La mirada Subterránica
¿Por qué ha fracasado el rock colombiano? Un análisis sobre la escasez creativa y la calidad musical del género en el país.

Afirmar que existe algo llamado “rock colombiano” o incluso “rock latino” es adentrarse en aguas turbulentas en donde la subjetividad cobra mucha fuerza y se impone ante la razón o el conocimiento, el rock, al no tener un patrón rítmico definido se da para muchas interpretaciones y es “adaptable” a las necesidades, sin embargo, no podemos hablar de “rock colombiano” más que refiriéndonos a la música que se crea en el país dentro de este género. Hacerlo de otra forma sería como referirnos a “Vals jamaiquino” y no por ello el género va a cambiar, todos conocemos el patrón rítmico del vals y así se haga en Jamaica o en Viena será lo mismo, he ahí la razón del problema tan grande cuando pensamos en el “rock”, no existe (repito) un patrón rítmico general.
Pero si podemos a la luz de las evidencias pensar que tal vez el rock hecho en Colombia fracasó en su misión de crearse en una industria auto sostenible y de alcanzar fronteras más allá de las nuestras, mientras varios países tienen a sus movimientos consolidados y girando, Colombia nunca pudo salir de Rock al Parque y de un pequeño circuito de bares que se hizo más pequeño ante la cantidad de bandas que están tocando, bandas que en Bogotá superan las tres mil en número pero que viven invisibles y sin poder hacer más que ensayar de vez en cuando. Para concluir la idea, el rock colombiano se quedó en el garaje y la única oportunidad para una banda es clasificar como contratista a una convocatoria del estado o auto financiar giras al exterior. Gracias a eso, se ha dado un fenómeno muy interesante: la corrupción en el rock y sus políticas culturales, sus aliados y su ecosistema, tanto público como privado.
Es difícil atribuir una sola razón al fracaso del rock colombiano, ya que hay varios factores que podrían haber contribuido a ello. A continuación, podemos abordar algunos para analizarlos:
Falta de apoyo de la industria musical: El rock colombiano nunca recibió el mismo nivel de apoyo de la industria musical que otros géneros más populares como el Vallenato o la música popular, ni siquiera cuando el rock era lo popular, esto seguro fue una causa del estancamiento, en Colombia el rock siempre ha sido mal visto por la sociedad y nunca fue tomado en serio como si se hizo en otros países que vieron en el género un negocio, en realidad en Colombia jamás se escuchó el rock, mientras en el mundo se daban movimientos como la nueva ola del heavy metal británico, el glam, el punk, etc. En Colombia se consolaban con Vilma Palma e Vampiros y otras bandas que hacían parte de una lista de lo que llamaron “rock en español” pero que distaba mucho de lo que sucedía en el mundo. La industria musical no le puso atención al fenómeno y las disqueras no prensaron trabajos ni los promocionaron, muy pocos trabajos fueron prensados y muchos menos fueron apoyados en radios mainstream o en televisión.
La influencia del rock internacional fue muy poca: La popularidad de la música internacional, especialmente la música angloparlante no fue algo grande en Colombia más que para algunos nichos, las bandas que hacían rock tenían que rebuscarse los sonidos, en ese caso era muy difícil y aun lo es, encontrar profesores o músicos que dominaran las técnicas en las guitarras, en el bajo, generalmente el bajista era el que menos guitarra tocaba. Es difícil y caro conseguir instrumentos, el rock es una profesión que requiere inversiones altas y cuando ya en el país hubo instrumentos, salas de ensayos y una buena educación en técnicas gracias a Internet y sus tutoriales, la industria de la música ya había muerto en general, es decir el rock ya estaba absolutamente nulo en el país.
Falta de infraestructura musical: El rock colombiano pudo haber enfrentado dificultades para establecer una infraestructura musical adecuada, como salas de conciertos y estudios de grabación de alta calidad, lo que podría haber afectado su capacidad para producir y promover su música. Son muy pocos los discos que no suenan como si los hubiera mezclado un ingeniero experto en cumbia, la distorsión y la mezcla siempre han sido un problema, nunca hubo educación en estos ámbitos hasta hace muy poco y de nuevo, cuando ya lo tuvimos, ya no se grababa en estudios sino en casa, la producción musical del rock en general es muy pobre.
Estatismo paternalista: La necesidad y el hambre, la falta de escenarios pagos, la falta de gusto del público actual por el género entre otras cosas han hecho que sea el estado quien se posesione como “el gestor del rock nacional” y tiene sometidos y domesticados a los músicos de rock a punta de convocatorias y ayudas que prometen el dinero que no pueden ganar de otra manera, así entonces convirtieron al rock colombiano en una disidencia controlada, en algo inofensivo y maleable.
Personalidades egocéntricas y destructivas dentro de la escena: Es cierto que para ser rockero no hay que ser académico, estudiar música no es una necesidad para dominar las técnicas de ejecución más avanzadas o para componer buenas canciones. El estudio es necesario para desarrollar otras competencias como las practicas del fracaso, la aceptación de la crítica y el pensamiento crítico para poder debatir. La gran mayoría de los músicos de rock colombiano presentan conductas egoístas, ególatras, destructivas y muchas veces hasta delincuenciales.
Hemos vivido en carne propia el desprecio de algunos músicos cuando se trata de premiarlos, abrir espacios de circulación o promoción o incluso de agremiarse, dentro de la escena hay personas despreciables y desgastantes que solo piensan en el beneficio propio y en arrancar de las manos de quien tenga algún apoyo o las oportunidades para tenerlas en su bolsillo. Además, la ignorancia en temas y teoría artística se tomó los puestos de los gestores culturales quienes han contribuido a literalmente destruir la escena.
Ahora, hablando del gobierno en este país y su postura respecto al rock, hay que abordarla de varias maneras, sin duda tendremos que hablar de un agente que en un principio fue un factor de crecimiento pero que desde principios de siglo se convirtió en un evento de división y de corrupción: Rock al Parque, el festival más importante del país y el más grande que se financia con dineros públicos, es una política cultural y es patrimonio de Bogotá.
Pensemos en algo, no hay razones evidentes para afirmar que al gobierno le conviene que el rock no exista en Colombia o que quisiera acabarlo o que incluso le molestara de alguna manera. De hecho, el gobierno ha apoyado a diversos artistas y bandas de rock en el país a través de programas de financiamiento, festivales de música y otros esfuerzos de promoción cultural, el pecado del gobierno es que desconoce que sucede al interior de estas políticas y esfuerzos por el rock, ellos solo aprueban el presupuesto y dejan la ejecución en manos de agentes corruptos y con poca o nula educación en música.
