Colombia
Los 10 momentos más importantes en la historia del rock colombiano.

El rock es un género musical que ha tenido presencia en Colombia desde mediados del siglo XX. El rock colombiano se ha caracterizado por su diversidad, su creatividad y su capacidad de fusionar el rock con otros ritmos y expresiones culturales del país. El rock colombiano también ha sido un medio de comunicación, de protesta y de resistencia de los jóvenes ante la situación social, política y económica de Colombia en diferentes épocas que ha tenido momentos de auge y de crisis, de éxito y de fracaso, de reconocimiento y de censura, pero siempre ha mantenido su esencia y su identidad. En este artículo, vamos a nombrar los 10 momentos más importantes del rock colombiano, que han marcado la historia y la memoria musical del país.
1. El concierto de Bill Haley y Los Cometas en Bogotá.

El rock and roll llegó a Colombia en 1957, de la mano de una película estadounidense que causó furor entre los jóvenes: “Semilla de Maldad”, que se proyectó en el cine Cid de Bogotá. La película, que retrataba la violencia y el desencanto de una generación rebelde, tenía como banda sonora el tema “Rock around the clock” de Bill Halley and his Comets, considerado uno de los primeros himnos del rock.
Cinco años después, el mismo Bill Halley y su banda pisaron por primera vez el escenario del Teatro Colombia, hoy Teatro Jorge Eliecer Gaitán, en diciembre de 1962. Fue la primera estrella internacional de rock and roll que se presentó en Bogotá, y su concierto marcó un hito en la historia musical y cultural de la ciudad.

Aunque el artista ya no estaba en la cima de su popularidad, su presencia en una ciudad conservadora y tradicionalista fue un signo de que Bogotá se abría al mundo y a las nuevas tendencias. El rock and roll empezó a competir con los géneros musicales dominantes, como la música clásica, el pasillo, el torbellino, el porro y la canción mexicana.
El concierto de Bill Halley fue una fiesta inolvidable para los jóvenes bogotanos, que se identificaron con el espíritu rocanrolero y se lanzaron a bailar en el foso del teatro, convirtiéndolo en una pista improvisada. Alvaro Díaz Manrique, integrante de la banda The Young Beats, recuerda así aquella noche: “Jovencitas y jovencitos que no nos conocíamos, esa noche estrechamos profundos lazos y bailamos durante todo el recital; otros, menos lanzados, los más mayores, llevaron el compás trepados en sus sillas. En cualquier caso, fue una fiesta que cambió nuestra forma de sentir la música: todavía está muy fresco en mi memoria el inicio del concierto cuando la banda se largó a tocar su éxito ‘Rock around the clock’ y nos apoderamos del foso del teatro, convirtiéndolo en un pandemónium. ¿Se alcanzan a imaginar eso? Era un sueño hecho realidad. O mejor, era estar dentro de un sueño en el que centenares de chicos y chicas adolescentes, al unísono, fuimos uno solo en medio de una danza tribal urbana, desenfadada y feliz”.
El rock and roll se instaló en Bogotá como una expresión de rebeldía, libertad y modernidad, y dio origen a una escena musical que se desarrollaría en los años siguientes, con bandas como Los Speakers, Los Flippers, Los Yetis y Los Ampex, entre otras. El concierto de Bill Halley fue el detonante de una revolución que cambiaría para siempre la vida cotidiana de la ciudad.
2. El nacimiento de la Nueva Ola en los años 60, con artistas como Harold, Óscar Golden, Los Flippers, Los Speakers y Los Yetis, que adaptaron el rock and roll y el beat a la realidad colombiana.

La Nueva Ola fue el término con el que se denominaba al grupo de músicos e intérpretes que adoptaron la influencia musical del rock and roll y el beat, provenientes de Estados Unidos y Europa, y los adaptaron a la realidad y el idioma de sus países1. La Nueva Ola se relacionó con otros movimientos artísticos como el beatnik y el pop art, que expresaban el descontento y la rebeldía de la juventud frente a la situación económica y social de la época2.
En Colombia, la Nueva Ola tuvo su auge entre 1963 y 1968, y se caracterizó por la diversidad de estilos y géneros que abarcó, desde el rock and roll, el twist, el surf, el soul, el bolero y la balada. Algunos de los artistas más representativos de la Nueva Ola colombiana fueron:
Harold Orozco: Fue uno de los pioneros de la Nueva Ola en Colombia, y se destacó por su voz potente y su carisma.
Óscar Golden: Se hizo famoso por sus interpretaciones de temas románticos y sentimentales.
Los Flippers: Fue una de las bandas más populares y exitosas de la Nueva Ola, y se especializó en el rock and roll y el surf. Sus integrantes eran jóvenes estudiantes que tocaban instrumentos eléctricos y cantaban en español e inglés.
Los Speakers: Fue otra de las bandas emblemáticas de la Nueva Ola, y se diferenció por su sonido más crudo y experimental, influenciado por el rock psicodélico y el garage. Sus miembros eran rebeldes y contestatarios, y sus letras reflejaban el inconformismo y la crítica social.
Los Yetis: Fue una banda que se formó en Medellín, y que se inspiró en el rock and roll y el beat de los Beatles y los Rolling Stones. Sus canciones eran alegres y divertidas, y trataban sobre el amor, la fiesta y la moda.
La Nueva Ola fue un fenómeno que marcó la historia del rock colombiano, y que dejó un legado de canciones, muchos artistas y estilos que influyeron en las generaciones posteriores.
3. El Festival de la vida en 1970.
El Festival de la Vida fue el primer festival de rock al aire libre y gratuito en Colombia, celebrado el 27 de junio de 1970 en el Parque Nacional de Bogotá. Fue organizado por Tania Moreno, una referente del hippismo nacional, y por Edgar Restrepo, Humberto Monroy y Roberto Fiorilli, dueños de Zodiaco Discos y miembros de Siglo Cero, la banda cabeza de cartel. El festival reunió a seis bandas de rock progresivo y psicodélico, que eran pioneras en el género en el país, y a más de 15.000 personas, que disfrutaron de un día de música, paz y naturaleza. El festival fue inspirado por el famoso festival de Woodstock de 1969 en Estados Unidos, y fue un hito para la cultura rock en Colombia, ya que mostró la creatividad, la diversidad y el talento de los músicos locales, así como el espíritu rebelde y contestatario de una generación que buscaba transformar la sociedad.

