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Distritales al rescate: El fuego auténtico en Rock al Parque 2025

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He sido crítico de Rock al Parque muchas veces, y no me arrepiento. Pero esta vez, en lugar de empezar desde la indignación, voy a empezar desde la verdad más evidente del cartel 2025… lo mejor que tiene este festival, de lejos, son las bandas distritales. Y eso no es opinión, es resultado de haber visto a cientos de grupos en vivo, desde los escenarios de Metal Battle Suramérica, cientos de conciertos en los circuitos locales, hasta los Premios Subterránica y El Monster del Rock, donde el talento, la propuesta y la pasión de la escena bogotana superan con creces a muchos de los nombres reciclados que siguen copando los titulares. Este artículo no es pretende ser una descarga emocional, es una crítica con argumentos, con cifras y con contexto, porque con un poco más de cinco mil millones de pesos encima, el festival más importante de rock del país debería tener el coraje de mirar a sus verdaderos protagonistas de frente y darles el lugar que merecen.

Cada año, cuando se publica el cartel de Rock al Parque, una sensación de déjà vu se apodera de gran parte de la comunidad musical independiente de Bogotá, la edición número 29 no es la excepción y aunque se nos presenta con bombos y platillos un cartel internacional que debería justificar una inversión de más de cinco mil millones de pesos del erario, lo cierto es que muchos de los nombres seleccionados no solo son recurrentes en la historia del festival, sino que, en términos de impacto artístico y relevancia actual, dejan más dudas que certezas.
La presencia de agrupaciones como La Derecha o Polikarpa y sus Viciosas, aunque históricamente valiosas, se ha convertido en una constante casi automática, ojo, no se cuestiona su aporte a la historia del rock nacional, pero sí la insistencia con la que se les programa en un evento que supuestamente busca la renovación, la diversidad y el descubrimiento, sobre todo cuando tenemos más de cuatro mil bandas de rock, metal y sus corrientes activas en el país. Esto resulta especialmente problemático cuando el discurso oficial insiste en destacar la inclusión de propuestas nuevas o poco visibles. ¿Cómo puede hablarse de renovación cuando muchos de estos nombres han estado presentes de manera casi ininterrumpida durante tres décadas?

Y entonces tenemos que los verdaderos protagonistas del festival son las bandas distritales seleccionadas a través de convocatorias rigurosas y meritocráticas, pero ellas siguen siendo tratadas como una especie de relleno. Estas bandas que representan lo mejor del presente y el futuro del rock bogotano, son puestas a abrir tarimas aún vacías, en horarios marginales y sin la visibilidad o el respaldo institucional que merecen, por ejemplo Herejía, una de las mejores propuestas actuales de Colombia. Muchos de estos artistas son talentos que han trabajado arduamente, con escasos recursos, para construir propuestas auténticas, sólidas y creativas. Y sin embargo, su participación en Rock al Parque parece responder más a un protocolo administrativo que a un real interés curatorial, ellas deberían ser las cabezas de cartel porque lo merecen, están mucho más arriba en calidad musical, en show y en solidez que todo el cartel internacional e incluso los invitados nacionales en donde se puede ver un par de favores.

He tenido la oportunidad de ver en vivo a todas las bandas distritales seleccionadas para esta edición, gracias a mi trabajo con Subterránica, un espacio que desde hace más de dos décadas ha tratado de ser uno de los pocos que realmente apoya y visibiliza la escena independiente. Conozco de primera mano el nivel interpretativo, compositivo y escénico que manejan grupos como Chimó Psicodélico, Piel Camaleón, Herejía, Okinawa Bullets o Urdaneta, Somberspawn por ejemplo, es un camión y al menos ellos quedaron en un buen horario, pero el resto no. Muchos de ellos tienen proyección internacional, una estética sonora única y una conexión real con las nuevas generaciones. A ellos debería dirigirse el foco del festival si en verdad se quiere hablar de circulación, memoria, y apuesta por el futuro.

Ahora bien, cuando se plantea una crítica al cartel de Rock al Parque, no puede pasarse por alto el costo de producción del evento. Cinco mil millones de pesos. Es una cifra monumental, sobre todo cuando se la compara con eventos similares en el mundo. Festivales de talla global como Hellfest en Francia, Primavera Sound en Barcelona o el Wacken Open Air en Alemania manejan presupuestos similares —algunos incluso más bajos— y logran convocar carteles mucho más ambiciosos, con artistas de primer nivel mundial, producciones impecables y en muchos casos, una rentabilidad sostenida. La diferencia es que allá hay una estructura empresarial, una lógica de sostenibilidad y un enfoque curatorial realmente audaz, acá no. Y sí, allá el público paga una entrada, lo cual también permite que el presupuesto sea redistribuido de forma más eficiente y no se dependa completamente de recursos estatales.
En cambio, en Bogotá, los recursos públicos se usan para traer artistas cuya actualidad es cuestionable, cuyas giras son poco exitosas o que simplemente no representan una novedad. El problema no es que se les invite, todos los artistas tienen derecho a trabajar, el problema es la proporción entre inversión, resultado y pertinencia cultural. ¿De verdad un cartel como el de 2025 amerita ese presupuesto?

