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Colombia

The End es el nuevo Monster del Rock Subterránica y Brain Voltage obtiene la mención de honor.

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El Monster del Rock Subterránica no es una batalla de bandas normal, después de XV ediciones se h a convertido en una guerra sonora, un campo de batalla donde solo sobrevive lo que más fuego en el alma proyecta, no se trata solo de competir sanamente para crecer entre todos sino de formar comunidad, conexiones, networking y avances en torno a la escena del país. Llegar a su final es una hazaña y ganarlo es un manifiesto de amor al Rock y a los grandes talentos que tenemos.

La XV edición lo dejó claro… el nivel está por encima de cualquier estándar local y se sostiene por una curaduría brutal, sin concesiones. Este año la banda bogotana The End se llevó el título mayor. Brain Voltage, por su parte, alcanzó la mención de honor en una definición tan cerrada que necesitó de un solo voto del público para inclinar la balanza, uno solo… Nunca antes, en las quince ediciones del certamen, había ocurrido algo así.

Desde Medellín bajó Deo Volente como una máquina bien aceitada. Desde Bogotá, las capitalinas Spectral, Keboth, Damballah, The End y Brain Voltage conformaron una alineación que podría reventar cualquier festival fácilmente, cada una en su estilo, dejó claro que la escena está viva y es peligrosa. Pero antes de que los monstruos se soltaran en la arena,la banda juvenil Atomic Heart abrió la noche con un showcase cargado de energía y convicción. Ellos no estaban compitiendo, pero sí dejando un mensaje claro, el de que viene una nueva generación con hambre y lo que es aún mejor, con criterio.

Durante la pandemia, se vendieron más guitarras eléctricas que en cualquier otro momento de la historia, el encierro empujó a miles de jóvenes a volver al instrumento como un refugio y una forma de decir “esto es mío”, así que no es coincidencia que surjan bandas como Atomic Heart, el mundo está regresando poco a poco al rock y no es por nostalgia… es evolución, vienen años increíbles.

El Monster no regala nada, las bandas pasan por tres etapas, escucha y selección, batallas clasificatorias, y una final en donde ya no hay margen para errores. No hay límites de género lo que obliga a cada agrupación a sostenerse por su propuesta artística, no por la etiqueta. The End lo entendió desde el inicio, lograron leer el concurso como se lee un buen disco, en capas. Su mezcla de metal y hard rock no busca complacer pero termina conquistando, tienen puesta en escena impactante, tienen concepto, tienen músculo, no es una banda de garaje con suerte, es una agrupación lista y eso es justo lo que Subterránica busca con este evento… encontrar a esa banda que ya está preparada para el siguiente nivel.

El premio lo confirma, The End se lleva a casa la grabación de un EP en Symmetry Records, una invitación al Festival Gas Pimienta en Panamá, asesorías especializadas, book fotográfico y un arsenal de herramientas para avanzar, porque de eso se trata el Monster del Rock, de avanzar.
Pero si alguien puso en jaque el trono, fue Brain Voltage, técnicamente sólidos, compositivamente finos y con un sonido que rompe el molde, la banda más innovadora y fresca del certamen. Fueron tres votos del jurado para ellos, tres para The End y el voto del público decidió todo. No es poca cosa. Ganaron horas de estudio en Guitar Labs –el paraíso para cualquier amante de las seis cuerdas– y se presentarán en La Media Torta durante la Celebración del Rock Colombiano. Bandas así no aparecen todos los días.

El jurado, conformado por nombres de peso en la escena como Rafa Bonilla, Aida Hodson, Juan Burbano, Juan Sebastián Rojas, Miguel Chinchilla, Néstor Rojas y Sindy Rodríguez, dejó en evidencia un criterio afinado, sin fisuras ni favoritismos. Algo raro en eventos en donde usualmente las polémicas ahogan los logros, se rompe con las ternas clásicas de Colombia y esa heterogeneidad del panel es clave para sostener la integridad del resultado.

