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Festivales e Industria

La gran importancia de los géneros en la música popular y la necesidad vital de seriedad en el conocimiento y el periodismo cultural.

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La era de la posverdad es increíble, se han materializado de manera casi literal las distopias de libros que daban miedo como “1984” o “Un Mundo Perfecto”, nos acercamos cada día más a que películas como Idiocracia sean una realidad, sencillamente la información ha entrado a ser parte de las guerras culturales y la proliferación de medios para que cualquiera publique nos está llevando a una confusión tal que ya es difícil saber qué es y qué no es cierto. Hay personas que han creado sus micromundos a su forma, su gusto y no solo los defienden a muerte basados en el empirismo y la fe como si de una religión se tratase, sino que al igual que el fanatismo religioso, la ignorancia se está convirtiendo en un cáncer que no se puede combatir porque en el tiempo de “los ofendidos” toca callarse para no molestar a nadie. Sucede en todas las áreas del conocimiento y obviamente de una manera más pronunciada sucede en las artes.
La Relevancia Permanente de los Géneros Musicales en un Mundo en Evolución se mantiene de manera importante, pero preocupa mucho la proliferación de las voces sin formación ni conocimientos, que amparados en las redes sociales ahora pueden publicar cualquier cosa que se les venga a la cabeza o que pensaron en una noche de mal sueño e incluso fundamentarla con citas extraídas de ChatGPT para darle un toque de seriedad a un capricho a una distorsión subjetiva de la realidad.

La cuestión de si los géneros musicales siguen siendo relevantes en la era contemporánea ha levantado debates histéricos, algunos argumentan que los géneros han perdido su importancia, citando la fluidez y la evasión de etiquetas por parte de los artistas, así como los cambios en la forma en que consumimos y representamos la música, pero tengo que invitarlos a analizar esta perspectiva desde una óptica más amplia, reconociendo que los géneros musicales mantienen una influencia profunda en la forma en que percibimos, consumimos y nos relacionamos con la música, lo que busco con este artículo es explorar la continua relevancia y evolución de los géneros musicales en un mundo en constante cambio basado en el conocimiento acumulado por siglos sobre la teoría y la estructura no solo musical sino social de los géneros para defender el conocimiento, no mío, sino el universal de la música que está siendo manipulado por discursos absurdos por personas que están dentro de la generación del todo vale y el nada importa y que ya alcanzaron la edad para comenzar a publicar y a influir en la sociedad y lo están haciendo en algunos casos de maneras funestas en medios que alguna vez fueron importantes para la música popular como la revista “Shock” o la “Rolling Stone” y que ahora esgrimen banderas de ignorancia las cuales quieren hacer pasar como ensayos casi académicos.

En apariencia, los géneros musicales son categorías que ordenan y establecen fronteras entre estilos musicales en función de elementos compartidos, como la instrumentación, el tempo o la temática lírica… a lo largo de la historia, la industria fonográfica ha utilizado los géneros para segmentar a los consumidores y representar a diversas comunidades sociales, desde sus primeros días los géneros no solo han definido la sonoridad de la música, sino que también han encapsulado identidades y representaciones culturales, oh palabras que deben sonar anticuadas y odiosas para muchos hoy en día de lenguaje tan fácil.

Los géneros musicales no solo se refieren a elementos formales; también encapsulan históricamente la representación de grupos sociales y comunidades, durante décadas han sido utilizados para hablar de identidades y representaciones culturales, por ejemplo, el surgimiento de géneros como el country y el R&B en la década de 1920 no solo se centró en la sonoridad, sino también en la segmentación de comunidades de consumidores, marcando un inicio temprano en la conexión entre género musical e identidad social.

La llegada de artistas icónicos como Madonna en los años 80 marcaron un cambio fundamental en la percepción de los géneros musicales. Madonna capitalizó la conexión entre la imagen del artista y su música, redefiniendo la relación entre los músicos y sus audiencias. Su capacidad para jugar con los ritmos del momento y al mismo tiempo proporcionar una representación poderosa habló a comunidades con gustos individuales, otorgándoles la ilusión de ser representados.

