Colombia
Ajiaco de langosta: cuando la confianza y la creatividad se convierten en enemigos de las artes por la falta de educación.
Estaba leyendo sobre una pequeña polémica que se dio en torno al “Ajiaco de Langosta”, un plato creación del Chef Fernando Arévalo con el que quería “darle otro toque” a la famosa receta Colombia. A la Chef Leonor Espinoza no le gustó para nada y aseguró que atentaba contra la tradición del plato típico. ¿Quién tiene la razón? ¿El sofisticado Chef visionario o la purista de la tradición? Que dilema el de las artes hoy en tiempo de la corrección política en donde todo vale y las artes son despreciadas y manipuladas solamente porque las personas piensan que “todo vale” o “todo es subjetivo”.
Las artes son una forma de expresión humana que abarca diversas manifestaciones estéticas, desde la pintura y la escultura hasta la literatura y la música. Sin embargo, a pesar de su valor cultural, histórico y social, las artes no suelen ser respetadas por las personas en general, hablan de ellas como si todos dominaran el conocimiento en esas áreas desde el momento en que nacen, cosa que no sucede con las matemáticas, el derecho o la medicina, disciplinas sobre las que uno no ve por ahí a todo el mundo opinando. ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Qué factores influyen en la falta de respeto por las artes y en la proliferación de ideas empíricas que se defienden con vehemencia? ¿Qué necesidad tienen las personas de querer creer que dominan áreas que nunca han estudiado solo porque se prestan para análisis abiertos? Pareciera que si algo no es 2+2=4 entonces no existe.
Una posible explicación es que las artes son percibidas como algo subjetivo, relativo y dependiente del gusto personal, mientras que las ciencias son vistas como algo objetivo, universal y basado en la razón. Esta dicotomía entre lo subjetivo y lo objetivo se remonta a la Ilustración, el movimiento intelectual que exaltó la ciencia y la razón como fuentes de conocimiento y progreso, frente a la religión y la tradición. La Ilustración también estableció una jerarquía entre las artes y las ciencias, otorgando mayor prestigio y utilidad a estas últimas. Así, las artes quedaron relegadas a un plano secundario, como meros adornos o entretenimientos y este tipo de pensamiento se mantiene hasta hoy en día.
Otra posible explicación es que las artes son más accesibles y cercanas al público que las ciencias, lo que genera una falsa sensación de familiaridad y competencia, como cualquiera accede a la música, al cine, al teatro entonces claro, cualquiera puede hablar y dar su punto de vista y proclamarlo como verídico, cualquiera puede ver una obra de arte, leer un libro o escuchar una canción, pero no cualquiera puede resolver una ecuación, interpretar una ley o diagnosticar una enfermedad. Esto hace que las personas se sientan con más derecho a opinar sobre las artes que sobre las ciencias, sin tener en cuenta los criterios técnicos, históricos o estéticos que rigen cada disciplina artística, y para completar, las personas tienden a proyectar sus propias emociones, experiencias y valores en las obras de arte, lo que los lleva a defender sus opiniones con pasión e incluso con agresividad.
Y aun entendiendo todo lo anterior, estas explicaciones no son suficientes para entender la complejidad del fenómeno, hay que tener en cuenta también otras variables, como el contexto social, cultural y político en el que se producen y se consumen las obras de arte; el papel de los medios de comunicación y de las industrias culturales en la difusión y la valoración de estas; el grado de educación artística y de sensibilidad estética de los individuos; o la diversidad de teorías del arte que existen y que ofrecen diferentes perspectivas para analizar e interpretar el hecho artístico.
Hablemos de algunos hechos puntuales que ilustran este pensamiento, en el caso de la música el cuál es mi área de estudio:
El vallenato es un género musical tradicional de la región del Magdalena Grande, en el norte de Colombia, que se caracteriza por el uso del acordeón, la caja y la guacharaca, y por sus letras que narran historias de amor, desamor, alegría y tristeza, también una forma de comunicación oral que transmite la cultura, la identidad y los valores de las comunidades campesinas y urbanas que lo practican.
En 2015, la Unesco declaró al vallenato como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, reconociendo su importancia como expresión artística y social que contribuye a la cohesión y la diversidad cultural. Según la Unesco, el vallenato está en necesidad de salvaguardia urgente debido a las amenazas que enfrenta su viabilidad, como el conflicto armado, el narcotráfico, el desplazamiento forzado y la pérdida de espacios públicos para su interpretación.
