Colombia
¿Es válido pagar por tocar? ¿Hay que pagar a todos los músicos por tocar? ¿El hambre está matando aún más que la corrupción el rock en Colombia?

Me preocupa escribir este artículo un poco extenso sabiendo que ayer publicaron la triste estadística sobre nuestra lectura, somos el país que menos comprensión tiene y esto explica muchas cosas, sencillamente el colombiano no solo no lee, sino que, si de milagro lo hace, no entiende. Esto puede deberse a que la realidad personal de cada uno es considerada más importante que el acuerdo general, en resumen, para el colombiano su verdad es única y real así esté equivocada y la defiende a muerte y en los siguientes párrafos verán que puede ser muy válida esta afirmación.
Hablemos de música y músicos de rock en Colombia, sobre todo por las polémicas que se han desatado en estas semanas, en las que algunos músicos indignados arremetieron contra varios festivales que abrieron convocatorias y no ofrecían una paga justa, no ofrecían algo más que “una experiencia” y eso le colmó la copa a varios que piensan que el músico debe tener mínimas condiciones para tocar, lo cual obviamente es lógico.
¿Pero quién tiene la razón?
Para responder a esa pregunta tenemos que mirar de manera holística la escena del rock en Colombia y comencemos por decir que para hacerlo debemos ser brutalmente honestos y acá entonces no cabe la corrección política, si queremos cambiar algo, ya es hora de dejar los eufemismos y hablar claro.
El rock como cualquier género en la música es un camino escalable, es un camino que se construye a base de trabajo, ganas, desarrollo y consolidación, para eso los músicos deben atravesar muchas etapas, debe haber mucha inversión, mucha circulación y muchísima paciencia porque la industria es despiadada. Pero esto se ve en todas las áreas de la sociedad, el reguetón, por ejemplo, es aún más competido y mucho más caro y difícil que el rock. Pero pensemos en un médico cirujano, que debe pasar al menos diez o doce años antes de poder ejercer su profesión, un médico no compra una bata y un bisturí y se pone a operar… bueno, en Colombia sí, ese es el problema, la deshonestidad y las ganas de ser millonarios han hecho que en Colombia se pierdan estos caminos y vemos médicos cirujanos con clínicas estéticas cobrando millones y matando gente así como vemos músicos de rock con Gibson y buenos amplificadores, sin título o buenas canciones y haciendo pataletas todo el día en las redes.
Entonces nos encontramos ante la disyuntiva que hace llaga ¿Hay que pagar siempre a los músicos? Bueno depende. Les hablaré de la escena más sólida para el rock en el mundo que es la industria de Los Estados Unidos en donde con Subterránica hemos realizado algunos eventos y en donde también pudimos constatar que un colombiano no sirve de mucho porque los que han tratado generalmente terminan lavando platos, estacionando autos o en su defecto robando y estafando en nombre de la música.

