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Música y Bandas

Travis Desata ‘Raze The Bar’ con Chris Martin y Brandon Flowers

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El 10 de mayo de 2024, los legendarios Travis, galardonados con múltiples premios BRIT e Ivor Novello, sorprendieron una vez más al mundo musical con el lanzamiento de “Raze The Bar”. Este es el segundo sencillo de su esperado álbum L.A. Times, que verá la luz el 12 de julio a través de BMG.

“Raze The Bar” es una emotiva despedida al “Black & White Bar”, un lugar icónico y muy querido en Nueva York, no solo por Travis sino también por numerosos creativos locales. Este bar sin nombre, conocido por su toldo a rayas blancas y negras, era un refugio para artistas y músicos, ofreciendo noches de poesía, DJ sets y micrófono abierto. Fran Healy, vocalista y compositor principal de Travis, cuenta una última noche ficticia en el bar, inmortalizando a los personajes habituales, incluidos los dueños Johnny T Yerington y Chris Yerington. En consonancia con el espíritu de comunidad de la canción, Chris Martin de Coldplay y Brandon Flowers de The Killers se unen en los coros, destacando la alta estima que Travis sigue manteniendo en la escena musical.

Healy describe el bar como un refugio para artistas y músicos, un espacio vibrante donde muchos encontraron inspiración y consuelo. Durante la pandemia, el “Black & White Bar” tuvo que cerrar sus puertas debido a la negativa del casero a negociar un alquiler reducido. La canción rinde homenaje a la comunidad creativa que encontró un hogar en este bar, capturando el espíritu y la nostalgia de un lugar que ya no existe.

L.A. Times ve a Travis embarcarse en una nueva y audaz era, un logro increíble que llega 25 años después de que la banda lanzara su álbum rompedor número 1 The Man Who, un disco certificado 9 veces Platino solo en el Reino Unido. Producido por Tony Hoffer (Air, Beck, Phoenix), L.A. Times fue escrito por Fran Healy en su estudio al borde de Skid Row, Los Ángeles, la ciudad a la que ha llamado hogar durante la última década. Lo describe como “el álbum más personal de Travis desde The Man Who”. Sus diez canciones muestran a su creador tratando de dar sentido al camino recorrido hasta este punto, un sentimiento reflejado en la impresionante fotografía de la portada del álbum.

Travis comenzará una gran temporada de conciertos en el verano de 2024, confirmada para actuar con The Killers en su gira de 16 fechas por los estadios del Reino Unido en junio y julio. Regresarán a Europa para su primera gira como cabeza de cartel por el continente desde 2016 en agosto y septiembre, con más actividades en directo en el Reino Unido que se anunciarán próximamente.

L.A. Times estará disponible en formato digital, CD y vinilo. El álbum también se lanzará como un paquete de lujo limitado de 2CD que incluye una versión despojada del álbum L.A. Times, grabada entre Dougie Payne’s Living Room en Glasgow y Fran Healy’s Living Room en Los Ángeles. Travis, con su formación ininterrumpida desde su origen en la Glasgow School of Art en los años 90, continúa marcando las coordenadas de su extraordinario viaje juntos con este nuevo y emocionante capítulo en su carrera musical.

Sigue a Travis en sus redes sociales y prepárate para disfrutar de L.A. Times, un álbum que promete ser una obra maestra personal y emotiva, fiel al estilo inconfundible de la banda.

Europa

Vhill: La tormenta venezolana que sacudió el arranque de Wacken, el festival más Grande del Metal

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Dariel Conway para Subterránica.

El mundo del metal amanece empapado literalmente en los campos de Wacken donde el festival más legendario del planeta, pero no solo de barro, sino también de espíritu, la edición 2025 arrancó bajo una lluvia incesante, lodos memorables y las emociones a flor de piel. No es cualquier año, ni cualquier Metal Battle, 2025 marca la segunda vez que Metal Battle South America llega a estas tierras, impulsado por la visión incansable de Felipe Szarruk y una red de colaboradores de todo el continente, con una novedad imposible de pasar por alto: por primera vez, una banda venezolana pisa el escenario de Wacken para disputarse la final global de la batalla de bandas más grande del metal.

