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Festivales e Industria

El Banano, la Pared y el Arte Moderno: Un Performance que Redefine los Límites del Arte Contemporáneo

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¿Entonces llega un tipo y pega un banano con cinta en la pared y se hace millonario? ¡Que idiotez! Eso es lo que debe pensar la mayoría de los seres humanos cuando conocen la historia de The Comedian, la historia del banano en la pared que últimamente fue vendido por 6.2 millones de dólares solo para que el comprador se lo comiera. Pues bien, no es tan sencillo…

El arte contemporáneo siempre ha sido un terreno fértil para la controversia y el debate. Pocas obras han mostrado tanto esta esencia como The Comedian, la ahora famosísima pieza del artista italiano Maurizio Cattelan, que consiste en un plátano pegado a una pared con cinta adhesiva. Esta obra fue inicialmente vendida por $120,000 en Art Basel Miami Beach en 2019 y con un capítulo final en el que el comprador literalmente se comió la obra. Pero no termina ahí, recientemente alcanzó los $6.2 millones cuando fue adquirida por el empresario de criptomonedas Justin Sun en una subasta. Sun es conocido por sus iniciativas en blockchain y apenas la adquirió también se lo comió ¿Entonces había dos bananos?, no, ahora explicaré, pero comerse el banano es una acción que refuerza el mensaje conceptual de la obra: cuestionar el valor del arte y la percepción pública de este.

Lo que los compradores adquieren no es el banano, eso cualquiera puede ir a comprarlo, y la cinta gris en cualquier ferretería igual, así que si usted quiere mañana se puede hacer su propia obra en su casa. Lo que sucede acá es que el comprador adquiere un certificado de autenticidad, no el objeto físico, subrayando que el arte reside en la idea, no en el material, es un tema que rompe los esquemas del mercado en las artes.

La decisión de los compradores de comerse el plátano y la burla inherente de la obra exponen las dinámicas especulativas del mercado del arte contemporáneo, invitando a reflexionar sobre qué define el arte y cómo la sociedad lo valora. Este caso se ha convertido en un ícono del arte conceptual, llevando el debate sobre los límites del arte a nuevas alturas, y recuerden que no solo los compradores lo comieron, en Miami, otro artista llamado David Datuna, entró a la galería y se lo hartó porque “tenía hambre” y a este performance le llamo El Artista hambriento (Hungry Artist), como ven la cosa es muy compleja pero interesante.

The Comedian trasciende lo absurdo para convertirse en un comentario crítico sobre el arte, la economía y la percepción cultural en el siglo XXI.

Hablemos de su autor, Maurizio Cattelan, quien es conocido por su enfoque irónico y provocador, es el autor de obras como La Nona Ora (una escultura del Papa Juan Pablo II siendo aplastado por un meteorito) o su inodoro de oro titulado America, así que ya había establecido su reputación como un agente disruptivo en el arte contemporáneo. Sin embargo, The Comedian llevó esta filosofía al extremo: un plátano común y corriente, valorado simbólicamente en una cifra exorbitante, pegado a una pared blanca.

A primera vista, parece una broma que se burla de los excesos del mercado del arte. ¿Cómo puede un banano que se va a podrir alcanzar tal valor? Esta misma pregunta abre una puerta hacia cuestiones más profundas sobre el valor subjetivo, el concepto de autoría y la función del arte en la sociedad contemporánea.

Entonces vamos al dinero, al dinero como performance. El hecho de que alguien pagara semejante suma por un plátano pegado a la pared no solo valida la pieza como arte, sino que también forma parte de su mensaje. En el mercado del arte, el valor de una obra ya no reside exclusivamente en su técnica, material o permanencia, sino en la narrativa que construye a su alrededor. Al vender The Comedian, Cattelan no solo estaba vendiendo un plátano; estaba vendiendo una idea y recuerden ¿Quién valida las artes? Tres factores: El público, el mercado o la crítica.

El comprador, al adquirir la obra, no compró el plátano como tal, sino un certificado de autenticidad que permite reemplazar el plátano cuando se pudra, asegurando así la “permanencia” de una obra intrínsecamente efímera. Esto plantea preguntas sobre la naturaleza misma del arte: ¿es el plátano el arte, o lo es el acto de pegarlo, venderlo y recontextualizarlo?