La escena del Rock y el Metal estadounidense tiene una dinámica forjada durante años con la prueba y error y que está fuertemente respaldada por la educación, sea académica o empírica, cada área tiene especialistas, los músicos, los managers, los bookers, las recaudadoras, etc. Todas están organizadas en sindicatos y luchan por sus derechos cosa que acá no sucede, porque los músicos están muertos de hambre y les da miedo luchar para no ser vetados, está comprobado que los músicos colombianos se hacen los de la vista gorda ante la corrupción y a la hora de luchar contra Sayco o Idartes que son dos entidades absolutamente corruptas no hacen nada y comenzando por ahí es difícil tomarlos en serio.
Segundo, en esas escenas como la gringa, se tiene un escalafón implícito del desarrollo de las bandas o solistas que se va dando con sus logros, antiguamente cuando la industria del disco era sólida, se tenían 10 artistas para millones de personas y era mucho más fácil identificar a los que servían para el negocio, hoy se tienen 10 millones de artistas con 10 fans cada uno, solamente en Subterránica tenemos más de 4 mil bandas de rock activas en listas de distribución, imaginen ese número… ¡!!4 mil!!!
El músico tiene la razón en exigir un pago y en exigir lo mínimo, pero el empresario también tiene la razón en no pagarle al músico cuando este no genera, así como el bar tiene la razón cuando cobra por su espacio y les voy a contar por qué de una manera muy facil.
Si usted contrata a las Foo Figthers, quienes tienen una carrera sólida en la escena mundial para hacer un concierto en el Campín, usted sabe de antemano que si tiene el capital para hacer este concierto va a ganar. Así el concierto cueste cinco millones de dólares, haciendo la proyección sabrá que sale con ganancia pagando incluso las exigencias de la banda… pero, si usted contrata a su banda ¿esta será capaz de dar estas garantías? Para nada, la gente no está enamorada del rock colombiano y hacer eventos de rock colombiano es una quiebra. Acá no cabe ninguna excusa esa es la realidad.
Esa gratuidad que el estado ha enseñado sumado a ese campo de distorsión de la realidad en la que las bandas suben a un festival que no les pertenece y se toman la foto con 10 mil personas atrás no es real, eso no existe en ninguna industria solo en el rock de Colombia. Usted no puede entrar a un concesionario de autos y llevarse uno, solo porque cree que lo merece y acá, recuerden que es el país en donde la contraloría encontró corrupción por más de 15 mil millones en Rock al Parque y un juez negó la tutela de acabarlo porque según él no sabía lo que era “rock”. Así que van saliendo cada temporada personas impunes sin pagar cárcel, llenas de dinero y todos los músicos ven esto. Todos los músicos ven como salas de ensayo se han vuelto grandes empresas haciendo contratos ilícitos con el estado, como algunas empresas de bookers y gente técnica de conciertos se ha forrado en plata durante años, pero nadie ha dicho nada, así que el músico no está pensando en su próximo hit o su próxima gira sino en ¿Cómo hago para tener dinero yo también?
Y es que miren, Colombia en su pobreza educativa se ha dedicado a enseñar mentiras a los artistas, colocando en encuentros y conferencias a personajes de la farándula o que creen tener un conocimiento que no dominan a adoctrinar a los muchachos con frases y contenidos mentirosos y eso ha hecho mucho daño. No estoy defendiendo que a los músicos se les pase por encima, pero la pregunta es ¿Alguien los ha obligado a participar en las convocatorias que les molestan? No creo, así como nadie los obliga a ir a la corrupta y en la cuál si participan sin chistar, llenando papeles burocráticos, calladitos cuando les toca ir a la media torta en sus propios carros o taxis a audicionar, en silencio cuando los programan a la una de la tarde, de hecho, viendo como algunos venden sus ideales anti-sistema para subirse a esas tarimas. ¿Por qué eso sí lo soportan? Entonces vemos que el músico de lo que carece no es de dinero sino de dignidad y uno señores mientras haga esto no puede decir nada. Vamos a ver en las listas de Rock al Parque, cuantos de los que ha peleado tan vehementemente contra los gestores está inscrito, para saber la realidad.

¿Por qué esto sí y lo otro no? Moral selectiva.
Los músicos tienen derecho a exigir, obviamente, como cualquier persona, pero lo justo, lo que se sabe que van a producir. Yo tengo derecho a cobrar por lo que sé y lo que hago, por mis servicios, no por lo que estudié o lo que he gastado en mi vida por ser lo que he llegado a ser. Como músico, si le cobro un millón de pesos por dos horas a un bar, es por que sé que el bar una vez me pague va a ganar más. Si voy a un festival y cobro cinco millones de pesos, es por que sé que al menos 50 personas voy a aportar a ese público, se llama circulación del capital, se llama eslabón de la cadena musical, se llama quien eres cuanto vales, hablando únicamente de dinero porque el feeling, el amor y las guitarras bonitas no pagan boletos.
Entonces es fácil, si una banda produce, exige, si una banda no produce no exige. Miren, he trabajado durante 30 años en todas las áreas del rock en varios países y es la hora en que sigo sin entender a los músicos colombianos porque en realidad no les gusta nada, no les sirve nada, algunos son incluso miserables y ofensivos, pero cobardes porque cuando les responden lloran.
Pregúntese, en un ejercicio real y honesto ¿Es mi banda un negocio? Para responderlo solamente debe hacer un concierto por usted mismo y medirlo. ¿Qué es hacer un concierto? Bueno, puede comenzar con uno en un venue decente, por ejemplo, en Bogotá puede alquilar el Ace of Spades, un lugar genial que ofrece las condiciones necesarias para hacer un buen evento. No vaya a invitar a ninguna banda para tener más público, solamente la suya, sin ganchos y nada y obviamente no vaya a hacer un tributo a Guns and Roses o a nadie porque para robarse aplausos lo puede hacer en otra parte. El valor de su banda lo da su producto no el de una banda que ya triunfó.
Alquilar el local con el sonido, luces, permisos y técnicos (Ya le están ahorrando la mitad del trabajo) valdrá aproximadamente cuatro millones de pesos, redondeando o haciendo un estimado, tendrían que llamar para el precio al lugar, pero es alrededor de eso. Ojo sin la barra… debe costear los gastos de producción de entrada y logística que los puede sacar en unos seiscientos mil pesos, debe costear su transporte, su catering, su personal, etc. Digamos que su concierto le va a salir por cinco milloncitos para que sea decente y el valor de las entradas en este país para un concierto de rock local está en promedio entre 20 y 25 mil pesos. ¿Cuentas? 250 entradas a 20 mil solamente para pagar los gastos. ¿Su banda puede comprometerse a eso? Hmmmm, creo que una o dos en el país.
Ahora, vayámonos a un festival en donde solamente colocar una tarima en un espacio puede costar 20 millones, los permisos unos cinco millones, el lugar otros 20 millones, una producción de entre 50 y 100 millones para un festival de mediano rango en donde el precio de la entrada está en promedio en 100 mil pesos ¿Cuentas? Necesitamos al menos mil personas pagando 100 mil pesos para esto ¿Su banda lo logra? Ahí es cuando hay que dejar de soñar y caer en la realidad.

