Colombia
Tres cosas que todo el mundo critica de Rock al Parque: Los fosos de periodistas, el punk de Estado y la transmisión de Canal Capital. ¿Qué es lo que sucede con esto? Estas son las razones.
Ah el colombiano… esa raza a la que le gusta hablar y hablar hasta el cansancio y la mayoría critica todo por criticar. Hermosa raza parte de las más felices del planeta tierra, dueña de “el festival gratuito más grande de Latinoamérica” orgullo patrio y en donde confluyen más de 100 mil “rockeros” que sin pagar un peso por la entrada adquieren inmediatamente el conocimiento absoluto del género y la gestión cultural. Todo un portento de la humanidad. Bellísimo.
Pero la realidad es otra… los colombianos en su gran mayoría critican por el placer de hacerlo, por el placer de destruir al otro, de desacreditarlo y muchas veces, que es lo peor, critica por defender la corrupción y dañar al que denuncia. Rock al Parque ha sido un tema complicado para la ciudad, para los músicos y para el público y mientras este último disfruta tres días de “extrema convivencia” sin pagar por la entrada, los músicos y medios viven un pequeño infierno para sacar el evento adelante porque deben acoplarse a la ideología y sistema del distrito que aun tiene muy jodidos los sistemas de pensamiento y gestión cultural.
Vamos a analizar acá las razones de tres de las peores situaciones que se viven año tras año y que las personas solo critican, pero no ahondan en el por qué de cada una y sí, la realidad es que las tres tienen razón de ser, acá les contamos:
El foso de los periodistas y los “medios especializados”:

Idartes abre cada año una convocatoria para acreditar medios para el cubrimiento del festival, por ejemplo este año solo permitían dos acreditaciones por medio, es decir dos periodistas para cubrir tres escenarios, ruedas de prensa, zona de emprendimientos y todo lo que pase en el festival. Eso sencillamente es estúpido. Ningún periodista por más años de experiencia que tenga puede estar en seis partes al mismo tiempo. Así que comencemos porque Idartes comete un error garrafal al pedir cubrimiento a un par de periodistas por medio sin asignar zonas. Pero a medios como a Caracol ha llegado a entregarle más de 32 acreditaciones en algunas ediciones y la pregunta es ¿Cuándo han visto a Caracol cubrir Rock al Parque más que en su insípida sección del final del noticiero? ¿Para qué necesita Radioactiva tantas acreditaciones si jamás en la vida han hablado de Rock nacional o de Black Metal? Entonces es cuando comienza a jugar la corrupción y la burocracia.
Hace unos años en una de las pocas reuniones que Idartes le aceptó a Subterránica, nos contaron que tienen que entregarles manillas a todos en el Consejo de Bogotá y a otras personas para pagar favores políticos, es por eso que el foro de “periodistas” se llena tanto al final del día, porque quienes están ahí no son periodistas sino los hijos, amigos de los hijos y personajes “especiales” que ingresan con manillas que les dan a políticos y personas que son importantes para Idartes. Entonces en el caso del escenario Plaza no es un foso para periodistas es una zona VIP.
Los periodistas que llegan temprano son siempre los mismos año tras año, Subterránica por supuesto, Oscura Radio, Alejo Bonilla, Pablito Wilson, Henry Rage, entre otros que siempre hacen la tarea. El resto llega a las seis de la tarde, por eso cuando se presentan las primeras bandas solamente hay seis o siete periodistas en cada escenario, repetimos que con dos acreditaciones solo se puede así y por eso es que ya en la noche está todo repleto.
Ahora, Rock al Parque trata a los periodistas como perros, en esta edición por ejemplo para el escenario Eco solo dejó una brecha de un metro y medio para los periodistas y era imposible cubrir, contrario a la gran zona VIP del Bio y Plaza que quedó libre en algunas bandas como The Ocean e Info que estaban a kilómetros del público porque los “periodistas” y los invitados especiales estaban en otros escenarios. En el Eco no se podía ni caminar y no se podía cubrir.
A eso súmenle que no hay lugares para cargar los equipos, no hay lugares para cargar celular, para guardar equipos, la sala de prensa es una mierda, cancelan a diestra y siniestra ruedas de prensa y para rematar, no hay señal de Internet, cubrir Rock al Parque es una aventura que gradúa a cualquier periodista de espectáculos por no decir menos y si no fuera por los periodistas, señores, ustedes solo tendrían el informe final de cada año en donde todo fue perfecto, todo fue genial y no sabrían cosas como estas, hay que respetar el trabajo de los periodistas y hay que respetar al público y esto tiene que cambiar, 27 años en las mismas.
Los Punketos de Estado:

Esto solo tiene una razón y es que los músicos de Rock en Colombia están muertos de hambre y no tienen ninguna oportunidad más que la que entrega el distrito para poder ganar unos pesos y la de poder llegar a un público masivo. Si no fuera por Rock al Parque o Altavoz, un grupo de punk colombiano no puede aspirar más que a tocar gratis en infinidad de calles, parques y venues underground incluyendo salones comunales y donde caiga, así que esto es un caso especial.
Sid Vicious se retuerce en su tumba cada vez que un punketo recibe un cheque del gobierno, el punk en su esencia es anarquista, anti-sistema, detesta al gobierno a tal punto que en algunos países como España los mataron entregando heroína en las calles para desaparecerlos, Colombia es el único lugar del planeta tierra en donde un punketo almuerza en McDonalds.
Y eso no estaría mal si no se montaran a la tarima en donde ellos mismos voluntariamente se sometieron a un proceso burocrático de llenar papelería, de enviar identificaciones, de que su música sea cobrada por Sayco así ellos no sepan y de entregarse al sistema que tanto odian sin chistar para después subirse a la tarima a putear a ese sistema, eso es estúpido, eso es ridículo, es como si una persona tratara de convencer a los demás de ser veganos mientras se traga un chorizo, un punketo que come del estado no es anti-sistema ¡pertenece y chupa del sistema! Sean coherentes.
Es estúpido subirse a dar un discurso de odio a un sistema al que ya se arrodillaron y que les está pagando el único show pago que tendrán en el año, porque de ahí en adelante regresan a la realidad, a los antros con 10 personas y a la cerveza barata comprada en la tienda de al lado y no en el bar en donde tocan.
Señores, llevamos 30 años en esto, conocemos la realidad, así que acá no vengan a disfrazarse de punketos anti-sistema cuando no lo son, su música es buena, son buenas bandas, suenan excelente pero entonces ofrezcan un show de categoría para tener mas adeptos a su música sin putear a quienes les están pagando, al fin y al cabo son sus jefes.
Y el público se traga el cuento, como se ha tragado cada cuento que le han metido en rock al parque desde el principio, como se ha comido el cuento de “la música es una”, la inclusión, lo diverso y cuanta mierda pseudointelectual el distrito ha implantado en la juventud para convertirla en una disidencia controlada con herramientas ideológicas como Rock al Parque, no hay nada menos punk que Rock al Parque y al menos quienes tocan allá deben saberlo y actuar conforme a lo que son: Contratistas del estado.
El sonido de la transmisión de Canal Capital:

Cada año es la misma historia, pero antes de leer esto por favor pase a YouTube y revise las transmisiones de otros festivales del mismo calibre como Wacken, Glastonbury e incluso vea las transmisiones de los ochentas y setentas y verán que suenan mucho mejor que las de Rock al Parque. ¿Por qué? Por dinero no es, ya que se gastan una millonada en ese cubrimiento con equipos de ultima generación y armando sets enormes con presentadores que saben más de farándula que de otra cosa, que se equivocan constantemente y se sienten muy fuera de contexto.
Entonces ¿Por qué a pesar de tanto dinero y tanto despliegue el sonido es tan malo? Por ejemplo, en la presentación de INFO solo se escuchaba el teclado y la voz mientras que en Slow Crusher se eliminaba completamente toda la parte instrumental.
Comencemos porque son tres escenarios y esto es una salvajada para cualquier equipo, la acústica del lugar tiene demasiado que ver, El Parque Simón Bolívar es un espacio abierto y amplio que puede generar ecos, reverberaciones y distorsiones en el sonido, especialmente si hay viento o lluvia, además, los escenarios están ubicados cerca unos de otros lo que puede generar interferencias entre ellos, son factores pueden afectar la calidad del sonido que se transmite, pero hay mucho más.
La calibración de los equipos depende de los escenarios y sus ingenieros, cada escenario tiene su propio sistema de sonido, que debe ser calibrado y ajustado según las características de cada banda, el tipo de música y el público, esto requiere de un trabajo profesional y minucioso que puede variar según el criterio y la experiencia de los técnicos de sonido y la pregunta es ¿tenemos ese tipo de ingenieros en Colombia? ¿Estamos formando ese tipo de ingenieros? Y si lo estamos haciendo ¿Los contratan para estas transmisiones o también son los amigos los que están ahí? Si la calibración de los escenarios no es adecuada, el sonido puede resultar demasiado bajo, alto, agudo o grave, lo que se refleja en la transmisión de Canal Capital.
Y para terminar está la conexión de la consola al master, que para quienes no saben es el dispositivo que permite mezclar y controlar las señales de audio que provienen de los instrumentos, las voces y los micrófonos en resumen la mezcla de cada escenario. El master es el dispositivo que recibe la señal de audio final y la envía a los altavoces o a la transmisión. La conexión entre la consola y el master debe ser de buena calidad y estar bien configurada, para evitar ruidos, cortes o pérdidas de señal, si la conexión no es óptima y todo lo mencionado anteriormente tampoco lo es, entonces de nada sirve tener equipos, millones de pesos y bonita escenografía, el sonido siempre saldrá como lo hace en Canal Capital, la respuesta es sencilla: ingenieros.
Ok, ahora que ya ahondamos en los problemas de una manera concreta y crítica, esperamos que estos problemas puedan corregirse y que las personas que tanto critican sepan porqué lo están haciendo, ya que criticar no es odiar y la crítica fomenta la evolución de los sistemas, pero hablar mierda no es criticar y el colombiano no critica, sino que en su mayoría habla mierda.
@subterránica
Colombia
Carlos Vives se defecó en We Will Rock You y no se podía pedir más.

Oh, yo sé que con esto van a revolcarse muchos en su micromundo… Recuerdo un día en LAMC 2016 en New York en donde tuve un fuerte discusión con Carlos Vives, él era panelista y yo asistente… le reclamé por su frase vacía y minimizadora “el rock de mi pueblo”, porque el rock de mi pueblo es lo que hacen las miles de bandas sin espacios en Colombia y no ese vallenato modernizado con el que quiso darle a entender al mundo que nosotros necesitábamos encajar en base a papagayos y ruanas, ese episodio fue incómodo, tener que convencer a 100 personas que lo que el señor hace se llama Vallenato no es tarea fácil.
Este fin de semana pasado, en el Festival cordillera de Bogotá, un festival que precisamente se apalanca de la nostalgia y de géneros que no terminan de tener identidad para vender boletos, apareció el samario y entre su repertorio le pareció buena idea destruir la canción de Queen “We will Rock You” y no solo en la parte musical sino en el adefesio del estribillo “viva el vallenato”. Y aunque ya lo había hecho en otros escenarios, en Colombia esto tiene una connotación diferente, porque pasa en un lugar en donde el rock ha sido reemplazado por una doctrina, una dictadura musical y la gente lo celebra, porque sí, porque ese es el rock de mi pueblo. Ese mismo Rock de mi pueblo en donde Diomedez Díaz era un “rockstar” según varios periodistas y la terquedad de personajes ignorantes como los curadores de varios festivales públicos y privados que le enseñaron a Colombia que el rock es una caricatura, que es un acto bufonesco y que no se puede tomar en serio, lo vemos cada año en rock al parque donde algunos salen con actos de carnaval para decir que es rock.