Se realizó el sábado 27 de junio de 1970 en el Parque Nacional de Bogotá, con un presupuesto de solo $10.000 pesos. Fue el primer festival de rock al aire libre y gratuito en Colombia, inspirado por el famoso festival de Woodstock de 1969 en Estados Unidos12. El objetivo del festival era promover la paz, el amor y la conciencia social entre la juventud, en contraste con la violencia y el conflicto que se vivía en el país y el mundo.
El festival contó con la participación de seis bandas de rock progresivo y psicodélico, que eran pioneras en el género en Colombia. Estas bandas fueron: Aeda, Terrón de Sueños, La Caja de Pandora, Siglo Cero, Los Yetis y Los Impala (estos últimos provenientes de Venezuela)123. El festival atrajo a más de 15.000 personas, que disfrutaron de seis horas de música en vivo, baile, arte y convivencia.

El Festival de la Vida fue un hito para la cultura rock en Colombia, ya que mostró la creatividad, la diversidad y el talento de los músicos locales, así como el espíritu rebelde y contestatario de una generación que buscaba transformar la sociedad. El festival también fue el precursor de otros eventos similares, como el Festival Rock en las Montañas, que se realizó en agosto de 1970 en el mismo lugar.
4. El Festival de Ancón en Antioquia.
El Festival de Ancón se realizó entre el 18 y el 20 de junio de 1971, fue un evento que desafió las normas tradicionales y congregó a miles de hippies en torno a la música estridente, marcó un hito en la historia de la juventud medellinense y en el desarrollo del rock en Colombia. Organizado por Gonzalo Caro Maya, conocido como Carolo, a la edad de 22 años, el festival tuvo lugar en el Parque Ancón Sur, al sur de Medellín, cincuenta años atrás.
Carolo, junto con colaboradores como Édgar Restrepo Caro, Humberto Caballero, y Álvaro Díaz, logró convencer al alcalde de Medellín, Álvaro Villegas Moreno, de la viabilidad del evento, a pesar de la resistencia de sectores conservadores. El lugar elegido, Ancón, fue seleccionado por sus hongos alucinógenos y se convirtió en escenario de tres días de lluvia, barro, humo dulzón, amor y peripecias absurdas.

Aunque enfrentaron críticas y oposición, Carolo y su equipo organizaron el festival bajo marcos legales, con Villegas autorizando el evento. Sin embargo, la destitución del alcalde fue impulsada por el sacerdote Fernando Gómez, quien lo acusó de permitir la invasión de “vagos y degenerados”. A pesar de los contratiempos, el festival se llevó a cabo con la participación de diversas bandas y solistas de Cali, Bogotá y Medellín.
La Gran Sociedad del Estado inauguró el evento bajo un aguacero, mientras la prensa nacional, encabezada por Gloria Valencia, cubría el acontecimiento. Aunque se intentó documentar el festival en fotografías y video, varios contratiempos, incluyendo un intento de incendio de material gráfico, resultaron en una escasa memoria visual y sonora del evento.
Con la asistencia de alrededor de 200 mil personas en tres días, el festival dejó pérdidas económicas, pero su impacto artístico fue destacado. El Pingüino Rojo, el único puesto de comida que operó durante todo el evento, se convirtió, al final, en un acto de caridad al aceptar marihuana como parte de pago de clientes sin dinero.
Tantas décadas después, el Festival de Ancón sigue siendo recordado como un punto de quiebre en la historia cultural de Medellín y como uno de los eventos cruciales en la evolución del rock en Colombia conocido como “El Woodstock Colombiano”.
5.Los primeros grandes conciertos en Bogotá: Carlos Santana y James Brown.

