Colombia
Entrevista: Tattoo Music Fest 2023 demostrando que es posible hacer festivales de calidad, con carteles excelentes y con muchísimo menos presupuesto del que usan los festivales públicos.
Lo que ha sucedido con Tattoo Music Fest este año es de enmarcar, es la confirmación y demostración de todo lo que hemos dicho en Subterránica durante años, el festival anuncia un cartel de primera linea curado y producido por un promotor independiente que no ha usado un solo peso del estado y que ha demostrado que en el país es posible crear espacios de calidad para el rock que generen ingresos, sean autónomos y puedan encajar en los que se llama “industria musical”, contrario a lo que sucede en los espacios del distrito en donde en toda la historia de Rock al Parque no han logrado producir un evento como este pero si han logrado desfalcar el erario en más de 15 mil millones de pesos algunos años. Este es otro campanazo para que los que manejan los presupuestos públicos para las artes sepan que ya no somos el mismo país de hace 20 años, que ya sabemos la verdad y que pronto y poco a poco, más y más músicos se alejarán de la gratuidad, del sometimiento estatal cultural para crear este tipo de espacios.
Carlos Alberto Ruiz es el creador de Tatto Music Fest, un festival de música alternativa que se celebra cada año en Bogotá. Este año, Ruiz logró crear un festival increíble que reúne a más de 50 artistas nacionales e internacionales, entre ellos Deicide, A.N.I.M.A.L, Sick ofi t all, Fear Factory entre otros, toda una fiesta para el rock y el Metal.
Ruiz es un apasionado de la música y el arte, y desde hace más de una década se dedica a promover la cultura del tatuaje y la expresión artística en Colombia. Su festival es una plataforma para mostrar el talento y la diversidad de los artistas que usan su cuerpo como lienzo, así como para ofrecer al público una experiencia musical única y memorable.
Este no es un artículo para promocionar el Tattoo Music Fest, es un artículo que publicamos para celebrar la creación de espacios mejores e independientes para el Rock y el Metal nacional, creemos en Subterránica que esto dentro del contexto de nuestra lucha contra la corrupción del distrito y empresas como Sayco, el Tattoo Music Fest aporta un valor incalculable a la cadena de la música y deja sin fundamento las convocatorias, la gratuidad y la “economía naranja”, por eso lo celebramos.
Otra cosa que demostró este festival es que sí existe un pequeño grupo de músicos en el país y en la ciudad, que acostumbrados a los dineros del gobierno, se dedican a criticar cuanta oportunidad o espacio se abre para ellos pero que no es financiado con recursos públicos. Eso hay que resolverlo, eso se ve muy mal y hace daño al género.
El éxito del Tatto Music Fest es un ejemplo de que es posible hacer festivales autogestionados, eficientes y rentables en el país, sin depender de subsidios, becas o de ser contratista del distrito. Ruiz ha logrado crear un modelo de negocio sostenible, basado en la confianza y el apoyo de su público, que valora la calidad y la originalidad de su propuesta.
También ha demostrado que es posible hacer festivales con responsabilidad social y ambiental, que no solo generen beneficios económicos, sino también culturales y educativos. Su festival es una oportunidad para difundir mensajes de conciencia, respeto y solidaridad, así como para impulsar el desarrollo de las industrias creativas locales.
Ruiz se ha consolidado como uno de los gestores culturales más importantes del país, y su festival es un referente de la escena musical alternativa en Latinoamérica. Con su visión y su pasión, ha demostrado que es posible crear eventos de calidad que celebren la diversidad, la creatividad y la libertad.
La siguiente es una entrevista exclusiva con este músico y gestor cultural que este año hizo ver a Rock al Parque como un festival aficionado al lado del suyo.

Cuenta un poco la historia del Tattoo Music Fest ¿cuántas ediciones van? ¿cuándo nació? y sobretodo ¿por qué decides crear un festival de este tipo?
Bueno curiosamente Tattoo Music Fest nació por la falta de festivales en Colombia y por la necesidad de crear nuevos espacios para las bandas que no pasábamos a los festivales distritales y a convocatorias. Nosotros hicimos el TMF por primera vez en el 2015 porque con mi banda nos presentamos en Rock al Parque y por un puesto quedamos por fuera. Ese día nos frustramos un montón y decidimos hacer nuestro propio festival.
Obviamente nunca llegamos a pensar que fuera a llegar a ser un festival tan grande, lo hicimos en un comienzo como algo pequeño en donde la cabeza de cartel era una banda local y las bandas eran todas locales, en ese momento el headliner fue Koyi K Utho, también nos ayudaron los de El Sagrado y otra serie de bandas que prácticamente nos unimos para hacer este festival, básicamente por eso lo hicimos, con mucho esfuerzo, sin recursos y hasta el día de hoy no hay recursos públicos, ni recursos de grandes marcas, ustedes ven marcas en el festival, pero realmente ellos al final lo que aportan es más que todo publicidad.
¿Cuáles son los principales retos de hacer un festival de esta magnitud?
Bueno, los principales retos para un festival son los permisos, en 2018 la competencia trató de cerrar nuestro festival simplemente porque no quería que lo hiciéramos. Entonces nuestro primer reto fue haber sacado los permisos y un festival que es complejo como este, porque no solamente es de música sino también es de tatuajes, no solamente tenemos que buscar los permisos normales que son bomberos, seguros, policía, ambulancia, alcaldía, Idiger, sino también permisos que mucha gente ignora y no sabe por lo que tenemos que pasar para tenerlos.