Lo que se vivió en esta final es más que un concurso, es nuestra declaración y afirmación de que el rock sigue produciendo artistas que crean música original, que no viven del cover ni de la fórmula fácil como muchos han estado buscando sino que en el país hay miles de bandas que ensayan, que invierten, que arriesgan y en esta época de playlists recicladas y consumo exprés, ser una banda de rock con propuestas propias es un acto quijotesco, pero es ahí donde radica el valor de Subterránica, nuestro sueño y pasión… seguir dándole espacio a quienes aún creen que la música tiene algo que decir más allá del algoritmo.

A quienes estuvieron presentes, gracias por ser parte. A quienes aún no descubren a sus propias bandas locales, esta es la invitación, no esperen que se las validen desde fuera para ponerles la bandera y apoyarlas, lo hemos visto durante años. Dense el permiso de explorar, de encontrarlas, de seguirlas, porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién? Las bandas de música original son una joya y todo amante del rock y la buena música disfruta descubriendo nuevos sonidos, fueron más de 50 bandas que tuvimos el placer de escuchar en esta aventura.

Gracias a las bandas que hicieron parte de esta edición del Monster del Rock Subterránica, porque son ustedes quienes sostienen este evento con su arte, su dedicación y su fe en la música original. A las que viajaron desde fuera de Bogotá, nuestro respeto por ese esfuerzo enorme que representa mover una banda independiente en estas condiciones. Al público que asistió, gritó, votó y respaldó cada presentación, su presencia es vital para que Subterránica pueda seguir siendo un proyecto completamente independiente y fiel a sus principios. A los jurados que participaron en cada una de las fases del concurso, gracias por su tiempo, oído y criterio. Al equipo de Subterránica, que trabaja con una entrega feroz detrás de cada edición. A Bbar, por seguir siendo una trinchera para el rock independiente, y a nuestros patrocinadores por creer en esto cuando casi nadie lo hace. Este monstruo ha caminado gracias a todos ustedes.

La historia continúa y nuestra próxima parada es la gran final mundial de Wacken Metal Battle en Alemania, donde la banda venezolana Vhill representará a toda la región norte de suramérica. Allá nos veremos.

Esperen pronto la galería de la gran final por Oscar Garzón.


@subterránica

Colombia

Carlos Vives se defecó en We Will Rock You y no se podía pedir más.

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Oh, yo sé que con esto van a revolcarse muchos en su micromundo… Recuerdo un día en LAMC 2016 en New York en donde tuve un fuerte discusión con Carlos Vives, él era panelista y yo asistente… le reclamé por su frase vacía y minimizadora “el rock de mi pueblo”, porque el rock de mi pueblo es lo que hacen las miles de bandas sin espacios en Colombia y no ese vallenato modernizado con el que quiso darle a entender al mundo que nosotros necesitábamos encajar en base a papagayos y ruanas, ese episodio fue incómodo, tener que convencer a 100 personas que lo que el señor hace se llama Vallenato no es tarea fácil.

Este fin de semana pasado, en el Festival cordillera de Bogotá, un festival que precisamente se apalanca de la nostalgia y de géneros que no terminan de tener identidad para vender boletos, apareció el samario y entre su repertorio le pareció buena idea destruir la canción de Queen “We will Rock You” y no solo en la parte musical sino en el adefesio del estribillo “viva el vallenato”. Y aunque ya lo había hecho en otros escenarios, en Colombia esto tiene una connotación diferente, porque pasa en un lugar en donde el rock ha sido reemplazado por una doctrina, una dictadura musical y la gente lo celebra, porque sí, porque ese es el rock de mi pueblo. Ese mismo Rock de mi pueblo en donde Diomedez Díaz era un “rockstar” según varios periodistas y la terquedad de personajes ignorantes como los curadores de varios festivales públicos y privados que le enseñaron a Colombia que el rock es una caricatura, que es un acto bufonesco y que no se puede tomar en serio, lo vemos cada año en rock al parque donde algunos salen con actos de carnaval para decir que es rock.