Cuando el artista David Datuna, en un acto de espontaneidad (o tal vez premeditación), se comió el plátano frente a una multitud de espectadores y cámaras, añadió una nueva capa de interpretación a la obra. Su acción, denominada Hungry Artist (Artista Hambriento), transformó The Comedian en un meta-performance que subvirtió su propio mensaje.

Al tragarse el plátano, Datuna convirtió el acto de consumo en una declaración artística, desafiando el valor económico y simbólico de la obra. De manera irónica, este acto no destruyó la pieza, ya que el plátano podía ser reemplazado según las instrucciones de Cattelan, reafirmando la idea de que el arte no estaba en el objeto, sino en el concepto que lo rodea.
Por lo tanto esta obra es bastante compleja, mucho más allá de lo que las personas pueden deducir, nos deja muchas enseñanzas sobre lo que es hoy el mercado de las artes y en lugar de estar haciendo memes y burlándose, las personas deberían adentrarse un poco en la reflexión de qué significa todo esto para lo que vivimos hoy en día.

Por ejemplo podemos a diferencia de otras épocas concluir que hoy el valor en el arte contemporáneo es subjetivo, esta es una época en donde la especulación económica ha penetrado todas las esferas, el arte no es la excepción. The Comedian evidencia cómo el mercado del arte transforma objetos cotidianos en símbolos de estatus y valor a través de narrativas cuidadosamente construidas.

Se burla y se convierte en un comentario social, se burla de las dinámicas del mercado, pero también refleja las obsesiones culturales contemporáneas: el consumismo, el poder de la marca personal (en este caso, la de Cattelan), y la necesidad de destacarse en un mundo saturado de estímulos.

Y el público toma todo, absolutamente todo el protagonismo como espectador, más que nunca, el público desempeña un papel activo en la creación de significado. Desde el comprador que decide pagar una cifra absurda, hasta el artista que consume la obra en vivo, todos los actores involucrados transforman The Comedian en un fenómeno cultural que trasciende la simple interacción entre artista y objeto.

The Comedian no es solo un plátano pegado a la pared. Es un espejo que nos confronta con la naturaleza del arte contemporáneo y nuestra relación con él. Al ser tan radicalmente absurdo, fuerza al espectador a reflexionar sobre lo que consideramos valioso, tanto en términos materiales como simbólicos.

Este episodio no solo es un chiste; es un capítulo crítico en la historia del arte moderno. The Comedian y su destino final —ser consumido por un espectador— representan uno de los performances más completos y provocadores del arte contemporáneo. Quizás, en su aparente superficialidad, radica su genialidad: hacer de lo ordinario algo extraordinario, y de lo efímero, algo eterno.

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Metal Battle Suramérica consolida su prestigio internacional ganando nuevos reconocimientos

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La iniciativa Metal Battle Suramérica continúa su ascenso como una de las plataformas más importantes para el desarrollo y la proyección del metal latinoamericano. En un nuevo hito para la región, la final nacional del Metal Battle Venezuela ha sido galardonada como Evento del Año en los Premios Melomaniac en Venezuela, un reconocimiento que confirma la calidad de producción, convocatoria y relevancia cultural del certamen, el premio fue recibido por Raúl Colmenares, músico y promotor de Metal Battle para su país por el impecable trabajo en los procesos.

Este logro se suma al premio obtenido en 2024 por la final de Metal Battle Ecuador, que fue reconocida en la misma categoría por los Premios Maniac TV en el país suramericano. A estos reconocimientos se agrega el homenaje recibido por los promotores del circuito en los Premios Subterránica Colombia 2025, donde fueron distinguidos por su labor en el fortalecimiento de la escena independiente y su aporte a la circulación artística de las bandas de metal de todo el continente, en apenas dos años, el evento ha sido reconocido varias veces como una de las plataformas de más impacto en el continente.