Hay muchos festivales o muchos conciertos no hacen absolutamente nada de esto. A nosotros si nos toca porque siempre hemos sido muy honestos y hemos querido cumplir con lo legal. Creo que es lo más difícil es eso.
Lo segundo más difícil es hacer que la gente se apropie del festival y que no lo vean si fuera un festival distrital, porque nosotros no somos un festival distrital, somos un festival privado en donde los recursos son nuestros 100%.
Entonces ha sido un poco complicado hacerle entender a la gente esto y que se apropien del festival y que aporten como tal a él, porque esto es un espacio que se generó de la nada, más con amor que con dinero, la verdad.
¿Qué has aprendido que puedas compartir a los promotores sobre hacer eventos de este tipo en Bogotá?
He aprendido que las marcas no patrocinan el Metal, que para que nos patrocinen tenemos que hacer muchas cosas y ser demasiado visibles.
He aprendido que no vale la pena regalar las cosas, sino que todos se tienen que ganar.
He aprendido que a veces las bandas que más se nombran no son las mejores, he aprendido que hay mucho talento en lo nuevo, pero he aprendió también que los chicos están muy desenfocados de lo que debe ser un artista para poder estar en una tarima como la nuestra. Están muy desenfocados, lo veo desde la perspectiva como artista también ya que yo tengo una banda y me ha tocado moverme mucho para poder tener los espacios que hemos logrado y que muy pocas bandas en Colombia han logrado.
He aprendido que “amigo el ratón del queso”, eso es lo que más he aprendido, pero igual todo lo que he hecho me ha traído satisfacción.
Me gusta mucho llegar al punto en el que estamos y esto no para, queremos que sea mucho más grande.
¿Cuáles son las bandas más importantes según tu criterio que han pasado por el festival?
Creo que las bandas más importantes que han pasado por TMF han sido La Pestilencia, Alcolirykos, Here Comes The Kraken, Atila, Death by Stereo, Puya, Descomunal, Koyi K Utho, El sagrado. Hemos tenido muchas nacionales como internacionales, este año la apuesta es grande, nada ni nada menos tenemos a Deicide, Cataclysm, Incantation, Resorte, A.N.I.M.A.L, mejor dicho, es el más grande de todos, pero creo que ya han sido más de 50 bandas internacionales y hemos apoyado más de 70 bandas nacionales.
Es importante resaltar que nosotros hemos sido una catapulta para que muchas bandas que se han presentado en el Tattoo hayan saltado a escenarios internacionales, eso también es algo que la gente debería saber y también apoyarnos, porque repito, nosotros sin ningún apoyo, ningún dinero de nada, estamos haciendo lo que se debería hacer con el dinero que se gasta en muchas ocasiones en los festivales distritales y locales, porque pues no solamente está Rock al Parque, en Colombia hay muchos festivales y hay mucho dinero en muchas convocatorias y vemos festivales locales y distritales en los que siempre están las mismas bandas tocando y no hay más, entonces están bien que vean que este tipo de festivales siempre está rotándolas y apoyándolas de verdad.
El cartel de este año es impresionante ¿por qué crees que una persona como tú, independiente, empresario, logra hacer un festival mejor que rock al parque en solo ocho años, sin agarrar un peso del distrito mientras que Rock al Parque con todo el presupuesto nunca lo logró?
Creo que como empresarios Independientes tenemos como esa facultad de no rendir cuentas y de tener la libertad y un concepto un poco más objetivo en cuanto a lo que se decide curar en un festival, nosotros estamos haciendo un trabajo desde 2015, donde empezamos con solo bandas nacionales, en 2016 empezamos a incluir bandas de fuera, 2017 y 2018 fue creciendo y en 2019 ya era otra cosa, para 2020 ya era un gigante, pero pues… esto ha sido poco a poco.
Y la curaduría se debe a que nosotros hemos hecho una labor de alianzas y de muy buenos contactos, hemos hecho ese “lobby” para poder llegar a tener los contactos que tenemos y todos los Bookers que en este momento nos están vendiendo artistas.
Creo que, si la gestión se hace bien se pueden lograr cosas. Creo que ni siquiera es dinero, a veces es saber hacer las cosas, saber negociar. Ese es uno de los secretos que hemos tenido con el Tattoo Music Fest, el nombre es muy importante y la continuidad es muy importante.
Creo también que la objetividad en cuanto a lo que se quiere es muy importante, creo que Rock al Parque con el presupuesto que tiene podría llegar a ser un festival demasiado brutal porque tiene los recursos y los nexos.
Creo que eso se puede hacer muy fácil, nosotros de alguna manera siendo independientes y sin ningún tipo de recurso hemos logrado hacer siendo independientes y sin ningún tipo de recursos, hemos logrado hacer cosas.
Dejamos de hacer muchas cosas, ponemos de nuestro dinero para el festival y lo sacamos adelante. Hemos perdido, hemos dado con promotores que nos han robado, hemos dado con con producciones que nos han robado, pero pues volvemos y estamos acá. Esta es la vuelta, si uno trabaja honestamente los resultados se verán más adelante.
¿Qué aporta el tatuaje a la cultura de la ciudad?
El tatuaje aporta demasiado, ellos además de ser tatuadores son artistas y los artistas generan demasiada cultura, en este sentido no solamente son tatuajes, son artistas plásticos, son pintores, son gestores, entonces yo creo que el tatuaje genera demasiadas cosas en este momento en la cultura colombiana.