Es bien dificil hallar soporte documental del concierto de Santana en Bogotá pero sí sucedió. No como los hippies lo esperaban al estilo que se presentó en Woodstock, sino que lo hizo elegante vestido de blanco y muy espiritual según recuerda Willie Vergara. Santana se presentó en el Coliseo El Campín el 2 de octubre de 1973, como parte de su gira mundial. Fue uno de los primeros eventos grandes que se hicieron en el recién remodelado coliseo, y contó con la asistencia de más de 10.000 personas. Santana tocó algunos de sus éxitos como “Black Magic Woman”, “Oye Como Va” y “Samba Pa Ti”, e hizo una improvisación de más de 20 minutos con el grupo colombiano Génesis. El concierto fue un éxito y dejó una huella en la historia musical de Bogotá.
El Periódico El Tiempo recuerda:
El 10 de octubre de 1973 Santana apareció en la mitad del escenario del Coliseo El Campín envuelto en una nube de incienso para bendecir al público y pedirle con insistencia que se convirtiera en el espíritu de Dios: “Elevémonos juntos y unamos nuestras fuerzas positivas para que reine el amor… Y ahora sí estamos listos¡Arranquemos!”
Mientras tanto, afuera, cerca de 10 mil personas armaban el desorden y 54 de ellas resultaban detenidas por volcar e incendiar el automóvil de la embajada de Estados Unidos. Mientras Santana repartía bendiciones a 15 mil espectadores, afuera repartían bolillo.

Unos meses atrás ya se había presentado su majestad James Brown en el mismo coliseo que hoy es el Movistar Arena, fue otro evento memorable que tuvo lugar en el mismo año que el de Santana. Según una fuente, James Brown llegó a Bogotá el 28 de agosto y fue recibido por unos 200 fanáticos en el aeropuerto. Ese mismo día, ofreció un espectáculo impresionante en el coliseo, donde cantó algunos de sus clásicos como “Please, Please, Please”, “I Got You (I Feel Good)” y “Papa’s Got a Brand New Bag”. También hizo su famosa “muerte” teatral en escena, cubriéndose con una capa negra y luego levantándose para seguir cantando. El concierto fue presenciado por unas 15 mil personas, que quedaron fascinadas por la energía y el talento del “Padrino del Soul”.
6. El nacimiento del movimiento del Ultra Metal y el Punk en Medellín en los años ochenta como respuesta a la violencia y al caos social que se vivía en el país.

El ultra metal y el punk en Medellín fueron movimientos musicales que surgieron en los años 80 como una forma de expresar el descontento, la rebeldía y la resistencia de los jóvenes ante la situación de violencia y criminalidad que vivían en la ciudad. Influenciados por bandas extranjeras como Metallica, Slayer, Venom y Sex Pistols, los grupos locales crearon un sonido crudo, caótico y agresivo que reflejaba la realidad marginal y el no futuro que les esperaba. Algunas de las bandas más representativas del ultra metal fueron Parabellum, Reencarnación, Blasfemia y Mierda, mientras que del punk se destacaron Mutantex, I.R.A., Pestes y Fértil Miseria. Estas bandas se dieron a conocer a través del intercambio de cassettes, las presentaciones en vivo y el boca a boca, ya que no contaban con el apoyo de los medios de comunicación ni de la industria musical. Su música también llamó la atención de algunos directores de cine que quisieron plasmar en la pantalla la cultura y el estilo de vida de estos jóvenes.
Uno de ellos fue Víctor Gaviria, quien en 1990 estrenó la película Rodrigo D no futuro, un drama social que narra la historia de Rodrigo, un adolescente que sueña con ser baterista de una banda de punk, pero que se ve atrapado por la violencia y la pobreza de su barrio. La película fue una de las primeras en mostrar la realidad de los sicarios, los narcos y los jóvenes marginales de Medellín, y también en darle protagonismo a la música punk y metal como una forma de expresión y resistencia. La banda sonora de la película incluyó canciones de bandas como Mutantex, Pestes, Blasfemia, Reencarnación y Ekrion, y se convirtió en un clásico del rock subterráneo colombiano. La película y su banda sonora fueron reconocida internacionalmente y tuvieron una gran influencia en el desarrollo del rock nacional y en la visibilización de la problemática social de Medellín.

Aparte, La relación entre Mayhem y el ultrametal de Medellín es una de las leyendas más interesantes del metal extremo. Según algunos testimonios, la banda noruega de black metal se inspiró en el sonido crudo, caótico y violento de bandas colombianas como Parabellum y Reencarnación, que habían creado el subgénero del ultrametal a mediados de los años 80. El contacto entre estas bandas se habría dado a través del intercambio de cassettes por correo postal, una práctica común entre los metaleros underground de la época. Así, Mayhem habría escuchado las grabaciones de Parabellum y Reencarnación, y habría quedado impresionado por la atmósfera sucia y agresiva que reflejaba la realidad marginal y violenta de Medellín. Esto habría influido en el estilo musical y estético de Mayhem, que se caracterizó por ser uno de los más radicales y polémicos del black metal, con letras sobre satanismo, muerte y nihilismo, y con actos como el suicidio de su vocalista Dead, el asesinato de su guitarrista Euronymous y la quema de iglesias. Sin embargo, esta relación entre Mayhem y el ultrametal de Medellín no está del todo confirmada, y hay quienes la consideran solo un mito o una exageración. Lo cierto es que tanto el ultrametal como el black metal noruego fueron movimientos musicales que surgieron en contextos de crisis social y que expresaron su rebeldía y resistencia a través de un sonido extremo y una estética oscura.
7. El Primer Concierto de Conciertos en Bogotá en medio del movimiento del “Rock en Español”.
El Primer Concierto de Conciertos en Bogotá fue el primer evento masivo de música en el Estadio El Campín que se realizó el 17 y 18 de septiembre de 1988, con la participación de artistas nacionales e internacionales de rock en español. Fue organizado por Fernando Pava Camelo, director de la emisora Super Stereo 88.9, con el apoyo de Felipe Santos, Armín Torres, Julio Correal, Coca-Cola y la Alcaldía de Bogotá.