Desde su inicio, Metal Battle Suramérica se ha caracterizado por su visión descentralizada, su integración territorial y su ética independiente. Lejos de reproducir las lógicas elitistas de otros circuitos musicales, Metal Battle Suramérica ha desarrollado un modelo colaborativo que involucra promotores, gestores, colectivos y medios alternativos de cinco países de la región. El objetivo: crear una ruta sólida que permita a las bandas competir por un cupo en el prestigioso festival Wacken Open Air en Alemania, el escenario más importante del metal a nivel mundial y crear el circuito de circulación de Metal más importante de la región, lo cuál se ha logrado de manera contundente con la participación de más de 300 bandas en cada una de sus dos ediciones.

En palabras de su equipo de coordinación, estos reconocimientos no son solo una celebración del evento en sí, sino un reflejo del trabajo sostenido que se ha venido realizando desde las bases culturales del movimiento metalero. “No se trata solo de competir, sino de construir escena, generar redes, fortalecer el sentido de comunidad y proyectar talento de alto nivel artístico y conceptual”, afirma Felipe Szarruk, promotor para Latinoamérica de Metal Battle.

Un circuito que trasciende fronteras

Lo que distingue al Metal Battle Suramérica es su compromiso con la diversidad geográfica y musical. Lejos de concentrarse únicamente en las grandes capitales, las finales y eliminatorias han recorrido ciudades secundarias y zonas periféricas, llevando el metal a espacios históricamente marginados del circuito internacional.

En este sentido, el reconocimiento a la final venezolana cobra aún más valor: se realizó en medio de condiciones complejas, en un país con profundas dificultades logísticas y estructurales, pero con una escena poderosa que ha sabido reinventarse a través del trabajo autogestionado. La premiación de los Melomaniac 2025 no solo reconoce la calidad del evento en sí, sino también la resiliencia y profesionalismo de sus organizadores.

El proceso de selección de las bandas que llegan a la final suramericana también refleja un rigor creciente. Cada país participante desarrolla su propia ruta nacional, con jurados locales y seguimiento artístico, hasta llegar a una final continental que ha ganado peso simbólico y mediático.

El impacto de una plataforma necesaria

Más allá del prestigio del Wacken Open Air, Metal Battle Suramérica ha generado un efecto de largo alcance en las escenas nacionales. Ha propiciado el surgimiento de nuevas bandas, la profesionalización de promotores y ha reactivado redes regionales de colaboración entre colectivos de países como Colombia, Ecuador, Venezuela, Argentina, Perú y Bolivia.
La visibilidad que ofrece el circuito ha permitido a las bandas acceder a festivales, sellos y medios especializados a nivel continental. Asimismo, el evento ha motivado a periodistas culturales, investigadores y medios independientes a registrar y analizar con mayor profundidad los procesos del metal latinoamericano.

Vhill: reconocimiento y representación

Como parte de los resultados de este proceso, la banda venezolana Vhill fue seleccionada como representante de Suramérica en la edición 2025 del Wacken Open Air. La agrupación, oriunda de Ciudad Guayana, también fue reconocida con tres galardones Melomaniac: Artista Revelación, Mejor Banda en Vivo y Mejor Banda de Metal Extremo.

Vhill acaba de lanzar su primer álbum de estudio, acompañado por el videoclip del sencillo Extinción, y se prepara para representar a la región con una propuesta sólida de death metal moderno, que combina técnica, lírica crítica y una potente puesta en escena

Metal Battle Suramérica no solo exporta talento, exporta narrativa, cultura y resistencia. Lo hace desde las raíces profundas del metal latinoamericano, con una visión de largo plazo y una red de actores comprometidos que hoy, por fin, reciben el reconocimiento merecido

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Los Orígenes de los Managers Musicales: De la Ley Seca a la Industria del Entretenimiento

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La figura del manager de los músicos que es una pieza clave en la carrera de cualquier artista hoy en día cuenta con una historia increíble… Los managers tienen un origen que se remonta a una época compleja y fascinante: la era de la Ley Seca en Estados Unidos (1920-1933). Durante estos años, la prohibición del alcohol generó un contexto social y cultural único que contribuyó a la aparición de intermediarios esenciales para que los músicos pudieran acceder a espacios de presentación y conseguir contratos.