Es posible que, en algunos casos, las autoridades gubernamentales hayan censurado o limitado la difusión de ciertas canciones o mensajes en el rock, como ha ocurrido en otros países, por motivos políticos o morales o sencillamente a capricho de algunas figuras que influyen en la escena. Sin embargo, esto no implica que el gobierno en general tenga una postura anti-rock o anti-cultura, sencillamente es incompetencia.
Entonces una de las metas de todo rockero en el país es tocar en Rock al Parque, que es un festival de música gratuito que se realiza en Bogotá y que ha sido uno de los eventos culturales más importantes del país durante más de 25 años y que, aunque su nombre incluye la palabra “rock”, el festival ha ampliado su oferta musical para incluir otros géneros y artistas a capricho de su curador y de algunos amigos que tienen como negocio el booking de bandas internacionales.
La inclusión de artistas y bandas que no son de rock en Rock al Parque puede tener varias razones entre las cuales dentro de un análisis “subjetivo” podríamos decir que se quiere ampliar la oferta musical o reflejar la diversidad musical de Colombia, pero si esto fuera cierto se podría manejar de maneras diferentes, Rock al Parque se convirtió de una excelente plataforma para artistas emergentes en los noventa, al bolsillo personal de algunos personajes corruptos eternizados en un instituto creado en la segunda década del siglo XXI llamado Idartes y que tiene practicas bastante deshonestas ya ampliamente denunciadas y conocidas por la opinión pública. Sin embargo, ha logrado salir impune ante todo y continúa funcionando.
No necesariamente sería corrupción poner a tocar bandas que no sean de rock en un festival llamado “Rock al Parque”, siempre y cuando la selección de artistas se base en criterios justos y transparentes, y se busque promover la diversidad y la calidad musical.
Pero en el caso del festival, en general hay una selección injusta de artistas y se realizan vetos a artistas de rock en detrimento de otros géneros como la cumbia o el pop electrónico, entonces sí podría considerarse como corrupción. La corrupción en la selección de artistas implica el uso de influencias indebidas para obtener un beneficio personal o para favorecer a ciertas personas o grupos en detrimento de otros.
La transparencia en la selección de artistas y la aplicación justa de criterios de calidad y diversidad musical son esenciales para garantizar la integridad del festival y su función como una plataforma de promoción y apoyo a la música. Si los organizadores del festival toman decisiones injustas y arbitrarias en la selección de artistas, y se favorece a ciertos géneros en detrimento de otros, entonces se estaría violando los principios de equidad y justicia que deben guiar cualquier política cultural.
Se ha comprobado ya por parte de la contraloría que ha habido corrupción en algunos procesos de contratación en Idartes y es bien sabido que la selección de artistas es manipulada por su curador, el cuál siempre ha salido impune ya que el distrito maneja la figura de “contratista”-
Entonces, si los organizadores de Rock al Parque intentan evadir su responsabilidad y culpar a un contratista, es importante tener en cuenta que la responsabilidad última recae en los organizadores del festival, ya que ellos son los encargados de supervisar y garantizar que todas las actividades relacionadas con el festival se lleven a cabo de manera adecuada y en cumplimiento de las leyes y regulaciones aplicables.
Si bien es cierto que los organizadores pueden contratar a terceros para llevar a cabo ciertas tareas, como la selección de artistas, la supervisión y control de estas actividades sigue siendo responsabilidad de los organizadores. Por lo tanto, si se descubre que ha habido corrupción en la selección de artistas y los organizadores intentan culpar a un contratista, podrían ser considerados cómplices o negligentes en la comisión del delito, y enfrentar consecuencias legales, pero esto es Colombia y es el país en donde un juez rechazó una tutela bajo el argumento de “que no sabía lo que era el rock” y por eso se declaró incompetente.
La falla acá entonces es de la procuraduría, ya que, a pesar de haber encontrado evidencia de corrupción, no toma medidas para sancionar a los responsables, así que está fallando en su deber de garantizar la integridad del servicio público y prevenir la corrupción.
Y sucede que el músico vive en necesidad y se acopla a lo que papá estado le dice, así que, si Rock al Parque dice que la cumbia es rock, el rockero no exige o pelea por sus derechos, sino que busca la manera de encajar y sonar a cumbia eléctrica, esto ha sido una de las grandes causas del fracaso del rock colombiano como género, porque sencillamente no se está haciendo rock.
Es difícil hacer una generalización sobre los músicos de rock que acceden a incluir otros géneros en su música o participar en festivales que no se centran exclusivamente en el rock. Cada músico tiene su propia motivación y razones para tomar decisiones relacionadas con su carrera y su arte.
Sin embargo, en general los músicos de rock deberían tener en cuenta la importancia de mantener la integridad de su género y su arte. Si los músicos de rock comienzan a incluir otros géneros en su música solo por dinero o para participar en un festival, esto podría afectar la calidad y la autenticidad de su arte y eso es lo que hemos visto año tras año, festival tras festival, encuentro tras encuentro. Mucha hambre, mucha ironía, muy poca creatividad, pero, sobre todo, muy poca música, muy poco rock.
Si los músicos de rock no se mantienen firmes en su compromiso el mismo rock, esto afecta gravemente la posición del género en la industria de la música y en la cultura en general. Si los músicos de rock comienzan a incluir otros géneros en su música y a participar en festivales que no se centran exclusivamente en el rock, esto podría hacer que el rock pierda su identidad y su influencia en la cultura.
Cada músico es libre de decidir por sí mismo si eso está bien o está mal. Pero el rock sigue en picada en el país.
Propondríamos revisar la política cultural detrás del festival, cambiar constantemente a su curador, mayor participación de la comunidad de rockeros, selección de bandas exclusivamente de Rock, Metal y derivados (Ya se incluye el Reggae y el Ska que no son parte del rock pero los rockeros los disfrutan), transparencia en la selección de bandas, aumentar el presupuesto para el festival para fortalecer su infraestructura y su cartel, entre otras cosas que podrían enriquecer la política cultural transformarla nuevamente en una plataforma de lanzamiento. Pero de nuevo, debo recalcar que cada vez que alguien propone para Rock al Parque, es vetado, ridiculizado y apartado del sistema de convocatorias, así que debemos concluir que este festival ha sido parte importante del fracaso del rock nacional.
Ok, después de todo esto, tenemos que abordar entonces tal vez la pregunta más importante de todas ¿Por qué los mismos músicos permiten la corrupción y la desconfiguración del género? ¿Por qué son los mismos músicos los que denigran y desprecian a los agentes independientes que quieren hacer algo por el rock?
No podemos generalizar y decir que todos los músicos y el público permiten que el Rock sea destruido ya que cada individuo tiene su propia opinión y postura sobre este tema. Sin embargo, en general, puede haber varios factores que contribuyen a la aparente permisividad del público y de los músicos en relación a la corrupción y al deterioro del rock en el país:
Falta de información y conciencia sobre la situación: Muchas personas pueden no estar informadas sobre los casos de corrupción y cómo esto afecta la calidad y la integridad del género, la mayoría de los músicos de rock vive pensando en cómo va a almorzar y esa necesidad les nubla otras intenciones. Además, existe una falta de conciencia sobre la importancia de luchar contra la corrupción en todas las esferas de la sociedad no solo en la música. Sencillamente muchos músicos ni siquiera conocen el problema y no les importa.