El concierto fue un hito para el rock colombiano, ya que fue uno de los primeros y más grandes espectáculos de este género en el país y reunió a más de 70.000 personas que disfrutaron de la música de bandas como Soda Stereo, Los Prisioneros, Los Toreros Muertos, Miguel Mateos, Franco de Vita, Yordano, Compañía Ilimitada y Pasaporte, entre otras. El concierto también fue una muestra de la diversidad y la creatividad de la cultura juvenil de la época, que expresaba su rebeldía, su identidad y su resistencia ante la situación de violencia y crisis social que vivía el país.

El concierto tuvo algunos problemas, como la oposición de los periodistas deportivos que temían por el daño al estadio, la lluvia que afectó el sonido, pequeños disturbios que se presentaron afuera, la falta de preparación de los técnicos de audio, el mal sonido y las críticas de algunos sectores que consideraban que el rock era una música extranjera y decadente. Sin embargo, el concierto también tuvo muchos logros, como la difusión y el reconocimiento del rock en español en Colombia, el intercambio y la integración de los artistas de diferentes países, la visibilización y la reivindicación de los jóvenes como actores sociales y culturales, y la creación de un referente histórico y simbólico para el rock nacional. El concierto de conciertos fue, sin duda, uno de los momentos más importantes para el rock colombiano, y se convirtió en un ícono de la memoria musical y colectiva del país.
8. 1992: Cuando sacaron a bala a David Gilmour de Cali porque a los traquetos no les gustaba el Rock y en Bogotá cayó la November Rain que dejó al campín y al país sin conciertos por casi una década.

David Gilmour, el legendario guitarrista de Pink Floyd, fue invitado por Chucho Merchán, un músico colombiano que había trabajado con él en Inglaterra, para participar en un concierto ecológico llamado Ecomundo 92. El concierto se realizó el 4 de diciembre de 1992 en el Estadio Pascual Guerrero, y también contó con la presencia de Roger Daltrey, el vocalista de The Who, y Phil Manzanera, el guitarrista de Roxy Music. Pero el concierto fue un fracaso, ya que tuvo muchos problemas de organización, sonido, seguridad y público.

Según algunas fuentes, el concierto fue boicoteado por el Cartel de los Rodríguez Orejuela que controlaba la ciudad y que no toleraba el rock ni a los jóvenes que lo escuchaban. Al parecer, los narcos amenazaron a los organizadores y a los artistas y enviaron sicarios al estadio para intimidar y disparar al aire. También se dice que hubo disturbios y enfrentamientos entre la policía y los asistentes, que no superaron las 10.000 personas. El concierto terminó antes de lo previsto, y los artistas tuvieron que salir escoltados del estadio y del país. David Gilmour y los demás se sintieron decepcionados y asustados por la experiencia y juraron nunca más volver a Colombia (Gilmour si lo hizo). El concierto de Ecomundo 92 fue uno de los episodios más tristes y vergonzosos de la historia del rock colombiano pero también demostró la tenacidad y el alma de Chucho Merchán y de su amor por el rock y hasta donde puede llegar un ser humano por esta pasión.
Mientras tanto el 30 de noviembre en Bogota tocaba Guns and Roses en el Estadio El Campín, como parte de su gira mundial Use Your Illusion. Fue uno de los primeros y más grandes conciertos de rock que se hicieron en Colombia, pero también fue uno de los más problemáticos y polémicos. El concierto tuvo muchos inconvenientes, como la cancelación de uno de los dos shows que estaban programados, por el retraso de los equipos que venían de Venezuela, donde hubo un intento de golpe de Estado. Esto generó la molestia de algunos fanáticos que no pudieron entrar al único concierto que se realizó, y que iniciaron una serie de disturbios y enfrentamientos con la policía a las afueras del estadio. El concierto también tuvo fallas de organización, sonido, seguridad y público, y no cumplió con las expectativas de los asistentes, que esperaban escuchar algunos de los éxitos de la banda, como “Sweet Child O’ Mine” y “Knockin’ on Heaven’s Door”, que no fueron tocados. El momento más emotivo del concierto fue cuando la banda interpretó “November Rain”, y coincidió con una fuerte lluvia que cayó sobre el estadio. El público cantó y se mojó junto a la banda, que tuvo que salir del escenario por el riesgo de electrocución y el concierto terminó antes de lo previsto, y los artistas tuvieron que salir escoltados del estadio y del país. El concierto de Guns and Roses en Bogotá fue un fracaso y dejó una mala imagen del rock colombiano entre los sectores más mojigatos de la sociedad que presionaron para que se prohibieran los conciertos en El Campín. El directo afectado fue el italiano Eros Ramazzoti quien terminó tocando en un potrero improvisado. Después de esto hubo pocos conciertos internacionales en mucho tiempo en el país.
9. El Primer Rock al Parque.
Rock al Parque se realizó en Bogotá por primera vez en 1995 y se convirtió inmediatamente en una bandera de la ciudad. El festival nació como una iniciativa de Mario Duarte, vocalista de la banda La Derecha, Julio Correal, productor musical, y Berta Quintero, subdirectora de fomento del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, con el objetivo de promover el rock nacional y de crear un espacio de convivencia y tolerancia para los jóvenes de la ciudad. El primer Rock al Parque se realizó del 26 al 29 de mayo de 1995 en diferentes escenarios como la Media Torta, el Parque Simón Bolívar, el Estadio Olaya Herrera y la Plaza de Toros La Santa María. Contó con la participación de 43 bandas colombianas, como Aterciopelados, 1280 Almas, Morfonia y Catedral, y dos invitados internacionales, Fobia de México y Seguridad Social de España. El festival fue un éxito y reunió a más de 70.000 personas, que disfrutaron de la diversidad y la creatividad del rock en español. El primer Rock al Parque significó un hito para el rock colombiano ya que fue el primer y más grande evento de este género en el país, y dio a conocer a muchas bandas locales que luego se consolidarían en la escena nacional e internacional.