Pero ¿para qué sirve que el vallenato sea patrimonio inmaterial de la humanidad? ¿Qué beneficios tiene esta declaración para el género musical y para las personas que lo cultivan? ¿Qué responsabilidades implica para el Estado y la sociedad civil?
Según los expertos la declaración de la Unesco tiene varios efectos positivos para el vallenato, entre ellos que le otorga un reconocimiento internacional y una visibilidad que puede favorecer su difusión y su valoración en otros contextos culturales o que le brinda una protección legal y moral que puede servir para prevenir o denunciar situaciones que atenten contra su integridad o su autenticidad entre otras cosas, pero entonces si vemos que nadie hace o dice nada cunado en el Festival Vallenato quieren contratar a Bad Bunny pensando más en la comercialización del evento que en salvaguardar el género protegido por la Unesco precisamente por los peligros que cosas así representan, nos damos cuenta que vivimos en un país de hipócritas en donde a pesar de que lo digan constantemente las artes no interesan sino el dinero, somos prostitutas artísticas, meros entretenedores, mercenarios de las artes.
Lo mismo sucede con varios festivales de los cuales hemos hablado cientos de veces como Rock al Parque, pero que parece que el nivel de pensamiento crítico de Colombia no ha sido capaz de entender. Cada vez que se hace una crítica al festival por el detrimento del género o la corrupción comprobada los músicos y personas piensan que se etá criticando la parte músical lo cuál los ha hecho pensar que defender que la cumbia eléctrica es igual que el rock, que representan lo mismo y alterados e inocentes se vuelven cómplices de la corrupción.
En 2013, Rock al Parque fue declarado patrimonio cultural de Bogotá por el Concejo Distrital, reconociendo su importancia como espacio de expresión artística, convivencia ciudadana y diversidad cultural. Según el acuerdo que lo declaró como tal, Rock al Parque debe garantizar la participación de las bandas locales, la calidad artística de las bandas invitadas, la inclusión de géneros afines al rock y la promoción de valores como la tolerancia, el respeto y la solidaridad pero esto señores, sencillamente no sucede, en este país nadie respeta el rock e incluso los ignorantes ahora llaman “la policía del Metal” a quienes puedan diferenciar un pasodoble de un punk, tal estupidez sería como llamar “la policía de las matemáticas” a una profesor que diga que 2+2 no puede ser 7 y no es una falacia de falsa equivalencia, es lo mismo, pero lo científico sí suena absurdo precisamente porque nadie respeta a las artes.
Y sucede en todas las prácticas, en la pintura, la escultura, el dibujo, la fotografía, el cine, que son artes que requieren de una técnica, de una estética y de una creatividad que las distinguen de otras formas de comunicación visual, hacer una película no es comprar una cámara y ya, montar una obra de teatro no es recitar un texto aprendido, que falta de educación la que hay en la gran mayoría sobre el tema.
El problema es que este fenómeno podría poner en riesgo la calidad y el valor de las artes, el empirismo es una actitud o una práctica que se basa en la experiencia personal y en la observación directa de la realidad, sin tener en cuenta los conocimientos teóricos o los criterios artísticos que rigen cada disciplina que puede ser visto como una forma de aprendizaje autodidacta, de experimentación libre o de expresión espontánea, pero también puede ser visto como una forma de ignorancia, de improvisación o de banalización y precisamente la sublimación de este empirismo en Colombia y en otros países en donde han hecho creer que “cualquiera es artista” el que ha generado conflictos o tensiones entre los diferentes actores involucrados en las artes como los artistas, los críticos, los curadores y los espectadores, por cuestiones de autoría, propiedad intelectual o representatividad, precisamente el darle poder a empíricos sin suficiente educación ha destruido nuestra cultura y nuestra políticas culturales, piense si lo hiciéramos con los médicos o los abogados, piensen en que cualquiera pudiera operarnos un tumor o defendernos en un juicio solo porque cree que lo puede hacer.
Tenemos que comenzar a demandar y exigir respeto por las artes, así como se exige por la política o por la responsabilidad de la información, el público y la población en general debe aprender a callar cuando no tenga la suficiente capacidad para abordar un tema y dejar de ser gestores de odio y de ignorancia. Esto no quiere decir que no se pueda dar una opinión sobre cualquier cosa, pero las personas también tienen que entender que la opinión es sencillamente eso, una opinión, un punto de vista personal que no tiene que ser impuesto como lo han hecho a punta de vetos, irrespetos e insultos a los ciudadanos. El problema no son las artes sino la mediocridad de las personas en ellas que están buscando como saquear dineros sin importarle ni siquiera un poco las prácticas artísticas.