Dependencia económica: Para algunos músicos, participar en festivales como Rock al Parque puede representar una fuente importante de ingresos y una oportunidad para darse a conocer. En este sentido, pueden estar dispuestos a aceptar ciertas condiciones, incluso si no están de acuerdo con ellas.
Miedo a represalias: Algunas personas pueden tener temor a denunciar las faltas de corrupción por temor a represalias, tanto en términos de su carrera musical como en su seguridad personal ya hemos visto casos y hemos vivido en carne propia la calumnia, la grosería, el veto y el desprestigio a todo nuestro trabajo con Subterránica por parte de los corruptos a quienes denunciamos y de los músicos que son sus aliados.
Falta de opciones alternativas: En algunos casos, los músicos y el público pueden sentir que no tienen opciones alternativas a aceptar las cosas como están siendo, y por lo tanto, pueden estar dispuestos a aceptar lo que venga. ¿Cuándo han visto ustedes en la historia del rock punketos contratistas del gobierno? Bueno, bienvenidos a Colombia.
Es importante decir que al menos de manera personal, no creo que pueda existir algo llamado rock colombiano o rock latino aparte de catalogarlo por el lugar en donde se realiza, ya que algunas veces las fusiones y otras acciones lo convierten en algo que ya no es rock. Es cierto que el rock es un género musical que ha evolucionado y ha experimentado con otros estilos y géneros musicales a lo largo de su historia. Además, la música es un arte que se nutre de diferentes influencias y estilos para crear algo nuevo y original. Es por eso que es común encontrar fusiones y mezclas de géneros en muchos festivales de rock y eventos del género.
Pero es importante tener en cuenta que, a pesar de las fusiones y mezclas, el rock sigue siendo un género musical con características específicas y reconocibles, como el uso de guitarras eléctricas, batería y bajo, letras con temáticas sociales y/o políticas, entre otros elementos.
En cuanto a la existencia del rock colombiano o latino, los países y regiones tienen sus propias escenas y estilos musicales, influenciados por su contexto cultural, social y político. En este sentido, es posible hablar de una escena de rock colombiana o latina, que tenga características propias y diferenciadoras, pero es en este contexto que se puede hablar de geografía, una de las causas del fracaso del rock colombiano es que sencillamente NO SUENA A ROCK para los oídos de quienes viven afuera, ustedes no pueden pretender que un Inglés considere rock la música de Carlos Vives solo porque él la llama así, bueno, a menos que ese inglés se llame “Richard Blair” que es un agente que también contribuyó fuertemente junto a otros a la desconfiguración y transformación del rock colombiano en una “papayera eléctrica” con identidad tropical más que otra cosa.
¿Entonces… existe el rock en Colombia? Claro que sí, el país posee una escena enorme y vibrante con más de cuatro mil bandas activas, el Metal actual es una de las escenas más fuertes y por fin después de tantos años estamos siendo testigo de que una banda como Masacre comience a recoger los frutos de tantos años de carrera. Y a pesar de que nunca tuvimos bandas con presencia en los escenarios del mundo por petición de los públicos, no es tarde para construir una escena fuerte y que pise duro dentro del género y la competencia internacional, porque quieran o no, el rock como cualquier otra profesión es una competencia y así esté enmarcado dentro de las artes, su vida y su contemplación, para que sea rentable y los músicos podamos comer de nuestra música, necesitamos los concursos, los premios, las disqueras, los festivales, los medios y todo lo que rodea a la industria de la música, si no, es mejor sentarse a tocar en la sala de la casa sin tanto gasto y esfuerzo.
Lo cierto es que el rock no está muerto como algunos piensan o perciben. Aunque es cierto que ha disminuido en popularidad en comparación con otros géneros musicales como el hip hop, el reguetón o el pop, el rock sigue siendo uno de los géneros más importantes en la historia de la música y cuenta con una base de fanáticos muy leales en todo el mundo. Además, muchas bandas de rock continúan produciendo nueva música y realizando giras exitosas, lo que demuestra que el género sigue vivo y activo.
No quiero cerrar este escrito sin enviar un mensaje a los músicos que hacen rock en Colombia, porque sí los hay, muchas bandas están produciendo excelente música y se mantienen firmes en el género y en la lucha por mantenerlo vivo, el panorama no debe ser desalentador, esa precisamente es la razón de ser de Subterránica y todo este proyecto, si botáramos la toalla cada vez que alguien nos insulta, nos rechaza o nos pide que sonemos como Joe Arroyo, no llevaríamos 20 años creando espacios. A pesar de todos los problemas y de las personas que lo destruyen, podemos construir una escena fuerte, independiente y sostenible, que, si el gobierno quiere apoyar, bienvenido sea pero con las condiciones de los músicos y no de ellos, tenemos es que reorganizarnos y dejar atrás un poco el “yo” y pensar más en el “nosotros”.
@felipeszarruk, doctorando en periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, Magister en Estudios Artísticos, músico, comunicador social, director de Subterránica.
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Colombia
Rock y Metal sin límites: 16 bandas colombianas que han sabido ir más allá de lo evidente

El periodista Joel Cruz responde con una selección expandida al artículo publicado por Subterránica llamado “Rock y Metal con peso propio: 16 bandas colombianas que dejaron huella real” https://subterranica.com/2025/08/13/rock-y-metal-con-peso-propio-16-bandas-colombianas-que-dejaron-huella-real/
Por: Joel Cruz
La historia del rock en Colombia (seamos sinceros, aún no posee el estatus de rock colombiano) es de momentos: muchos piensan que las cosas empezaron a funcionar para el género cuando «Mujer gala» de Aterciopelados explotó (por aquello de ser una época de bombas) en las emisoras. Otros afirman que la cosa tomó forma con el famoso Concierto de conciertos; que catapultó, así fuera muy brevemente, el nombre del rock en español (término que me fastidia) al interior de esta geografía con tres cordilleras. Una porción importante de la población «erudita» defiende de manera conveniente la consolidación de la escena gracias en su totalidad, a Rock al Parque. Casos se ven, no se sorprendan.
Desplazándonos décadas atrás, están los puristas que defienden con ahínco hippie a Ancón o al Festival de la vida. Más atrás, la Gira Milo A Go Go y la llegada del grupo norteamericano Bill Haley & His Comets también aparecen con voz robusta, junto al influjo del mexicano Enrique Guzmán. En fin, instantes heroicos, llenos de romanticismo juvenil, pero cargados de una narrativa fragmentada; una trocha que juega a ser carretera de asfalto y libertinaje, pero al final del día, felicidades efímeras.