Cuando Vives habla del “rock de su pueblo” como si fuera algo lejano, olvidado o no digno, desprecia sin saber las miles de bandas que luchan por un espacio en Colombia, que no viven de la nostalgia ni del marketing barato. El rock de mi pueblo son cada uno de esos músicos invisibles, no un producto empaquetado y vendido como mercancía a golpe de éxitos comerciales.

Pueden ver el aparte de la presentación acá: https://www.facebook.com/reel/1091531683187577

Eso que llamaron “el rock de mi pueblo”, esa insistencia absurda, eso no es rock, es puro circo. Es el reflejo de una industria y una cultura que han permitido que la esencia rebelde, contestataria y auténtica del rock se diluya en un mercado de nostalgia decreciente y en performances de bajo nivel artístico. La música se convierte en un trámite, en una farsa que se vende fácil para llenar estadios y alimentar egos. Pero bien… eso es ¿no? pan y circo.

El problema principal de que ocurran situaciones como la distorsión y banalización del rock en Colombia radica en una combinación de factores estructurales y culturales profundamente arraigados. Primero, hay una ausencia crónica de espacios, apoyo institucional y reconocimiento real para la escena musical independiente y de culto. Esto genera un vacío que aprovechan el mercado, la industria y figuras mediáticas que priorizan lo comercial, lo fácil y lo rentable, en detrimento de la autenticidad y la calidad artística.

Además, hay una confusión cultural sobre lo que realmente es el rock y su función social e histórica. En Colombia, muchos sectores confunden géneros y estilos, mezclando sin rigor el folclore, la música popular masiva y el rock, lo que lleva a percepciones erradas y una degradación conceptual del género. El rock, que debería representar rebeldía, reflexión y expresión profunda, termina reducido a eslóganes vacíos, performances carnavalescos o fusiones superficiales, que se aceptan y legitiman socialmente como “rock”. Pero ya estamos hartos de repetirlo durante años porque no lo van a entender. Para estos personajes meterle 4/4 al vals va a ser normal o jugar Fútbol con aletas y bates de beisbol también porque en su pequeño y sesgado mundo “la música es una” y el “deporte es uno”. Es una pelea perdida, mientras la ignorancia tenta dinero el arte jamás tendrá dignidad.

También existe un problema generacional y de liderazgo musical. Algunos referentes, con poca formación o conciencia del legado, perpetúan y alimentan esas visiones erradas. Esa falta de guía y visión clara hace que nuevas generaciones no tengan modelos a seguir sólidos ni una identidad clara, lo que lleva a una escena fragmentada y vulnerable a la mercantilización y normalización de lo mediocre, en donde el problema principal es la falta de una estructura cultural, educativa, institucional y económica que apoye y valore genuinamente el rock auténtico, sumado a una ignorancia generalizada que permite que se trivialice o se reduzca a una caricatura para consumo masivo. Hasta que esto no se corrija, la escena seguirá siendo presa fácil de la banalización. Y a esto, a este pedido le llaman “radicalismo”, pero no lo es… radicalismo es sentar una estupidez como dogma y hacerlo una bandera.

El rock en Colombia se merece más que esto. Se merece respeto, espacios reales, apoyo a las bandas fuera de los reflectores que trabajan con honestidad y compromiso, sin venderse a la nostalgia o a la caricatura. Lo que vimos en Cordillera fue solo otro capítulo más de un largo proceso de degradación cultural que ya estamos hartos de denunciar y combatir, el rock colombiano es una burla pública.

Así que mientras algunos celebran ese absurdo “viva el vallenato” en el estribillo de “We Will Rock You”, otras miles de voces están haciendo el verdadero rock de este país, el que duele, incomoda y lucha. Y esas voces son las que verdaderamente mantienen vivo el espíritu fuerte y genuino de nuestra música. Por favor no vayan a llorar.