La Ley Seca, implementada por la 18ª Enmienda a la Constitución de Estados Unidos y la Ley Volstead, prohibió la fabricación, venta y transporte de bebidas alcohólicas, pero como siempre, lejos de erradicar el consumo, esta medida impulsó la proliferación de clubes clandestinos llamados “speakeasies”, donde se servía alcohol de forma ilegal.

Estos speakeasies se convirtieron en epicentros culturales, especialmente para géneros emergentes como el jazz y el blues que buscaban espacios para presentarse, obviamente debido a la clandestinidad de estos establecimientos, los músicos no podían simplemente llegar y ofrecer sus servicios y así urgió entonces la necesidad de personas que conocieran el entramado social y legal para conseguirles estos “toques”.

Los primeros managers musicales actuaban como intermediarios que negociaban directamente con los dueños de los speakeasies y clubes clandestinos. No solo conseguían presentaciones para los músicos, sino que también manejaban las relaciones y protegían a los artistas de las complicaciones legales y sociales de esa época.

Un caso destacado es el del legendario manager y promotor John H. Hammond, aunque un poco posterior a la Ley Seca, que desde los años 30 impulsó la carrera de músicos de jazz y blues, pero durante la prohibición estos intermediarios muchas veces estaban ligados a redes del hampa o a empresarios que operaban en la ilegalidad, lo que explica su rol estratégico para la supervivencia de los músicos en ese ambiente.

Con el fin de la Ley Seca en 1933 y la consolidación de la industria del entretenimiento, la figura del manager comenzó a profesionalizarse. En 1937 se fundó la Association of Talent Agents (ATA) en Los Ángeles, California, que reguló y formalizó la intermediación en la industria artística. Esto permitió que el rol evolucionara de simple intermediario a representante estratégico que maneja contratos, giras, promociones y la carrera artística en general.

Con el tiempo, managers como Brian Epstein, quien descubrió y dirigió la carrera de The Beatles en los años 60, ejemplificaron la importancia de esta figura en la música moderna, consolidándola como un elemento imprescindible para el éxito comercial y artístico.

La figura del manager musical nació de una necesidad concreta en un contexto de ilegalidad y limitaciones sociales. Durante la Ley Seca, estos intermediarios fueron clave para que los músicos pudieran acceder a espacios de presentación y garantizar la continuidad de su arte. Su evolución desde aquel entonces hasta la actualidad refleja cómo la industria musical se profesionalizó y se adaptó a las exigencias de cada época, consolidando al manager como un actor central en la carrera de cualquier artista.

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Colombia

Así fue BIME Bogotá, un evento clave con retos que superar y oportunidades tangibles.

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BIME Bogotá 2025 se consolidó como uno de los eventos más importantes de la industria musical de Latinoamérica. Desde su creación, este festival ha jugado un papel crucial al conectar a artistas, productores, agentes y profesionales del sector, ofreciendo una plataforma que fomenta la colaboración, la innovación y el intercambio cultural. Con su tercera edición, BIME Bogotá se afianza como una cita obligada para todos los que buscan comprender y participar en el ecosistema musical contemporáneo.

BIME Bogotá ha logrado posicionarse como un evento de gran relevancia para la música no solo en Colombia, sino en toda América Latina. A través de su modelo, que integra conferencias académicas, showcases de talento emergente y oportunidades de networking, el festival ha funcionado como un punto de encuentro ideal entre la industria musical latina y la europea. Este tipo de eventos no solo ayudan a la consolidación de nuevos artistas, sino que también ofrecen una oportunidad invaluable para los profesionales del sector de compartir conocimientos y explorar nuevas tecnologías que están transformando el negocio de la música.

La creación de espacios para que los músicos, productores, agentes y demás actores de la industria se conecten, discutan tendencias y exploren nuevas posibilidades, ha sido uno de los pilares del evento, pero lo que realmente distingue a BIME es su capacidad para abrir puertas a artistas emergentes de todo el continente, ofreciéndoles un escenario que les permite darse a conocer no solo dentro de su país, sino a nivel internacional, en realidad esa es la razón de ser de esta plataforma, que las nuevas generaciones aprendan sobre la industria, es un evento dirigido más que todo a los que se están formando en el ecosistema musical, en ese sentido funciona.