Ok, estamos de acuerdo que un evento como el “Rocking 1.000” podría esforzarse un poco más y ofrecer a los músicos el transporte para sus instrumentos, el bodegaje seguro en el estadio y al menos una hidratación, es lo mínimo, pero este es un evento que funciona de la misma manera en todo el planeta y les prometo que en Suiza o Dinamarca quienes quieren participar no arman el mismo escándalo, que aunque justo, tal vez el pecado es querer incluir a nuestros países en espacios en donde todavía no estamos preparados para asistir. En este momento estoy inmerso en el proceso de Wacken Metal Battle en Alemania y créanme, son más de treinta países concursando y a pesar de todo esto aun le tengo fe a que la banda que vaya por nosotros pueda ganar. Pero las bandas acá lo primero que piensas es ¿Cómo me pago un viaje a Alemania? Pero no piensan en que primero deben ser mejores que 80 otras bandas de tres países y superar más de 16 eventos, porque la mentalidad pobre del latino va primero al dinero que a la música. Y eso nos saca de contexto en el mundo, eso nos aparta.
Si ha llegado hasta acá en la lectura lo felicito, usted es diferente a la mayoría de los colombianos, ahora sí podemos comenzar a proponer y analizar.
En resumen, el músico así como cualquier profesional debe comenzar su carrera autogestionándose y pagando algunas oportunidades, dentro de las cuales es común el pago de espacios en escenarios importantes en el país o el mundo, como festivales para ganar público, la inscripción a concursos, la inscripción de encuentros de la industria de la música, a conferencias, en el planeta muchas publicaciones o influencers cobran por publicar las noticias, es una infinidad de eslabones de la cadena que han funcionado así durante la existencia de la misma industria y que no va a cambiar porque así es la industria musical y es justo.
Así como cuando el músico ya es un producto que se reconoce y se vende, es quien coloca las condiciones, quien arma el equipo de trabajo y negocia como será su presentación.
Después de 15 años de hacer eventos en Colombia con músicos independientes creo que desde acá podemos dar algunos consejos, la mayoría los puede encontrar en el artículo: si usted es gestor, pero si usted es músico lo que podemos decir es que debe tener en consideración que tipo de producto es un usted. En un mundo en donde Internet reina, en donde si no cuenta con al menos un millón de vistas en un video, más de mil seguidores en YouTube, al menos un millón de escuchas mensuales, usted es prácticamente invisible para la industria ¿Qué le hace pensar que es una estrella?
Los requisitos en Colombia para hacer espectáculos públicos son agobiantes, mucho más en Bogotá, los casos de cobros abusivos son aberrantes y esto el músico no lo ve. Requisitos para eventos en vivo en Bogotá.
Se podría proponer que las pólizas de cumplimientos las pague el músico, si están tan decididos a que su banda es poderosa y llena estadios, pues unas pólizas no representarán mucho para ellos. Así se curan en salud todos y se asegura que el empresario pagará por lo requerido pero que si el evento falla por culpa del ego del músico entonces también se recuperará la inversión.
Así mismo queridos músicos (Y pilas, porque quien escribe esto ha sido músico mucho tiempo y tocado en casi todo el planeta sin un peso del estado) ustedes deben entender que cuando los promotores de un país comienzan a crear espacios para la música que no se ve y ustedes comienzan a atacarlos, insultarlos y degradarlos como sucede acá, pues la mayoría se retira y se larga como ha sucedido. Otros como nosotros seguimos peleando, pero ya cansados y la verdad los únicos que pierden son los músicos. Por que al final Rock al Parque no es suficiente ya para nadie y es lo único que acá respetan incluso sabiendo que es corrupto, ustedes tocan allá a la una de la tarde y no pasa ni pasará nada, y en una escena en donde la gente les tiene fastidio a los músicos por su soberbia y su ego no prospera nada.
¿Entonces que se les ocurre? ¿A que acuerdos podemos llegar? La verdad es difícil en un país en donde nadie puede comer, nadie puede vivir dignamente, en donde toca gastar más que en New York o Madrid, pero ganar como en Somalia, en donde la academia es “un cartón en la pared”, en donde la mayoría de bandas de rock son tributos viviendo de la música y los aplausos de otros y en donde no hay unión ni para compartir un bus hacia un festival.
Tal vez deban pensar que el problema real no es la industria de la música sino nuestra historia como colombianos, una historia de gente traqueta y mediocre, de “¿cómo voy yo?”, “Hecha la ley, hecha la trampa”, “El vivo vive del bobo y el bobo de la mama”, “A papaya puesta papaya partida” y toda una colección de doctrinas vacías que incluyen el “mi guitarra no es gratis el ensayo cuesta”, “Usted se está haciendo millonario con los músicos”, “Si no le gusta váyase” y un poco de pensamientos llenos de dogmas que han socavado a la sociedad en las estructuras más básicas de la misma que son la salud, la educación y la dignidad. El problema no es el rock parceros, el problema somos los colombianos.
Colombia
Devasted lanzó “Siniestro” un disco que desafía la corrupción desde el thrash metal colombiano