A pesar de la amalgama de géneros musicales y las colaboraciones entre artistas de diferentes orígenes, los géneros siguen siendo relevantes. La experimentación y fusión de estilos demuestran la versatilidad de los músicos para crear nuevas expresiones artísticas. Estos cruces de géneros aún ocurren dentro de un marco de clasificación, donde se presentan como híbridos o fusiones, subrayando que los géneros siguen siendo esenciales para la organización y comprensión de la música.

La noción o mejor “la ilusión” de un consumo postgénero no implica la desaparición de los mismo, sino una adaptación y expansión de las formas en que los consumidores se relacionan con la música. La atención a la identidad de género, lo queer y la autenticidad de los artistas señala que los consumidores buscan verse validados en los artistas y en sus discursos, la relación entre el artista y la audiencia ha evolucionado, permitiendo una mayor identificación y participación de la audiencia en la creación de su propia identidad a través de la música.
Para comprender la relevancia de los géneros musicales, es fundamental analizar cómo se han desarrollado a lo largo del tiempo, no son entidades estáticas; están en constante evolución y cambio, adaptándose a nuevas influencias, tecnologías y culturas. De acuerdo con Negus (1999), los géneros son “formas específicas de práctica musical asociadas con ciertos tipos de actividades de producción, audiencias y contextos tecnológicos”. Esto resalta la interconexión entre la música y su contexto sociocultural.

La dinámica de los géneros musicales radica en su capacidad para representar y conectar a las personas. Por ejemplo, en el libro “La Música de las Sociedades Humanas” de Nettl (2005), se argumenta que los géneros musicales son esenciales para la identificación y cohesión de una comunidad. Estos géneros no solo establecen una estructura musical, sino que también definen subculturas y comportamientos asociados. Por tanto, los géneros no solo se limitan a la música en sí, sino que también abarcan valores, tradiciones y modos de vida.

También juegan un papel vital en la construcción y expresión de la identidad cultural. Según Bennett (2000), la música es “una forma en que las personas piensan sobre su lugar en el mundo y sobre sus relaciones sociales”, los géneros musicales se convierten en una herramienta mediante la cual las personas pueden identificarse con ciertos grupos sociales, valores y tradiciones culturales.

Esta identificación cultural se ha consolidado a lo largo de la historia, dando lugar a la formación de subculturas y movimientos sociales. Por ejemplo, el surgimiento del punk en la década de 1970 no solo representó un estilo musical, sino que también simbolizó un movimiento contracultural y una forma de rebelión. Así, los géneros no solo proporcionan etiquetas para la música, sino que también transmiten significados culturales y sociales más amplios.

En la industria y las políticas culturales también actúan como herramientas que facilitan el consumo y la representación de la música, los consumidores a menudo utilizan los géneros como guías para elegir la música que desean escuchar. Según DeNora (2000), la clasificación de la música en géneros permite a los oyentes establecer expectativas sobre la música antes de escucharla, lo que influye en sus elecciones de consumo, además, los artistas utilizan los géneros como una forma de representación, algunos pueden elegir trabajar dentro de un género específico para comunicar una identidad artística y conectarse con una audiencia particular. Por ejemplo, en su estudio sobre la música popular, Frith (2002) argumenta que los géneros permiten que la música tenga significado en términos de las personas que la hacen y las personas que la escuchan.