Destacando agrupaciones, pero también capítulos (llámense acontecimientos u obras que rompen la barrera del tiempo), esta nota responde inquietudes generadas por el artículo Rock y Metal con peso propio: 16 bandas colombianas que dejaron huella real. Como suele pasar, esta es una visión muy mía del tema; por lo tanto es natural que usted, estimado lector, tenga objeciones respecto a la selección que se hace y que a manera de consecuencia, siembre más pasiones que argumentos o acciones efectivas.
A continuación, se mencionan otros 16 bandas casos de éxito donde lo nacional «tuvo o tiene la posibilidad de ir a algún lado», parafraseando a un famoso cantante de la farándula de bar bohemio. Por lo mismo, su importancia (me atrevo a decirlo) es imposible de ignorar. Hacer rock en una Colombia que glorifica al infame de Diomedes Díaz es como producir vino en Boyacá: parece imposible, pero se ha logrado.
1. La Banda Nueva: Riqueza sonora nacida en lo primigenio
El grupo formado en 1972 por Jaime Córdoba, Orlando Betancur, Juan Carrillo y Gustavo Cáceres lanzó un año después de su unión el álbum La Gran Feria, una gran apuesta de rock progresivo, sinfónico y latin jazz, moderno para su época y en un país donde su contenido era realmente raro.
Pese a todo, nunca dejó de ser autóctono, con letras brillantemente conectadas con la idiosincrasia local. El grupo no prosperó, pero el disco debería ser materia obligada para todo aquél que desee ser un Axl Rose de Transmilenio en el siglo XXI y finja con eso estar a la moda.
2. Nash: Rockstars paisas antes del Titán
En la Medellín de los primeros años ochenta, esta agrupación influenciada por los sonidos de Journey, Uriah Heep o Rush llevó a cabo algo difícil en su realidad: convocar miles de seguidores en sus conciertos, conseguir éxito radial y grabar con las mejores condiciones profesionales que la situación social, política, geográfica y económica de la urbe antioqueña le permitió por aquel entonces. Nash no alcanzó a durar ni 10 años, pero su impacto ha trascendido la nostalgia. No en vano, su cantante y tecladista Víctor García (Victor Bender) es a su vez, responsable tras la consola de piezas memorables, firmadas por nombres en la onda de Estados Alterados, Kraken, Masacre o Ekhymosis. Ni hablar de lo que el mentado músico e ingeniero de sonido ha hecho en el exterior.
3. Ship y Born: Obra maestra acorde con la vanguardia global, pero en un entorno atrasado
El experimento de hacer real un estudio de grabación moderno y bien equipado en Bogotá durante 1980, dio como resultado a Fonovisión, hoy Audiovisión. Se necesitaba registrar un álbum piloto para analizar las bondades que «los juguetes» de este novedoso espacio ofrecía. Así nació Born, larga duración de proyecto Ship, integrado por un dream team capitalino: Jorge Barco, Alexei Restrepo, Ignacio Pilionieta y Joseph Watto, aunque la banda tendría la colaboración de más intérpretes durante su primera etapa de existencia. En la producción e ingeniería, las flamantes hojas de vida que lo hicieron posible también son prominentes, destacando por supuesto a Enrique Gaviria, Mario Sarasty y desde el mundo anglo (entre otras), una muy especial: la de Eddie Kramer (KISS, Jimi Hendrix, The Beatles, David Bowie y un extenso etcétera).
Aunque sus derechos de grabación no están exentos de la polémica, Born no tiene nada que envidiarle a lo que plantearon pesos pesados como Yes o Asia durante el año de la Guerra de las Malvinas. Fue tan moderno en sus días, tan bien cantado en inglés y tan perfectamente elaborado, que no tuvo cabida en este triste trópico tricolor; donde Fruko y sus Tesos, junto a los Hermanos Zuleta, eran la norma del dial.
4. I.R.A.: Lo más punk es rebelarse contra los radicalismos de lo inmundo
El trío de Medellín entra fácilmente a esta selección por ser la leyenda del sonido que definió en parte uno de los episodios más oscuros de la historia colombiana: calles en obra negra que estaban a merced del narcotráfico, las balas y los explosivos. La muerte sin adornos, el «No futuro» en vivo y en directo. Cuarenta años más tarde de sus modestos inicios, el grupo de David Viola, Mónica Moreno y Duván Ocampo está vivo entre tanta esperanza podrida y un recorrido prácticamente ininterrumpido.
Su amplia producción discográfica y su vagaje tanto nacional como en el exterior le ha mostrado al punk criollo que se puede trabajar a la altura, con aspiraciones altas y sin ceder a su esencia temática. Entretanto, los más puristas siguen renegando de ellos, cumpliendo literalmente con su discurso: no tener ningún futuro.
5. Estados Alterados: Cuando lo electrónico llegó para dejar huella en Latinoamérica
En 1991, el debut de Estados Alterados marcó un precedente en toda la región que cubre desde México hasta Argentina. Con cierta dificultad, a punta de new wave y synth pop rompió el paradigma de un estilo que nació naturalmente en Europa y Estados Unidos; pero en el área del país Azteca, Centro y Suramérica, era un símbolo para pocos.
De ese primer vinilo que llegó a la Frecuencia Modulada, transcurrieron los años; las tendencias (análogas o digitales) que no les dieron demasiada popularidad en las fiestas consagradas al «Santo cachón» (con el plagio que tal vallenato lleva a cuestas). También la era de la televisión por cable, del videoclip y el internet, que cambió las directrices de la cultura para siempre. Con tantas mutaciones, sin embargo, siempre han sabido estar al día con lo que va sucediendo en su agitada sociedad.
En la tierra de la nostalgia y donde se le otorga santidad a cualquier tradición, por ridícula que sea, Estados Alterados prefirió, al igual que sus amados Kraftwerk, mirar hacia el futuro y nadar en contra de la corriente, incluso la de los minutos que no regresan. Con una visión que narra nuestra realidad disfuncional, pero a partir de la metáfora del sintetizador y la introspección.
Su inquietud eterna de ir más allá les ha dado también una capacidad visual como la que pudieron enseñar en su video para la canción «Inventándome», de 2015. En ciertos círculos, catalogada como la mejor obra de este formato en Colombia. A la par que se escriben estas líneas, el ahora cuarteto sigue haciendo una nueva lectura de todo, incluso del folclor patrio.
6. Internal Suffering: La brutalidad del death metal que atraviesa océanos
Pereira, punto estratégico para las propuestas extremas, es la cuna de esta agrupación que ha triunfado en su nicho; girando en El Viejo Continente, China, Rusia, Japón y la Unión Americana, lugar donde han instalado su cuartel general casi desde sus comienzos, culminando la década noventera, para después reubicarse en España.