Devasted es reconocida como una de las propuestas más sólidas e innovadoras del metal nacional en la actualidad, recientemente presentaron su nuevo álbum conceptual “Siniestro”. La banda fue fundada en Palmira en 2008 y actualmente radica en Bogotá y ha construido una identidad sonora y escénica que se distingue por la agresividad y coherencia de su mensaje.
“Siniestro” es un trabajo que gira en torno a un personaje corrupto, símbolo de la decadencia y el caos que afectan a la sociedad. Este ser, que mueve los hilos desde las sombras, representa a quienes perpetúan la injusticia y el sufrimiento a través de decisiones que impactan todos los ámbitos, lo político, social, mediático, lafuerza pública y el crimen organizado. El álbum, producido por César Molina y Ricardo Gámez de Colapso Records, entre 2022 y 2025, aborda la corrupción desde diferentes perspectivas y propone una reflexión crítica sobre la realidad contemporánea.
El diseño visual de “Siniestro” estuvo a cargo del artista bogotano David Zambrano también conocido como David ArtWorks, quien logró plasmar en la portada la esencia oscura y perturbadora del concepto central, además, el disco cuenta con colaboraciones destacadas de Mauricio Obregón de Victimized y Briam Moreno de SwampTales en “Insanidad”, Adrian Manrique de Cobra y Andrés Triana en “Sociopatía” y Maximiliano Rincón en “Trampa Mortal”.

La puesta en escena de la banda es otro de sus sellos distintivos, en sus conciertos incorporan personajes como el Maniático Thrasher, un antihéroe sin ley y el propio Siniestro, esencia corrupta y amo del mal, quienes protagonizan la narrativa visual y musical del grupo. Esta teatralidad refuerza el mensaje de denuncia y confrontación que caracteriza a Devasted.
Con una discografía que incluye “Worst Than Ever” (2010), “Infierno” (2011), “Planeta Guerra” (2018) y “Demencia y Caos” (2021), han participado en los principales festivales de rock y metal del país, como Rock al Parque, Palmira Metal Fest, Rock INC Festival y Tunja Metal Fest, consolidándose como referente de la escena colombiana.
“Siniestro” es un disco que no solo reafirma la potencia musical de la banda, sino que también invita a la reflexión sobre las estructuras de poder y corrupción que marcan la vida social, demostrando nuevamente por qué es considerada una de las más relevantes e imprescindibles del metal colombiano actual.
Colombia
Rock al Parque 2025 balance final: Tres días que confirman lo ganado y evidencian lo pendiente.