Sin discusión, para los músicos, para los estudiosos y amantes de la música y para lo que no los eliminan para robar y manipular de las políticas públicas, los géneros musicales siguen siendo relevantes en la era contemporánea debido a su capacidad para organizar, representar y conectar a las personas en un mundo en constante evolución. A pesar de la aparente fluidez y evasión de etiquetas por parte de los artistas, los géneros continúan siendo herramientas esenciales para comprender y experimentar la música. Su dinámica, su influencia en la identidad cultural y su función en el consumo y la representación de la música respaldan su importancia duradera. En última instancia, los géneros musicales siguen siendo una parte integral de nuestra experiencia musical y cultural y solo dejan de ser importantes para aquellos a los que nos les conviene que existan, por ejemplo para los periodistas de revistas que una vez fueron de rock pero hoy necesitan vender nuevamente, o para los curadores de festivales echados a menos que tienen que justificar la contratación de otros géneros para saquear el erario, o para aquellos “maestros del conocimientos” que adquirieron todo lo que saben en la vida de Dragon Ball y creen que el universo se mueve con esa filosofía. Es como la “titulitis” que le da a Colombia cada vez que se dan cuenta que los guerrilleros todos estudiaron maestrías y doctorados en el exterior mientras que los prominentes gobernantes a duras penas pasaron la primaria. Los géneros no existen para quien no les conviene que existan, así de simple y de sencillo, pero con esa creencia no van a borrar cientos de años de conocimiento acumulado en la música y la musicología.

¿Y cuál es el peligro para los festivales de música y otras actividades?

En la era contemporánea, los festivales de música han alcanzado una popularidad sin precedentes, convirtiéndose en uno de los principales medios de consumo musical. Estos eventos, que reúnen a miles de entusiastas de la música, a menudo se centran en géneros dominantes como la música electrónica, lo urbano y el pop, pero es posible que este enfoque pueda tener un efecto perjudicial en la riqueza y diversidad de la música, ya que puede llevar a una homogeneización de estilos y géneros.

¿Qué quiere decir esto? Que los organizadores, a menudo impulsados por motivaciones comerciales, tienden a favorecer artistas que se ajustan a ciertos géneros de mayor demanda y rentabilidad y esto puede crear un entorno en el que ciertos estilos y géneros musicales prevalezcan sobre otros, disminuyendo así la variedad y la riqueza que la música puede ofrecer y llevándose por delante incluso identidades como el caso de Rock al Parque en Colombia o el Festival de Jazz de Montreal en Canadá por decir algunos nombres.

Smith y Strand (2018) argumentan que la homogeneización de la música puede resultar en la pérdida de identidad y creatividad artística, al favorecer ciertos géneros, los festivales pueden limitar las oportunidades para músicos menos convencionales y emergentes, restringiendo así la diversidad musical que enriquece la cultura y la sociedad en general.

Los géneros musicales son fundamentales para comprender y apreciar la amplia gama de expresiones musicales disponibles, cada género lleva consigo su propia historia, contexto cultural y características distintivas, no solo definen la música, sino que también reflejan las identidades, las narrativas y las experiencias de diferentes comunidades.

En su estudio sobre géneros musicales, Martin (2019) destaca que cada género tiene su propia audiencia y propósito cultural, la diversidad de ellos permite a los oyentes encontrar conexiones significativas con la música y proporciona una plataforma para la expresión individual y colectiva. Se puede explicar de la siguiente manera, si lo que se quiere es crear festivales que tengan inclusión y variedad, en este sentido, Connell (2020) sugiere que es fundamental que los festivales mantengan una diversidad de géneros musicales para garantizar que representen adecuadamente la multiplicidad de expresiones culturales y artísticas que existen en la sociedad, pero si es un festival especializado que se ha creado para fomentar el desarrollo de un solo género como Rock al Parque entonces hay que respetar las jerarquías de los mismos y la coherencia. De lo contrario es mejor cambiar el nombre y la finalidad del festival o del espacio, no se puede tener un ministerio para la comunidad afro y que su ministro sea un rubio nórdico porque no los representa, tampoco se puede tener un Rock al Parque sonando cumbia o un Festival de Jazz de Montreal sonando reguetón por que la población específica es la que se ve afectada. En estos efectos es mejor una nueva denominación y objetivos.