También fue una muestra de la cultura y el estilo de vida de los jóvenes de la época, que expresaban su rebeldía, su identidad y su resistencia ante la situación de violencia y crisis social que vivía el país. Lamentablemente con el tiempo este festival se sumió en la corrupción y la deshonestidad, pero no se puede desconocer su importancia en la escena del rock y el metal colombiano.
Una de las características del primer Rock al Parque y que explica mucho de lo que fueron las bandas que se consolidaron en la escena, fue que la mayoría de las bandas que se presentaron venían de la escuela Tejedores de Sociedad, un programa del Instituto Distrital de Cultura y Turismo que buscaba formar a los jóvenes de los sectores populares de la ciudad en la música, el arte y la cultura. La escuela Tejedores de Sociedad ofrecía talleres de técnica de guitarra, teoría musical, armonía, jazz, historia de la música colombiana e investigaciones sobre músicas indígenas, entre otros. Algunos de los profesores de la escuela eran músicos reconocidos, como Teto Ocampo, Humberto Monroy y Chucho Merchán. La escuela Tejedores de Sociedad fue una plataforma para que muchas bandas emergentes pudieran mostrar su talento y su propuesta musical, y también para que se generara un intercambio y una integración entre los músicos de diferentes regiones y estilos. La escuela Tejedores de Sociedad fue un factor clave para el desarrollo y la consolidación del rock colombiano, y para el éxito del primer Rock al Parque.
10. La consolidación del rock alternativo y fusión en los años 90 que revivió el rock a gran escala en Colombia.

El rock alternativo y fusión en los años 90 en Bogotá y Medellín fue una enorme escena musical que se caracterizó por la diversidad, la creatividad y la innovación de las bandas que mezclaron el rock con otros géneros como el pop, el funk, el reggae, el rap, el ska, el metal y la música folclórica. Algunas de las bandas más representativas de esta escena fueron Aterciopelados, 1280 Almas, La Pestilencia, Estados Alterados, Ekhymosis, Kraken, Morfonia, La Derecha, Catedral, I.R.A., Los Aterciopelados, entre otras. Estas bandas lograron una gran popularidad y reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional, y expresaron a través de sus letras y su música la realidad social, política y cultural de Colombia en una época marcada por la violencia, el narcotráfico y la crisis. El rock alternativo y fusión en los años 90 en Bogotá y Medellín fue una de las escenas más importantes y vibrantes de la historia del rock colombiano.
El primer video en MTV de una banda colombiana fue el de Estados Alterados y el primer Grammy para el rock colombiano fue el de Aterciopelados, estos logros hacían soñar con que Colombia por fín iba a estar en el radar del mundo como lo hacía México o Argentina. Algunas disqueras se aventuraron con los discos como MTM o BMG con su sello Culebra. Lastimosamente esta escena murió con el rock en 1999 junto a los disturbios de Woodstock y todo el movimiento pop que fue reemplazándolo. Subterránica retrató esta década en el libro “Cuando las calles eran de hierro” de Szarruk.
Estos son diez momentos que marcaron esta pequeña historia de nuestro rock que no es tan nutrida como la de otros países pero que sí tienen alma y han sido importantes. De seguro hay muchos más pero estos son los vitales. Cuando el nuevo siglo comenzó el rock decayó, fue lentamente reemplazado por las modernizaciones y folclorizaciones, se dio un conato de resurgimiento con dos movimientos muy fugaces: el new metal y el neo punk, pero no alcanzaron a durar mucho tiempo. Hoy en día el rock lucha por mantener su nicho y está casi extinto en Colombia en donde el Metal aprovechó y ha venido a reemplazar todos los espacios que el rock tenía consolidándose como una de las escenas actuales más importantes…y por supuesto la llegada de Subterránica al país en 2005 que es lo que nos trae acá en este momento… larga vida al rock colombiano.
Colombia
Devasted lanzó “Siniestro” un disco que desafía la corrupción desde el thrash metal colombiano