@felipeszarruk

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Colombia

La música hoy es un puto producto industrial vendiendo humo para una máquina insaciable que se llama algoritmo. 

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La industria musical atraviesa una crisis brutal… tiene hambre, hambre insaciable, hoy todo se ha convertido en un asunto de algoritmos y modelos de distribución masiva que solo buscan hacer dinero sin importar si la música vale algo o no.

En una charla de Symphonic Distribution en el Bomm de Bogotá, una chica —aún en sus veintes— lanzó la idea “sofisticada” de que los músicos deben sacar música todos los días para alimentar estos algoritmos. Eso no es arte, es pura explotación y pérdida de la esencia creativa, lo que importa hoy no es lo que hagas, sino cuánto ruido generes para que la máquina te mantenga arriba.

Históricamente la música es un proceso lento, un trabajo artístico donde la paciencia, la reflexión y el detalle hacen que una canción conecte de verdad con quien la escucha. Pintores, escritores, músicos… todos se toman el tiempo porque saben que la magia no sale en cinco minutos ni en una ida al baño, pero ahora los artistas están atrapados en un ritmo frenético diseñado por plataformas, donde producen en masa para engordar estadísticas y mantenerse visibles, esa propuesta horrible de sacar música diariamente refleja un sistema que mata la creatividad y la reemplaza con pura producción en serie, como mulas de carga que deben alimentar el nuevo negocio de la música que solo le sirve a las distribuidoras y plataformas.
Y no es sorpresa que esto se manifieste en géneros como el reguetón, donde el éxito no depende ni de la complejidad musical ni de letras que tengan algo que decir, sino de beats repetitivos y letras vacías que cualquier programa barato como Fruity Loops puede generar a chorro, esa facilidad para tirar decenas de canciones al día ha forzado al resto de géneros a entrar en un juego de repetición y banalidad para competir en visibilidad, dejando un montón de música que parece más ruido vacío que arte, lo vemos en cientos de músicos desesperados por sacar 50 sencillos al año que quedan en el olvido.

Esto no solo pasa en la música; el cine también está en caída libre, ahora la calidad se mide en taquilla, prefieren llenar salas con fórmulas recicladas que arriesgar con historias que hagan pensar o sientan de verdad, el arte se ha convertido en mercancía, y la diversidad y la innovación han quedado aplastadas bajo la lógica del negocio, los creadores o se amoldan o desaparecen y el resultado es un empobrecimiento cultural que apaga la chispa creativa.
Los músicos están en medio de un gran problema… O se venden y se adaptan a estas reglas que los despersonalizan o defienden lo que para muchos es lo más importante: el valor del arte, aunque eso implique arriesgar su sustento económico y en países como los nuestros el hambre es más fuerte que cualquier cosa, hay que ser honestos y aceptar que los artistas de hoy están desesperados por comer y por eso son sometidos como escalvos a los caprichos de estos modelos que pareciera que son lo único que existe. Lamentablemente, casi todos eligen jugar el juego para sobrevivir. Y esa misma necesidad alimenta un círculo vicioso que termina en una escena musical fragmentada, saturada de contenido efímero y vacío.

El impacto es doble, culturalmente la música pierde lo que la hacía única, su identidad, fuerza rebelde y memoria emocional y económicamente, los mejores artistas no reciben reconocimiento ni la compensación que merecen, triunfa el que más vomita lo que ahora llaman “contenido” mientras plataformas y empresas acumulan fortunas. La creación artística se ha convertido en una mercancía más y el músico en un mercenario pasivo peón de un tablero dominado por algoritmos y resultados financieros.