¿Y los expertos que están publicando artículos en las revistas y portales?

En la era digital, cualquiera puede convertirse en “crítico musical” o “periodista” sin necesidad de una formación académica específica o de un conocimiento profundo en el área. Esto ha llevado a la proliferación de voces que emiten juicios y opiniones sobre música y otras formas de arte sin el respaldo de una metodología rigurosa o una base teórica sólida.

Schudson (2005) plantea que la tecnología moderna ha impulsado esta proliferación, facilitando la creación y distribución de contenido, lo que ha llevado a una disminución en las barreras para la entrada en la industria periodística y artística. Si bien la democratización de la expresión es valiosa, también ha generado una proliferación de opiniones y críticas basadas en subjetividad y experiencia personal, sin el respaldo de un análisis académico riguroso.

Uno de los campos más vulnerables a esta falta de rigor académico es la crítica musical. La música es una forma de arte profundamente subjetiva y, por lo tanto, es susceptible a opiniones personales que pueden no estar respaldadas por conocimientos musicales sólidos. En Colombia, con su rica diversidad musical, la crítica musical sin fundamento académico puede distorsionar la percepción de ciertos estilos, artistas o movimientos musicales.
En su análisis sobre la crítica musical, Moore (2014) destaca que la crítica debe ser informada y fundamentada en conocimientos especializados para contribuir de manera significativa al diálogo cultural. La falta de rigor académico en la crítica musical puede generar percepciones erróneas y estereotipadas sobre ciertos géneros, desviando la atención de propuestas artísticas valiosas y diversas.

Es interesante notar que, en campos como la medicina o el derecho, la publicación de contenido sin el respaldo de una formación académica sólida es considerada inaceptable. La comunidad reconoce la necesidad de un conocimiento profundo y una formación específica para abordar temas relacionados con la salud o la justicia.

En medicina, por ejemplo, la práctica no autorizada o la emisión de diagnósticos sin la capacitación adecuada están penadas y son vistas como una amenaza para la salud pública. Este contraste destaca la falta de regulaciones y la necesidad de educación sobre la importancia del rigor académico en la crítica y opinión sobre las artes.

La facilidad con la que se puede acceder y publicar contenido en la era digital en Colombia ha generado un panorama en el que cualquiera puede expresar opiniones sobre música y otras formas de arte. Sin embargo, esta democratización ha llevado a una proliferación de voces que a menudo carecen de rigor académico y conocimientos especializados.

Para preservar la integridad de la crítica musical y periodística en Colombia, es fundamental fomentar la formación académica sólida y promover la responsabilidad en la emisión de opiniones y juicios sobre arte y cultura. Solo a través de un enfoque informado y riguroso se pueden garantizar críticas valiosas que enriquezcan el diálogo cultural y promuevan una comprensión más profunda de la música y las artes en la sociedad.

La música es una forma de arte que ha existido desde tiempos inmemoriales, y ha sido una parte integral de la cultura humana. Los géneros musicales son una forma de categorizar la música en función de sus características, como la instrumentación, el tempo, el ritmo y la armonía. A lo largo de la historia, los géneros musicales han sido utilizados para describir y definir a los grupos sociales que consumen y producen obras musicales.

Así que señores, los invito a estudiar un poco más este campo que es maravilloso y enriquecedor y no a quedarse en los dogmas facilistas de la posverdad que tanto daño están haciendo.

Felipe Szarruk, doctorando en periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, Magister en Estudios artísticos de la Facultad de Artes ASAB, músico y comunicador social. Fundador de Subterránica.


Páez López, F. (2023, septiembre 19). ¿Importan los géneros? El Espectador. https://www.elespectador.com/entretenimiento/musica/importan-los-generos-ensayo-musica/
The Guardian. (2016, mayo 4). Pop, rock, rap, whatever: who killed the music genre? https://www.theguardian.com/music/2016/may/04/pop-rock-rap-whatever-who-killed-the-music-genre
Gómez, J. (2019, 18 de octubre). ¿Qué pasa con los géneros? [Artículo]. Shock. Recuperado de: 1 [5 de mayo de 2021].