También es un músculo económico, una actividad que está ayudando mucho y es un tipo de arte que no solamente se hace acá, sino que también se exporta. Viene mucha gente de afuera a tatuarse con tatuadores nacionales, o sea, es muy, muy, muy brutal. El movimiento que se está teniendo en este momento con los tatuadores.
Respecto a los nacionales ¿que has aprendido del Metal de Colombia?
Bueno yo sí, aprendí demasiado del metal colombiano, la verdad, pero ellos parece que no han aprendido… la verdad es esa, creo que por eso siguen tocando los mismos de siempre, los demás siguen como catálogo de bandas pequeñas, las grandes son los que están en grandes festivales.
La vieja excusa confiable de las bandas pequeñas es decir “Es que esos de la rosca son los de siempre”, “¿Por qué siempre ellos?” pero la respuesta es básica, están ahí porque ellos están haciendo la tarea.
Estamos viendo que las bandas pequeñas están mal acostumbrándose y desafortunadamente los festivales distritales les están enseñando algo que no está bien, porque les está enseñando a que todo sea gratis, a que nada es pagó, dicho sea, a que a las bandas toca rendirles pleitesía sabiendo que no están generando mercado ni están generando ventas, entonces creo que eso es algo que las bandas deberían aprender de otras bandas con más experiencia.
No saben que es un agente, no saben que es un técnico, no saben que es un ingeniero, no saben que es un booker, no saben que es un fotógrafo y ya quieren estar a nivel de las bandas que sí lo hacen y por este motivo están de headliners en eventos, ese tipo de bandas que conoce y está consciente del negocio están siendo invitadas a festivales y demás.
Creo que es una pregunta que nos hacen a nosotros siempre, pero que los músicos no se la hacen a un Estéreo PicNic o a un KnotFest, porque pues obviamente ellos ni les van a responder, entonces creo que ellos deberían aprender un poco de eso, debería ser un poco más, deberían informarse y ser un poco más profesionales en ese sentido, el día que eso pase, muchos festivales van a tener en cuenta, muy seguramente van a tener pagos, muy seguramente van a estar en un nivel mucho mejor que en el que se encuentran ahora, donde pues sencillamente “si yo no estoy” entonces no sirve, eso no es lo importante, no es que yo esté, sino que el otro no este y así todos no hacemos nada. Básicamente esa es la consigna desde algunas bandas, no todas, hay algunas que si hacen la tarea y por eso son bandas que resaltan dentro de las demás.
¿Cuáles nacionales han sido destacados en el festival?
Bueno, las bandas nacionales que han sido de la casa en el festival han sido bandas como Koyi K Utho, El Sagrado, Pitbull o Vein que prácticamente han salido del festival, también como nombré anteriormente ha estado La Pestilencia y Alkoholyricos que son como las bandas como más grandes que han estado en el festival y que han estado estado trabajando, obviamente una de las bandas en las que más trabajo hay y que hace toda la producción es Surviving, de hecho, el festival se creó por Surviving se hizo por eso, por eso buscar espacios para la banda.
Otros que han estado son Cuentos de los hermanos Grind, creo que el 90% de las bandas con un nombre en el país han estado en el festival, son bandas que venden, que generan, que llaman a audiencia y en nuestro festival han tenido sus buenas condiciones, pagos y demás para estar dentro del festival.
También hemos tenido bandas alternativas que han estado tocando, que les hemos dado chance de estar y que pues en el festival han tenido han podido recolectar un material bueno, con un buen sonido, con buenas pantallas, con todo y esto les ha servido como catapulta para aplicar a otros festivales.
En conclusión, podrías afirmar entonces que es rentable ser promotor de este tipo de eventos en el país ¿Estás contento? O hay algo al respecto que se deba decir.
Pues podemos decir que de ocho ediciones hemos perdido en seis, hemos ganado en una y esperamos ganar en esta para recuperar de alguna manera algo de toda esa inversión que hemos hecho durante todos estos años.
La gente a veces hace cuentas fáciles, “entraron tantas personas” a “tanto precio” y “vendió tantos stands”, pero se les olvida también hacer las cuentas de cuánto vale el sonido, cuanto la publicidad, cuánto vale el montaje, cuánto vale la producción y todas estas cosas, entonces ser promotor en Colombia es rentable después de 10 años, si uno piensa que hacer un evento en un año es para volverse rico eso es absolutamente falso, hay eventos como el Estéreo Picnic llegaron a su punto de equilibrio luego de seis o siete años.
Los últimos eventos que se han hecho de grandes en Colombia, los resultados no han sido los mejores y siempre los números van para atrás y desafortunadamente esto pasa es con el rock, cuando hacen reguetón, cuando hacen salsa, cuando hacen todas esas cosas, los números siempre van para arriba, porque la gente que consume este tipo de cosas pagan palcos de 10 y 20 millones de pesos, las boletas no son baratas, las boletas son carísimas, nosotros estamos ofreciendo la boleta más barata del mercado en Latinoamérica, tratando de que sea rentable y tratando de brindar al público buenos espectáculos con una buena producción y sobre todo una muy buena experiencia.
Creo que este año podemos llegar a un punto de equilibrio y si llegamos a hacer que este festival sea rentable, no solamente va a ser bueno para nosotros, sino también para todo el público colombiano que va a poder bandas que nunca imaginó ver y qué festivales gratuitos nunca se las van a traer, podemos hacer eso porque estamos metidos escuchando y sabemos qué es lo que quiere la gente y qué es lo que les gusta escuchar, no es porque seamos el gamonal que tiene millones y va a invertir, no, nosotros estamos haciendo esto también desde la perspectiva como músicos.
