue una batalla de altísimo nivel, una muestra de lo que viene. Si las próximas fechas mantienen este calibre, el Monster del Rock Subterránica 2025 será una de las ediciones más difíciles y emocionantes de la historia reciente del rock colombiano.
Nos vemos en la próxima batalla. La escena está viva. El monstruo ha despertado.
P.D.: Solidaridad con Narcocracia
Desde Subterránica, expresamos nuestra profunda solidaridad con la banda amiga Narcocracia, quienes fueron víctimas de una agresión al finalizar su presentación en Manizales el pasado 23 de mayo. Un individuo lanzó tres botellas contra los integrantes de la banda, impactando a su vocalista, Leandro Martínez, y causándole lesiones de consideración .
Narcocracia ha sido una voz crítica y valiente dentro de la escena del metal colombiano, utilizando su música para denunciar las injusticias sociales y políticas. Este acto de violencia no solo atenta contra la integridad de los artistas, sino que también refleja una problemática más amplia de intolerancia y agresión en espacios culturales que deberían ser seguros y de expresión libre.
Nos unimos al llamado de reflexión sobre la necesidad de construir una escena musical basada en el respeto, la empatía y el trabajo colectivo. La música debe ser un refugio y un espacio de resistencia, no un campo de batalla para egos y violencias.
A nuestros amigos de Narcocracia, les enviamos nuevamente un abrazo fraterno y nuestro apoyo incondicional. Su voz es necesaria y su lucha, también la nuestra.
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