Para terminar me gustaría recordar que un juez de la república de Colombia, rechazó una tutela para congelar o replantear el Festival Rock al Parque, después de que la controlaría de la república demostrara toda su corrupción en dos visitas fiscales que se pidieron por parte de Subterránica solamente porque el honorable no “sabía que era Rock”, dejando de nuevo que el festival se robara más de 15 mil millones de pesos al año, dándole la falsa imagen a las bandas de que tenían razón y dándoles a los músicos vía libre para seguir inscribiéndose y ser cómplices de corrupción y robos. Así de graves estamos, en donde “el artista” prefiere ignorar la deshonestidad con tal de sacar un pedazo del plato para un almuerzo y en donde la creatividad, la creación y la gestión fue relegada a un grupo de empíricos amigos unos de otros que saquean los erarios mientras el público en Internet los defiende y cree que quienes defienden a las artes son “retrógrados”, “radicales” y “pataletudos”.
Felipe Szarruk
Doctorando en Periodismo de la U.Complutense de Madrid, Magister en Estudios Artísticos, músico y comunicador social.
Colombia
Que el Estado sea mecenas, no censor: qué puede aprender Colombia del ingreso para artistas en Irlanda
Es hora de hacer una pregunta importante en Colombia en cuanto a las artes: ¿Qué papel debería jugar el Estado en la vida cultural? ¿Debe limitarse a regular y a repartir migajas, o puede convertirse en un mecenas decidido que permita a las prácticas creativas existir sin extorsiones burocráticas ni censuras veladas?
Irlanda ha dado en 2025 una respuesta radical y práctica a esta pregunta, el Estado financia la capacidad de crear. Tras un piloto iniciado en 2022, el programa Basic Income for the Arts (Ingreso Básico para las Artes) que pagó €325 semanales a 2.000 artistas y se proyecta como permanente a partir de 2026. Es decir: alrededor de €1.300–€1.500 mensuales garantizados, sin informes de resultados que exijan productividad inmediata, con efectos positivos reportados en salud mental, producción creativa y retención profesional en el sector cultural. Los primeros balances del piloto y las decisiones tomadas en Dublín muestran que una política pública que confía en la autonomía creativa puede dar retornos sociales medibles y, sobre todo, devolver dignidad al trabajo artístico.
Frente a ese experimento irlandés, la realidad colombiana aparece fragmentada y se han desarrollado instrumentos de política cultural, pero persiste una brecha entre los discursos y la práctica. Los diagnósticos internacionales muestran que la política cultural en Colombia ha avanzado en la creación de ecosistemas creativos y en la declaración de cultura como derecho, pero su financiación y su capacidad de descentralizar recursos siguen siendo limitadas frente a las necesidades reales de artistas, gestores y territorios. En paralelo, la articulación entre memoria, museos locales (como el Museo del Rock Colombiano) y los programas de reconocimiento que proponen medios independientes y plataformas ciudadanas constituyen prácticas resilientes frente a esa fragilidad estatal.
Este contraste obliga a repensar el imaginario que muchos tenemos sobre la relación Estado-cultura en América Latina. Cuando se habla de “dictadura cultural” en tono de crítica, a menudo se alude a dos riesgos distintos pero conectados: a) el riesgo autoritario, en el que el poder decide qué es arte válido y qué no, imponiendo censuras o líneas temáticas legitimadas por el aparato estatal; y b) el riesgo liberalizador, donde el Estado abandona la escena cultural a los vaivenes del mercado y a la precariedad de la condición creativa. La experiencia irlandesa ofrece una tercera vía: un Estado que actúa como mecenas en sentido moderno —financiando la posibilidad de crear sin dirigir el contenido— y, al mismo tiempo, protege la libertad de expresión y la diversidad. Esa es la lección que conviene mirar con atención.