¿Qué plan hay a futuro y cómo podríamos articular a los músicos de Metal nacionales para que comenzaran a ser parte de una escena mundial?
Estamos empezando a hacer alianzas con festivales como Hell and Heaven, estamos haciendo festivales de alianzas con festivales en Canadá, en Europa y queremos que las bandas nacionales se exporten. ¿Qué debemos hacer para que los músicos entren en esta ola mundial? Dejar la quejadera, dejar la crítica y empezar con la acción.
No solamente es ensayar es informarme de qué es lo que están haciendo en las bandas para que sean famosas que están haciendo las bandas, para que suenen que eso es que están haciendo las bandas para girar.
Y estar dispuesto a invertir porque nadie si sale un festival en Europa y los invitan el festival de Europa no le importa su banda es simplemente le da un cupo, usted tiene que pagarse sus tickets, usted tiene que hacer la gestión de prensa, usted tiene que pagar publicidad Spotify específica en ese país, usted tiene que hacer ruedas de prensa, usted tiene que llamar a las bandas amigas, se tiene que hacer una labor, pero si usted simplemente se limita a decir es que necesito que me paguen los tiquetes, nunca va a viajar, nunca va a tocar y nunca va a salir de tocar en su escena local a que sus 20 a 30 amigos le digan que está bien y sus 40 tías vayan y le digan que les acredita el festival, entonces esa es la enseñanza para los festivales, eso es lo que viene a futuro y sencillo, si las bandas quieren aplicar y quieren girar a nivel mundial y quieren ser parte de esta escena. Deben invertir, deben trabajar y deben quitarse el chip de los gratuitos. Hay que meter, hay que invertir y hay que hacer las cosas. Todas las bandas grandes lo han hecho alguna vez y luego futuro es que recuperan y cobran sumas grandísimas por sus presentaciones.
@felipeszarruk
Colombia
Lo Mejor del Rock y Metal Colombiano en 2025 para Subterránica
Desde las trincheras de Subterránica, 2025 emergió como un año de resistencia y explosión creativa en el rock y metal colombiano, donde bandas independientes desafíaron el establishment con canciones fuertes, honestas y letras que destapan realidades. Bogotá y el circuito underground estuvieron nutridos con El Monster del Rock Subterránica, los heats de Wacken Metal Battle y giras crudas que priorizaron la esencia sobre el mainstream. Estas 14 propuestas capturan según nosotros, la furia genuina e indomable, desde el death brutal, pasando por el thrash demoledor hasta fusiones rebeldes que definen un sonido nacional que se niega a ceder, listo para trascender fronteras sin concesiones.
Estas fueron las mejores agrupaciones del año para nuestro colectiv
Loathsome Faith
Loathsome Faith, death metal bogotano de precisión quirúrgica, teje riffs técnicos con atmósferas asfixiantes que diseccionan la indolencia social y la decadencia humana, evocando a Nile con un toque local visceral. En 2025 fueron los ganadores de Wacken Metal Battle Colombia, tocaron en Ecuador en la gran final, no se quedaron quietos en ningún momento y lanzaron “Indolencia”, un adelanto de su cuarto álbum que acumuló miles de streams underground, seguido de shows en Rock al Parque y presentaciones que reafirmaron sus 15 años de brutalidad inquebrantable. Su presencia en festivales independientes consolidó su rol como ariete del extremo, atrayendo aliados globales sin diluir su ferocidad. Sin duda uno de los nombres más importantes de Metal colombiano.
Cheyne Stokes
Cheyne Stokes evoluciona hacia un metal progresivo introspectivo, donde progresiones emocionales transforman el thrash primigenio en narrativas conceptuales de sombras y redención, con influencias de Tool y Opeth filtradas por la crudeza colombiana. Sacaron el single “The Dream is Collapsing” y el álbum The Empress, un doble golpe de madurez sonora con videos oscuros que exploran colapsos mentales, más presentaciones en varios circuitos. Su música invita a la catarsis colectiva, posicionándolos como innovadores que fusionan introspección con potencia en vivo.
Pr1mal
Pr1mal regresó con riffs más densos, sonido más fuerte tipo Groove Metal y letras políticas que gritan rebeldía contra el sistema, reminiscentes de Slipknot y Korn pero con acento bogotano callejero y actual. Tras 13 años de hiatus, se tomaron nuevamente los escenarios con su voltaje renovado. Su front man Javier Carmona pareciera no querer ceder al tiempo y está en mejor forma que nunca.
Onïxx
Onïxx encarna el hard heavy metal tradicional con potencia clásica, solos melódicos y una energía underground que resiste modas, canalizando Iron Maiden y Judas Priest en riffs que retumban en los bares bogotanos. Finalistas destacados en Wacken Metal Battle Suramérica 2025, sostuvieron una agenda de shows intensos en el circuito local, ignorando confusiones con actos foráneos y fortaleciendo su marca en redes independientes. Su endurance en la escena los erigió como baluartes del metal puro, listos para heats mayores sumado a una excelente puesta en escena.