Cuando Vives habla del “rock de su pueblo” como si fuera algo lejano, olvidado o no digno, desprecia sin saber las miles de bandas que luchan por un espacio en Colombia, que no viven de la nostalgia ni del marketing barato. El rock de mi pueblo son cada uno de esos músicos invisibles, no un producto empaquetado y vendido como mercancía a golpe de éxitos comerciales.
Pueden ver el aparte de la presentación acá: https://www.facebook.com/reel/1091531683187577
Eso que llamaron “el rock de mi pueblo”, esa insistencia absurda, eso no es rock, es puro circo. Es el reflejo de una industria y una cultura que han permitido que la esencia rebelde, contestataria y auténtica del rock se diluya en un mercado de nostalgia decreciente y en performances de bajo nivel artístico. La música se convierte en un trámite, en una farsa que se vende fácil para llenar estadios y alimentar egos. Pero bien… eso es ¿no? pan y circo.
El problema principal de que ocurran situaciones como la distorsión y banalización del rock en Colombia radica en una combinación de factores estructurales y culturales profundamente arraigados. Primero, hay una ausencia crónica de espacios, apoyo institucional y reconocimiento real para la escena musical independiente y de culto. Esto genera un vacío que aprovechan el mercado, la industria y figuras mediáticas que priorizan lo comercial, lo fácil y lo rentable, en detrimento de la autenticidad y la calidad artística.
Además, hay una confusión cultural sobre lo que realmente es el rock y su función social e histórica. En Colombia, muchos sectores confunden géneros y estilos, mezclando sin rigor el folclore, la música popular masiva y el rock, lo que lleva a percepciones erradas y una degradación conceptual del género. El rock, que debería representar rebeldía, reflexión y expresión profunda, termina reducido a eslóganes vacíos, performances carnavalescos o fusiones superficiales, que se aceptan y legitiman socialmente como “rock”. Pero ya estamos hartos de repetirlo durante años porque no lo van a entender. Para estos personajes meterle 4/4 al vals va a ser normal o jugar Fútbol con aletas y bates de beisbol también porque en su pequeño y sesgado mundo “la música es una” y el “deporte es uno”. Es una pelea perdida, mientras la ignorancia tenta dinero el arte jamás tendrá dignidad.

También existe un problema generacional y de liderazgo musical. Algunos referentes, con poca formación o conciencia del legado, perpetúan y alimentan esas visiones erradas. Esa falta de guía y visión clara hace que nuevas generaciones no tengan modelos a seguir sólidos ni una identidad clara, lo que lleva a una escena fragmentada y vulnerable a la mercantilización y normalización de lo mediocre, en donde el problema principal es la falta de una estructura cultural, educativa, institucional y económica que apoye y valore genuinamente el rock auténtico, sumado a una ignorancia generalizada que permite que se trivialice o se reduzca a una caricatura para consumo masivo. Hasta que esto no se corrija, la escena seguirá siendo presa fácil de la banalización. Y a esto, a este pedido le llaman “radicalismo”, pero no lo es… radicalismo es sentar una estupidez como dogma y hacerlo una bandera.
El rock en Colombia se merece más que esto. Se merece respeto, espacios reales, apoyo a las bandas fuera de los reflectores que trabajan con honestidad y compromiso, sin venderse a la nostalgia o a la caricatura. Lo que vimos en Cordillera fue solo otro capítulo más de un largo proceso de degradación cultural que ya estamos hartos de denunciar y combatir, el rock colombiano es una burla pública.
Así que mientras algunos celebran ese absurdo “viva el vallenato” en el estribillo de “We Will Rock You”, otras miles de voces están haciendo el verdadero rock de este país, el que duele, incomoda y lucha. Y esas voces son las que verdaderamente mantienen vivo el espíritu fuerte y genuino de nuestra música. Por favor no vayan a llorar.
@felipeszarruk
Colombia
La música hoy es un puto producto industrial vendiendo humo para una máquina insaciable que se llama algoritmo.