Colombia

Pola Pogo & Ska-Punk, donde el pogo, la cerveza y la autogestión se encuentran

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La energía de la cultura alternativa colombiana vuelve a encenderse. El próximo 1 de noviembre Bogotá recibirá la primera edición de “Pola Pogo & Ska-Punk”, una jornada donde el ska, el punk y el reggae se abrazan para celebrar la independencia musical, la autogestión y el espíritu cervecero. Desde la 1:00 p. m. hasta las 2:00 a. m., la cervecería 3 Cordilleras (Calle 164 No. 20-09) se convertirá en el epicentro de una fiesta colectiva donde la música y la comunidad se mezclan sin jerarquías ni pretensiones.

Detrás de este encuentro están 2 Tone Pub, SPR Shop y 3 Cordilleras Cervecería Artesanal, tres nombres que han sabido sostener la bandera de la cultura independiente cuando el sistema apenas deja espacio para respirar. “Pola Pogo & Ska-Punk” no es solo un festival, es una declaración de principios. Una jornada donde el hazlo-tú-mismo deja de ser consigna para convertirse en práctica, donde el pogo es unión y la cerveza artesanal un símbolo de resistencia cultural.

Diez agrupaciones nacionales y dos internacionales se repartirán el escenario, conectando generaciones y estilos. Entre las nacionales destacan La Severa Matacera, Desorden Social, Sin Nadie al Mando, Los Highros, The Klaxon, La Raska, La Monky Band y Matiu Colin, mientras que los argentinos Turi Rastaman y Seraqueda Reggae aportarán la dosis sureña de reggae que promete mantener el cuerpo en movimiento. La fiesta sonora se completa con los selectors Felipe Skarface y Bogoskacollective, guardianes del ritmo entre cada presentación.

Pero la experiencia va más allá de la música, el festival contará con una zona de comidas, espacios de descanso y juegos, venta de merchandising, un rincón para amantes del vinilo y las tornamesas, y una zona de tatuajes donde artistas como Katherin Garzón, Juan Piedrahita y Kelly Arévalo dejarán su arte marcado en la piel. Como era de esperarse, la experiencia cervecera será un eje central, con cuatro barras de cerveza de barril y un Backstage Cervecero donde los asistentes podrán conocer de cerca el proceso artesanal detrás de cada pinta.

“Pola Pogo & Ska-Punk” representa una red de resistencia que conecta músicos, tatuadores, productores, diseñadores y cerveceros bajo una misma bandera, la de la sostenibilidad cultural. No se trata solo de tocar o vender entradas; se trata de demostrar que la independencia puede ser también organización, identidad y permanencia.

Las entradas ya están disponibles a través de 2 Tone Pub y SPR Shop, con un valor de $60.000 en preventa y $80.000 el día del evento. Para quienes quieran llevar la experiencia al límite, el combo de entrada + flash tattoo tiene un costo de $250.000.

“Pola Pogo & Ska-Punk” será una celebración colectiva donde la música se baila con el cuerpo, la cerveza se comparte con los amigos y la independencia suena —una vez más— más fuerte que nunca.

Fecha: 1 de noviembre de 2025
Lugar: Cervecería 3 Cordilleras – Calle 164 No. 20-09, Bogotá
Hora: 1:00 p. m. – 2:00 a. m.
Entradas: @2tonepub
/ @sprshopbog

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Colombia

Cuando Mordor derrotó a Frodo: El día que vetaron el rock en SOFA

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A veces en Subterránica nos gusta contar las historias que nos han formado, las que nos han hecho entender a punta de golpes, aciertos y decepciones, cómo funciona realmente esto de intentar construir una industria cultural en un país donde lo diferente sigue siendo visto como amenaza. Hay historias de triunfo, de locura, de resistencia, y también de momentos amargos que, con el tiempo, se vuelven aprendizajes. Porque cada episodio, bueno o malo, deja una huella. Y si algo nos ha enseñado el camino, es que crecer en el arte independiente no es solo hacer música sino sobrevivir al sistema que dice apoyarte mientras busca domesticarte. Hoy les cuento de como por primera vez en la historia Frodo no pudo completar su misión y terminó vencido por Saurón en esta historia del Rock Colombiano.