¿Por qué copiar el modelo irlandés? Primero, porque un ingreso básico para artistas parte de una hipótesis empírica: la inestabilidad económica genera fuga de talentos, autocensura por necesidad y el abandono de proyectos a largo plazo. Al mitigar esa inestabilidad, se multiplican las condiciones para la experimentación, la investigación artística y la construcción de memorias locales. Segundo, porque el retorno no es meramente simbólico: los informes preliminares del piloto en Irlanda registran mejoras en el bienestar, en la producción y en la profesionalización, y apuntan a beneficios económicos indirectos —mayor consumo cultural, circuitos de exhibición más dinámicos, y mayor oferta pedagógica— que compensan la inversión pública. Tercero, porque el ejemplo de pequeñas iniciativas como Raíz y Convergencia demuestra que la articulación entre museos, medios independientes y administración local puede amplificar los efectos de una política pública sólida.
Pero ninguna traslación política es automática. A partir de la comparación entre Irlanda y el estado actual de la cultura en Colombia, proponemos un diagnóstico y una serie de propuestas concretas, viables y escalables para que el Estado colombiano deje de ser un simple regulador o, peor, un censor indirecto, y pase a ser un mecenas responsable.

Diagnóstico breve
- Financiación fragmentada y precaria. Los fondos existen en líneas dispersas como convocatorias, estímulos y subsidios, pero suelen ser inestables, condicionados y burocráticos. Eso excluye a muchos creadores que no tienen tiempo o recursos para competir permanentemente por subvenciones.
- Centralización y desigualdad territorial. Bogotá y algunas capitales concentran la mayor parte de la visibilidad y los recursos; el trabajo en regiones suele depender de iniciativas particulares y festivales puntuales.
- Déficit de políticas de ingreso estable para creadores. No hay un análogo real a programas tipo “basic income for artists” que garantice mínimos de subsistencia para producir con libertad.
- Gestión cultural y memoria resiliente. Actores privados y comunitarios (museos, medios como Subterránica, redes locales) han cubierto vacíos de la política pública, mostrando capacidad de archivo, reconocimiento y organización para mantener viva la memoria cultural.
La propuesta es un marco de política pública inspirado (y adaptado) al modelo irlandés - Lanzamiento de un piloto nacional de Ingreso Básico para la Cultura (IBC) — 2.000 beneficiarios (fase 1).
- • Monto orientativo: equivalente a una fracción razonable del salario mínimo local ajustado por regiones (por ejemplo, 1–1.5 SMMLV en ciudades principales, y 0.8–1 SMMLV en municipios). Alternativa: seguir el modelo irlandés y fijar un monto con impacto comparable al costo de vida local.
• Selección: combinación de criterios objetivos (trayectoria mínima, producción cultural demostrable) y cupos territoriales para garantizar diversidad regional. No debe ser una “subvención por proyecto”, sino un reconocimiento temporal que permita crear. - Evaluación independiente y horizonte de continuidad.
• El piloto debe contar con evaluación académica independiente (universidades, think tanks) y con indicadores de impacto: salud mental, volumen de creación, empleo cultural indirecto, actividad expositiva/concertística. La idea es evitar la politización del programa y asegurar su continuidad técnica. - Complementariedad con espacios de memoria y producción.
• Asociar el IBC con museos y medios locales para crear residencias, archivos y ciclos de formación. Las coproducciones como la que plantean algunas premiaciones podrían ser cofinanciadas por el programa como espacios de visibilidad para los beneficiarios. - Descentralización efectiva.
• Asignar cupos por departamentos y garantizar vocaciones territoriales (por ejemplo, bandas y gestores del Valle, del Eje Cafetero, de la Costa, del Pacífico). Evitar que el programa solo beneficie a quienes ya tienen redes en Bogotá. - Protección a la libertad de expresión y mecanismos anti-captura.
• Establecer cláusulas claras: la asignación del ingreso no debe implicar control de contenidos ni aprobación previa. Crear un consejo ciudadano-artístico plural que supervise transparencia y evite capturas políticas. La “lógica del mecenas” aquí se entiende como financiamiento público para la creación, no como tutela ideológica. - Sinergias con políticas culturales existentes.
• Integrar el IBC con convocatorias, compra pública de arte, programación cultural municipal y acuerdos con teatros y salas para presentar trabajos producidos por beneficiarios. Esto multiplica el retorno social y económico de la inversión. - Contraargumentos y riesgos — y cómo mitigarlos
- • “Se volverá una renta para ociosos”: la evidencia del piloto irlandés contradice esta afirmación; los beneficiarios usan la estabilidad para producir, formarse y participar en proyectos colaborativos. Es clave diseñar la evaluación para demostrar efectos positivos.