Pero más allá del cartel, el problema de fondo es estructural. La curaduría de Rock al Parque ha venido girando desde hace muchos años en torno a un circuito cerrado de nombres y contactos que aunque no necesariamente ilegales, sí configuran una forma de clientelismo cultural. Muchos de los actores que toman decisiones o influyen en la programación repiten roles año tras año, lo que genera una homogenización de las propuestas, un estancamiento estético y una desconexión con lo que realmente está ocurriendo en la escena alternativa de Bogotá y del país respecto al mundo, antes, en los noventa, una banda pegaba en el festival y al otro día estaba sonando en las radios, crecían, eran otros tiempos.

Y sin embargo no todo está perdido. La razón por la que seguimos hablando de Rock al Parque y por la que aún duele su deterioro conceptual, es porque fue y puede volver a ser un símbolo de inclusión, de descubrimiento, de poder para el público. La energía está en los distritales, en las nuevas voces, en las propuestas que no necesitan más que un par de amplificadores y una visión clara para estremecer a quien los escuche. El festival debería dejar de mirar hacia atrás con nostalgia y atreverse a mirar hacia los lados y hacia adelante. No hay que temerle al cambio. Al contrario, hay que temerle al conformismo.

La Bogotá rockera, esa que dicen es “diversa”, combativa y creativa está viva, pero no se está viendo representada en el evento que debería ser su fiesta máxima. Ojalá esta crítica no se lea como un acto de odio, que sería el camino fácil, sino como un llamado a la responsabilidad, al respeto por el dinero público y sobre todo al amor que muchos sentimos por la música que ha sido parte de nuestras vidas. La crítica no es destrucción; es una forma de cuidar lo que aún se puede salvar.

Desde acá, desde estas líneas, los invito a asistir a ver a los distritales, hay propuestas de talla mundial, no se van a arrepentir.

@felipeszarruk

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Bogotá vivió la Primera Warm Up Party Oficial de Wacken en Latinoamérica

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Ace of Spades Club en Bogotá fue testigo de una noche diferente en la historia del metal colombiano, la primera Wacken Warm Up Party oficial celebrada en el país y la única en toda Latinoamérica este 2025. Más de 250 asistentes llenaron el recinto para anticipar, sentir y celebrar la esencia del festival de metal más grande del planeta, pero también para ver cómo se forja desde aquí, con talento local y mucha terquedad, el puente hacia Wacken Open Air.
La idea de un warm up no es solo un concierto más, es la afirmación de pertenencia a una cultura global que se reconoce en ciertos códigos compartidos como el sonido, la estética, la hermandad del metal, pero que cobra vida con la identidad propia de cada escena local. Por eso, esta fiesta no solo fue un sello de “evento oficial”, sino una declaración de que Colombia se toma en serio su papel dentro del circuito internacional.

El cartel reflejó bien esa mezcla de raíces y proyección. INFO, la banda ganadora de la primeraedición de Wacken Metal Battle Sur América Región Norte, se presentó como la cabeza del cartel y mostraron una vez más por qué fueron los representantes en el escenario alemán. Con un set contundente y pulido, la banda combinó disciplina técnica con una presencia feroz que dejó claro su propósito, seguirse construyendo como una de las mejores bandas de la escena nacional.

Hubo espacio para honrar las influencias y el legado. Se presentaron tributos bien trabajados y recibidos con devoción, entre ellos Tribute 2 Wacken, una banda conformada para honrar el legado de Wacken en el mundo, quienes con invitados especiales hicieron un recorrido por las canciones representativas del festival. Estos actos sirvieron para subrayar la diversidad de corrientes que se cruzan en la escena local, desde el Groove Metal hasta los sonidos industriales con tintes poéticos y oscuros. Cada tributo no solo fue una nostalgia compartida, sino un recordatorio de las muchas genealogías del metal y del rock duro que siguen vivas en la memoria del público.

El ambiente fue, como debe ser en un warm up auténtico, íntimo y a la vez explosivo. No hubo barreras imaginarias entre bandas y público, el calor del Ace of Spades se cargó de buenos momentos, puños en alto y cuernos al aire, pero también de conversaciones, de músicos que se mezclaban con los fans, de planes que se tejían para futuros shows y colaboraciones. Fue la confirmación de algo esencial, que la escena no sobrevive solo por el virtuosismo técnico o la potencia de los amplificadores, sino por la comunidad.

Los organizadores Raúl Saavedra y Dick Carvajal de Wacken Latinos y Tour Concerts, destacaron que este evento marca un hito dentro del proyecto más amplio de consolidar estas fiestas en el país para que el público pueda sentir la vibra del festival. La Warm Up Party no es un show aislado, es un peldaño más en la construcción de un camino profesional para las bandas colombianas, que necesitan no solo visibilidad internacional, sino también público local que crea en ellas.