Muchas veces lo que se muestra como esa rebeldía no es más que una máscara para vender entradas, un truco barato del espectáculo desde hace años, el dinero sobre la esencia. Esta es una de esas historias que cala hondo en la historia de Subterránica, pero que lamentablemente es cierta y sigue demostrando, una vez más —como miles de otras—, cómo el rock en Colombia ha sido arrodillado, destruido y desconfigurado, no solo por mercachifles acomodados que se disfrazan de mecenas, sino por las mismas autoridades de un país retrógrado, religioso en extremo, de doble moral, pero sobre todo ordinario y básico, que sublima el folclor narco y tropical sobre expresiones globales o diferentes.

SOFA Colombia (Salón del Ocio y la Fantasía) es una de las ferias más grandes del entretenimiento alternativo en el país. Se realiza en Corferias y reúne comunidades geek, cosplay, videojuegos, cómics, deportes urbanos y cultura alternativa. En teoría, un espacio para la creatividad libre, la diferencia, la rebeldía, la innovación. En la práctica, como verán, no siempre es así.

Antes de la primera edición en la que Subterránica participaría como creador de contenidos, me reuní con el fundador del evento, y la conversación terminó con una metáfora épica:
“Felipe, ¿Conoces la historia del Señor de los Anillos? Bueno, pues entonces el rock colombiano es el anillo, SOFA es Frodo y tú serás Aragorn, y vamos a luchar y no vamos a parar hasta hacer algo bueno por el rock del país”.

Wow, qué palabras, dije yo… y comenzamos a trabajar. Durante algunos años estuvimos tranquilos. SOFA apoyaba algunas iniciativas, otras no, porque le parecían arriesgadas, porque tal vez no iban a encajar en su idea u otras excusas. La cosa es que el rock y sobre todo el colombiano, no es para gente de medias tintas, o estás con él o no estás.

Un par de años más tarde, en otra reunión después de algunos años ya, el mismo Frodo, ya cansado —como en la historia— y viendo la realidad de frente, que no todo era soñar y ganas sino enfrentarse a miles de problemas dentro del rock, me dijo que “yo estaba en una cámara de eco”, porque ya tenía miedo, el monstruo se le salía de control.

Durante siete años Subterránica, sin ganar absolutamente nada económicamente pero sí un bonito espacio que aun queremos mucho, trabajó de la mano de esta feria para poder dar a las bandas que nunca lo tenían una vitrina mejor. Y eso fue lo que nunca entendieron, que, a diferencia de todos los que están allá, no se trataba de nosotros sino de las bandas, nosotros no queríamos vender camisetas, libros o comics, tampoco queríamos disfrazarnos para abrazar la utopía, lo de Subterránica se trataba de la gente que de otra forma no tenía cómo circular.
Hasta que un día, el último año que estuvimos, llegaron unos policías ignorantes a la feria, como casi todos los policías —que son, en realidad, personajes en su mayoría fastidiosos, energúmenos, faltos de educación y que de cultura no saben más que lo que ven en programas de TV como Yo me llamo o La casa de los famosos—, y con su actitud prepotente llegaron con la frase: “Apaguen el rock.”

