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Colombia

Rock al Parque: El balance final, los 10 mejores actos, las decepciones y los mensajes que quedan.

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Como siempre estuvimos cubriendo el festival los tres días, esta vez con objetivos un poco diferentes al mero cubrimiento periodístico pues estamos en la mitad de la elaboración de la tesis que trata precisamente sobre todo este maremagnun llamado “rock colombiano” y sus instituciones. Les recomendamos leer los dos primeros artículos ya publicados antes de leer este, pero bueno comencemos.

Fue un festival dificil para la producción por tanta lluvia, recordemos que la elección de noviembre siempre fue una mala decisión y por eso el festival había cambiado de fechas, pero al ser este un mes un poco más tranquilo para los artistas volvimos a los festivales bajo la lluvia. Igual, al ser gratuito así caiga plomo fundido del cielo la gente aparecerá para ver a las bandas del cierre. El patrón de hace décadas se sigue repitiendo, escenarios vacíos antes de las 6 de la tarde, no sirvió comenzar un poco más tarde. Pero el balance general es bueno, creo que ha sido una de las mejores ediciones desde hace mucho tiempo y eso se notó también por el cambio de curaduría, la del año pasado fue terrible con su vocera “tropical” vendiendo la idea de que la cumbia era lo mismo que el rock en un video público y las anteriores bajo la dictadura cultural de una personaje nefasto casi acaban por completo este espacio que es patrimonio cultural de Bogotá.

Lo del tercer día fue una fiesta para el público bogotano, mucho ska, muchos ritmos caribeños y sí, salsita, merengue, etc. Al parecer esto no va a cambiar, sobretodo porque hay muchos músicos que ignoran los géneros musicales, mucho músico en Colombia que cree ser “extravagante y sofisticado” y que para sacarle eso de la cabeza es como enseñar a sumar a una mula esperando que la mula aprenda primero.

Pero a pesar de esto y de los pseudo periodistas que no quieren dejar de repetir este discurso hasta el cansancio, Rock al Parque 2024 contó con buena asistencia, buenos actos y algunas enseñanzas que podemos aprender.

Comencemos con los que para nosotros fueron los 10 mejores actos de esta edición:

Mortis y los Desalmados: Aunque eso de putear al estado desde la tarima que paga el estado es una de las grandes absurdeces del rock colombiano, esta banda es bestial. Muy buenos, combinando elementos del Rockabilly, el rock, el blues y el country con mensajes sobre la realidad de un país acabado por la corrupción y la violencia, sumado a un excelente show, demostraron porque fueron el puntaje más alto de este año. La novedad de tener una banda así toca aprovecharla, son buenos músicos y sin duda una banda que comienza a notarse y esperemos que el festival les sirva como vitrina.

Pez errante: Una de las pocas buenas bandas de Rock, el rock colombiano está mal, muy mal, esta banda, sin pretensiones ni ambiciones sonoras extrañas, tiene un sonido clásico, divertido y bien armado, ese es el rock que no escuchamos desde hace tiempo, sin que se ahogue en tamboras, guacharacas y papagayos, sencillamente rock, buen rock.

Stuck in the sound: Una de las mejores bandas de todo el festival, con un sonido clásico que evoca el rock post alternativo, limpios e impecables en la ejecución con una voz notable. Una banda para seguir de ahora en adelante

Loathsome Faith: La banda de larga trayectoria demuestra una vez más porque están tan presentes en la escena local, Angel Niño y su combo tienen la facilidad de comerse los escenarios, aun bajo la lluvia, aun con poco público, una maquina sonora, intercambiando entre lenguajes, entre distorsiones, Loathsome Faith sencillamente es de lo mejor que tenemos en el Metal colombiano. Agreguenle crédito al ingeniero de audio que los hizo sonar muy bien.

Afsky: Ole Luk creó este proyecto en solitario y a los que nos gusta el género creo que estaremos de acuerdo en que fue un show a la altura. La banda ensimismada en su sonido y acompañada por el telón del cielo de tormenta con los rayos le ayudó mucho, el Black Metal sigue creciendo en el mundo con las nuevas generaciones y este fue un acto para el disfrute de los seguidores.