Mandingasea
Mandingasea fusiona hard rock con grooves latinos y letras viscerales sobre lucha cotidiana, como en “Jodido” o la brutal “Cartas Suicidas”, entregando un sonido callejero que mezcla el rock con raíces colombianas en ritmos infecciosos. Realizaron conciertos clave en la ciudad y su lucha por la salud mental es notoria y necesaria, manteniendo su pulso resistente. Su presencia en el circuito consolidó un estilo que invita al rock con alma popular.
The End
The End despliega cyborg metal postapocalíptico, un hard rock futurista con riffs robóticos, baterías fuertes y letras de guerra final que pintan escenarios distópicos al estilo Rammstein meets Fear Factory. Coronados como ganadores del Monster del Rock Subterránica, superaron rivales en batallas épicas, esta es una banda que es divertida de ver en vivo y que ha construido todo un concepto alrededor de ella.
Osaka 32
Osaka 32 ofrece rock alternativo con riffs potentes y grooves modernos, un sonido fresco que navega stoner y post-hardcore con toques experimentales y elementos asiáticos, ideal para cabezas que buscan intensidad sin clichés. Activos en varios eventos y en Wacken Metal Battle, sumaron giras locales y apariciones en Toque que los catapultaron en la celebración anual del rock underground. Su momentum en Instagram y escenarios independientes los marca como promesa ascendente.
RIP (R.I.P.)
RIP forja heavy rock crudo con temas como “Muerte Digna”, un sonido directo y sin filtros que captura la resistencia underground bogotana, influenciado por el metal clásico con edge punk. Mantuvieron una sólida agenda de shows en la escena local, contribuyendo a la vitalidad del circuito sin alardes, priorizando la conexión auténtica con el público fiel. Su persistencia en redes y eventos los mantuvo como pilar de la tradición roquera, fueron protagonistas de la entrega de Premios Subterránica 2025.
Devasted
Devasted lidera el thrash metal con demencia técnica, inspirado en Coroner y Vektor, donde velocidad y caos social se funden en riffs bastante elaborados que denuncian desorden colectivo. Lanzaron el álbum Siniestro, posicionándolos como el estandarte del thrash y sus fusiones con producción impecable. Su evolución técnica redefinió el género en el underground 2025 y terminan el año con su gira por Perú.
Ciudad Inmovil
Ciudad Inmovil construye modern metal con riffs intensos, grooves y una dinámica bogotana que evoca aquellas bandas a las que no les da miedo experimentas. Competidores fieros en semis de Wacken Metal Battle Bogotá, sumaron a celebraciones roqueras con lanzamientos digitales que ampliaron su reach underground. Su sonido prometedor apunta a dominar el circuito emergente.
Camargo
Camargo explora pop rock con contrastes luminosos y oscuros, un estilo performativo fresco que alterna melodías accesibles con crescendos intensos, atrayendo audiencias amplias en escenarios grandes. Su mezcla emocional capturó el espíritu versátil del génerom este año tuvieron gira en México y en varios festivales del país, pero el lanzamiento de su canción “Indefinido” los marca como lo mejor del año.
Alfonso Espriella
Con 20 años de tarima, entrega y letras introspectivas, Alfonso no es capaz de tomar un descanso, lanzando nueva música durante el año. Ha compartido escenario con Slash y Draco Rosa con un sonido maduro y ecléctico. Estrenó “Dolor Fantasma”, un single haunting que sumó a shows independientes, reforzando su legado versátil en el rock colombiano. Su carrera sostenida inspiró a la escena solista underground siendo él uno de los pocos que quedan en el género.
Somberspawn
Somberspawn desata blackened death metal feroz desde 2018, con “Inumbrate” como estandarte de ruido transfronterizo que mezcla Behemoth con crudeza bogotana en blasts y atmósferas gélidas. Expandieron su visión en showcases independientes y redes globales, consolidando un underground que trasciende límites locales. Su intensidad los elevó como fuerza extrema imparable y definitivamente fueron uno de los mejores shows de Rock al Parque, esta es una banda que pronto se tomará la escena de manera irremediable.
Psycho Mosher
Psycho Mosher, pioneros del crossover thrash, aceleran con riffs veloces y actitud callejera que recuerda bandas como Cro-Mags y Suicidal Tendencies, desatando furia pura en mosh pits globales. Aseguraron boleto a Copenhell 2026 al ser ellos los escogidos en los showcases del Bomm y con shows locales que definieron su proyección internacional como embajadores del thrash colombiano. Su año culminante selló un legado de velocidad indetenible.
!Que nunca pare nuestra escena!
Colombia
Que el Estado sea mecenas, no censor: qué puede aprender Colombia del ingreso para artistas en Irlanda
Es hora de hacer una pregunta importante en Colombia en cuanto a las artes: ¿Qué papel debería jugar el Estado en la vida cultural? ¿Debe limitarse a regular y a repartir migajas, o puede convertirse en un mecenas decidido que permita a las prácticas creativas existir sin extorsiones burocráticas ni censuras veladas?
Irlanda ha dado en 2025 una respuesta radical y práctica a esta pregunta, el Estado financia la capacidad de crear. Tras un piloto iniciado en 2022, el programa Basic Income for the Arts (Ingreso Básico para las Artes) que pagó €325 semanales a 2.000 artistas y se proyecta como permanente a partir de 2026. Es decir: alrededor de €1.300–€1.500 mensuales garantizados, sin informes de resultados que exijan productividad inmediata, con efectos positivos reportados en salud mental, producción creativa y retención profesional en el sector cultural. Los primeros balances del piloto y las decisiones tomadas en Dublín muestran que una política pública que confía en la autonomía creativa puede dar retornos sociales medibles y, sobre todo, devolver dignidad al trabajo artístico.