Devasted es reconocida como una de las propuestas más sólidas e innovadoras del metal nacional en la actualidad, recientemente presentaron su nuevo álbum conceptual “Siniestro”. La banda fue fundada en Palmira en 2008 y actualmente radica en Bogotá y ha construido una identidad sonora y escénica que se distingue por la agresividad y coherencia de su mensaje.
“Siniestro” es un trabajo que gira en torno a un personaje corrupto, símbolo de la decadencia y el caos que afectan a la sociedad. Este ser, que mueve los hilos desde las sombras, representa a quienes perpetúan la injusticia y el sufrimiento a través de decisiones que impactan todos los ámbitos, lo político, social, mediático, lafuerza pública y el crimen organizado. El álbum, producido por César Molina y Ricardo Gámez de Colapso Records, entre 2022 y 2025, aborda la corrupción desde diferentes perspectivas y propone una reflexión crítica sobre la realidad contemporánea.
El diseño visual de “Siniestro” estuvo a cargo del artista bogotano David Zambrano también conocido como David ArtWorks, quien logró plasmar en la portada la esencia oscura y perturbadora del concepto central, además, el disco cuenta con colaboraciones destacadas de Mauricio Obregón de Victimized y Briam Moreno de SwampTales en “Insanidad”, Adrian Manrique de Cobra y Andrés Triana en “Sociopatía” y Maximiliano Rincón en “Trampa Mortal”.

La puesta en escena de la banda es otro de sus sellos distintivos, en sus conciertos incorporan personajes como el Maniático Thrasher, un antihéroe sin ley y el propio Siniestro, esencia corrupta y amo del mal, quienes protagonizan la narrativa visual y musical del grupo. Esta teatralidad refuerza el mensaje de denuncia y confrontación que caracteriza a Devasted.
Con una discografía que incluye “Worst Than Ever” (2010), “Infierno” (2011), “Planeta Guerra” (2018) y “Demencia y Caos” (2021), han participado en los principales festivales de rock y metal del país, como Rock al Parque, Palmira Metal Fest, Rock INC Festival y Tunja Metal Fest, consolidándose como referente de la escena colombiana.
“Siniestro” es un disco que no solo reafirma la potencia musical de la banda, sino que también invita a la reflexión sobre las estructuras de poder y corrupción que marcan la vida social, demostrando nuevamente por qué es considerada una de las más relevantes e imprescindibles del metal colombiano actual.
Colombia
Rock al Parque 2025 balance final: Tres días que confirman lo ganado y evidencian lo pendiente.

Culmina una nueva edición de Rock al Parque y tras tres días de programación, queda claro que el evento sigue siendo una estructura sólida, pero rodeada por un ecosistema que no necesariamente evoluciona con la misma solidez. Fue una edición de contrastes, de aciertos técnicos y cuestionamientos estructurales. Una edición donde lo musical se sostuvo pero no alcanzó a elevarse, en la que como cada año se evidenció que producir un evento de esta magnitud es un reto mayor que simplemente asistir, tomar nota y opinar.
Hay que decirlo, hacer un festival gratuito con múltiples escenarios, decenas de artistas y una afluencia masiva en un país como Colombia no es sencillo, la producción requiere sincronía, experiencia, atención al detalle. Lo fácil es lo que hacemos desde los medios… ir, cubrir, criticar lo que no nos gusta y aplaudir lo que sí, el ejercicio de análisis es necesario, pero también lo es reconocer que lo que ocurre detrás del telón implica un grado de dificultad que merece respeto.
Idartes que lleva muchos años ya al frente del festival, ha logrado avances que hace una década eran impensables como la inclusión de zonas de consumo legal de licor, los patrocinios explícitos en pantalla, la apertura de espacios para emprendimientos culturales y sellos alternativos, son señales de que hay una comprensión más amplia sobre lo que debe ser un festival en el siglo XXI. La gestión de Héctor Mora ha sido clave para este reordenamiento, con años de compromiso con el rock colombiano y siendo parte de él, Mora regresó al festival en un momento complejo, tras una curaduría anterior que dejó grietas irreparables. En dos años, ha intentado redireccionar una estructura muy pesada, y eso dentro de todo, es positivo para la escena local.