Inspector: Comencemos por la presencia escénica y la voz de este hombre, una banda que no tiene que esforzarse para conectar con el público, se los ganó en dos minutos. Sus covers bien hechos sin distorsionar el género que tocan, una fiesta, de lo mejor de la jornada.

Doro: La reina del Metal, Europa en su máxima expresión, al igual que Inspector, no busca nada más que serle fiel al género que toca y no necesita mucha parafernalia para entregar un espectáculo inolvidable, se le nota la cancha, se le nota el mundo, se le nota el Metal. Un acto que tuvo que estar en Rock al Parque hace años.

Dr Krapula: Esta es una banda que Bogotá siente como propia y el festival aun más, son demasiadas veces las que han tocado en Rock al Parque y con el distrito, de hecho no recuerdo muchos conciertos que no sean del estado, pero lo que no se puede negar es que siempre, siempre logran que el parque los apoye, coreé las canciones, las saltan, las bailan y además sumemos el mensaje en contra de esa ñeramenta reguetonera que fue un detalle de fina coquetería.

Ostia Puta: Tres acordes y una actitud realmente punk le bastaron a la banda española para pasarse por el piso a todas las bandas que dicen ser anarquistas y contraculturales, demostrando que para ir en contra de la corriente no se necesita nada más que convicción, actitud y un buen pedal de distorsión. Así de sencillo.

Testament: Por supuesto no podemos dejar de nombrar a una de las bandas con mejores músicos y más técnica de la edición, muy poco valorados para lo que realmente son, una agrupación que debería estar dentro del podio en el que han puesto a otras del mismo género pero que por alguna razón se sigue sintiendo como de segunda linea. Indiscutiblemente de lo mejor que nos trajo esta edición.

Las decepciones…

Lo de Todos tus muertos y el acto en solitario de Nadal no convence, no conecta, y de hecho hace muchos Rock al Parque sucedió lo mismo, la banda en escena es lenta, un poco aburrida, contrastando con sus discos, no convence, pareciera que lo hace obligado.

Algunas repeticiones en el cartel nacional aburridísimas y bandas como Erica Sativa que ya no causan la impresión de otras veces, se van cansando y parece que no tienen ganas de innovar.

A título personal bandas como La Santísima Voladora al igual que otras propuestas que son tropicales más que rockeras me parecen buenas y divertidas para ir a verlas o para fiesta, pero no son parte del espectro del rock por más que lo quieran pensar, esa “identidad” de género que le han querido dar a estos géneros musicales “transgénero” no funcionan, sabemos que este es un pueblo tropical y bailaor pero pues hagan otro tipo de espacios para esto, tenemos más de cuatro mil bandas de rock y Metal activas en la ciudad como para continuar con la terquedad ignorante, desgastante y palurda de la tal “inclusión”, inclúyanlos en otras partes. Necesitamos personas con conocimiento musical y menos soberbia en esta parte, porque lejos de quedar como intelectuales quedan es como ignorantes. Es algo así como crear el Ministerio Afro y colocar a Brad Pitt o cualquier rubio de ministro solo ¡por que sí” porque somos “muy locos y extrovertidos”, es una pendejada enorme y aun más para los “músicos” o “periodistas” que lo defienden. Entendiendo claro está que de los 5 millones de periodistas que asisten habrá dos que han estudiado. Tambien las bandas nacionales invitadas en su mayoría se notó que fueron invitadas o por amistad o por negocio, muchas no tenían el bagaje para estar en una tarima de estas, bandas amateurs, Rock al parque no está para esto, para ensayos, se supone que las bandas nacionales invitadas deben ser de categoría.

Los Toreros Muertos fueron una gran decepción, su música de por sí no es elaborada pero es divertida, uno entiende que lleven tres siglos tocando lo mismo pero lo que hicieron en Rock al Parque fue degradarse ellos mismos. Destruyeron cualquier intento de disfrute.

Una lástima por bandas como Hipocrisy o Haggard a quienes robaron, nosotros los colombianos de nuevo haciendo gala de nuestra cultura ladrona. Hipocrisy lo sintió, y se les sintió, el sonido no les jugo una buena pasada.