La industria musical atraviesa una crisis brutal… tiene hambre, hambre insaciable, hoy todo se ha convertido en un asunto de algoritmos y modelos de distribución masiva que solo buscan hacer dinero sin importar si la música vale algo o no.
En una charla de Symphonic Distribution en el Bomm de Bogotá, una chica —aún en sus veintes— lanzó la idea “sofisticada” de que los músicos deben sacar música todos los días para alimentar estos algoritmos. Eso no es arte, es pura explotación y pérdida de la esencia creativa, lo que importa hoy no es lo que hagas, sino cuánto ruido generes para que la máquina te mantenga arriba.
Históricamente la música es un proceso lento, un trabajo artístico donde la paciencia, la reflexión y el detalle hacen que una canción conecte de verdad con quien la escucha. Pintores, escritores, músicos… todos se toman el tiempo porque saben que la magia no sale en cinco minutos ni en una ida al baño, pero ahora los artistas están atrapados en un ritmo frenético diseñado por plataformas, donde producen en masa para engordar estadísticas y mantenerse visibles, esa propuesta horrible de sacar música diariamente refleja un sistema que mata la creatividad y la reemplaza con pura producción en serie, como mulas de carga que deben alimentar el nuevo negocio de la música que solo le sirve a las distribuidoras y plataformas.
Y no es sorpresa que esto se manifieste en géneros como el reguetón, donde el éxito no depende ni de la complejidad musical ni de letras que tengan algo que decir, sino de beats repetitivos y letras vacías que cualquier programa barato como Fruity Loops puede generar a chorro, esa facilidad para tirar decenas de canciones al día ha forzado al resto de géneros a entrar en un juego de repetición y banalidad para competir en visibilidad, dejando un montón de música que parece más ruido vacío que arte, lo vemos en cientos de músicos desesperados por sacar 50 sencillos al año que quedan en el olvido.

Esto no solo pasa en la música; el cine también está en caída libre, ahora la calidad se mide en taquilla, prefieren llenar salas con fórmulas recicladas que arriesgar con historias que hagan pensar o sientan de verdad, el arte se ha convertido en mercancía, y la diversidad y la innovación han quedado aplastadas bajo la lógica del negocio, los creadores o se amoldan o desaparecen y el resultado es un empobrecimiento cultural que apaga la chispa creativa.
Los músicos están en medio de un gran problema… O se venden y se adaptan a estas reglas que los despersonalizan o defienden lo que para muchos es lo más importante: el valor del arte, aunque eso implique arriesgar su sustento económico y en países como los nuestros el hambre es más fuerte que cualquier cosa, hay que ser honestos y aceptar que los artistas de hoy están desesperados por comer y por eso son sometidos como escalvos a los caprichos de estos modelos que pareciera que son lo único que existe. Lamentablemente, casi todos eligen jugar el juego para sobrevivir. Y esa misma necesidad alimenta un círculo vicioso que termina en una escena musical fragmentada, saturada de contenido efímero y vacío.
El impacto es doble, culturalmente la música pierde lo que la hacía única, su identidad, fuerza rebelde y memoria emocional y económicamente, los mejores artistas no reciben reconocimiento ni la compensación que merecen, triunfa el que más vomita lo que ahora llaman “contenido” mientras plataformas y empresas acumulan fortunas. La creación artística se ha convertido en una mercancía más y el músico en un mercenario pasivo peón de un tablero dominado por algoritmos y resultados financieros.
Pero la historia nos ha enseñado que la esencia creativa nunca se puede silenciar del todo y aunque el ruido ensordecedor y la presión mercantil parezcan dominar, siempre aparecerán voces auténticas que romperán con las fórmulas y rescatarán la dignidad del arte, esa resistencia es lo que mantiene viva la magia de la música y su capacidad de conmover, incluso cuando todo está diseñado para lo contrario.