Esta primera edición también deja planteadas preguntas y desafíos, cómo hacer que el warm up se convierta en tradición anual, cómo diversificar las ciudades y los públicos, cómo dar espacio a más bandas emergentes sin perder la calidad. Pero si algo demostró la noche del Ace of Spades es que la base ya está, público leal, músicos preparados, productores comprometidos y un hambre de trascendencia que no se sacia con migajas.

No fue solo una fiesta previa para Wacken, fue una demostración de que el metal colombiano puede organizarse, celebrarse y proyectarse sin complejos, asumiéndose parte de una cultura global pero afirmando su voz propia. Fue la chispa necesaria para mantener encendido el fuego de un movimiento que ha resistido indiferencias mediáticas, recortes presupuestales y estigmas culturales.

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Nanook El Último Esquimal estrena “Turista en Baghdad” y continúa su travesía sonora hacia nuevas geografías psicodélicas

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La banda bogotana Nanook el último esquimal presenta su nuevo sencillo “turista en baghdad”, una pieza cargada de texturas neo-psicodélicas, guitarras hipnóticas y ambientaciones que evocan viajes oníricos por callejones, mercados y memorias de otras vidas. En esta nueva entrega, los llamados “esquimales citadinos” construyen un universo sonoro en el que lo ancestral y lo urbano se funden en una densa selva de psicodelia futurista.

El sencillo principal viene acompañado por un lado B titulado “baghdad radio fm (brian dubstown)”, un experimento que se desliza hacia el dub con una atmósfera esquimal y una intercepción radial que parece provenir de alguna frecuencia lejana, añadiendo una capa surrealista al viaje auditivo.

La inspiración detrás del track principal tiene sus raíces en el sonido de The Brian Jonestown Massacre. Según cuenta Fulgencio, voz líder de la banda, la letra de la canción llegó desde un lugar que no logra recordar, pero cuya esencia parece venir “de algunas vidas atrás”, como si el texto hubiera sido canalizado desde un rincón olvidado de la existencia.

Actualmente, Nanook trabaja en el videoclip de “Turista en Baghdad”, que será lanzado junto con una presentación en vivo. Al mismo tiempo, la banda se encuentra en el estudio finalizando su próxima producción, una colección de cinco nuevas canciones bajo el título “Calle ahora o hable para siempre”, cuyo estreno está previsto para octubre de 2025.

Con esta nueva entrega, Nanook reafirma su estilo singular dentro del panorama musical alternativo: una mezcla entre lo etéreo, lo urbano, lo simbólico y lo visceral, invitando al oyente a embarcarse en viajes sin mapas por geografías imposibles.

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Rex Marte lanza “Cypher” Una experiencia sonora que desafía la frontera entre lo real y lo virtual

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La banda colombiana Rex Marte presenta su más reciente sencillo, “Cypher”, una obra que combina la potencia del rock y el metal con una estética digital glitch y el lenguaje sonoro del universo 8-bit. Más que un simple lanzamiento musical, “Cypher” se propone como una experiencia inmersiva que invita a reflexionar sobre la delgada línea que separa la verdad de la ilusión en la vida contemporánea.

Inspirada en el personaje homónimo de The Matrix, quien opta por una ilusión confortable a costa de la traición, la canción explora el dilema humano de elegir entre una mentira placentera y una verdad dolorosa. La banda buscó capturar esa tensión existencial a través de una mezcla de riffs densos y oscuros con texturas electrónicas y digitales, evocando la sensación de estar atrapado en un videojuego o simulación. “Cypher nació de esa sensación de estar atrapados entre lo real y lo fabricado”, afirma el grupo, resaltando el propósito deliberado de incorporar sonidos en 8 bits para acentuar la estética retro y distorsionada.

El sencillo fue grabado en los estudios Árbol Naranja en Bogotá, bajo la producción de Pedro Rovetto y con la masterización de Camilo Silva en CSF Mastering. El resultado es una pista que no solo impresiona por su solidez sonora, sino que también destaca por su capacidad de provocar preguntas incómodas sobre la autenticidad de nuestras experiencias cotidianas.

REX MARTE se ha consolidado como una propuesta de rock alternativo que fusiona hard rock, pop, metal y rock progresivo con elementos de la música electrónica como sintetizadores, arpegiadores y beat making. Su enfoque ofrece un aire de modernidad al género, acompañado de puestas en escena coloridas y simbólicas. Sus letras suelen explorar los grandes conflictos humanos frente al cosmos y la naturaleza, haciendo de cada presentación un viaje conceptual hacia territorios desconocidos. Con “Cypher”, la banda continúa su misión de utilizar la música como un vehículo para la exploración de las grandes preguntas sobre la vida, la muerte y la existencia.

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