- • Politización del fondo: crear órganos independientes, plazos y transparencia pública de beneficiarios reduce la posibilidad de captura.
- • Costo fiscal: hay que dimensionarlo con realismo: un piloto con 2.000 beneficiarios es una inversión relativamente baja en términos presupuestales nacionales pero con alto impacto simbólico y práctico. Además, los beneficios indirectos (empleo cultural, consumo, turismo cultural) amortiguan el gasto. Informes preliminares del piloto irlandés señalan retornos sociales y económicos favorables por cada euro invertido.
- Mecenas democrático vs. “dictadura cultural”
- Llamar a una política pública “dictadura cultural” cuando lo que se reclama es la dirección autoritaria del contenido es válido como advertencia histórica; pero sería un error interpretar que la intervención estatal y la existencia de grandes programas de apoyo equivalen a censura. El reto es que el Estado colombiano deje de verse solo como juez y supervisor, y asuma el papel que le corresponde en una democracia robusta: el de garante de derechos culturales. Ser mecenas no significa mandar sobre el arte: significa pagar la posibilidad de que el arte exista con autonomía.
- Irlanda nos recuerda que el Estado puede, sin imponer visiones estéticas, invertir en la libertad creativa y cosechar efectos sociales que van mucho más allá del aplauso: desarrollo económico local, salud pública, educación y memoria colectiva. Copiar ese modelo, con las adaptaciones territoriales y políticas que exige Colombia, es una inversión de futuro; una forma de reconocer que la cultura no es un lujo sino un bien público que sostiene la democracia y nos enseña quiénes somos. Si queremos que la memoria del rock y de tantas otras músicas deje de depender solo de iniciativas heroicas y dispersas, es hora de exigir que el Estado se convierta en mecenas responsable y que la cultura sea tratada como política de Estado, no como anécdota.
- Fuentes principales consultadas
- • Cobertura sobre la permanencia del programa Basic Income for the Arts en Irlanda (informes y notas recientes): Business Insider; Smithsonian Magazine; ArtNews; Citizens Information.
- • Información y fichas sobre los Premios Subterránica y su rol en la escena del rock colombiano.
- • Diagnósticos y recomendaciones sobre políticas culturales en Colombia (OECD, UNESCO y análisis sobre financiamiento y descentralización).
Colombia
SAYCO sancionada nuevamente, Subterránica reivindicada otra vez: La corrupción que los músicos prefieren callar y aplaudir por un almuerzo.
Actualización 01/12/2025: Posteriormente a la publicación original, un juez ordenó a la SIC retirar de sus propios canales la información relacionada con esta sanción, mientras se resuelven recursos en trámite. Esta orden aplica únicamente a la SIC y no obliga a terceros ni medios que replicaron la noticia, por lo que este contenido se mantiene publicado como registro informativo y de interés público.
Otra vez, después de décadas, los titulares anuncian lo que llevamos años diciendo, SAYCO de nuevo ha sido sancionada, sus directivos multados, el país “sorprendido” porque una entidad que se dice defensora de los autores en realidad los usa como excusa para seguir cobrando y enriqueciéndose. Y claro, ahí salen los comunicados, las frases de indignación, las promesas de cambio. Pero los músicos siguen callados, siguen firmando, siguen creyendo que “esta vez sí”, el músico colombiano es en su mayoría un muerto de hambre que calla la corrupción porque no tiene como más comer.
La sanción a SAYCO, una multa por aproximadamente $5.300 millones de pesos impuesta por la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), confirma lo que desde hace años denunciamos, impedir que autores gestionen individualmente sus derechos, clasificar a los afiliados como “titulares administrativos”, cobrarles un 10 % adicional y obligarlos a ceder todas las vías de comunicación pública para estar representados por el monopolio colectivo.
Pero no es la primera vez que pasa, son años de corrupción y deshonestidad, en 2018 la SIC la multó por $1.378 millones por abuso de posición dominante y violación de la libre competencia. En 2012 la Dirección Nacional de Derechos de Autor suspendió su personería jurídica y le impuso la multa máxima de 50 salarios mínimos legales vigentes (equivalente entonces a unos 28 millones de pesos) por «inoperancia de sus órganos de dirección, falta de transparencia, incumplimiento de deberes estatutarios». Y a los colombianos y sobretodo a los músicos les vale cinco… para ellos está el “cállese” porque nos vetan.