El ambiente es el de siempre, pero multiplicado… Wacken, fiel a su promesa de “Rain or Shine” abrazó el diluvio de las últimas horas como se abrazan los grandes momentos, sin miedo y de frente. Los caminos de acceso y el campo central resbalan entre lodazales y botas, pero nadie se mueve un centímetro de la línea del frente porque lo que está en juego es más que un espectáculo. Es historia. El primer día de Metal Battle unió sangre nueva de todos los rincones del globo. Proyectos que atraviesan desde Europa del Este hasta Japón, del Norte de África hasta Suramérica, mostrando el metal como un idioma sin acento.

Y fue en esos escenarios, precisamente en el W.E.T Stage a las 11:50 AM que sonaron los acordes de Vhill, banda de Venezuela ganadora de la edición en el continente, en una presentación cargada de energía, fuerza y sentimiento que dejó claro de qué está hecho el Metal de nuestros países. Su debut en el festival fue poderosísimo, no solo por la técnica, que fue impecable, sino por la intensidad con la que defendieron su lugar. Aunque los resultados oficiales se sabrán el viernes tres de agosto, el veredicto emocional ya está dado, Vhill demostró por qué Suramérica está más vigente que nunca y cómo la unión y la independencia pueden llevar talentos hasta estas arenas sagradas incluso en los años más complicados.

El público que resistió a la tormenta premió cada nota, Wacken se llenó de banderas venezolanas y sudamericanas, celebrando ese instante en que el metal se siente más grande que la suma de sus partes, más allá de la competencia, fue una jornada en donde ganar o perder es lo de menos; la victoria consiste en representar y dejar huella, la iniciativa de Metal Battle South America logró el objetivo, poner de pie a toda una comunidad, a pulso y que el mundo escuche a las propuestas más auténticas y combativas de la región.

Tras la descarga, el primer día se fue entre charcos, abrazos y cánticos devotos, mientras miles se prepara para la segunda noche, donde grandes nombres como Ministry o Guns N’ Roses prometen tomar el testigo del poder y la diversidad vista en Wacken, pero ninguna estrella podrá apagar lo que ya se encendió; el 30 de agosto de 2025 Venezuela quedó en la historia de Wacken, y América Latina reafirmó que sigue siendo semillero de bandas con garra.

Mañana se conocerán los ganadores, pero ese momento es solo un capítulo más del cuento, Wacken sigue vivo, mojado, brillante en la oscuridad, y el mensaje ya se oyó en todos los confines. Metal es eso, esencia, resistencia y, sobre todo, comunidad mundial, sigue transformándose bajo el ritual de la comunidad musical más resilente y poderosa del mundo.

Las alianzas regionales detrás de Metal Battle South America muestran su fruto, lo que comenzó como un sueño arriesgado terminado extendiéndose hacia todo el continente, uniendo colectivos y productores en un esfuerzo que ya deja huella. La presencia de Felipe Szarruk y sus aliados no solo ha abierto puertas, ha demostrado que los espacios se ganan luchando, que el trabajo bien hecho puede llevar a la música independiente hasta el escenario más mítico de todos.

La presentación de Vhill culminó de manera épica, cuando la banda levantó con orgullo las banderas de toda la región, un gesto cargado de simbolismo y fuerza que resonó con cada persona presente. Fue un momento demasiado poderoso e icónico, una imagen que habla de identidad, resistencia y unidad. El metal, a través de iniciativas como Metal Battle, Subterránica, Felipe Szarruk y los múltiples aliados que han trabajado incansablemente, está logrando lo que parecía imposible, unir a nuestros países, muchas veces marcados por la división y la destrucción, bajo un mismo lenguaje de fuerza y pasión. Llevar este metal auténtico, nacido del esfuerzo independiente, al escenario del mundo entero es, quizás, el éxito más grande y profundo de esta generación; un triunfo que trasciende cualquier competencia y que celebra la cultura, la comunidad y la esperanza.