Liderada por Andrés García y Fabio Marin, Internal Suffering es un nombre más que reconocido en su área. Seis trabajos de estudio, más otra cantidad de material considerable, junto a su currículum en vivo, hablan de su poderoso trayecto; al igual que su presencia en festivales de categoría y premios, inspirando en el camino a otras agrupaciones para que sigan sus pasos. Las leyendas se hacen con hechos, no con ego.
7. The Hall Effect: Alternativo tipo exportación (sin folclor embutido)
A comienzos de los 2000, la proliferación del rock alternativo estaba tomando una nueva fuerza en los bares de Bogotá, pues por años fue un circuito más bien huérfano y sin un digno embajador que le diera cualidades decentes para el mercado internacional. Gran parte de ellos, donde abordar temas universales e interpretar canciones en idiomas foráneos se sintiera parte de su hábitat y no una estrategia facilista de exposición.
The Hall Effect logró a través de sus dos primeras producciones, (sobre todo The Hall Effect de 2010) imponer una presencia mediática que se reconoció fácilmente en el ambiente mainstream local y que pudo probar suerte en plazas donde pasan cosas fenomenales, como Francia e Inglaterra; hogar de Muse, uno de sus mejores referentes, y además, en la era que el indie lideraba listados de radio global.
Aunque la banda tiene en la actualidad un perfil más discreto, su actividad sigue en pie, destacando en su ciudad natal y traspolando su idiosincrasia de ajiaco santafereño a una versión madura de lo que han hecho en 21 años de insistir y persistir.
8. Don Tetto: Evolucionar un género de la mano con los fans
Lo que nació como un parche de amigos es hoy una de las agrupaciones más representativas del país y el continente que la cobija. El cuarteto integrado por Diego Pulecio (voz y guitarra), Carlos Leongómez (guitarra líder), Jaime Valderrama (bajo) y Jaime Medina (batería) ha consolidado una trayectoria marcada por triunfos artísticos, galardones internacionales y una sólida conexión no solamente con sus primeros seguidores, sino incluso con las generaciones más recientes.
La proyección foránea ha sido la carta que mejor ha jugado Don Tetto, sin duda. Paradójicamente, en más de dos décadas han sido militantes de una amalgama de estilos donde el pop punk predomina; en su época tachado de banal por los anarquistas de cresta más ortodoxos, aunque en la modernidad, un elemento primario de su todavía conservada frescura.
Mediante maniobras fastuosas de su experiencia en vivo (concierto 360 grados por ejemplo), fortaleciendo un vínculo íntimo y honesto con la Tettomania (el club de fans), su mayor acierto ha sido sostener una base de seguidores fiel y diversa, siempre renovándose frecuentemente y conquistando grandeza en el sendero. ¡Bravo!
9. Tenebrarum: Amarás al violín sobre todas las cosas
Durante la Medellín de 1990, la osadía de unir metal con violín en esta nación correspondió a David Rivera, diestro en este instrumento desde su niñez. Quizás en 2025 es normal que el famoso metal gótico o sinfónico estén a la orden del día en eventos multitudinarios; pero hace 35 años dichas fusiones básicamente no pasaban de ser una rara mezcla que muy pocos se atrevían a dejar consignadas en cinta magnética. Menos en Colombia, donde la música culta y los instrumentos clásicos han sido con regularidad, lujos que no hacen parte de la vida ordinaria.
Tenebrarum entonces fue el pacto que Rivera hizo con el universo para que sus dos pasiones fueran una sola. Fruto de esto, fue abrir el camino para que su banda transitara por distintos estilos de experimentación enmarcados en los sonidos extremos y de paso, lograr aquello que muchos añoran, pero apenas unos cuantos buscan de verdad: autenticidad.
El eje creativo del proyecto es a la fecha, una huella que trasciende los lindes del fonograma y lo escénico: representa una propuesta original, posicionando al instrumento inventado en 1550 por el italiano Andrea Amati como un líder metalero que ha conseguido la compleja tarea de imponerse sobre la guitarra eléctrica.
En paralelo, David Rivera impulsó Violín Rock, un espacio que le permite ampliar horizontes y conectar con nuevos públicos, más allá de las adaptaciones extranjeras y las limitaciones sonoras.
10. Guerra Total: La verdadera batalla es permanecer de pie y con la guardia en alto
Guerra Total, grupo iniciado en 1997, representa la suma de disciplina, singularidad y fuerza creativa. Una concepción del metal que ha dejado huella en el mapa mundial, demostrando que la contienda más feroz también se libra desde los estudios de grabación. Esto tiene mucho sentido, si tenemos en cuenta que solamente al contar sus álbumes, suman un total de 12 obras; gran parte de ellas, enfocadas a no parecerse o asemejarse muy poco a su predecesora, ni siquiera en su tratamiento de posproducción.
Este sello de identidad ha sido tan marcado en el conjunto, que su labor constituye la discografía más larga para una banda colombiana en su género, contrastando con agrupaciones colegas en su campo y que han obtenido su fama con apenas una o dos piezas de larga duración en periodos de actividad excesivamente prolongados.
Su simpatía por temáticas filosóficas, como el nihilismo, el cosmicismo; el universo de Lovecraft, los conflictos bélicos y la historia siniestra de Colombia generan una atención especial en sus letras, dado su grado de profundidad y términos complejos, obligando al oyente a básicamente, «meterse en el cuento».
A pesar de tener poca presencia en directo, la variedad de su catálogo los ha llevado a recibir un robusto reconocimiento en la prensa especializada, dedicada a las expresiones más crudas del speed, black o death metal. Junto a lo anterior, la vinculación de su material con sellos de alto nivel, en lo que podemos mencionar como underground del siglo XXI.
11. Nicolas Waldo: Cuando el virtuosismo trasciende más allá de las fronteras
Productor, compositor e intérprete versátil, Waldo se ha convertido en una ficha clave dentro del power metal y el progresivo instrumental, llevando su virtuosismo a plazas foráneas y dejando una huella imborrable en la guitarra contemporánea. Su formación ha sido autodidacta, mezclada con su pasión por el metal sinfónico y neoclásico.
Su destreza abarca guitarra, piano, bajo y batería, lo que le ha permitido desglosar una visión integral de la música, plasmada en una obra que supera la docena de álbumes solistas y una trayectoria grupal digna de las grandes ligas (les recomiendo buscar todo lo que ha hecho para los power metal Energema y sus contribuciones en el mega proyecto italiano Vivaldi Metal Project). No está de más añadir que su experticia ha sido objeto de patrocinio para marcas de instrumentos y una búsqueda ansiosa de la perfección sonora.