La historia de SAYCO es la historia de un monopolio consentido por el Estado y sostenido por el silencio de los músicos. Desde los años noventa hasta hoy ha sido denunciada por prácticas anticompetitivas, por retener dineros, por excluir a autores que no se someten al régimen interno. A lo largo de los años, las mismas familias, los mismos apellidos y los mismos métodos se repiten: estatutos que se reforman para perpetuar a los directivos, asambleas cerradas, informes maquillados. SAYCO se ha convertido en un modelo perfecto de lo que es la “gestión colectiva” en Colombia, un castillo de papel donde la ley sirve solo para proteger a los que ya están dentro, la justicia tambien es cómplice, así como es cómplice de los malos manejos de las EPS, de los abusos de los bancos y de todo lo que represente ganar dinero deshonesto sobre los derechos de los ciudadanos.
Cada vez que una sanción sale a la luz, los titulares hablan de “nuevo escándalo” como si fuera sorpresa. No lo es. Subterránica lo gritó una y otra vez, las sanciones son solo parches, ¿De dónde creen que sale el dinero para las sanciones? Usen la cabeza, las multas se pagan con la misma plata que recaudan de los artistas. Ninguna de estas sanciones ha significado una verdadera intervención ni un cambio estructural. Los millones que les quita la SIC los recuperan en cuestión de meses, porque el Estado nunca crea una alternativa real para los autores independientes. Y mientras tanto, la prensa cultural finge objetividad, los artistas institucionales se callan para no perder contratos y el público ni siquiera sabe cómo funciona el sistema que paga cada vez que suena una canción en un bar.


SAYCO, IDARTES y todo el aparato cultural estatal son piezas de la misma maquinaria burocrática que sofoca el arte en Colombia. La corrupción en el sector musical no se esconde, se exhibe con descaro, los mismos nombres en todas las convocatorias, los mismos jurados que se evalúan entre sí, los mismos gestores que se autodenominan “cultura”. Y cuando alguien levanta la voz, lo llaman a uno conflictivo. Pero no es conflicto, es dignidad. Y aunque el país entero parezca tolerar el robo sistemático de la cultura, Subterránica sigue en pie, con los mismos argumentos y la misma convicción, la de denunciar aunque nadie escuche, escribir aunque no cambie nada, sostener el espejo frente al monstruo hasta que al menos por un instante, se vea reflejado.
Subterránica lleva más de veinte años repitiendo lo mismo. Denunciando, investigando, poniendo nombres, mostrando documentos. Cuando dijimos que SAYCO actuaba como una mafia organizada, que el IDARTES protege burócratas y no artistas, que las entidades culturales son feudos de amigotes, nos llamaron resentidos, locos, conflictivos. Y sin embargo, aquí está otra vez la prueba, una multa millonaria por impedir a los autores gestionar sus propias obras, por condicionar sus contratos, por cobrar tarifas indebidas. No lo dice Subterránica; lo dice la Superintendencia de Industria y Comercio.
Pero nada cambia. Nada cambia porque en Colombia la corrupción no se castiga, se normaliza. Se vuelve parte del paisaje. Los músicos lo saben y callan, y al callar se vuelven cómplices. Ese es el círculo perfecto: los corruptos actúan, los jueces absuelven, los artistas callan, el público olvida. ¿Cuántas veces esta entidad corrupta ha sido multada y sancionada? ¿Cuántas veces la procuraduría tiene que demostrar la corrupción en otras instituciones que gestionan las artes en el Estado? Lo que se puede llegar a concluir es que tal vez o los colombianos somos estúpidos o que sencillamente no importa.
No hay inocentes en esta cadena… el que firma sin leer, el que paga sin preguntar, el que asiste a los mismos eventos estatales sabiendo que son vitrinas de favores políticos, todos son parte del engranaje. Aquí nadie quiere hacerse enemigo de nadie, y por eso todos terminan siendo socios de la impunidad.
Y los que insistimos en hablar nos volvemos los parias, pero preferimos eso antes que vivir arrodillados ante un sistema que prostituyó el arte. El Estado sigue alimentando las mismas vacas sagradas; las secretarías de cultura, IDARTES, las convocatorias amañadas, los jurados repetidos, los artistas institucionalizados que se reparten el presupuesto público como si fuera botín de guerra. Y cada tanto, cuando alguna sanción se hace pública, los medios anuncian que “ahora sí se hará justicia”. No, no se hará. No mientras sigamos creyendo que un comunicado es justicia. Y es que hay que repetirlo cien veces porque pareciera que no entendieran, el problema no es Sayco, no es Idartes, no son sus alidos sino los corruptos que trabajan ahí. La verdad no es difícil de entender, hasta un niño lo comprende.