Como lo anticipamos en Subterránica antes del festival, el punto más alto estuvo en las bandas nacionales, con escenarios medio vacíos, es cierto, pero con propuestas valiosas, especialmente dentro del metal, el punk, el ska y el rock clásico. Hay buenos sonidos y buenas agrupaciones, pero el riesgo sigue siendo el mismo, que muchas bandas desaparecen o se diluyen después de tocar en el festival, Rock al Parque debería ser un trampolín, no un techo. El reto está en convertir esa fecha en un punto de partida real para las agrupaciones locales y no en una meta simbólica que agota el impulso de una banda ¿ahora qué hacemos? Y ahí viene el momento complejo.
El festival, en términos generales funcionó. Sonido, pantallas, tiempos, accesos, todo fluyó dentro de lo esperado, pero hay dos puntos que no pueden obviarse… El primero es el público que dejó claro una vez más que el rock nacional no convoca como debería. El grueso de asistentes apareció únicamente para ver a Don Tetto y al Cuarteto de Nos el último día. El escenario Plaza, eje del festival, estuvo la mayor parte del tiempo vacío y la conclusión es incómoda pero evidente e innegable, hay una gran masa que solo consume lo consagrado o lo internacional, un público que no siembra, que solo cosecha, que se enorgullece de ser “rockero” cuando el éxito ya está garantizado, de resto, bares vacíos, venues vacíos y un Rock al Parque que salvo por unas franjas específicas también lo está. El público rockero colombiano podría aprender algo de los hinchas de la selección, apoyar en las buenas y en las malas incluso cuando jamás se ha ganado nada, porque apoyar una banda en su inicio es más revolucionario que corearla en su punto alto.
El segundo punto crítico tiene nombre propio: GSP, la empresa logística. Su historial es largo y no por esta edición en particular, esta empresa siempre ha mostrado fallas estructurales. Cuando se empodera a personajes sin formación, solo porque portan un chaleco, se habilita el abuso. El trato que muchos periodistas y fotógrafos recibieron en esta edición fue lamentable. El caso de una fotógrafa de 24 años agredida en el escenario Bio por parte del personal de seguridad no es algo aislado, en el escrito anterior habíamos denunciado el maltrato a los periodistas y ya antes, en otros contextos como Hard Rock Café de Bogotá, esta empresa ha protagonizado situaciones que terminaron en disculpas institucionales. Empresas que crecen con dinero público deberían pasar por auditorías reales y rendir cuentas, especialmente cuando se trata de eventos culturales, estos contratos deben revisarse, las personas a cargo deben tener criterios, no poder arbitrario.

En contraste, el escenario Bio fue el más sólido de todo el festival, siempre lleno, activo y con un público participativo. Irónicamente, lo que demuestra que el público sigue prefiriendo los lenguajes reconocibles, los clásicos, lo que entra fácil.
Bandas como Piangua o Los de Abajo —excelentes en lo que hacen— se sintieron fuera de lugar en un festival de rock, no por calidad, sino por contexto. Piangua es un proyecto con enorme proyección, pero quizás en escenarios distintos. Lo mismo sucede con apuestas como Silvestre y La Naranja o Derby Motoreta’s Burrito Kachimba que son sonidos de nicho, con una estética de culto, celebrados en su círculo cercano pero lejos de convocar masivamente en espacios abiertos. La sensación es clara, hay una desconexión entre lo que se quiere impulsar desde la curaduría y lo que realmente ocurre en el parque. Hay mérito en la diversidad, pero también se necesita estrategia
En un artículo posterior publicaremos nuestro top 10 de presentaciones destacadas, por ahora queda claro que el balance es bueno aunque complejo. El festival sigue siendo un bastión para el rock colombiano pero necesita más que logística, tal vez más personas involucradas que en realidad conozcan la escena nacional a profundidad y no de manera superficial, más expertos y menos bookers y dueños de festivales rondando como chulos y las bandas deben entender que conectar con el público no es una consecuencia automática del talento, hay que volver a seducir a las audiencias y el público también tiene que asumir que no se puede exigir sin involucrarse. Muchos prefieren pagar millón y medio para asistir a Estéreo Picnic que caminar a Rock al Parque gratis. Tal vez el problema es de percepción, tal vez la imagen del festival se distorsionó para las nuevas generaciones.
En 2026 Rock al Parque celebrará 30 años. Será una edición simbólica. Ojalá también sea una edición consciente. En Subterránica seguiremos insistiendo en lo mismo: apoyar el rock nacional los 365 días del año. Asistir a los conciertos, estar en los circuitos, escribir, grabar, documentar. Que no se vuelva a llenar el festival para ver lo de siempre mientras lo nuevo queda en el olvido. No porque falte talento, sino porque falta voluntad.
Colombia
Cuando el ruido no alcanza y el silencio dice más: Una asesoría gratuita a Idartes para el trato de medios en Rock al Parque. Reflexiones del segundo día de festival.

El segundo día de Rock al Parque 2025 fue en términos musicales, prescindible… No hubo una sola banda que merezca una mención destacada, es incómodo decirlo, pero necesario, el cartel fue una mezcla de agrupaciones que repiten fórmulas agotadas y nombres que a pesar de tener historia, no tienen presente. Fue una jornada dominada por bandas de personas cincuentonas cantando sobre romances adolescentes, sonidos domesticados disfrazados de rebeldía, colaboraciones forzadas para justificar la presencia de artistas eternos en cartel y géneros que poco tienen que ver con la identidad del festival, como el bolero y la cumbia, presentados sin ningún contexto que justifique su inclusión. A pesar de pequeños nichos de fervientes seguidores de algunos nombres del cartel a los cuales se les justificaba la presencia, estuvo aburrido.