Culmina una nueva edición de Rock al Parque y tras tres días de programación, queda claro que el evento sigue siendo una estructura sólida, pero rodeada por un ecosistema que no necesariamente evoluciona con la misma solidez. Fue una edición de contrastes, de aciertos técnicos y cuestionamientos estructurales. Una edición donde lo musical se sostuvo pero no alcanzó a elevarse, en la que como cada año se evidenció que producir un evento de esta magnitud es un reto mayor que simplemente asistir, tomar nota y opinar.
Hay que decirlo, hacer un festival gratuito con múltiples escenarios, decenas de artistas y una afluencia masiva en un país como Colombia no es sencillo, la producción requiere sincronía, experiencia, atención al detalle. Lo fácil es lo que hacemos desde los medios… ir, cubrir, criticar lo que no nos gusta y aplaudir lo que sí, el ejercicio de análisis es necesario, pero también lo es reconocer que lo que ocurre detrás del telón implica un grado de dificultad que merece respeto.
Idartes que lleva muchos años ya al frente del festival, ha logrado avances que hace una década eran impensables como la inclusión de zonas de consumo legal de licor, los patrocinios explícitos en pantalla, la apertura de espacios para emprendimientos culturales y sellos alternativos, son señales de que hay una comprensión más amplia sobre lo que debe ser un festival en el siglo XXI. La gestión de Héctor Mora ha sido clave para este reordenamiento, con años de compromiso con el rock colombiano y siendo parte de él, Mora regresó al festival en un momento complejo, tras una curaduría anterior que dejó grietas irreparables. En dos años, ha intentado redireccionar una estructura muy pesada, y eso dentro de todo, es positivo para la escena local.

Como lo anticipamos en Subterránica antes del festival, el punto más alto estuvo en las bandas nacionales, con escenarios medio vacíos, es cierto, pero con propuestas valiosas, especialmente dentro del metal, el punk, el ska y el rock clásico. Hay buenos sonidos y buenas agrupaciones, pero el riesgo sigue siendo el mismo, que muchas bandas desaparecen o se diluyen después de tocar en el festival, Rock al Parque debería ser un trampolín, no un techo. El reto está en convertir esa fecha en un punto de partida real para las agrupaciones locales y no en una meta simbólica que agota el impulso de una banda ¿ahora qué hacemos? Y ahí viene el momento complejo.
El festival, en términos generales funcionó. Sonido, pantallas, tiempos, accesos, todo fluyó dentro de lo esperado, pero hay dos puntos que no pueden obviarse… El primero es el público que dejó claro una vez más que el rock nacional no convoca como debería. El grueso de asistentes apareció únicamente para ver a Don Tetto y al Cuarteto de Nos el último día. El escenario Plaza, eje del festival, estuvo la mayor parte del tiempo vacío y la conclusión es incómoda pero evidente e innegable, hay una gran masa que solo consume lo consagrado o lo internacional, un público que no siembra, que solo cosecha, que se enorgullece de ser “rockero” cuando el éxito ya está garantizado, de resto, bares vacíos, venues vacíos y un Rock al Parque que salvo por unas franjas específicas también lo está. El público rockero colombiano podría aprender algo de los hinchas de la selección, apoyar en las buenas y en las malas incluso cuando jamás se ha ganado nada, porque apoyar una banda en su inicio es más revolucionario que corearla en su punto alto.
El segundo punto crítico tiene nombre propio: GSP, la empresa logística. Su historial es largo y no por esta edición en particular, esta empresa siempre ha mostrado fallas estructurales. Cuando se empodera a personajes sin formación, solo porque portan un chaleco, se habilita el abuso. El trato que muchos periodistas y fotógrafos recibieron en esta edición fue lamentable. El caso de una fotógrafa de 24 años agredida en el escenario Bio por parte del personal de seguridad no es algo aislado, en el escrito anterior habíamos denunciado el maltrato a los periodistas y ya antes, en otros contextos como Hard Rock Café de Bogotá, esta empresa ha protagonizado situaciones que terminaron en disculpas institucionales. Empresas que crecen con dinero público deberían pasar por auditorías reales y rendir cuentas, especialmente cuando se trata de eventos culturales, estos contratos deben revisarse, las personas a cargo deben tener criterios, no poder arbitrario.