12. Chucho Merchán: Llegar lejos sin vanidades, el mito de la sencillez hecho realidad
Nacido en Bogotá, la carrera de Chucho Merchán ha trascendido ilusiones arribistas y paradigmas, consolidándolo como una figura que ha ayudado a formar hitos del rock. Su escuela ha estado marcada por colaboraciones con legítimas leyendas, de cuya lista se extraen sin problema las firmas de Pete Townshend, Bryan Adams, David Gilmour, Phil Manzanera, The Pretenders; Thomas Dolby, Draco Rosa, Jaguares, Annie Lenox y Eurythmics, George Harrison…¡Por ahora dejémoslo ahí! Y bueno, agreguen su amistad con Paul McCartney.
Desde joven mostró una clara inclinación por sus aptitudes en la guitarra, primero en el país y luego al radicarse en Inglaterra, donde se graduó del Royal College of Music de Londres, una institución que moldeó sus primeras incursiones en el jazz y la música clásica. Pero finalmente, sería el rock y la fusión donde desplegaría todo su potencial, abriéndose camino en un entorno enormemente competitivo.
Merchán ha sido bajista, compositor y director musical, participando en giras y grabaciones que han marcado época y sucesos trascendentales. Sus colaboraciones lo han convertido en un elemento de referencia dentro de la industria británica; reconocido por su profesionalismo, talento y capacidad de adaptarse a diferentes estilos.
13. INFO: La máquina del futuro que conquistó Wacken
A principios del milenio, INFO arrancó como un conjunto con influencias del post punk y del rock alternativo. Junto a la alineación tradicional, los efectos, loops, programaciones electrónicas y teclados en su repertorio les ha ayudado a ir esculpiendo un sonido más propio, que paulatinamente fue dejando atrás los estilos entonces dominantes de sus comienzos, como el nu metal.
Uno de los logros más destacados del grupo ha sido su participación en el Wacken Open Air Metal Battle 2024, uno de los concursos de bandas más grandes del mundo dentro del género, como embajadores de la Región Norte de Suramérica.
Su labor ha sido clave para visibilizar el industrial criollo. Su recorrido demuestra gran persistencia y calidad técnica; así mismo, una apuesta centrada en lo moderno, perceptible en la producción de video y sus performances en vivo, combinando distopía y teatralidad.
14. Luciferian: Cuando el portador de luz desde Suramérica se hizo sentir en Noruega
El álbum I am perverse del 2011 marcó un antes y un después en la vida de Luciferian, pues su madurez compositiva terminó de consagrarlos desde entonces como referentes del black metal suramericano, factor que les abriría las puertas a audiencias aún mayores. Pocos años después, la potencia de su producción y la coherencia de su esquema lírico los llevó a un norte tan particular como Trondheim (Noruega), tocando allí mismo. Esta vitrina estuvo de la mano con otro propósito: su líder, Héctor Carmona, hizo tuvo un rol protagónico del documental noruego Blackhearts, dirigido por Fredrik Horn Akselsen y Christian Falch, quien también fue su productor.
Su persistencia en tener una presencia estable en la comunidad internacional y sus esfuerzos por perfeccionar cada detalle de sus trabajos discográficos, hace que Luciferian sea posiblemente la cara más visible del metal negro hecho en Colombia, sobre territorio extranjero.
15. Eshtadur: En la Perla del Otún, la melodía cruje
Dos décadas después de visualizarse millas lejos de los aeropuertos Matecaña y El Dorado, Eshtadur se ha abierto un espacio real en el estrecho espacio que las escenas de Norteamérica y Europa permite; eso sí, sin perder sus raíces pereiranas. Su historia es de talento forjado, de pulir una esencia hasta el cansancio; de perseverancia y de saber que afuera de la tierrita, el tesón y la calidad son cualidades muy apreciadas.
En plena pandemia publicaron el álbum From The Abyss, lanzado por Blood Blast Distribution, servicio de distribución digital y promoción, perteneciente al sello alemán Nuclear Blast. Eshtadur se ha caracterizado por armonizar el death metal melódico con tonalidades oscuras y un enfoque filosófico que aborda la violencia, la guerra, la muerte y los dilemas existenciales, siempre con un trasfondo crítico hacia la realidad local.
16. Gaias Pendulum: Gótico que alcanza justicia poética ante la vastedad de los océanos
Gaias Pendulum son anfitriones en festivales del país, pero también son una especie de coterráneos en zonas de México y Centroamérica, donde el ritual de reconocimiento hacia sus fans ha recompensado las adversidades terrenas. Sus conciertos son ceremonia donde sus canciones se convierten en puente entre la noche y la reflexión, entre lo que se siente y lo que se calla.
La introspección es profunda, a menudo subterránea: en la mirada de quienes corean sin recibir una orden; en quienes se estampan el logo en la piel o en quienes repasan sus fonogramas como Tablas de la ley privadas. En todo esto, tal vez lo que deje más eco en su entorno no sea el volumen, sino los pasajes mudos. El peso de lo dicho y de lo vivido, el eco de lo que alguien pensó que nadie más sentiría, sensaciones colectivas que no se explican. En cualquier tarima, Gaias Pendulum hace que lo íntimo deje de ser soledad, a propósito de su himno insigne.
Bonus track, 28 obras nacionales que usted no se puede perder:
Una selección caprichosa (por si lo preguntan) y sin orden particular
- SyracusÆ / Kaizen An Kepler (2024): Una joya monumental de lo melódico, alternativo y progresivo. No en vano, la banda conquistó el exigente escenario del festival Copenhell en Dinamarca.
- Psyborg Corp/ The Mechanical Reinassance (2010): La etapa dorada y más harsh EBM de este proyecto, con cierto impacto en Europa.
- GOC/ Ficciones (2024): El lado más tétrico del metal negro antioqueño. Despiadado y muy original.
- Krönös/ Siete (2017): Un hard rock muy digno y acorde a la enorme experticia de esta leyenda caleña.
- La Sociedad de la Sombrilla/ La Máquina moral (2022): Electro, rock y stoner del por ahora, extinto dúo.
- Revenge/ Night Danger (2025): Heavy y speed ochentero para recordar una banda que tiene discos hasta en las tiendas de Japón.
- Threshold End/ The Ominous Inception (2022): El mejor álbum en su año. El death nacional con identidad propia.
- Dante HH/ Gunblade Blues Vol.1 y Vol.2 (2016-2017): Una mezcla de ritmos interesantes, con un lenguaje cinematográfico, crudo y exquisito.
- Cobra/ Tiranía (2014): La old school, la efigie «cachaca» de la destrucción thrasher en este buen CD.
- Sexy Lucy/ Not for you (2005): Tintes muy fuertes de electroclash. Reflejo de lo bueno que estaba pasando en el Distrito Capital para el comienzo del siglo XXI.