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La mirada Subterránica

Ozzy regresa a casa y el mundo del rock queda más solo, pero más eterno

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Hoy el mundo del rock y del metal perdió a una de sus figuras más icónicas: Ozzy Osbourne, quien falleció a los 76 años rodeado de su familia. Con su partida se cierra uno de los capítulos más importantes y definitivos en la historia de la música. Cantante, compositor, provocador, símbolo cultural y sobreviviente de excesos, Osbourne fue más que una estrella, fue el rostro visible del heavy metal durante más de cinco décadas.

Nacido como John Michael Osbourne el 3 de diciembre de 1948 en Aston, Birmingham (Reino Unido), Ozzy creció en un entorno obrero y difícil. Desde joven mostró inclinaciones artísticas, influenciado por los Beatles, pero también fue un niño marcado por el bullying, la pobreza y una serie de trabajos que no lograban retener su atención. Fue en la música donde encontró su refugio y, más tarde, su camino.

En 1968, junto a Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward, formó Black Sabbath, banda que redefiniría no solo su vida, sino el curso completo del rock. Su álbum debut, Black Sabbath (1970), dio inicio a un género que aún no tenía nombre, pero que más tarde sería conocido como heavy metal.

La trilogía inicial de Sabbath —Black Sabbath, Paranoid y Master of Reality— se convirtió en la piedra angular de todo un movimiento musical. El tono oscuro, las letras densas, los riffs pesados y, sobre todo, la voz inconfundible de Ozzy, crearon una atmósfera que capturó la angustia y el desencanto de la juventud de los años 70.

Canciones como “War Pigs”, “Iron Man” y “Paranoid” no solo se volvieron himnos generacionales, sino que marcaron el inicio de un nuevo lenguaje musical. Y aunque Sabbath fue una creación colectiva, era Ozzy quien le daba el rostro, la personalidad excéntrica y el aura mística que la industria musical nunca había visto.

Durante su primera etapa con Black Sabbath, Ozzy grabó ocho discos, incluyendo joyas como Sabbath Bloody Sabbath y Vol. 4. Sin embargo, su dependencia a las drogas y al alcohol llevó a su salida del grupo en 1979, lo que marcaría el inicio de una carrera en solitario igual de legendaria.

En 1980, pocos apostaban por el éxito de Ozzy fuera de Sabbath. Sin embargo, Blizzard of Ozz, su primer disco como solista, fue una revelación. Con temas como “Crazy Train” y “Mr. Crowley”, y la impresionante guitarra de Randy Rhoads, el álbum lo catapultó a una nueva generación de fans.

Lo que siguió fue una carrera plagada de éxitos, tragedias y renacimientos. Tras la trágica muerte de Rhoads en 1982, Ozzy continuó adelante con discos como Diary of a Madman, Bark at the Moon, No Rest for the Wicked, y No More Tears. Este último, publicado en 1991, incluía el tema “Mama, I’m Coming Home”, una balada escrita junto a Lemmy Kilmister de Motörhead, que se convirtió en un clásico y mostró una faceta más emotiva de Osbourne.

Su carrera solista consolidó a Ozzy como un ícono multigeneracional. En vivo, su energía era legendaria, y su imagen se volvió reconocible en todo el mundo: el murciélago, la cruz, el maquillaje, la locura escénica. Fue también uno de los pocos músicos en mantenerse relevante durante más de cinco décadas sin perder el núcleo de su propuesta.

Ozzy no fue solo un músico. Fue también una figura de la cultura pop, muchas veces polémica, pero siempre auténtica. Desde el incidente del murciélago en 1982 hasta su show familiar The Osbournes en MTV a comienzos de los 2000, su figura traspasó los límites de la industria musical.