No fue “bájenle a la música” o “El sinido es demasiado fuerte”, no, fue otra cosa: fue “Apaguen el rock.” No apaguen toda la música de los otros escenarios ni de los altoparlantes, fue el rock.
Lo hicieron con argumentos estúpidos que no podían sostener, como que los decibeles eran demasiados. Y cuando se les preguntó qué era un decibel, uno de esos ignorantes entró en cólera. Pero nosotros, con nuestra pasión, defendimos nuestro espacio y, en lugar de arrodillarnos como perros con hambre, nos enfrentamos a la injusticia de una manera violenta, como siempre lo hemos hecho.

SOFA se viste de “alternativo”, de “inclusivo”, de “espacio para todos”, pero cuando llega el momento de enfrentar lo incómodo —el ruido, la rebeldía, la verdad— se echa para atrás, como casi todos los escenarios institucionales de este país. Lo que vivimos aquella vez con los policías entrando a decir “Apaguen el rock” fue casi una escena bíblica del control sobre la disidencia cultural. Era el Estado —y su reflejo en los grandes eventos— diciéndole al arte: “Te toleramos, pero solo mientras no incomodes.”

Esa transición de Frodo a Sauron que se vivió dentro de la feria no fue otra cosa que el miedo institucionalizado, miedo a perder patrocinios, miedo a incomodar, miedo a que el rock siga siendo lo que siempre fue, un lenguaje de confrontación, no de ornamento.

Subterránica hizo lo contrario. Apostó por la esencia, por el riesgo, por la autenticidad. Y claro, eso incomodó. Por eso nos expulsaron. Porque el sistema cultural colombiano no sabe qué hacer con lo auténtico, solo entiende dos tipos de artistas, los domesticados o los marginados, y cuando uno no se deja domesticar, lo borran del mapa. Pero ahí está la ironía… el rock no muere cuando lo apagan, muere cuando lo domestican.

Así que no, esto no fue una derrota. Fue la confirmación de que estábamos en el camino correcto. La escena institucional, esa que juega a ser rebelde con cronogramas, comités y policías, ya perdió hace rato el alma.

Esto no es solo una anécdota, es un acto de resistencia. Es la voz de quienes no se tragan el teatro de la “industria cultural” ni las máscaras de los falsos libertarios. Y cuando en la historia de este país se hable del rock real, de ese que no pidió permiso, Subterránica va a estar en ese capítulo, no en el de los que apagaron el amplificador.

Esa vez, cuando publicamos en las redes el video de los policías entrando a decir “apaguen el rock”, se desató el verdadero episodio, el miedo los llenó. Se paniquearon al ver que no nos quedábamos callados, que peleábamos por lo que creíamos justo. Nunca tuvieron el valor de decirnos de frente que nos fuéramos; disfrazaron el miedo con excusas, con frases de manual como “hay que bajarle al ruido por los vecinos”. Pero incluso así, sin rencor, seguimos estimando ese espacio, recordándolo como algo bueno, como una etapa necesaria. Porque de todo eso aprendimos. Aprendimos cómo funciona el sistema, cómo se esconde el miedo detrás de la diplomacia, y también aprendimos por qué seguimos aquí, firmes, en el lugar donde estamos hoy.

El resultado fue evidente, el rock se apagó de SOFA y lo cambiaron por su propio “rock de mi pueblo” por el que es aceptado por los patrocinadores y los políticos, y ni siquiera de frente, sino con excusas estúpidas como que “la feria ya no podía tener bandas en vivo”, etcétera. Lo triste es que en esta versión del cuento Mordor triunfó, Frodo no fue asesinado sino sometido por Sauron. Es la única versión en la historia de la humanidad en la que Frodo no logró salvar la Tierra Media: fue arrodillado y enviado a trabajar con los orcos en las cuevas.

Lo curioso es que, a día de hoy, seguimos teniendo razón. Hoy ya estamos en otras ligas, trabajando y llevando a las bandas a lugares que nadie soñó, demostrando que éramos los rebeldes los que podíamos llevar el anillo al volcán. Mientras SOFA sigue encerrado en su cámara de eco —la misma que dijeron que era la nuestra—, repitiendo esa fórmula agotada año tras año, por miedo, por negocio… el anillo llegó a su destino, pero en otro cuento, no en ese que quisieron vendernos en la primera reunión, sino en el nuestro, en ese ganamos y siempre ganaremos.