En contraste, el escenario Bio fue el más sólido de todo el festival, siempre lleno, activo y con un público participativo. Irónicamente, lo que demuestra que el público sigue prefiriendo los lenguajes reconocibles, los clásicos, lo que entra fácil.
Bandas como Piangua o Los de Abajo —excelentes en lo que hacen— se sintieron fuera de lugar en un festival de rock, no por calidad, sino por contexto. Piangua es un proyecto con enorme proyección, pero quizás en escenarios distintos. Lo mismo sucede con apuestas como Silvestre y La Naranja o Derby Motoreta’s Burrito Kachimba que son sonidos de nicho, con una estética de culto, celebrados en su círculo cercano pero lejos de convocar masivamente en espacios abiertos. La sensación es clara, hay una desconexión entre lo que se quiere impulsar desde la curaduría y lo que realmente ocurre en el parque. Hay mérito en la diversidad, pero también se necesita estrategia
En un artículo posterior publicaremos nuestro top 10 de presentaciones destacadas, por ahora queda claro que el balance es bueno aunque complejo. El festival sigue siendo un bastión para el rock colombiano pero necesita más que logística, tal vez más personas involucradas que en realidad conozcan la escena nacional a profundidad y no de manera superficial, más expertos y menos bookers y dueños de festivales rondando como chulos y las bandas deben entender que conectar con el público no es una consecuencia automática del talento, hay que volver a seducir a las audiencias y el público también tiene que asumir que no se puede exigir sin involucrarse. Muchos prefieren pagar millón y medio para asistir a Estéreo Picnic que caminar a Rock al Parque gratis. Tal vez el problema es de percepción, tal vez la imagen del festival se distorsionó para las nuevas generaciones.
En 2026 Rock al Parque celebrará 30 años. Será una edición simbólica. Ojalá también sea una edición consciente. En Subterránica seguiremos insistiendo en lo mismo: apoyar el rock nacional los 365 días del año. Asistir a los conciertos, estar en los circuitos, escribir, grabar, documentar. Que no se vuelva a llenar el festival para ver lo de siempre mientras lo nuevo queda en el olvido. No porque falte talento, sino porque falta voluntad.
Colombia
Cuando el ruido no alcanza y el silencio dice más: Una asesoría gratuita a Idartes para el trato de medios en Rock al Parque. Reflexiones del segundo día de festival.

El segundo día de Rock al Parque 2025 fue en términos musicales, prescindible… No hubo una sola banda que merezca una mención destacada, es incómodo decirlo, pero necesario, el cartel fue una mezcla de agrupaciones que repiten fórmulas agotadas y nombres que a pesar de tener historia, no tienen presente. Fue una jornada dominada por bandas de personas cincuentonas cantando sobre romances adolescentes, sonidos domesticados disfrazados de rebeldía, colaboraciones forzadas para justificar la presencia de artistas eternos en cartel y géneros que poco tienen que ver con la identidad del festival, como el bolero y la cumbia, presentados sin ningún contexto que justifique su inclusión. A pesar de pequeños nichos de fervientes seguidores de algunos nombres del cartel a los cuales se les justificaba la presencia, estuvo aburrido.