- Headcrusher/ Let The Blood Run (2012): Potente agrupación radicada en Estados Unidos. Un álbum hecho con tripas.
- Ingrand/ Autopsia de la esencia (2024): La madurez de una agrupación veterana, decidida a no repetirse en ninguna grabación. El objetivo se sigue cumpliendo.
- Altars Of Rebellion/ Capital Phase Of Karma (2021): Desde Pasto, tecnicismo, pesadez y oscuridad. Una región colombiana que nunca deja de sorprender.
- Impromtus Ad Mortem/ Symphonies Of The Death (2019): Metal sinfónico en todo su esplendor.
- Counterline/ Two (2024): Bases del pasado con guiños al presente. Rock melódico y AOR interpretado en un inglés muy convincente.
- Liturgia/ Corvi Et Gygnes (2002): La brillante transición doom y melódica al black metal de una banda símbolo del Eje Cafetero.
- Sexy Death/ The Damiana Error (2003): En la misma licuadora: Manizales, Suecia y un curioso dark morgue pop (así lo promocionaba su sello), con influencias del new wave.
- Herejía/ Renascentia In Tenebris (2017): Los límites del perfeccionamiento entre la vieja escuela del death metal y los arreglos sinfónicos. Impecable.
- Freezing Darkness/ Born In The Deepest Frozen Nights (2006): Cuando La frialdad de los países nórdicos llegó a influir de forma visceral en los paisajes gélidos de Nariño.
- Implosion Brain/ Qualities Of a Simple Mind (2017): Groove y metalcore de Bogotá. En su época, sobresaliente en todo aspecto.
- Brinicle/ Perceptions Of Reality (2024): Death técnico. Complejidad sin tapujos. Una obra larga duración que tomó su tiempo para salir (y valió la pena).
- Twilight Glimmer/ Ignition (2022): La cumbre de la melodía metalera en Pereira, pero con una brutalidad que se lleva en las venas. ¡Vayan ya a escucharlo!
- Murmur/ The Temple Of Demons (2023): Black/thrash de Medellín. Legado del ultrametal con la penumbra de nuestros tiempos.
- Alfonso Espriella/ Ánima (2011): Aunque en su trabajo posterior el músico elevó las cosas a otro nivel, esta pieza lo tuvo todo en su momento para llegar bastante lejos; lírica, conceptual, visual y musicalmente hablando.
- Electric Sasquatch/ Electric Sasquatch (2014): Rock psicodélico desde la capital del Valle del Cauca.
- Vitam Et Mortem/ El Río de la Muerte (2020): A la muerte no se le teme ni se le mira con desprecio. Aquí se le rinde culto, con una analogía de la mitología griega y la funesta situación de una tumba fluvial, con olor a carroña incluida.
- Antípoda/ Manifesto (2009): En sus días, quizás el LP de metal más completo; claro está, realizado por músicos colombianos.
- Ethereal/ As Sad As Beautiful (1998): Con este cancionero, la escena capitalina entró en las aguas densas del death/doom/gothic y en la modernidad, de paso. Veintiocho recomendaciones, porque justamente la primera grabación profesional de Ethereal dura 28 minutos.
Colombia
Carlos Vives se defecó en We Will Rock You y no se podía pedir más.

Oh, yo sé que con esto van a revolcarse muchos en su micromundo… Recuerdo un día en LAMC 2016 en New York en donde tuve un fuerte discusión con Carlos Vives, él era panelista y yo asistente… le reclamé por su frase vacía y minimizadora “el rock de mi pueblo”, porque el rock de mi pueblo es lo que hacen las miles de bandas sin espacios en Colombia y no ese vallenato modernizado con el que quiso darle a entender al mundo que nosotros necesitábamos encajar en base a papagayos y ruanas, ese episodio fue incómodo, tener que convencer a 100 personas que lo que el señor hace se llama Vallenato no es tarea fácil.
Este fin de semana pasado, en el Festival cordillera de Bogotá, un festival que precisamente se apalanca de la nostalgia y de géneros que no terminan de tener identidad para vender boletos, apareció el samario y entre su repertorio le pareció buena idea destruir la canción de Queen “We will Rock You” y no solo en la parte musical sino en el adefesio del estribillo “viva el vallenato”. Y aunque ya lo había hecho en otros escenarios, en Colombia esto tiene una connotación diferente, porque pasa en un lugar en donde el rock ha sido reemplazado por una doctrina, una dictadura musical y la gente lo celebra, porque sí, porque ese es el rock de mi pueblo. Ese mismo Rock de mi pueblo en donde Diomedez Díaz era un “rockstar” según varios periodistas y la terquedad de personajes ignorantes como los curadores de varios festivales públicos y privados que le enseñaron a Colombia que el rock es una caricatura, que es un acto bufonesco y que no se puede tomar en serio, lo vemos cada año en rock al parque donde algunos salen con actos de carnaval para decir que es rock.

Cuando Vives habla del “rock de su pueblo” como si fuera algo lejano, olvidado o no digno, desprecia sin saber las miles de bandas que luchan por un espacio en Colombia, que no viven de la nostalgia ni del marketing barato. El rock de mi pueblo son cada uno de esos músicos invisibles, no un producto empaquetado y vendido como mercancía a golpe de éxitos comerciales.
Pueden ver el aparte de la presentación acá: https://www.facebook.com/reel/1091531683187577
Eso que llamaron “el rock de mi pueblo”, esa insistencia absurda, eso no es rock, es puro circo. Es el reflejo de una industria y una cultura que han permitido que la esencia rebelde, contestataria y auténtica del rock se diluya en un mercado de nostalgia decreciente y en performances de bajo nivel artístico. La música se convierte en un trámite, en una farsa que se vende fácil para llenar estadios y alimentar egos. Pero bien… eso es ¿no? pan y circo.
El problema principal de que ocurran situaciones como la distorsión y banalización del rock en Colombia radica en una combinación de factores estructurales y culturales profundamente arraigados. Primero, hay una ausencia crónica de espacios, apoyo institucional y reconocimiento real para la escena musical independiente y de culto. Esto genera un vacío que aprovechan el mercado, la industria y figuras mediáticas que priorizan lo comercial, lo fácil y lo rentable, en detrimento de la autenticidad y la calidad artística.
Además, hay una confusión cultural sobre lo que realmente es el rock y su función social e histórica. En Colombia, muchos sectores confunden géneros y estilos, mezclando sin rigor el folclore, la música popular masiva y el rock, lo que lleva a percepciones erradas y una degradación conceptual del género. El rock, que debería representar rebeldía, reflexión y expresión profunda, termina reducido a eslóganes vacíos, performances carnavalescos o fusiones superficiales, que se aceptan y legitiman socialmente como “rock”. Pero ya estamos hartos de repetirlo durante años porque no lo van a entender. Para estos personajes meterle 4/4 al vals va a ser normal o jugar Fútbol con aletas y bates de beisbol también porque en su pequeño y sesgado mundo “la música es una” y el “deporte es uno”. Es una pelea perdida, mientras la ignorancia tenta dinero el arte jamás tendrá dignidad.