El acceso para hablar de realidades incómodas con algunos funcionarios de Idartes sigue siendo dificil, parece que solo se puede hablar de felicitaciones y de buenas cosas, siguen siendo esquivos, tratando de lavarse la mente con cualquier cosa para tapar lo que aun está mal. No reciben ninguna opinión o consejos, sencillamente se blindan ante lo malo y creen que con no aceptarlo la realidad cambia.

La carpa de prensa es terrible, sencillamente terrible, nada que hacer, los artistas son sentados al fondo de un lugar de 5 por 8 metros, atestado de gente que más que todo van a “lamer botas” que a preguntar cosas interesantes, no hay tomas para cargar las cámaras, los celulares o computadores, no hay internet en el parque para transmisiones, nisiquiera hay agua. Fracaso absoluto, pero pues… volvemos a lo mismo ¿Importa?

Y hay mucho que decir, pero en general el balance no es malo, la gente se divirtió y eso más que todo es importante porque el festival es para la gente. En un fin de semana que estuvo cargado de eventos en Bogotá como el Colombian Metal Fest o Linkin Park, el parque estalló de ciudadanos que encuentran año tras año la excusa de la fiesta yu así sea con falencia el rock toma protagonismo.

El discurso de “otra vez rompimos récords”, esa sublimación en Canal Capital, ese egocentrismo exacerbado cuando Rock al Parque habla de Rock al Parque, bebes, muchos somos productores de eventos y conocemos las realidades, esas manipulaciones ególatras no son buenas para la salud de ninguna industria. La transmisión de Canal Capital nuevamente con personajes que no conocen la escena, el rock, la industria pero sobre todo con el sonido de consola directo a la transmisión. Neeeeh, ya demasiados años en lo mismo.

Veremos que depara el otro año, esperemos que se amplie el número de bandas que pasan por convocatoria, este año fueron muy pocas y que eliminen los conciertos fantasma que comienzan a inventar después, que las ruedas académicas sean realmente académicas y que predomine el rock nacional, o que al menos haya rock nacional, porque no puede seguir siendo solo Metal, cumbia y Ska.

Hay muchas ideas, muchas cosas por hacer, uno pensaría que casi 30 años después el festival funciona como un relojito, pero no, no se le da continuidad a los procesos y cada año es algo diferente en cuanto a ideas de producción que mucha gente no entiende y es lo que lo hace tambalear.

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La música hoy es un puto producto industrial vendiendo humo para una máquina insaciable que se llama algoritmo. 

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La industria musical atraviesa una crisis brutal… tiene hambre, hambre insaciable, hoy todo se ha convertido en un asunto de algoritmos y modelos de distribución masiva que solo buscan hacer dinero sin importar si la música vale algo o no.

En una charla de Symphonic Distribution en el Bomm de Bogotá, una chica —aún en sus veintes— lanzó la idea “sofisticada” de que los músicos deben sacar música todos los días para alimentar estos algoritmos. Eso no es arte, es pura explotación y pérdida de la esencia creativa, lo que importa hoy no es lo que hagas, sino cuánto ruido generes para que la máquina te mantenga arriba.

Históricamente la música es un proceso lento, un trabajo artístico donde la paciencia, la reflexión y el detalle hacen que una canción conecte de verdad con quien la escucha. Pintores, escritores, músicos… todos se toman el tiempo porque saben que la magia no sale en cinco minutos ni en una ida al baño, pero ahora los artistas están atrapados en un ritmo frenético diseñado por plataformas, donde producen en masa para engordar estadísticas y mantenerse visibles, esa propuesta horrible de sacar música diariamente refleja un sistema que mata la creatividad y la reemplaza con pura producción en serie, como mulas de carga que deben alimentar el nuevo negocio de la música que solo le sirve a las distribuidoras y plataformas.
Y no es sorpresa que esto se manifieste en géneros como el reguetón, donde el éxito no depende ni de la complejidad musical ni de letras que tengan algo que decir, sino de beats repetitivos y letras vacías que cualquier programa barato como Fruity Loops puede generar a chorro, esa facilidad para tirar decenas de canciones al día ha forzado al resto de géneros a entrar en un juego de repetición y banalidad para competir en visibilidad, dejando un montón de música que parece más ruido vacío que arte, lo vemos en cientos de músicos desesperados por sacar 50 sencillos al año que quedan en el olvido.