Ni propuesta, ni narrativa, ni emoción, fue un evento programado en piloto automático. Una jornada construida con nombres y no con ideas como si el único objetivo fuera llenar las franjas horarias para cumplir con un deber administrativo y no con una visión cultural, de nuevo el público ausente y la lluvia no ayudó. A falta de música que valga la pena destacar, este texto se convierte en una asesoría gratuita para quienes organizan el festival, sin ánimo de lucro y con la firme intención de darles una clase sobre cómo se debe tratarse a los medios de comunicación y su importancia para el festival. Si no pueden defender artísticamente lo que programan, al menos escuchen lo que se está haciendo mal en lo técnico, lo logístico y sobre todo, en la relación con los medios.
Porque si hay algo que quedó claro este domingo, es que Idartes no entiende el papel de la prensa musical, no sabe quiénes somos, no sabe cómo se trabaja con medios y mucho menos le importa establecer relaciones serias con quienes llevamos años cubriendo el movimiento. Es absurdo que un medio como Subterránica y otros con mucha experiencia, con más de dos décadas de trabajo continuo, reciba únicamente dos acreditaciones para cubrir tres escenarios durante tres días pero a Caracol que nisiquiera nombra el Rock nacional le entreguen 50, es absurdo que no haya conectividad en el parque, que no haya internet para poder hacer reportajes en vivo, es absurdo que los periodistas deban resolver todo por su cuenta mientras personas acreditadas sin un medio verificable revenden manillas o simplemente entran al foso a tomarse fotos y es absurdo que medios independiente nuevos que están 100% dedicados al rock no sean acreditados pero si personas que solamente va a ver a los nombres extranjeros, todo esto se resume en una sola cosa… falta de preparación y desconocimiento profundo de la escena.

El diseño del foso de prensa en el escenario Plaza es ridículo. No es que los periodistas estén lejos, es el público el que ha sido desplazado, el foso es innecesariamente enorme, tanto que coloca a los músicos a más de cien metros del público, creando un vacío físico y emocional imposible de justificar. Los periodistas no necesitamos más de cinco metros para hacer nuestro trabajo, tomar fotos, escuchar con atención y registrar lo que ocurre, lo que se ha construido ahí no es un espacio para la prensa, es una barrera absurda que desconecta al festival de su razón de ser: el público.
Pero lo más grotesco es el trato indigno de parte del equipo logístico contratado por Idartes, GLS Logística. Gente sin experiencia en el manejo de prensa, que trata a los periodistas como intrusos, que ignora por completo cómo opera un medio y que parece más interesada en “controlar” que en facilitar el trabajo. La reventa de manillas, los múltiples colores que nadie entiende, los retenes innecesarios, la información mal transmitida y el constante irrespeto a quienes cubrimos el evento, son síntomas de una administración que funciona sin criterios claros y sin profesionales reales al frente, es de quinta categoría que una persona de prensa vaya preguntando a cada persona que entra al foso de qué medio es o a que medio pertenece porque la incapacidad para controlar las manillas se les sale de las manos, es ofensivo para nosotros que vamos a cubrir el festival con pasión y sin un pago solamente por cubrir y mantener el espíritu del rock vivo, es decir por hacer el trabajo que muchas veces los equipos oficiales son incapaces de hacer.
Y todo esto impacta directamente al festival. Porque sin periodistas en campo, no hay memoria. No hay crítica. No hay conversación. No hay relato. Quedando solo la dictadura cultural, las cifras infladas, las frases de autoelogio, las cuentas oficiales, las fotos vacías y la ilusión de que todo está bien cuando claramente no lo está. Las bandas que sí hacen el esfuerzo de crear algo nuevo no tienen quién las narre. El público no sabe a quién seguir. Y los medios que podrían generar contenido valioso, se ven reducidos a pelear por una manilla o a quedarse en casa.

También hay que decirlo, parte de la culpa la tiene la prensa misma. Muchos de los que reciben acreditaciones nunca aparecen durante el evento, otros llegan al final, toman tres fotos, suben un carrusel y publican una columna de elogios vacíos. Columnas que modelan una verdad que no existe. Que adornan un evento que no necesita aplausos, sino preguntas. No se puede seguir validando un modelo de cubrimiento donde el periodismo musical se reduce a posar como influencer y mucho menos se puede seguir aceptando que desde el Estado se elijan medios con base en popularidad y no en trabajo comprobable.
La prensa es necesaria no porque decore el festival, sino porque le da sentido. Porque lo observa desde afuera, lo traduce, lo analiza, lo conecta con la historia. Si Rock al Parque quiere seguir existiendo como algo más que un evento gratuito masivo, necesita con urgencia contratar personas que sepan de periodismo cultural, de escena local, de producción real. No se trata de cumplir un requisito, se trata de saber qué hacer con él. Porque cuando los músicos no proponen, y la organización tampoco permite narrar lo que pasa, el silencio comienza a sonar más fuerte que el volumen de las tarimas.
Y eso, para un festival de rock, es imperdonable.
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