Pero la historia nos ha enseñado que la esencia creativa nunca se puede silenciar del todo y aunque el ruido ensordecedor y la presión mercantil parezcan dominar, siempre aparecerán voces auténticas que romperán con las fórmulas y rescatarán la dignidad del arte, esa resistencia es lo que mantiene viva la magia de la música y su capacidad de conmover, incluso cuando todo está diseñado para lo contrario.

Está clarísimo, la industria debe dejar de verse como una cadena de producción y músicos y el público tienen que volver a valorar la calidad y autenticidad por sobre la cantidad y el consumo rápido. No se trata de rechazar a la tecnología o a las plataformas, sino de recuperar la autonomía creativa y establecer un equilibrio donde la música sea para el arte y las emociones, no para contar streams o obedecer a un puto algoritmo frío.

En pocas palabras, la idea de hacer música a diario para complacer a un algoritmo no solo es ridícula, sino que desnuda una crisis general que afecta toda la cultura contemporánea y lo preocupante es que eso es lo que están enseñando como “lo lógico” y el “camino a seguir” en los encuentros musicales. Es la señal de que el verdadero arte está siendo reemplazado por una versión falsa diseñada solo para hacer dinero rápido… que el hambre no impida abrir los ojos a esta realidad y actuar con fuerza para cambiarla, de lo contrario el mejor camino para hacer dinero es vender empanadas o traer cosas de china, no maten la música por culpa de un almuerzo.

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Colombia

Grita 2025 presenta un cartel explosivo para su próxima edición.

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El Festival Grita 2025 se prepara para vivir una edición memorable celebrando sus 18 años como uno de los encuentros más importantes para la música alternativa en Colombia. Este año el festival se realizará los días 10, 11 y 12 de octubre en el Centro de Eventos y Exposiciones de Manizales, Expoferias, y llegará cargado de propuestas sonoras que confirman la diversidad y vitalidad de la escena independiente. El anuncio de sus primeras bandas seleccionadas revela una apuesta consciente por el trabajo de convocatoria, audiciones y curaduría, integrando artistas emergentes y consagrados en géneros que van desde el rock y el metal hasta el rap, reggae, hardcore, ska y punk, sin dejar de lado la experimentación y la fusión.

La edición 2025 destaca por una programación que reúne lo mejor del talento local, nacional e internacional. Bandas como Besana, Peloegato, Oblitus, Bajado con Espejo, Repudio, No Absolution y Sick Morgan son ejemplos del pulso creativo de Manizales, junto a ellas nombres representativos de la movida de Bogotá, Medellín, Cali y otras ciudades del país harán parte de este festival, acompañados además por las propuestas singulares de Lion Reggae, Acusbeats, Moth, Stayway, Pániko Satániko, Danger, Rex Marte, Mortis y los Desalmados y Okinawa Bullets. Cada agrupación aporta su propio enfoque y energía, reflejando tanto las historias de los barrios y las montañas como las búsquedas personales y colectivas que marcan el presente de la música alternativa nacional.

Para celebrar por todo lo alto, Grita 2025 también contará con la presencia de invitados internacionales que garantizan una experiencia única, el cartel incluye leyendas como los españoles Envidia Kotxina, los brasileños Krisiun y la fuerza multicultural de La Chiva Gantiva, junto a la contundencia neoyorquina de Cro-Mags, la fiesta de ska argentino con Los Calzones y la mitología oscura de Triptykon, encabezada por Tom G. Warrior. La confluencia de estos artistas con los sonidos locales confirma el festival como un punto de encuentro imprescindible para el público y los músicos.

Grita se ha ganado a pulso su lugar como un espacio de circulación, encuentro, resistencia y fiesta para quienes creen en la música que se arriesga y no hace concesiones. El festival consolida así su rol como motor de la cultura alternativa, brindando una tarima plural donde conviven generaciones, estilos e ideas diversas. La invitación está abierta para disfrutar tres días de celebración y energía colectiva, con Manizales como epicentro de la sonoridad rebelde, el talento y la autogestión.

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