Frente a ese experimento irlandés, la realidad colombiana aparece fragmentada y se han desarrollado instrumentos de política cultural, pero persiste una brecha entre los discursos y la práctica. Los diagnósticos internacionales muestran que la política cultural en Colombia ha avanzado en la creación de ecosistemas creativos y en la declaración de cultura como derecho, pero su financiación y su capacidad de descentralizar recursos siguen siendo limitadas frente a las necesidades reales de artistas, gestores y territorios. En paralelo, la articulación entre memoria, museos locales (como el Museo del Rock Colombiano) y los programas de reconocimiento que proponen medios independientes y plataformas ciudadanas constituyen prácticas resilientes frente a esa fragilidad estatal.
Este contraste obliga a repensar el imaginario que muchos tenemos sobre la relación Estado-cultura en América Latina. Cuando se habla de “dictadura cultural” en tono de crítica, a menudo se alude a dos riesgos distintos pero conectados: a) el riesgo autoritario, en el que el poder decide qué es arte válido y qué no, imponiendo censuras o líneas temáticas legitimadas por el aparato estatal; y b) el riesgo liberalizador, donde el Estado abandona la escena cultural a los vaivenes del mercado y a la precariedad de la condición creativa. La experiencia irlandesa ofrece una tercera vía: un Estado que actúa como mecenas en sentido moderno —financiando la posibilidad de crear sin dirigir el contenido— y, al mismo tiempo, protege la libertad de expresión y la diversidad. Esa es la lección que conviene mirar con atención.
¿Por qué copiar el modelo irlandés? Primero, porque un ingreso básico para artistas parte de una hipótesis empírica: la inestabilidad económica genera fuga de talentos, autocensura por necesidad y el abandono de proyectos a largo plazo. Al mitigar esa inestabilidad, se multiplican las condiciones para la experimentación, la investigación artística y la construcción de memorias locales. Segundo, porque el retorno no es meramente simbólico: los informes preliminares del piloto en Irlanda registran mejoras en el bienestar, en la producción y en la profesionalización, y apuntan a beneficios económicos indirectos —mayor consumo cultural, circuitos de exhibición más dinámicos, y mayor oferta pedagógica— que compensan la inversión pública. Tercero, porque el ejemplo de pequeñas iniciativas como Raíz y Convergencia demuestra que la articulación entre museos, medios independientes y administración local puede amplificar los efectos de una política pública sólida.
Pero ninguna traslación política es automática. A partir de la comparación entre Irlanda y el estado actual de la cultura en Colombia, proponemos un diagnóstico y una serie de propuestas concretas, viables y escalables para que el Estado colombiano deje de ser un simple regulador o, peor, un censor indirecto, y pase a ser un mecenas responsable.

Diagnóstico breve
- Financiación fragmentada y precaria. Los fondos existen en líneas dispersas como convocatorias, estímulos y subsidios, pero suelen ser inestables, condicionados y burocráticos. Eso excluye a muchos creadores que no tienen tiempo o recursos para competir permanentemente por subvenciones.
- Centralización y desigualdad territorial. Bogotá y algunas capitales concentran la mayor parte de la visibilidad y los recursos; el trabajo en regiones suele depender de iniciativas particulares y festivales puntuales.
- Déficit de políticas de ingreso estable para creadores. No hay un análogo real a programas tipo “basic income for artists” que garantice mínimos de subsistencia para producir con libertad.
- Gestión cultural y memoria resiliente. Actores privados y comunitarios (museos, medios como Subterránica, redes locales) han cubierto vacíos de la política pública, mostrando capacidad de archivo, reconocimiento y organización para mantener viva la memoria cultural.
La propuesta es un marco de política pública inspirado (y adaptado) al modelo irlandés - Lanzamiento de un piloto nacional de Ingreso Básico para la Cultura (IBC) — 2.000 beneficiarios (fase 1).
- • Monto orientativo: equivalente a una fracción razonable del salario mínimo local ajustado por regiones (por ejemplo, 1–1.5 SMMLV en ciudades principales, y 0.8–1 SMMLV en municipios). Alternativa: seguir el modelo irlandés y fijar un monto con impacto comparable al costo de vida local.
• Selección: combinación de criterios objetivos (trayectoria mínima, producción cultural demostrable) y cupos territoriales para garantizar diversidad regional. No debe ser una “subvención por proyecto”, sino un reconocimiento temporal que permita crear. - Evaluación independiente y horizonte de continuidad.
• El piloto debe contar con evaluación académica independiente (universidades, think tanks) y con indicadores de impacto: salud mental, volumen de creación, empleo cultural indirecto, actividad expositiva/concertística. La idea es evitar la politización del programa y asegurar su continuidad técnica. - Complementariedad con espacios de memoria y producción.
• Asociar el IBC con museos y medios locales para crear residencias, archivos y ciclos de formación. Las coproducciones como la que plantean algunas premiaciones podrían ser cofinanciadas por el programa como espacios de visibilidad para los beneficiarios. - Descentralización efectiva.
• Asignar cupos por departamentos y garantizar vocaciones territoriales (por ejemplo, bandas y gestores del Valle, del Eje Cafetero, de la Costa, del Pacífico). Evitar que el programa solo beneficie a quienes ya tienen redes en Bogotá. - Protección a la libertad de expresión y mecanismos anti-captura.