La multa a SAYCO no es una victoria para nadie; es otra migaja, un teatro más en este país que premia al corrupto y castiga al que incomoda. Los músicos seguirán cobrando regalías miserables mientras los directivos se reparten millones. Seguirán viendo cómo sus obras son administradas por gente que no compone ni canta, pero cobra como si lo hiciera. Y seguirán tragando entero, porque aquí el que denuncia se queda sin contratos, sin toques, sin apoyo, sin “redes”.
Subterránica lo advirtió mil veces, el problema no es solo SAYCO, es la estructura cultural completa. Un país que tolera la corrupción en la música es el mismo que la tolera en la política, en la justicia, en la educación. Lo mismo disfrazado de gestión cultural.
Y sí, hemos tenido razón desde el principio y siempre la vamos a tener así a los mercenarios de las artes que le dan regalos de Navidad a sus hijos con dinero robado se ofendan. Pero tener razón en Colombia no sirve de nada. Aquí la verdad no cambia las cosas, solo las confirma.
Colombia
Cheyne Stokes Experience se sumerge en la introspección con Perfect Days, el nuevo capítulo de The Empress
El universo de Cheyne Stokes Experience vuelve a expandirse con Perfect Days, una pieza instrumental e introspectiva que abre las puertas de The Empress, su segundo larga duración, ya disponible en Bandcamp. La banda bogotana, conocida por su enfoque conceptual y su capacidad para unir lo etéreo con lo brutal, presenta esta composición como un preludio emocional a un disco que se adentra en las profundidades de la existencia, los duelos y la energía femenina que habita en cada ser.
Grabado en El Bunker Studios durante agosto y septiembre de 2024, el álbum contó con la producción y arreglos de Nicolás Sadovnik (Tras las Púas, Los Carrangomelos), quien acompañó a la banda en un proceso de creación meticuloso, extendido entre jornadas de pre y postproducción que dieron forma a una obra cargada de fuerza, sensibilidad y ambición. Las influencias son claras —Alcest, Opeth, Soen, Mastodon, Gojira o The Ocean Collective—, pero lo que emerge de The Empress es una identidad absolutamente propia, un sonido que se construye desde la emoción y el pensamiento, más que desde la simple técnica.

En esta nueva entrega, la emperadora —esa figura enigmática que ya había aparecido en The Labyrinth of E²— revela su rostro como una encarnación simbólica de la muerte, la transformación y el cuestionamiento interior. Cada video y cada tema se articulan como capítulos de un relato introspectivo donde los protagonistas enfrentan su propia finitud, sus vacíos y la búsqueda de significado en un mundo hostil. Perfect Days es el sexto episodio de esta historia audiovisual, y también su punto de inflexión: un tema sin palabras, donde la música es la única voz posible ante la reflexión más profunda de todas —¿qué es realmente un día perfecto y vale la pena seguir viviendo por él?—.
The Empress amplía además el espectro emocional del grupo incluyendo reinterpretaciones de Pagan Poetry de Björk y Artemis de Aurora, piezas que en manos de Cheyne Stokes Experience se convierten en un manifiesto sonoro sobre la vulnerabilidad y la ferocidad de lo femenino. Este enfoque artístico se complementa con la visión visual del ilustrador Void Espíritu (Daniel Esteban Gómez), quien una vez más plasma en la portada del disco su estilo críptico y espiritual, explorando la brutalidad y la belleza que coexisten en la muerte y el duelo.

El álbum completo está disponible de manera exclusiva en Bandcamp, mientras que su lanzamiento físico y digital oficial se celebrará el próximo 29 de noviembre en B Bar, Bogotá, junto a Ashes, Mauna y el DJ Alcapone, en una noche dedicada al metal progresivo, la melancolía y el poder creativo.
Con Perfect Days, Cheyne Stokes Experience reafirma su lugar dentro del metal alternativo colombiano como una de las propuestas más profundas, conceptuales y arriesgadas de la escena. En un panorama donde el ruido suele imponerse sobre el sentido, la banda invita a detenerse, mirar hacia adentro y, aunque duela, descubrir la luz que habita en nuestras sombras.
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