Está clarísimo, la industria debe dejar de verse como una cadena de producción y músicos y el público tienen que volver a valorar la calidad y autenticidad por sobre la cantidad y el consumo rápido. No se trata de rechazar a la tecnología o a las plataformas, sino de recuperar la autonomía creativa y establecer un equilibrio donde la música sea para el arte y las emociones, no para contar streams o obedecer a un puto algoritmo frío.
En pocas palabras, la idea de hacer música a diario para complacer a un algoritmo no solo es ridícula, sino que desnuda una crisis general que afecta toda la cultura contemporánea y lo preocupante es que eso es lo que están enseñando como “lo lógico” y el “camino a seguir” en los encuentros musicales. Es la señal de que el verdadero arte está siendo reemplazado por una versión falsa diseñada solo para hacer dinero rápido… que el hambre no impida abrir los ojos a esta realidad y actuar con fuerza para cambiarla, de lo contrario el mejor camino para hacer dinero es vender empanadas o traer cosas de china, no maten la música por culpa de un almuerzo.
Colombia
Grita 2025 presenta un cartel explosivo para su próxima edición.

El Festival Grita 2025 se prepara para vivir una edición memorable celebrando sus 18 años como uno de los encuentros más importantes para la música alternativa en Colombia. Este año el festival se realizará los días 10, 11 y 12 de octubre en el Centro de Eventos y Exposiciones de Manizales, Expoferias, y llegará cargado de propuestas sonoras que confirman la diversidad y vitalidad de la escena independiente. El anuncio de sus primeras bandas seleccionadas revela una apuesta consciente por el trabajo de convocatoria, audiciones y curaduría, integrando artistas emergentes y consagrados en géneros que van desde el rock y el metal hasta el rap, reggae, hardcore, ska y punk, sin dejar de lado la experimentación y la fusión.

La edición 2025 destaca por una programación que reúne lo mejor del talento local, nacional e internacional. Bandas como Besana, Peloegato, Oblitus, Bajado con Espejo, Repudio, No Absolution y Sick Morgan son ejemplos del pulso creativo de Manizales, junto a ellas nombres representativos de la movida de Bogotá, Medellín, Cali y otras ciudades del país harán parte de este festival, acompañados además por las propuestas singulares de Lion Reggae, Acusbeats, Moth, Stayway, Pániko Satániko, Danger, Rex Marte, Mortis y los Desalmados y Okinawa Bullets. Cada agrupación aporta su propio enfoque y energía, reflejando tanto las historias de los barrios y las montañas como las búsquedas personales y colectivas que marcan el presente de la música alternativa nacional.
Para celebrar por todo lo alto, Grita 2025 también contará con la presencia de invitados internacionales que garantizan una experiencia única, el cartel incluye leyendas como los españoles Envidia Kotxina, los brasileños Krisiun y la fuerza multicultural de La Chiva Gantiva, junto a la contundencia neoyorquina de Cro-Mags, la fiesta de ska argentino con Los Calzones y la mitología oscura de Triptykon, encabezada por Tom G. Warrior. La confluencia de estos artistas con los sonidos locales confirma el festival como un punto de encuentro imprescindible para el público y los músicos.

Grita se ha ganado a pulso su lugar como un espacio de circulación, encuentro, resistencia y fiesta para quienes creen en la música que se arriesga y no hace concesiones. El festival consolida así su rol como motor de la cultura alternativa, brindando una tarima plural donde conviven generaciones, estilos e ideas diversas. La invitación está abierta para disfrutar tres días de celebración y energía colectiva, con Manizales como epicentro de la sonoridad rebelde, el talento y la autogestión.
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