También existe un problema generacional y de liderazgo musical. Algunos referentes, con poca formación o conciencia del legado, perpetúan y alimentan esas visiones erradas. Esa falta de guía y visión clara hace que nuevas generaciones no tengan modelos a seguir sólidos ni una identidad clara, lo que lleva a una escena fragmentada y vulnerable a la mercantilización y normalización de lo mediocre, en donde el problema principal es la falta de una estructura cultural, educativa, institucional y económica que apoye y valore genuinamente el rock auténtico, sumado a una ignorancia generalizada que permite que se trivialice o se reduzca a una caricatura para consumo masivo. Hasta que esto no se corrija, la escena seguirá siendo presa fácil de la banalización. Y a esto, a este pedido le llaman “radicalismo”, pero no lo es… radicalismo es sentar una estupidez como dogma y hacerlo una bandera.
El rock en Colombia se merece más que esto. Se merece respeto, espacios reales, apoyo a las bandas fuera de los reflectores que trabajan con honestidad y compromiso, sin venderse a la nostalgia o a la caricatura. Lo que vimos en Cordillera fue solo otro capítulo más de un largo proceso de degradación cultural que ya estamos hartos de denunciar y combatir, el rock colombiano es una burla pública.
Así que mientras algunos celebran ese absurdo “viva el vallenato” en el estribillo de “We Will Rock You”, otras miles de voces están haciendo el verdadero rock de este país, el que duele, incomoda y lucha. Y esas voces son las que verdaderamente mantienen vivo el espíritu fuerte y genuino de nuestra música. Por favor no vayan a llorar.
@felipeszarruk
Colombia
La música hoy es un puto producto industrial vendiendo humo para una máquina insaciable que se llama algoritmo.

La industria musical atraviesa una crisis brutal… tiene hambre, hambre insaciable, hoy todo se ha convertido en un asunto de algoritmos y modelos de distribución masiva que solo buscan hacer dinero sin importar si la música vale algo o no.
En una charla de Symphonic Distribution en el Bomm de Bogotá, una chica —aún en sus veintes— lanzó la idea “sofisticada” de que los músicos deben sacar música todos los días para alimentar estos algoritmos. Eso no es arte, es pura explotación y pérdida de la esencia creativa, lo que importa hoy no es lo que hagas, sino cuánto ruido generes para que la máquina te mantenga arriba.
Históricamente la música es un proceso lento, un trabajo artístico donde la paciencia, la reflexión y el detalle hacen que una canción conecte de verdad con quien la escucha. Pintores, escritores, músicos… todos se toman el tiempo porque saben que la magia no sale en cinco minutos ni en una ida al baño, pero ahora los artistas están atrapados en un ritmo frenético diseñado por plataformas, donde producen en masa para engordar estadísticas y mantenerse visibles, esa propuesta horrible de sacar música diariamente refleja un sistema que mata la creatividad y la reemplaza con pura producción en serie, como mulas de carga que deben alimentar el nuevo negocio de la música que solo le sirve a las distribuidoras y plataformas.
Y no es sorpresa que esto se manifieste en géneros como el reguetón, donde el éxito no depende ni de la complejidad musical ni de letras que tengan algo que decir, sino de beats repetitivos y letras vacías que cualquier programa barato como Fruity Loops puede generar a chorro, esa facilidad para tirar decenas de canciones al día ha forzado al resto de géneros a entrar en un juego de repetición y banalidad para competir en visibilidad, dejando un montón de música que parece más ruido vacío que arte, lo vemos en cientos de músicos desesperados por sacar 50 sencillos al año que quedan en el olvido.

Esto no solo pasa en la música; el cine también está en caída libre, ahora la calidad se mide en taquilla, prefieren llenar salas con fórmulas recicladas que arriesgar con historias que hagan pensar o sientan de verdad, el arte se ha convertido en mercancía, y la diversidad y la innovación han quedado aplastadas bajo la lógica del negocio, los creadores o se amoldan o desaparecen y el resultado es un empobrecimiento cultural que apaga la chispa creativa.
Los músicos están en medio de un gran problema… O se venden y se adaptan a estas reglas que los despersonalizan o defienden lo que para muchos es lo más importante: el valor del arte, aunque eso implique arriesgar su sustento económico y en países como los nuestros el hambre es más fuerte que cualquier cosa, hay que ser honestos y aceptar que los artistas de hoy están desesperados por comer y por eso son sometidos como escalvos a los caprichos de estos modelos que pareciera que son lo único que existe. Lamentablemente, casi todos eligen jugar el juego para sobrevivir. Y esa misma necesidad alimenta un círculo vicioso que termina en una escena musical fragmentada, saturada de contenido efímero y vacío.
El impacto es doble, culturalmente la música pierde lo que la hacía única, su identidad, fuerza rebelde y memoria emocional y económicamente, los mejores artistas no reciben reconocimiento ni la compensación que merecen, triunfa el que más vomita lo que ahora llaman “contenido” mientras plataformas y empresas acumulan fortunas. La creación artística se ha convertido en una mercancía más y el músico en un mercenario pasivo peón de un tablero dominado por algoritmos y resultados financieros.
Pero la historia nos ha enseñado que la esencia creativa nunca se puede silenciar del todo y aunque el ruido ensordecedor y la presión mercantil parezcan dominar, siempre aparecerán voces auténticas que romperán con las fórmulas y rescatarán la dignidad del arte, esa resistencia es lo que mantiene viva la magia de la música y su capacidad de conmover, incluso cuando todo está diseñado para lo contrario.

Está clarísimo, la industria debe dejar de verse como una cadena de producción y músicos y el público tienen que volver a valorar la calidad y autenticidad por sobre la cantidad y el consumo rápido. No se trata de rechazar a la tecnología o a las plataformas, sino de recuperar la autonomía creativa y establecer un equilibrio donde la música sea para el arte y las emociones, no para contar streams o obedecer a un puto algoritmo frío.
En pocas palabras, la idea de hacer música a diario para complacer a un algoritmo no solo es ridícula, sino que desnuda una crisis general que afecta toda la cultura contemporánea y lo preocupante es que eso es lo que están enseñando como “lo lógico” y el “camino a seguir” en los encuentros musicales. Es la señal de que el verdadero arte está siendo reemplazado por una versión falsa diseñada solo para hacer dinero rápido… que el hambre no impida abrir los ojos a esta realidad y actuar con fuerza para cambiarla, de lo contrario el mejor camino para hacer dinero es vender empanadas o traer cosas de china, no maten la música por culpa de un almuerzo.
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