Pese al indiscutible éxito que ha tenido BIME Bogotá, no ha estado exento de retos que deben ser abordados en futuras ediciones. En primer lugar, algunos asistentes y expertos han señalado que el festival aún tiene espacio para evolucionar en términos de su diversidad de géneros y propuestas. Aunque el evento promueve un enfoque inclusivo, es cierto que la programación podría ofrecer una mayor variedad de géneros que representen más fielmente la amplitud de la música latinoamericana. A menudo, los artistas más establecidos o de tendencias más comerciales dominan el escenario, lo que podría dejar de lado propuestas experimentales o menos comerciales que también tienen mucho que aportar, BIME se centra más que todo en el pop y en propuestas de fusión que son consideradas comerciales, por ejemplo en la versión de este año se vio que no se tiene conocimiento de actores claves y longevos en la escena colombiana por parte de quienes organizan y que podrían ser aliados poderosos.

Otro aspecto que se ha señalado es la necesidad de integrar a los artistas locales de manera más visible. Aunque BIME Bogotá ha sido una excelente plataforma para la proyección de talentos internacionales, hay quienes consideran que aún no se ha logrado un equilibrio justo entre las propuestas de artistas internacionales y las de los músicos colombianos y latinoamericanos. Muchos sugieren que, para el futuro, BIME podría convertirse en un lugar que no solo exhiba talentos internacionales, sino que también se enfoque en dar una mayor visibilidad a la música de la región, especialmente aquellas que se encuentran en la vanguardia de la escena independiente.

Para los agentes del sector es dificil conectarse, muchos no llenan su perfil y es casi un estándar que no contestan los mensajes que se envían por la plataforma, la dinámica que se usa es llegar al evento y tratar de conectarse de cualquier manera mirando los nombres en las credenciales, sería excelente que BIME además de ser un lugar para aprender funcionara como una especie de “feria” en donde cada agente tuviera una mesa o stand (Como sucede con algunas representaciones) para poder crear alianzas y relaciones, los speed meetings no son suficientes para esto. Se recalca entonces la identidad del evento más como plataforma educativa que como epicentro de networking.

Con una tercera edición que se consolidó como uno de los eventos más importantes en el panorama musical de la región, el festival tiene un gran potencial para continuar expandiéndose y evolucionando. No solo en términos de la cantidad de artistas y profesionales que atrae, sino también en su capacidad para adaptarse a las nuevas dinámicas del mundo digital, las plataformas de streaming y la interacción con las nuevas tecnologías. En un mundo musical que está constantemente cambiando, BIME Bogotá tiene la oportunidad de seguir liderando y transformando la industria, adaptándose a los tiempos y tomando en cuenta las nuevas demandas tanto de los artistas como del público.

Si bien BIME dejó una huella positiva, las ediciones futuras deberán enfrentar los desafíos de diversificación y accesibilidad mencionados. Si logra integrar una mayor gama de géneros musicales, representar con justicia a los artistas locales y expandir su enfoque hacia una experiencia más inclusiva para el público en general, podría transformarse en una de las plataformas más relevantes a nivel mundial para el desarrollo y la difusión de la música, el evento podría aprovechar la oportunidad de integrar nuevas tecnologías, como los conciertos virtuales y las experiencias interactivas, para atraer a un público más amplio y conectado. No solo se trata de una plataforma de exposición, sino también de un espacio para explorar el futuro de la música, la producción y el entretenimiento, a diferencia de BIME Bilbao en donde es muy provechoso asistir de manera virtual, seguir las charlas y conectarse con los agentes.
En general necesitamos más eventos como este en el país, sobretodo porque el acceso a la industria para los nuevos artistas es muy cerrado en la actualidad, pero también se requiere el compromiso de que los que ya están trabajando en ella se abran y estén dispuestos a colaborar con las nuevas generaciones para lograrlo.

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