Ni propuesta, ni narrativa, ni emoción, fue un evento programado en piloto automático. Una jornada construida con nombres y no con ideas como si el único objetivo fuera llenar las franjas horarias para cumplir con un deber administrativo y no con una visión cultural, de nuevo el público ausente y la lluvia no ayudó. A falta de música que valga la pena destacar, este texto se convierte en una asesoría gratuita para quienes organizan el festival, sin ánimo de lucro y con la firme intención de darles una clase sobre cómo se debe tratarse a los medios de comunicación y su importancia para el festival. Si no pueden defender artísticamente lo que programan, al menos escuchen lo que se está haciendo mal en lo técnico, lo logístico y sobre todo, en la relación con los medios.
Porque si hay algo que quedó claro este domingo, es que Idartes no entiende el papel de la prensa musical, no sabe quiénes somos, no sabe cómo se trabaja con medios y mucho menos le importa establecer relaciones serias con quienes llevamos años cubriendo el movimiento. Es absurdo que un medio como Subterránica y otros con mucha experiencia, con más de dos décadas de trabajo continuo, reciba únicamente dos acreditaciones para cubrir tres escenarios durante tres días pero a Caracol que nisiquiera nombra el Rock nacional le entreguen 50, es absurdo que no haya conectividad en el parque, que no haya internet para poder hacer reportajes en vivo, es absurdo que los periodistas deban resolver todo por su cuenta mientras personas acreditadas sin un medio verificable revenden manillas o simplemente entran al foso a tomarse fotos y es absurdo que medios independiente nuevos que están 100% dedicados al rock no sean acreditados pero si personas que solamente va a ver a los nombres extranjeros, todo esto se resume en una sola cosa… falta de preparación y desconocimiento profundo de la escena.

El diseño del foso de prensa en el escenario Plaza es ridículo. No es que los periodistas estén lejos, es el público el que ha sido desplazado, el foso es innecesariamente enorme, tanto que coloca a los músicos a más de cien metros del público, creando un vacío físico y emocional imposible de justificar. Los periodistas no necesitamos más de cinco metros para hacer nuestro trabajo, tomar fotos, escuchar con atención y registrar lo que ocurre, lo que se ha construido ahí no es un espacio para la prensa, es una barrera absurda que desconecta al festival de su razón de ser: el público.
Pero lo más grotesco es el trato indigno de parte del equipo logístico contratado por Idartes, GLS Logística. Gente sin experiencia en el manejo de prensa, que trata a los periodistas como intrusos, que ignora por completo cómo opera un medio y que parece más interesada en “controlar” que en facilitar el trabajo. La reventa de manillas, los múltiples colores que nadie entiende, los retenes innecesarios, la información mal transmitida y el constante irrespeto a quienes cubrimos el evento, son síntomas de una administración que funciona sin criterios claros y sin profesionales reales al frente, es de quinta categoría que una persona de prensa vaya preguntando a cada persona que entra al foso de qué medio es o a que medio pertenece porque la incapacidad para controlar las manillas se les sale de las manos, es ofensivo para nosotros que vamos a cubrir el festival con pasión y sin un pago solamente por cubrir y mantener el espíritu del rock vivo, es decir por hacer el trabajo que muchas veces los equipos oficiales son incapaces de hacer.
Y todo esto impacta directamente al festival. Porque sin periodistas en campo, no hay memoria. No hay crítica. No hay conversación. No hay relato. Quedando solo la dictadura cultural, las cifras infladas, las frases de autoelogio, las cuentas oficiales, las fotos vacías y la ilusión de que todo está bien cuando claramente no lo está. Las bandas que sí hacen el esfuerzo de crear algo nuevo no tienen quién las narre. El público no sabe a quién seguir. Y los medios que podrían generar contenido valioso, se ven reducidos a pelear por una manilla o a quedarse en casa.

También hay que decirlo, parte de la culpa la tiene la prensa misma. Muchos de los que reciben acreditaciones nunca aparecen durante el evento, otros llegan al final, toman tres fotos, suben un carrusel y publican una columna de elogios vacíos. Columnas que modelan una verdad que no existe. Que adornan un evento que no necesita aplausos, sino preguntas. No se puede seguir validando un modelo de cubrimiento donde el periodismo musical se reduce a posar como influencer y mucho menos se puede seguir aceptando que desde el Estado se elijan medios con base en popularidad y no en trabajo comprobable.
La prensa es necesaria no porque decore el festival, sino porque le da sentido. Porque lo observa desde afuera, lo traduce, lo analiza, lo conecta con la historia. Si Rock al Parque quiere seguir existiendo como algo más que un evento gratuito masivo, necesita con urgencia contratar personas que sepan de periodismo cultural, de escena local, de producción real. No se trata de cumplir un requisito, se trata de saber qué hacer con él. Porque cuando los músicos no proponen, y la organización tampoco permite narrar lo que pasa, el silencio comienza a sonar más fuerte que el volumen de las tarimas.
Y eso, para un festival de rock, es imperdonable.
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