Esto no solo pasa en la música; el cine también está en caída libre, ahora la calidad se mide en taquilla, prefieren llenar salas con fórmulas recicladas que arriesgar con historias que hagan pensar o sientan de verdad, el arte se ha convertido en mercancía, y la diversidad y la innovación han quedado aplastadas bajo la lógica del negocio, los creadores o se amoldan o desaparecen y el resultado es un empobrecimiento cultural que apaga la chispa creativa.
Los músicos están en medio de un gran problema… O se venden y se adaptan a estas reglas que los despersonalizan o defienden lo que para muchos es lo más importante: el valor del arte, aunque eso implique arriesgar su sustento económico y en países como los nuestros el hambre es más fuerte que cualquier cosa, hay que ser honestos y aceptar que los artistas de hoy están desesperados por comer y por eso son sometidos como escalvos a los caprichos de estos modelos que pareciera que son lo único que existe. Lamentablemente, casi todos eligen jugar el juego para sobrevivir. Y esa misma necesidad alimenta un círculo vicioso que termina en una escena musical fragmentada, saturada de contenido efímero y vacío.

El impacto es doble, culturalmente la música pierde lo que la hacía única, su identidad, fuerza rebelde y memoria emocional y económicamente, los mejores artistas no reciben reconocimiento ni la compensación que merecen, triunfa el que más vomita lo que ahora llaman “contenido” mientras plataformas y empresas acumulan fortunas. La creación artística se ha convertido en una mercancía más y el músico en un mercenario pasivo peón de un tablero dominado por algoritmos y resultados financieros.

Pero la historia nos ha enseñado que la esencia creativa nunca se puede silenciar del todo y aunque el ruido ensordecedor y la presión mercantil parezcan dominar, siempre aparecerán voces auténticas que romperán con las fórmulas y rescatarán la dignidad del arte, esa resistencia es lo que mantiene viva la magia de la música y su capacidad de conmover, incluso cuando todo está diseñado para lo contrario.

Está clarísimo, la industria debe dejar de verse como una cadena de producción y músicos y el público tienen que volver a valorar la calidad y autenticidad por sobre la cantidad y el consumo rápido. No se trata de rechazar a la tecnología o a las plataformas, sino de recuperar la autonomía creativa y establecer un equilibrio donde la música sea para el arte y las emociones, no para contar streams o obedecer a un puto algoritmo frío.

En pocas palabras, la idea de hacer música a diario para complacer a un algoritmo no solo es ridícula, sino que desnuda una crisis general que afecta toda la cultura contemporánea y lo preocupante es que eso es lo que están enseñando como “lo lógico” y el “camino a seguir” en los encuentros musicales. Es la señal de que el verdadero arte está siendo reemplazado por una versión falsa diseñada solo para hacer dinero rápido… que el hambre no impida abrir los ojos a esta realidad y actuar con fuerza para cambiarla, de lo contrario el mejor camino para hacer dinero es vender empanadas o traer cosas de china, no maten la música por culpa de un almuerzo.

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Grita 2025 presenta un cartel explosivo para su próxima edición.

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El Festival Grita 2025 se prepara para vivir una edición memorable celebrando sus 18 años como uno de los encuentros más importantes para la música alternativa en Colombia. Este año el festival se realizará los días 10, 11 y 12 de octubre en el Centro de Eventos y Exposiciones de Manizales, Expoferias, y llegará cargado de propuestas sonoras que confirman la diversidad y vitalidad de la escena independiente. El anuncio de sus primeras bandas seleccionadas revela una apuesta consciente por el trabajo de convocatoria, audiciones y curaduría, integrando artistas emergentes y consagrados en géneros que van desde el rock y el metal hasta el rap, reggae, hardcore, ska y punk, sin dejar de lado la experimentación y la fusión.