• Establecer cláusulas claras: la asignación del ingreso no debe implicar control de contenidos ni aprobación previa. Crear un consejo ciudadano-artístico plural que supervise transparencia y evite capturas políticas. La “lógica del mecenas” aquí se entiende como financiamiento público para la creación, no como tutela ideológica. - Sinergias con políticas culturales existentes.
• Integrar el IBC con convocatorias, compra pública de arte, programación cultural municipal y acuerdos con teatros y salas para presentar trabajos producidos por beneficiarios. Esto multiplica el retorno social y económico de la inversión. - Contraargumentos y riesgos — y cómo mitigarlos
- • “Se volverá una renta para ociosos”: la evidencia del piloto irlandés contradice esta afirmación; los beneficiarios usan la estabilidad para producir, formarse y participar en proyectos colaborativos. Es clave diseñar la evaluación para demostrar efectos positivos.
- • Politización del fondo: crear órganos independientes, plazos y transparencia pública de beneficiarios reduce la posibilidad de captura.
- • Costo fiscal: hay que dimensionarlo con realismo: un piloto con 2.000 beneficiarios es una inversión relativamente baja en términos presupuestales nacionales pero con alto impacto simbólico y práctico. Además, los beneficios indirectos (empleo cultural, consumo, turismo cultural) amortiguan el gasto. Informes preliminares del piloto irlandés señalan retornos sociales y económicos favorables por cada euro invertido.
- Mecenas democrático vs. “dictadura cultural”
- Llamar a una política pública “dictadura cultural” cuando lo que se reclama es la dirección autoritaria del contenido es válido como advertencia histórica; pero sería un error interpretar que la intervención estatal y la existencia de grandes programas de apoyo equivalen a censura. El reto es que el Estado colombiano deje de verse solo como juez y supervisor, y asuma el papel que le corresponde en una democracia robusta: el de garante de derechos culturales. Ser mecenas no significa mandar sobre el arte: significa pagar la posibilidad de que el arte exista con autonomía.
- Irlanda nos recuerda que el Estado puede, sin imponer visiones estéticas, invertir en la libertad creativa y cosechar efectos sociales que van mucho más allá del aplauso: desarrollo económico local, salud pública, educación y memoria colectiva. Copiar ese modelo, con las adaptaciones territoriales y políticas que exige Colombia, es una inversión de futuro; una forma de reconocer que la cultura no es un lujo sino un bien público que sostiene la democracia y nos enseña quiénes somos. Si queremos que la memoria del rock y de tantas otras músicas deje de depender solo de iniciativas heroicas y dispersas, es hora de exigir que el Estado se convierta en mecenas responsable y que la cultura sea tratada como política de Estado, no como anécdota.
- Fuentes principales consultadas
- • Cobertura sobre la permanencia del programa Basic Income for the Arts en Irlanda (informes y notas recientes): Business Insider; Smithsonian Magazine; ArtNews; Citizens Information.
- • Información y fichas sobre los Premios Subterránica y su rol en la escena del rock colombiano.
- • Diagnósticos y recomendaciones sobre políticas culturales en Colombia (OECD, UNESCO y análisis sobre financiamiento y descentralización).
Colombia
SAYCO sancionada nuevamente, Subterránica reivindicada otra vez: La corrupción que los músicos prefieren callar y aplaudir por un almuerzo.
Actualización 01/12/2025: Posteriormente a la publicación original, un juez ordenó a la SIC retirar de sus propios canales la información relacionada con esta sanción, mientras se resuelven recursos en trámite. Esta orden aplica únicamente a la SIC y no obliga a terceros ni medios que replicaron la noticia, por lo que este contenido se mantiene publicado como registro informativo y de interés público.
Otra vez, después de décadas, los titulares anuncian lo que llevamos años diciendo, SAYCO de nuevo ha sido sancionada, sus directivos multados, el país “sorprendido” porque una entidad que se dice defensora de los autores en realidad los usa como excusa para seguir cobrando y enriqueciéndose. Y claro, ahí salen los comunicados, las frases de indignación, las promesas de cambio. Pero los músicos siguen callados, siguen firmando, siguen creyendo que “esta vez sí”, el músico colombiano es en su mayoría un muerto de hambre que calla la corrupción porque no tiene como más comer.
La sanción a SAYCO, una multa por aproximadamente $5.300 millones de pesos impuesta por la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), confirma lo que desde hace años denunciamos, impedir que autores gestionen individualmente sus derechos, clasificar a los afiliados como “titulares administrativos”, cobrarles un 10 % adicional y obligarlos a ceder todas las vías de comunicación pública para estar representados por el monopolio colectivo.
Pero no es la primera vez que pasa, son años de corrupción y deshonestidad, en 2018 la SIC la multó por $1.378 millones por abuso de posición dominante y violación de la libre competencia. En 2012 la Dirección Nacional de Derechos de Autor suspendió su personería jurídica y le impuso la multa máxima de 50 salarios mínimos legales vigentes (equivalente entonces a unos 28 millones de pesos) por «inoperancia de sus órganos de dirección, falta de transparencia, incumplimiento de deberes estatutarios». Y a los colombianos y sobretodo a los músicos les vale cinco… para ellos está el “cállese” porque nos vetan.