El reality mostró a un Ozzy diferente, doméstico y confundido, pero entrañable, ganando nuevas audiencias. Fue una jugada que redefinió la relación entre estrellas del rock y medios de entretenimiento.

A lo largo de su vida, fue protagonista de múltiples escándalos, giras interrumpidas por problemas de salud, rehabilitaciones, controversias religiosas y hasta demandas legales. Pero, pese a todo, nunca dejó de ser visto como una figura fundamental en la historia del rock pesado.

A pesar de haber sido diagnosticado con Parkinson en 2003 (y hacerlo público en 2020), múltiples infecciones, caídas, y cirugías, Ozzy Osbourne continuó grabando y presentándose en vivo hasta donde su cuerpo se lo permitió. Su gira de despedida, titulada No More Tours II, fue interrumpida varias veces, pero aún así alcanzó a completar varios shows con la misma entrega visceral de siempre.

En sus últimos años de actividad lanzó discos notables como Ordinary Man (2020) y Patient Number 9 (2022), colaborando con músicos como Elton John, Eric Clapton, Jeff Beck y Tony Iommi. Contra todo pronóstico, no solo seguía produciendo, sino que lo hacía con calidad, frescura y una honestidad creativa envidiable. Su voz, aunque marcada por el paso del tiempo, aún tenía ese tono nostálgico, fantasmal, único.

Su última aparición en vivo fue en Birmingham, su ciudad natal, durante un breve reencuentro con Black Sabbath en el escenario del Commonwealth Games en 2022. Fue breve, emotivo, poderoso. Fue cerrar el círculo, organizó su propio funeral, aguantó hasta ese momento.

Finalmente, el 22 de julio de 2025, Ozzy falleció rodeado de su familia. Su esposa Sharon, sus hijos Jack y Kelly, y su legado entero estaban con él. La noticia generó una oleada de homenajes alrededor del mundo: velas, murales, conciertos, discursos y lágrimas. Porque no solo se fue un músico. Se fue un símbolo de todo lo que el rock representa: resistencia, locura, libertad, honestidad, caos, arte.

Hablar del legado de Ozzy Osbourne no es solo hablar de discos o conciertos. Es hablar de una filosofía de vida. De un tipo que, con todos sus errores, excesos y contradicciones, nunca dejó de ser fiel a sí mismo. Ozzy no fingía. Ozzy era, fue un pionero, uno de los padres fundadores del metal. Un vocalista que no necesitó rangos operáticos para emocionar. Su tono nasal, melancólico y urgente, era reconocible al instante. Fue también un puente entre generaciones, que sobrevivió a los años 70, 80, 90, 2000, y que se volvió meme sin dejar de ser leyenda.

En su historia está también la historia de todos los que alguna vez encontramos refugio en la música, para quienes el rock fue hogar, Ozzy fue padre, hermano, amigo, monstruo, guía. Lo vimos caer mil veces, y levantarse otras mil. Siempre con humor. Siempre con ganas. Siempre con música.

Deja tras de sí más de 20 álbumes de estudio, decenas de giras mundiales, miles de conciertos, incontables historias y millones de fans. Su lugar en la historia de la música es inamovible.

No se trata de idolatría. Se trata de entender que hay figuras que marcan épocas. Que definen géneros. Que dan voz a generaciones que no la tenían. Ozzy fue una de esas figuras y aunque físicamente ya no esté, su voz seguirá en los parlantes, en los vinilos, en los oídos de quienes necesitan gritar, llorar, celebrar o resistir. Porque al final, eso era Ozzy, una forma de decirle al mundo que aquí estamos, y que no vamos a callar.

Epílogo
“Mama, I’m coming home”, cantó alguna vez. Y tal vez sí. Tal vez por fin ha vuelto a casa. A la eternidad que solo alcanzan quienes se convierten en leyenda.

Ozzy Osbourne (1948–2025)
Gracias por todo.
Nos vemos en el escenario eterno.