Y al final, después de todo el ruido, las expulsiones, los policías, los silencios forzados y las sonrisas hipócritas del sistema, queda una certeza que no se puede borrar, lo que se ha hecho con Subterránica es imborrable. Bueno o malo, no sé, pero de seguro inolvidable. Porque en un país donde la cultura se volvió trámite y la rebeldía protocolo, haber mantenido viva una llama auténtica ya es, por sí mismo, un acto de resistencia.

Porque la pasión vence al negocio, y el negocio, al final, sin alma… se agota.

Felipe Szarruk: PhD© en Periodismo, Magister en Estudios Artísticos, Músico y Comunicador Social… y rockero no arrodillado.

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Colombia

Grita cumple 18 años y lo celebra con un cartel que sacude a Manizales

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Han pasado dieciocho años desde que Grita irrumpió en la escena colombiana para convertirse en algo más que un simple festival. Lo que comenzó como un espacio para la música alternativa hoy es un ritual que mezcla sonidos, culturas y generaciones enteras. Este 2025, el encuentro vuelve con la madurez de quien ha resistido el tiempo sin perder la esencia, ofreciendo una experiencia que sigue siendo vital para quienes creen en la independencia y la diversidad sonora.

La cita será los próximos viernes 10, sábado 11 y domingo 12 de octubre en Expoferias Manizales, con programación ininterrumpida desde la 1:00 p. m. hasta las 11:00 p. m. Tres días que prometen una descarga de energía distinta en cada jornada, reafirmando que Grita es más que un festival: es un territorio donde caben todas las tribus sonoras.

Viernes 10 de octubre – La apertura que rompe géneros

El primer día apuesta por la diversidad pura. Los Calzones llegan desde Argentina con su irreverente ska-punk; Lion Reggae representará el espíritu jamaicano hecho en Colombia; y desde Bélgica, La Chiva Gantiva desplegará su fusión explosiva de ritmos afrocolombianos, rock y funk. Junto a ellos, nombres locales que han sabido hacerse un lugar en la escena: Acusbeats, Rex Marte, Stayway, Bajado Con Espejo y Besana, confirmando que el inicio del festival será un viaje sonoro sin etiquetas.

Sábado 11 de octubre – Punk y hardcore sin concesiones

La segunda jornada es puro sudor y distorsión. Envidia Kotxina desde España traerá su punk combativo, Cro-Mags aterrizará con su hardcore neoyorquino cargado de historia, y Appendix representará la vieja escuela finlandesa. La cuota local repetirá con fuerza: Acusbeats, Rex Marte, Stayway, Bajado Con Espejo y Besana, demostrando que la escena nacional no se queda atrás frente a los colosos internacionales.

Domingo 12 de octubre – El ritual extremo

El cierre será un golpe directo al pecho para los amantes del metal en todas sus mutaciones. Triptykon desde Suiza promete oscuridad y peso monumental; Forbidden, leyenda del thrash estadounidense, hará vibrar a los puristas del género; y Krisiun descargará todo el poder del death metal brasileño. Junto a ellos, la fuerza local de Moth, Okinawa Bullets, Danger, No Absolution y Oblitus para un final que apunta a ser devastador.

A lo largo de estos 18 años, Grita ha sobrevivido a cambios de industria, crisis y modas pasajeras. Ha mantenido una identidad que mezcla resistencia, comunidad y amor por la música sin filtros. Su capacidad de renovarse sin perder autenticidad lo ha convertido en un referente para la escena alternativa y metalera de Colombia y la región.

Este 2025, el festival no solo celebra la mayoría de edad: reafirma que la música independiente sigue viva y poderosa cuando se defiende con convicción. Manizales será, una vez más, el epicentro de esa celebración.

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