La historia de SAYCO es la historia de un monopolio consentido por el Estado y sostenido por el silencio de los músicos. Desde los años noventa hasta hoy ha sido denunciada por prácticas anticompetitivas, por retener dineros, por excluir a autores que no se someten al régimen interno. A lo largo de los años, las mismas familias, los mismos apellidos y los mismos métodos se repiten: estatutos que se reforman para perpetuar a los directivos, asambleas cerradas, informes maquillados. SAYCO se ha convertido en un modelo perfecto de lo que es la “gestión colectiva” en Colombia, un castillo de papel donde la ley sirve solo para proteger a los que ya están dentro, la justicia tambien es cómplice, así como es cómplice de los malos manejos de las EPS, de los abusos de los bancos y de todo lo que represente ganar dinero deshonesto sobre los derechos de los ciudadanos.
Cada vez que una sanción sale a la luz, los titulares hablan de “nuevo escándalo” como si fuera sorpresa. No lo es. Subterránica lo gritó una y otra vez, las sanciones son solo parches, ¿De dónde creen que sale el dinero para las sanciones? Usen la cabeza, las multas se pagan con la misma plata que recaudan de los artistas. Ninguna de estas sanciones ha significado una verdadera intervención ni un cambio estructural. Los millones que les quita la SIC los recuperan en cuestión de meses, porque el Estado nunca crea una alternativa real para los autores independientes. Y mientras tanto, la prensa cultural finge objetividad, los artistas institucionales se callan para no perder contratos y el público ni siquiera sabe cómo funciona el sistema que paga cada vez que suena una canción en un bar.


SAYCO, IDARTES y todo el aparato cultural estatal son piezas de la misma maquinaria burocrática que sofoca el arte en Colombia. La corrupción en el sector musical no se esconde, se exhibe con descaro, los mismos nombres en todas las convocatorias, los mismos jurados que se evalúan entre sí, los mismos gestores que se autodenominan “cultura”. Y cuando alguien levanta la voz, lo llaman a uno conflictivo. Pero no es conflicto, es dignidad. Y aunque el país entero parezca tolerar el robo sistemático de la cultura, Subterránica sigue en pie, con los mismos argumentos y la misma convicción, la de denunciar aunque nadie escuche, escribir aunque no cambie nada, sostener el espejo frente al monstruo hasta que al menos por un instante, se vea reflejado.
Subterránica lleva más de veinte años repitiendo lo mismo. Denunciando, investigando, poniendo nombres, mostrando documentos. Cuando dijimos que SAYCO actuaba como una mafia organizada, que el IDARTES protege burócratas y no artistas, que las entidades culturales son feudos de amigotes, nos llamaron resentidos, locos, conflictivos. Y sin embargo, aquí está otra vez la prueba, una multa millonaria por impedir a los autores gestionar sus propias obras, por condicionar sus contratos, por cobrar tarifas indebidas. No lo dice Subterránica; lo dice la Superintendencia de Industria y Comercio.
Pero nada cambia. Nada cambia porque en Colombia la corrupción no se castiga, se normaliza. Se vuelve parte del paisaje. Los músicos lo saben y callan, y al callar se vuelven cómplices. Ese es el círculo perfecto: los corruptos actúan, los jueces absuelven, los artistas callan, el público olvida. ¿Cuántas veces esta entidad corrupta ha sido multada y sancionada? ¿Cuántas veces la procuraduría tiene que demostrar la corrupción en otras instituciones que gestionan las artes en el Estado? Lo que se puede llegar a concluir es que tal vez o los colombianos somos estúpidos o que sencillamente no importa.
No hay inocentes en esta cadena… el que firma sin leer, el que paga sin preguntar, el que asiste a los mismos eventos estatales sabiendo que son vitrinas de favores políticos, todos son parte del engranaje. Aquí nadie quiere hacerse enemigo de nadie, y por eso todos terminan siendo socios de la impunidad.
Y los que insistimos en hablar nos volvemos los parias, pero preferimos eso antes que vivir arrodillados ante un sistema que prostituyó el arte. El Estado sigue alimentando las mismas vacas sagradas; las secretarías de cultura, IDARTES, las convocatorias amañadas, los jurados repetidos, los artistas institucionalizados que se reparten el presupuesto público como si fuera botín de guerra. Y cada tanto, cuando alguna sanción se hace pública, los medios anuncian que “ahora sí se hará justicia”. No, no se hará. No mientras sigamos creyendo que un comunicado es justicia. Y es que hay que repetirlo cien veces porque pareciera que no entendieran, el problema no es Sayco, no es Idartes, no son sus alidos sino los corruptos que trabajan ahí. La verdad no es difícil de entender, hasta un niño lo comprende.
La multa a SAYCO no es una victoria para nadie; es otra migaja, un teatro más en este país que premia al corrupto y castiga al que incomoda. Los músicos seguirán cobrando regalías miserables mientras los directivos se reparten millones. Seguirán viendo cómo sus obras son administradas por gente que no compone ni canta, pero cobra como si lo hiciera. Y seguirán tragando entero, porque aquí el que denuncia se queda sin contratos, sin toques, sin apoyo, sin “redes”.
Subterránica lo advirtió mil veces, el problema no es solo SAYCO, es la estructura cultural completa. Un país que tolera la corrupción en la música es el mismo que la tolera en la política, en la justicia, en la educación. Lo mismo disfrazado de gestión cultural.
Y sí, hemos tenido razón desde el principio y siempre la vamos a tener así a los mercenarios de las artes que le dan regalos de Navidad a sus hijos con dinero robado se ofendan. Pero tener razón en Colombia no sirve de nada. Aquí la verdad no cambia las cosas, solo las confirma.
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