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Europa

Conozcan a Thompson, el croata que acaba de romper el record del concierto más vendido de la historia.

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Nadie fuera de Croacia lo tiene en sus playlists, pero acaba de hacer historia en la industria musical, se llama Marko Perković pero es mejor conocido como Thompson, un músico que logró convocar a cerca de medio millón de personas con entradas pagas en el Hipódromo de Zagreb, las cifras oficiales oscilan entre 450 000 y 500 000 asistentes, este ha sido el concierto más multitudinario de pago de un artista en solitario del que se tenga registro en la historia de la música, desbancando a Vasco Rossi y su récord italiano de 225.000 y demostrando que las escenas locales pueden ser las más fuertes si el público las apoya.

El concierto se convirtió en una procesión nacional, había entradas a precios populares, patrocinadores locales, buses enteros organizados desde pueblos remotos, el hipódromo se transformó en una ciudad temporal, con carpas, drones lanzando imágenes y una logística descomunal que incluyó más de seis mil policías. Por un día, Zagreb vivió un carnaval patriótico con banda sonora de rock folk.

Lo increíble es que si preguntamos en Madrid, Buenos Aires o Bogotá quién es Thompson, es muy posible que la mayoría no tenga ni idea, es un artista casi invisible para la industria y su éxito se cocina en casa, con ingredientes profundamente croatas como la nostalgia bélica, el orgullo nacional y música diseñada para encender la fibra identitaria.

Thompson no es un producto de la maquinaria del pop internacional ni un fenómeno de redes. Comenzó su carrera en la guerra, cuando cantaba para soldados croatas en los noventa, de hecho, el nombre artístico lo tomó del subfusil que cargaba, después llegó su primer éxito, convertido en himno, nació en las trincheras, desde ese momento su propuesta no cambió mucho, siempre hizo rock de estadio mezclado con folk balcánico, con guitarras sencillas, coros que le llegan a la gente y un discurso que exalta la fe, la historia y la patria.

Para su público eso no es un defecto, sino el motivo para seguirlo de manera ferviente, cada canción es un relato en colectivo, un canto de identidad, es un sonido que para muchos croatas no se consume sino se vive, eso explica la a convocatoria, su unión con el público. El concierto se pensó como un evento casi litúrgico, un símbolo de unidad en tiempos muy difíciles.

Pero no se puede hablar de Thompson sin mencionar la sombra que lo sigue, el músico ha sido acusado de tolerar y muchas veces alentar gestos y símbolos relacionados con el fascismo croata de los años 40. Sus conciertos han sido vetados en varios países europeos y aunque él rechaza la etiqueta de fascista, las polémicas no parar, varias veces se han visto saludos fascistas entre su público y algunas letras contienen referencias históricas interpretadas como apologías. Para sus seguidores, esas críticas son ataques injustos a un patriota, para sus detractores, son la prueba de una complicidad peligrosa.

Ese lado controversial lejos de espantar a sus seguidores parece fortalecerla, la narrativa del héroe incomprendido, del artista perseguido por decir “verdades incómodas”, le ha servido para construir una relación casi religiosa con su audiencia, es el combustible que le permitió vender medio millón de entradas sin nisiquiera sonar en Spotify fuera de su país.

Por eso el récord no significa que sea el artista más global, el más reproducido o el más “importante” en sentido universal sino algo algo más específico pero igualmente poderoso… Thompson que es capaz de convocar a su nación, de llenar un espacio gigantesco con un solo llamado, de reunir a cientos de miles para cantar las mismas canciones, es la prueba de que la música, incluso en tiempos en el que todo el planeta está conectado, sigue siendo un fenómeno local cargado de símbolos y memoria algo que nos falta en muchos de nuestros países.

Thompson acaba de escribir una página que nadie se esperaba en la historia de los conciertos, medio millón de personas lo corearon en un idioma que la mayoría del planeta no entiende, un récord que no solo habla de ventas, sino de identidad, tal vez ahí radica su verdadero significado.

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