La edición 2025 destaca por una programación que reúne lo mejor del talento local, nacional e internacional. Bandas como Besana, Peloegato, Oblitus, Bajado con Espejo, Repudio, No Absolution y Sick Morgan son ejemplos del pulso creativo de Manizales, junto a ellas nombres representativos de la movida de Bogotá, Medellín, Cali y otras ciudades del país harán parte de este festival, acompañados además por las propuestas singulares de Lion Reggae, Acusbeats, Moth, Stayway, Pániko Satániko, Danger, Rex Marte, Mortis y los Desalmados y Okinawa Bullets. Cada agrupación aporta su propio enfoque y energía, reflejando tanto las historias de los barrios y las montañas como las búsquedas personales y colectivas que marcan el presente de la música alternativa nacional.

Para celebrar por todo lo alto, Grita 2025 también contará con la presencia de invitados internacionales que garantizan una experiencia única, el cartel incluye leyendas como los españoles Envidia Kotxina, los brasileños Krisiun y la fuerza multicultural de La Chiva Gantiva, junto a la contundencia neoyorquina de Cro-Mags, la fiesta de ska argentino con Los Calzones y la mitología oscura de Triptykon, encabezada por Tom G. Warrior. La confluencia de estos artistas con los sonidos locales confirma el festival como un punto de encuentro imprescindible para el público y los músicos.

Grita se ha ganado a pulso su lugar como un espacio de circulación, encuentro, resistencia y fiesta para quienes creen en la música que se arriesga y no hace concesiones. El festival consolida así su rol como motor de la cultura alternativa, brindando una tarima plural donde conviven generaciones, estilos e ideas diversas. La invitación está abierta para disfrutar tres días de celebración y energía colectiva, con Manizales como epicentro de la sonoridad rebelde, el talento y la autogestión.

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Adelqui Rubio presenta Resistencia, un manifiesto de rock y metal con la mirada puesta en el futuro

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El músico y productor chileno Adelqui Rubio debuta con Resistencia, un álbum que se erige como una declaración artística y que combina la potencia del rock y el metal con el pulso de la tecnología más actual, un trabajo que no se limita a ser una colección de canciones sino que se propone como un viaje sonoro y emocional, construido sobre géneros como el nu metal, el hard rock, el heavy y el power metal, con guiños al thrash y al rock alternativo, en donde cada corte posee identidad propia pero al mismo tiempo se sostiene en un hilo conductor que mezcla riffs explosivos, conciencia social y una búsqueda permanente por la experimentación.

Desde sus primeras notas, Resistencia se muestra como un disco versátil, capaz de unir crudeza y sensibilidad, crítica y emoción, fuerza y detalle. Rubio explica que la música lo acompaña desde siempre y que la tecnología ha sido una herramienta clave para impulsar su creatividad, y en este álbum esa visión se hace tangible en la manera en que los recursos digitales se funden con la grabación real de instrumentos, logrando un equilibrio en el que la esencia humana permanece intacta mientras el sonido se proyecta hacia lo que podría ser el porvenir del rock.

El proyecto fue grabado, mezclado y masterizado en su totalidad por el propio Adelqui Rubio, lo que refuerza su perfil de artista independiente y multifacético, alguien que no solo compone e interpreta, sino que también construye un universo desde la producción, eligiendo cada detalle con un cuidado que se percibe en la solidez del resultado. En ese marco aparecen canciones que golpean con fuerza como Ya no se puede respirar, una crítica directa a la hipocresía social y política de la guerra, o piezas que apelan a la vulnerabilidad como Quédate un poco más, con letras que transitan entre el inglés y el español y que exploran la fragilidad de los vínculos humanos.

Con este trabajo, Adelqui Rubio da un paso definitivo en una trayectoria que ya lo había visto colaborar con proyectos diversos como Shamanes Crew, La Rabona Funk, Perla Negra, Zoberanos, Punto G o Sergio Jarlaz, pero que ahora encuentra un punto de consolidación en un álbum que lo presenta no solo como músico, compositor e intérprete, sino también como un productor capaz de unir lo visceral del rock con la sofisticación de las herramientas digitales.

Resistencia es, en esencia, un disco que propone mirar hacia adelante sin abandonar las raíces, un manifiesto que invita a escuchar con atención y a sentir con intensidad, porque cada tema funciona como un grito de independencia y también como una exploración personal que convierte a Adelqui Rubio en una voz propia dentro de la escena chilena y latinoamericana.

Puedes escuchar la producción en todas las plataformas digitales.

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